Huida de las cerdas.pdf


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bonito, canta como vuela. Siempre trae noticias buenas, no miente nunca. Liba
de flores blancas para mantener su voz limpia, y no aparece hasta que el verano
se dibuja.”
Era John Renbourn, lo sabía porque a la ranera le gustaba que escuchasen música y
les hablaba de ella, quién la interpretaba, el contenido de la letra... “Lamento no ser
erudito y manejar bien la pluma. Escribiría a mi amante y a todos los hombres
errantes, les diría que la pena y la desgracia se extiende sobre sus mentiras, me
gustaría que tuvieran compasión por la flor, cuando se muere.” En esos instantes
la echaba mucho de menos.
Así fueron transcurriendo las primeras cinco horas de viaje, cuando:
-Aquí descansaremos tranquilas, no nos vería nadie ni aunque nos buscasen -dijo
Mami-, estaremos bien hasta que se vaya la luz y nos pongamos de nuevo en
camino.
Hicieron una rosca de cuerpos entre las seis, y los pájaros nocturnos se fueron a
descansar, dando paso a un alcaudón y una perdiz moruna viajera, atentos a
cualquier hoja que hiciese ruido cerca de sus protegidas.
Iban consiguiendo acercarse a la costa, en sólo tres días habían recorrido 50
kilómetros sin mayores sustos, gracias a los avisos de las aves amigas.
-Mañana pasaréis por un pueblo enorme, de los que no duermen nunca, habrá que
poner el máximo cuidado para que nadie os vea. Entraremos a las cuatro de la
madrugada, que, según mi experiencia en vuelos nocturnos, es la más tranquila de la
noche. Os guiaré hasta un parque frondoso con olor a mar, de lo cerca que
estaremos de la playa.
Era un precioso, serio y esponjoso búho real. Las seis morenitas se miraron entre
ilusionadas y temerosas, ya se habían dado cuenta de que el mundo humano era
realmente peligroso en sus circunstancias. Fue entonces cuando recibieron un
mensaje telepático de Amber, que no podía esperar a saber de sus amigas:

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