Una navidad diferente.pdf


Vista previa del archivo PDF una-navidad-diferente.pdf


Página 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12

Vista previa de texto


—Para algo que te pido, papá, y resulta que no lo has podido conseguir. Si es que eres
de lo que no hay. Por cierto, ha dicho mamá que Marcos no viene a casa, que ha
suspendido un montón de asignaturas…
—Seguro que se inventa alguna excusa y lo vemos por aquí en menos que canta un
gallo… Bueno, bueno, ¿quieres verla? ¡Pili, ven, que quiero enseñarte algo a ti
también!
Miranda se quedó extrañada, pensaba que lo que había dentro de la caja era un regalo
para su madre o algo parecido. ¿Por qué insistiría tanto en que husmeara en sus
cosas?
—¿Verla? ¿El qué tengo que ver? —preguntó, exagerando su interés—. Ni que fuera un
cartucho de dinamita para el pesado de mi hermano…
—¿Qué dices, hija? Mira.
Su padre retiró el papel navideño y levantó las solapas, y allí estaba. La conquistó al
instante. Dos ojos brillantes y llorosos, engarzados en una joya de plata y nieve. Era
una gatita. Miranda se dejó llevar, cogió a la minúscula criatura por debajo de su
tembloroso cuerpo y se la llevó al pecho, acurrucándola lo más cerca de su corazón
para darle el mayor calor posible.
—No esperaba que te entusiasmara tanto, vista la reacción que has tenido.
—Calla, papá —reclamó ella, sonriente. No notó que una lágrima había escapado de su
prisión ocular a causa de su arrebatamiento. Aquella gatita se conformó un todo junto
a ella, y así estarían todo el día.
Pili no tardó en llegar. Iba a soltar un buen rapapolvo a su marido a causa de su tardía
llegada, pero apaciguó su incipiente verborrea al contemplar la escena.
—Mateo, ¿no me digas que ese es tu aguinaldo?
Miranda miró a su padre con ojos curiosos, reclamadores de un infinito número de
respuestas a, igualmente, un infinito número de preguntas.
—Vamos, vamos, ¿quién te lo ha dado? —insistió ella—. ¿Dónde te lo has encontrado?
Mateo se rascó la cabeza y suspiró. Tenía que atender la compra, pero no estaba bien
dejar en ascuas a las dos mujeres de la casa. Bueno, a las tres con la nueva
incorporación a la familia.
—No, cariño, no es mi aguinaldo ni nada parecido. Ha sido una casualidad… Verás,
alguien ha hablado, pero no sé qué ha dicho: creo que fue un grito continuado en la
distancia que ha ido perdiéndose poco a poco, pero no me hagas mucho caso. Pues
resulta que el ruido me ha llamado la atención. Al doblar la esquina de la calle, entre
6