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Leyendas de los 9 Reinos: 1ª Leyenda – Libro 1
La pequeña no dice nada, pero parece que he conseguido tranquilizarla un poco. Está
apoyada en una de las tablas que hay alrededor de la escalera, salvo por un lado, en
posición fetal, con la cara entre las rodillas. No sé como entablar una conversación con
ella, pero se me ocurre una buena manera de que al menos empiece a confiar en mí. Me
saco del interior de la gabardina los plátanos y las naranjas que cogí de la frutería, un
poco aplastados, pero siguen comestibles. Y le ofrezco un poco a la niña, también la
bota de vino llena de agua que llevo atada el cinturón. De primeras me mira con
desconfianza, pero al poco tiempo se abalanza sobre la bota primero, se la bebe entera,
la tira, y se tira como loca a por los plátanos y las naranjas. Supongo que no es de
extrañar. Espero un poco hasta que se termina todo y luego le hablo.
—¿Cómo te llamas? No puedo llamarte “pequeña” todo el rato. — Le pregunto
intentando parecer alegre.
—Laab. — Me responde con timidez.
Al oírlo me pongo a reírme a carcajadas, la niña se pone roja y arruga el entrecejo.
—Ah, tranquila, no me río de ti, es que es muy curioso, yo me llamo Loob, nuestros
nombre son casi los mismo. — Le digo y vuelvo a reírme, aunque no parece haberla
aplacado. — Mi nombre viene de “Lobo”, como ya puedes ver mi gran porte, lo astuto y
feroz que soy, es un nombre que me viene que ni pintado, ¿no crees? — Digo
sobreactuando un poco intentando hacerla reír. Pero sigue en silencio, aunque ya no
tiene cara de enfadada. — Dime, ¿de dónde viene tu nombre? — Pregunta típica donde
las haya, sobre todo a la hora de hablar con una mujer, pero suele tener el efecto
deseado.
—Viene de “Alba”, así es como se llama al sol cuando sale de la tierra. — Me
responde, algo más abierta.
—Bueno, más que al sol, es al proceso de salir el sol. — Le corrijo a Laab, aunque
no lo entiende y parece confusa. — Bueno, es un buen nombre, pero dime, ¿por qué te
lo pusieron? — Otra pregunta típica, pero no hay nada mejor para romper el hielo.
—Mi mamá me dijo que porque nací justo cuando salió el sol. — Me responde un
poco sonrojada.
—Sí, señor, ese es un buen motivo, me gusta. — Le digo sonriéndola, ella mira para
abajo roja como un tomate. Ahora que parece haberse olvidado por un momento la
situación en la que se encuentra es un autentico encanto, es una lástima que haya tenido
que pasar todo esto.
—¿Y a ti porque te pusieron nombre de lobo? — Me pregunta llena de curiosidad.
—Oh, ¿te interesa? — Le digo acariciándome la barbilla y sobreactuando otra vez.
—Mi mamá me dijo que es de educación saber el motivo del nombre de alguien que
sabe el tuyo. — Me dice con una sonrisa pícara en la carita.
—Esto está bien, hay que ser educados. —Le respondo con alegría. — Pues verás,
cuando yo era pequeñito, hubo una vez que los despistados de mis padres me dejaron en
una sábana en el suelo durmiendo la mona, pero como yo era muy travieso hasta siendo
un bebé, me desperté y me puse a gatear, por lo visto me alejé mucho y me encontró un
enorme lobo negro, ¿sabes lo que hizo ese lobo? — Le pregunto acercándole la cara y
arqueándole una ceja.
—No, ¿qué hizo? — Me pregunta expectante.
—Me cogió del pañal y me llevó hasta mis padres, ¿te lo puedes creer? — Le digo
mientras me troncho.
—¿En serio? ¿Eso hizo el lobo? — Me pregunta Laab nada convencida.
—A mí también me parece muy raro, pero es lo que siempre dicen mis padres y mis
tíos, así que tengo que creerlos. Así que, como el lobo me llevó colgando en la boca

Darío Ordóñez Barba

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