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madre le gritase como lo estaba haciendo en esos momentos.
—¡Ay, Dios! ¡Y ni siquiera has empezado a empacar! ¡Perderemos el vuelo!
El chico pensó que había oído mal. ¿Vuelo? ¿Cuál vuelo? Se supone que el viaje a
España había sido cancelado a causa de sus malas notas.
—Mamá, ¿de qué estás hablando exactamente? —preguntó con una mezcla de nervios
y ansiedad.
—¡Del viaje a España! ¿Es que acaso lo has olvidado?
Marcos estaba atónito. Sus piernas lo abandonaron y terminó sentado en el suelo del
recibidor. De forma fugaz el rostro de la niña Milagros pasó por su mente.
—It’s a miracle —musitó para sí, sin poder aguantar una sonrisa.
VII
El teléfono sonó. Carmen, ocupada por el viaje, decidió no atenderlo. Marcos, por su
parte, se asombró —notable reacción— y casi dejó escapar sus lágrimas. "¿Qué es
esto?, ¿por qué me siento tan feliz?", murmuró para sí mismo. ¿Qué le causaba esas
emociones? Tal vez no se sentía del todo contento con su vida. El teléfono dejó de sonar,
ignorado por todos.
En cuanto hubo organizado Carmen unas libretas —cualquiera prescindiría de ellas—,
regresó su noción del presente; con ella, Marcos. El chico parado, perdido entre sus
pensamientos, que estaba ¡haciendo nada! Grata sorpresa para ella, hecho que le hacía
pensar en todo el dinero gastado para el viaje —¿el que se iba a gastar en España?
¿Qué podía decir? En su mente no había más lugar para semejante dolor—.
Los planes instantáneos, casi como reflejos, de Carmen para poner a trabajar o hacer
algo a Marcos, fueron frustrados. Justo cuando un grito, con el fin de despabilar al
joven, se pronunciaría, el timbre sonó; el silencio del siguiente segundo a la alarma fue
de cementerio. Pero Carmen, con la viveza característica de una madre, dijo sin dudar
—afirmó su autoridad—:
—Marcós, andá a ver quién es.
Marcos abrió la puerta, luego de respirar profundo y tragarse todo rastro de
cursilerías. Se encontró, su mirada, con casi todos sus compañeros —grandes amigos
—. No esperaba aquella visita.
—¡Marcos! Qué suerte, pensamos que no estabas —dijo uno de los muchachos,
sorprendiendo al receptor.
—¿Qué hacen acá? Y, más que nada, hoy. —Él no podía creerlo; pensó, de esa forma,
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