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PLACER

Poesía / Literatura / Arte / Conocimiento / Erotismo / Rarezas

Nº1, invierno 2016

PLACER

PLACER

PRÓLOGO

PLACER ES:
Una revista de la Asociación Literaria La Mordida. Un proyecto megalómano. Una publicación
de anomalías espacio-temporales. Un alegato de verdad absoluta (bueno, relativa). Una invocación espectral. Un álbum de fútbol regional. Un plan depravado del Consejo Editorial para
manipular mentes. Placer es poco, mucho, suficiente, bastante, ninguno, escaso y todo, o quizás nada. Placer es un hijo bastardo de la sobreinformación. Es sol de invierno, zanahoria, el
ruido de la rueda de molino cuando no tiene nada que moler. Una revista de regodeos fatuos
disfrazados de intelectualidad. Placer es casi placer. Picor de tobillos, helado que se derrite
sobre las manos de un niño. Placer somos nosotras, ellos. Placer asume las opiniones de todos
sus colaboradores: Placer es querellable. Una publicación a cascoporro, por amor a helarte,
masturbación sin criterio. Placer es carcelaria: será la revista favorita de los presos políticos del
estado español (o de cualquier orto). Placer es bla bla bla, una broma para romper el tedio,
aire llevado por el viento. En placer nos jugamos nuestras haciendas, que no son magras. Placer
es post-democrático, post-beatnik. Una revista de pueblo; no del pueblo, sino de pueblo. Placer
rechaza el beneficio económico (y las críticas, pero no las croquetas). Placer es anti-pávloviana.
Placer es amor (a pesar del odio profundo que profesa a sus vecinos). Placer es más de Lao Tse
que de Confucio. Placer llega con el cambio de hora.

Lo único seguro tras el nacimiento de
cualquier ser vivo es que algún día morirá. En cambio, la aparición de una
nueva publicación escrita, lo único que
nos asegura es que ésta prevalecerá en
la eternidad de los tiempos, con más o
menos relevancia, en algún lugar. Este
primer número de “Placer”, de invierno,
pues es la estación en que se ha cocinado, no garantiza en absoluto la aparición
de números posteriores, a pesar de que
el equipo de creación y redacción de
la revista (y autodenominado de forma
grandilocuente Consejo Editorial) muestra
una gran ilusión, empeño e ingenuidad
ante la posibilidad de convertir “Placer”
en una publicación estacional; dicho de
otro modo, y para todos aquellos lectores
que usan reloj, trimestral. La aparición de
este nuevo proyecto tiene una clara, única e inequívoca vocación literaria. Cada
estación se dedicará al estudio de un autor, de suficiencia más que contrastada,
con la intención no tanto de difundir conocimiento sino más bien de discurrir un
proceso de prospección, de los propios
editores y colaboradores, sobre el autor
elegido. Así pues, nos encontramos ante
una publicación que más que enseñar,
lo que pretende es dar la posibilidad de
aprender a los que la hacen, y en ese camino, compartir lo que surja. Si después
de leer la última línea del párrafo anterior
todavía no han cerrado la revista, les diré
que este primer “Placer” está dedicado a
Borges. Si tras este dato todavía persisten en la lectura, deben admitir que les
acecha el claro peligro de la militancia
literata, pues no hay otro motivo más que
la lucha, aún siendo silenciosa, que nos
encontremos aquí. En fin, nuestro inefable
Consejo Editorial ha elaborado una reta-

híla de contenidos, y asimismo ha sido
auxiliado por un buen número de colaboradores. Así, el lector encontrará, naturalmente, la biografía y bibliografía del
autor, pero también artículos en los que se
relaciona a Borges con la música, con los
videojuegos, con el cine y hasta con las
matemáticas. Dibujos, fotomontajes, relatos deliberadamente borgianos, poesía y
algunas cosas variadas que harán despertar en el lector sentimientos encontrados, quizás incluso el deseo de que “Placer” reaparezca en verano. Pasen y vean.
No esperen encontrar ninguna solución,
pero no descarten el placer de pensar.

Disculpen mi ignorancia.

PLACER

PLACER

ANOTHER BIOGRAPHY
El 24 de agosto de 1889, Jorge Luis Borges nace en Buenos Aires, en el seno de una familia
acomodada, de origen criollo y anglosajón; descendientes de militares y literatos. Influenciado
desde niño por su abuela, y con la ayuda de una institutriz, aprende a hablar y a escribir en
inglés, convirtiéndolo de facto en bilingüe. Escritor precoz donde los haya, su timidez y falta
de sociabilidad alimenta un universo centrado en la literatura del que no se alejará jamás. Su
escolarización a los nueve años, en el barrio de Palermo donde reside desde muy pequeño,
le arroja a un mundo muy diferente del que él creía vivir. En el colegio sufre las mofas de sus
compañeros debido a su aire resabido. Siendo adolescente devora los clásicos que encuentra
en la biblioteca que su padre tiene en casa. En 1914, la familia se traslada a Europa para que
su padre reciba tratamiento oftalmológico, pero estalla la Primera Guerra Mundial. La familia
se ve entonces obligada a refugiarse en Ginebra, ciudad donde es escolarizado junto a su
hermana Nora. En el liceo Jean Calvin, el ambiente es totalmente diferente del de ya lejano instituto de Palermo. Borges es apreciado y respetado por sus profesores y compañeros, aprende
en seguida francés y comienza a leer poesía, especialmente a Rimbaud. Con la ayuda de un
diccionario aprende también alemán, para poder leer a Shopenhauer & Company. En 1919,
acabada la guerra, se traslada a Barcelona y luego a Mallorca. Durante estos años su creación
literaria va tomando velocidad, y en sus visitas a Sevilla y Madrid se relaciona con los poetas y
escritores ultraístas de la época. Publica por
primera vez en revistas como Ultra o Grecia.
Regresa con su familia a Argentina en 1921,
para zambullirse en el ambiente literario bonarense. Funda la efímera revista Prisma y
publica su primer y apresurado libro de poesía Fervor en Buenos Aires. Tras otro viaje a
España, de un año de duración, se instala
definitivamente en Argentina y se dedica a
lo suyo, que es leer, leer y escribir, como si
no hubiera mañana. También ejerce de crítico literario y traductor. Sus colaboraciones en
revistas literarias se multiplican y publica sus
primeros libros de relatos, sin dejar de lado
la poesía. En 1938, fallece su padre. Y al
año siguiente su estimada abuela, dejándole
en una situación relativamente precaria que
tiene que solucionar aceptando un puesto de
bibliotecario, cosa que le permite seguir escribiendo y leyendo, como siempre. Convencido anti-peronista apoya el golpe militar de
1955, aunque años más tarde condenará las
atrocidades cometidas durante la dictadura.
Su producción literaria es continua durante
los siguientes 40 años. El reconocimiento
como un autor capital es indiscutible, y acumula numerosos premios literarios por todo el
mundo hispanohablante. Su consagración es
definitiva. Muere en Ginebra en 1986.
Autoretrato, 1975.

OBSERVACIONES MÉDICAS
Parece ser que durante la infancia y juventud de Borges, su cuadro médico es de una
normalidad supina, sin complicaciones interesantes. Si acaso puede considerarse cierta tartamudez (signo de genio, por cierto), siendo asimismo un posible condicionante a
su tímido carácter. Igualmente, ambas “cosas” son parcialmente superadas con ayuda
médica años más tarde, cuando se ve obligado a ejercer la docencia afectado por
una epidemia nacional de falta de recursos económicos. La nochebuena de 1938, ya
con 39 años, sufre (por fin) un accidente y se golpea la cabeza con el marco de una
ventana abierta. Se produce una gran brecha que, aún siendo tratada en primeros
auxilios, se infecta y provoca fiebre y alucinaciones durante una semana. Una noche,
la situación se complica, Borges pierde el habla y es intervenido de urgencias en el
hospital. Septicemia. Borges sostendrá más adelante que durante esos días teme que
sus facultades mentales queden mermadas y que al darse cuenta que no es así sólo
puede llorar de alegría. Entre 1946 y 1955 sufre un ataque de peronismo que le obliga a abandonar su puesto de bibliotecario. Por otra parte, la ceguera progresiva que
hereda de su padre se consagra en Borges a lo largo de su vida adulta, primero como
fuerte miopía, y más tarde desarrollando glaucoma, que le deja completamente ciego
de un ojo y parcialmente del otro. En sus palabras: «Se ha extendido desde 1899 sin
momentos dramáticos, un lento crepúsculo que duró más de medio siglo». Borges fallece en Ginebra a los 86 años, víctima de un cáncer hepático y un enfisema pulmonar.

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BIBLIOGRAFÍA
RELATOS Historia universal de la infamia (1935) El atroz redentor Lazarus Morell / El
impostor inverosímil Tom Castro / La viuda Ching, pirata / El proveedor de iniquidades Monk
Eastman / El asesino desinteresado Bill Harrigan / El incivil maestro de ceremonias Kotsuké no
Suké / El tintorero enmascarado Hákim de Merv / Hombre de la esquina rosada / Un teólogo
en la muerte / La cámara de las estatuas (Del libro de las 1001 Noches, noche 272) / Historia
de los dos que soñaron (Del Libro de las 1001 Noches, noche 351) / El brujo postergado /
El espejo de Tintav / Un doble de Mahoma Ficciones (1944) I. El jardín de senderos que se
bifurcan / Tlön, Uqbar, Orbis Tertius / El acercamiento a Almotásim / Pierre Menard, autor del
Quijote / Las ruinas circulares / La lotería en Babilonia / Exámen de la obra de Herbert Quain
/ La biblioteca de Babel / El jardín de senderos que se bifurcan II. Artificios Funes el memorioso
/ La forma de la espada / Tema del traidor y del héroe / La muerte y la brújula / El milagro secreto / Tres versiones de Judas / El fin / La secta del Fénix / El Sur (1965) / El Aleph (1949)
El inmortal / El muerto / Los teólogos / Historia del guerrero y la cautiva / Biografía de Tadeo
Isidoro Cruz (1829–1874) / Emma Zunz / La casa de Asterión / La otra muerte / Deutsches
réquiem / La busca de Averroes / El Zahir / La escritura del Dios / Abenjacán el Bojarí, muerto
en su laberinto / Los dos reyes y los dos laberintos / La espera / El hombre en el umbral / El
Aleph / El informe de Brodie (1970) La intrusa / El indigno / Historia de Rosendo Juárez
/ El encuentro / Juan Muraña / La señora mayor / El duelo / El otro duelo / Guayaquil / El
evangelio según Marcos / El informe de Brodie / El libro de arena (1975) El otro / Ulrica /
El congreso / There are more things / La secta de los treinta / La noche de los dones / El espejo
y la máscara / Undr / Utopía de un hombre que está cansado / El soborno / Avelino Arredondo
/ El disco / El libro de arena / La memoria de Shakespeare (1983).
ENSAYOS Inquisiciones (1925) / El tamaño de mi esperanza (1926) / El idioma de los argentinos (1928) / Evaristo Carriego (1930) / Discusión (1932) / Historia de la eternidad (1936) /
Otras inquisiciones (1952) / Siete Noches (1980) / Nueve ensayos dantescos (1982) / Atlas
(1985).
POESÍA Fervor de Buenos Aires (1923) / Luna de enfrente (1925) / Cuaderno San Martín
(1929) / El Hacedor (1960) / Elogio de la sombra (1969) / El oro de los tigres (1972) / La
rosa profunda (1975) / La moneda de hierro (1976) / La cifra (1981) / Los conjurados (1985).

Esta bibliografía no pasará a los anales de la historia por su exuberancia y exhaustividad.
Borges editó durante gran parte de su vida artículos de opinión, críticas y demás en todo tipo de
revistas, así como en prensa. Sus colaboraciones son innumerables. Estamos casi seguros, desde
el Consejo Editorial, que Borges tuvo la oportunidad de utilizar todas las palabras indexadas
por la Real Academia Española.

PLACER

PLACER
Intentar conocer a un escritor a través de sus
opiniones es una majadería sólo superada
por la de in­tentar conocerlo a través de las
opiniones de los demás. En realidad, intentar
conocer a alguien por algo que no sean sus
hechos es una cuestión de fe. Si le interesa
Borges, lea a Borges.

EL CIRCO DE LAS
OPINIONES
Borges habló de casi todo, durante muchos
años, casi sin parar. Por ejemplo dijo: “Si tuviera que elegir entre la literatura inglesa o
la literatura rusa, entre Dickens o Dostoievski, elegiría a Dickens”. O también: “Kafka es
el gran escritor clásico del siglo XX”. Borges
no hacía ascos ni al elogio ni a la ofensa
(ninguna persona leída puede resistir la tentación del insulto). Una de sus puyas más famosas es acerca de Sábato: “Me dicen que
en Italia los libros de Sábato se venden con
una faja que dice: Sábato, el rival de Borges. Es extraño, pues los míos no llevan una
que diga: Borges, el rival de Sábato”. Sobre
Julio Verne dijo: “Era un jornalero laborioso
y risueño que escribió para adolescen­
tes”.
Imposible saber si se trata de un elogio o de
una crítica, quizás sólo una opinión de ésas
que apenas produce el sonido de sus palabras al decirla. Borges, por otra parte, sabía
perfectamente que donde las dan las toman.
Paul Auster dijo de él: “Borges es un escritor
menor genial. Creo que su fuerza radica en
que conocía sus límites. Ni siquie­ra intentó escribir novelas, no podía hacerlo. En cambio,
perfeccionó aquello que sí podía hacer. No
hay nada en Borges que ilumine, conmueva,
aflija, o golpee el corazón de los hombres”.
Tras decir esto, debió salir a la calle en busca
de un taxi bajo la lluvia.
La ideología, esa peste que corrompe a los
hombres que no piensan como uno mismo, le
llevó a enfrentarse con una serie de escritores
latinoamericanos. Pablo Neruda comentó:
“Es un gran escritor, a Dios gracias. Todos

PLACER
los que hablamos español estamos muy orgullosos de que Borges exista. Hemos tenido
grandes escritores, pero uno universal, como
Borges, es una rareza en nuestros países. Eso
es todo lo que puedo decir. Pero pelear con
Borges, eso nun­
ca lo haré. Aunque piense
como un dinosaurio, y no entienda lo que
está sucediendo en el mundo moderno, y
crea que yo tampoco lo entiendo. Por lo tanto, estamos de acuerdo”. En esta línea de respeto y profundo desprecio se oyó a Cortázar
decir: “Borges pronunció una conferencia en
Córdoba sobre literatura contemporánea en
la América latina. Habló de mí como un gran
escritor, y agregó: Desgraciadamente nunca
podré tener una relación amistosa con él porque es comunista. Cuando leí la noticia en los
diarios, me alegré más que nunca del homenaje que le rendí en La vuelta al día. Porque
yo, aunque él esté más que ciego ante la realidad del mundo, seguiré teniendo a distancia
esa relación amistosa que consuela de tantas
tristezas”. Detengámonos en estos dos pibes
por un momento, ya que muchos dicen que
Julio Cortázar sólo se puede entender como
una especie de hijo literario de Borges. Personalmente creo que Borges es más un cartógrafo tenaz y riguroso, y Cortázar un viajero
a lomos de un dragón llamado Fafner. En fin,
ya sea por azar o por necesidad, el hecho
es que Borges medió en la publicación del
primer cuento de Cortázar. Borges le recordaba así: “Una tarde, nos visitó un muchacho
muy alto con un previsible manuscrito. No recuerdo su cara; la ceguera es cómplice del
olvido. Me dijo que traía un cuento fantástico
y solicitó mi opinión. Le pedí que volviera a
los diez días. Antes del plazo señalado, volvió. Le dije que tenía dos noticias. Una, que
el manuscrito estaba en la imprenta; la otra,
que lo ilustraría mi hermana Norah, a quien
le había gustado mucho. De la obra posterior de Cortázar, he leído algo. Pero no me
atraen sus juegos incómodos, como contar un
cuento empezando por el medio. Todo eso
es una imitación de Faulkner. Y si es incómodo en el mismo Faulkner, que era un hombre
genial, imagínese”. Obviamente en el plano

ideológico, como antes lo hemos hecho con
la opinión de Cortázar, Borges también manifestó sus profundas diferencias. Por ejemplo,
en un claro ejemplo de olvido propio: “Julio
Cortázar ha sido condenado, o aprobado,
por sus opiniones políticas. Fuera de la ética,
entiendo que las opiniones de un hombre suelen ser superficiales y efímeras”. Cortázar, a
pesar de ello, comentaría años más tarde, en
una carta a Fernández Retamar: “En principio soy -y creo que lo soy cada vez más- muy
severo, muy riguroso frente a las palabras. Lo
he dicho, porque es una deuda que no me
cansaré nunca de pagar, que eso se lo debo
a Borges. Me di cuenta de que si podía no
poner ningún adjetivo y al mismo tiempo calificar lo que quería, lo iba a hacer. O, en todo
caso, iba a poner un adjetivo, el único, pero
no iba a caer en ese tipo de enumeración que
lleva fácilmente al floripondio”.
Borges también tuvo tiempo para comentar el
interés que tenía por la cultura oriental. Desde los diez años se sentía fascinado por la
filosofía budista, a la que accedió a través de
Schopenhauer. Éste fue un autor casi fetiche

para Borges, que llegó a decir de su obra:
“De todas las doctrinas filosóficas, la suya es
la que más me satisface, porque es la que
más se parece a una solución”. Sobre otros,
como Nietzsche, dijo: ”Siento que hay algo
duro en él -y no diré fatuo-, quiero decir que
como persona no tiene la menor modestia”.
Desde Placer estamos seguros que esta crítica
se convertiría en elogio si hubiera llegado a
los oídos del bueno de Nietzsche. También
opinó sobre la pareja de filósofos españoles
Ortega y Gasset. De Ortega dijo (de Gasset
no se tiene una opinión conocida): “Su buen
pensamiento queda obstruido por laboriosas
y adventicias metáforas. Ortega puede razonar, bien o mal, pero no imaginar. Debió
contratar como amanuense a un buen hombre
de letras, un negro, para que escribiera sus
libros”. Y acerca de Freud: “Intenté leer cosas
de Freud, pero pensé que era un charlatán o
un loco. Al fin y al cabo, el mundo es demasiado complejo para ser llevado a un esquema absoluto tan simple. Mientras que en Jung
se nota una mente más amplia y hospitalaria”. La opinión de Freud sobre Borges no la
conocemos, desgraciadamente, pero sospechamos que le recordaría la noche de bodas
con Elsa Astete Millán, la cual tuvo que irse a
dormir sola ante la insistencia de Borges de
seguir durmiendo en su habitación de soltero,
en casa de su madre.
Pero tras tanto barro (el mismo que alimenta
las cosechas, el mismo que impide al campesi­
no volver a casa con dignidad), me gustaría
terminar resaltando su relación con el viejo
Whitman, Borges quedó prendado de su poesía desde su más tierna infancia. Dijo: “Fue
para mí, durante esa época (1932 y alrededores), no sólo un gran poeta sino el único
poeta. Cuando leí Hojas de Hierba pensé:
Esto es lo más maravilloso que se ha hecho en
la historia de la literatura. Llegué a convencerme de que todos los poetas que existieron en
el mundo hasta 1855 meramente se habían
dirigido hacia Whitman y que no imitarlo era
un signo de ignorancia”. Borges también podía ser un tipo majo, cuando le tocaba hablar
de autores de lengua inglesa.

PLACER

PLACER

“Esa vana costumbre que inclina al sur”
Pocos personajes de la Historia Universal se atreverían con frases del tipo: “¿Beethoven? Es desordenado, no me gusta”; o: “La ópera es algo disparatado”; o (sin hacer demasiados amigos
en su tierra): “Gardel ha hecho del tango algo llorón y sentimental”. Pero ya sabemos cómo era
Jorge Luis Borges cuando emitía estos juicios, disparaba a la controversia, anhelaba el debate,
exploraba justificaciones que derrocaran su clarividencia y academicismo… Lo cierto es que
pocas veces lo lograba. Porqué el escritor argentino fue con la música (igual que con las letras)
un explorador incansable, luchando muchas veces con su sinceridad inexorable. Por otra parte,
su integridad le permitía alabar tanto el tango más “compadrito” y suburbial, el de la “guardia
vieja”, como a los Rolling Stones o a Pink Floyd; desde Piazzolla hasta Brahms, pasando antes
por la música folclórica griega o japonesa, con igual devoción.
Pero no es éste el único aspecto con el que se puede relacionar a Borges y el mundo de la música. De esta forma, la obra del maestro argentino ha inspirado a muchos compositores de varios
géneros. Entre ellos podemos destacar a Carlos Gustavino, que puso música a “milonga para
dos hermanos”; a Jairo, que le dedicó un concierto entero a sus poemas en 1976; a Susana
Rinaldi que lo hizo en el mítico Olimpia de París; y hasta al incombustible Pedro Aznar. Pero sin
lugar a dudas, cabe destacar su relación con Astor Piazzolla (incluso a pesar de que después de
un tiempo el célebre bandoneonista no quisiera ni oír hablar del escritor). En 1965, Astor Piazzolla y Jorge Luis Borges se unieron para crear juntos “El tango”, un disco en el que participaron
el quinteto de Piazzolla, Edmundo Rivero y Medina Castro. El disco incluye varias milongas y
tangos en los que el texto son poemas de Borges; por ejemplo la primera versión de “1964”.
La unión artística de estos dos genios pareció significar, en su momento, una proeza imposible,
de resultados maravillosos en el aspecto artístico: la enorme poesía borgiana y el impresionante
talento creador de Piazzolla. Pero por otra parte, durante el proceso ocurrieron algunos malentendidos, ciertas incomprensiones, que acabaron con la increíble e inaudita sociedad aún antes
de la salida al público del LP. La ruptura generó una enorme controversia cuando se presentó el
disco, una lucha fraticida entre los seguidores de uno y otro para atribuir el mérito de la obra,
de forma que el disco no tuvo demasiada aceptación cuando llegó al mercado, e incluso estuvo
descatalogado muchos años (cabe destacar que, en esa época, los contratos con las discográficas no estipulaban su difusión o publicidad). Borges se limitó a decir que ni a él ni a su madre le
gustaba la música que Piazzolla había puesto a los textos… Porqué no es tango –dijo que pensó
doña Leonor, la madre del poeta –sino más bien samba brasileña. Por su parte, el compositor
replicó descalificándolo, llamándolo “sordo” e “ignorante”, defectos a los que un cuarto de siglo después, sin dejar de reconocerlo como “mago de las letras”, agregó el de ser “un hombre
autoritario, hasta prepotente en algunas cosas”. “Astor pianola” o “el cegato” fueron los motes
que se pusieron uno al otro entre sus íntimos. Sin embargo, esta anécdota no puede borrar el
producto que dejaron. Más bien demuestra el carácter vanidoso y atronador de estos genios,
que los llevaban a estos dictámenes definitivos y sentenciosos. Si logramos obviar este final nos
queda la obra, un maravilloso acto de intraculturalidad, de connivencia y de empatía, que se
llama “El tango”, y que lleva la firma de estos dos grandes de la Historia Universal.
En definitiva, es posible establecer un vínculo entre Borges y la música, que aquí se ha revisado
de forma somera. Quizás unos ejemplos (El Tango; Milonga de Manuel Flores; Milonga para
Jacinto Chiclana) nos sirvan para demostrar lo que arriba explicamos, no para aclarar (como
le gustaría al maestro) qué sentido tiene la música, sino más bien para demostrar qué impronta
dejó él en este arte.

Borges,
Jorge Luis,
Jorge y Luis
Reyes de Inglaterra y Francia
(ver la Encyclopaedia Britannica)

PLACER

DAVE JUSTUS
POR LOS SENDEROS QUE SE BIFURCAN
En 2015, el videojuego más descargado para dispositivos móviles fue también el más cinematográfico de los últimos años, y eso que partía con una limitación compleja e inesperada: no tiene
gráficos, nada, ningún soporte visual a excepción del texto. Una pequeña maravilla narrativa
llamada Lifeline.
El planteamiento es relativamente simple: el jugador recibe en su móvil una llamada de emergencia de un astronauta perdido en un planeta remoto. El tipo en cuestión se llama Taylor y el hecho
de que se ponga en contacto con nosotros (y no con alguien verdaderamente responsable) es y
seguirá siendo un misterio argumental. El pobre cosmo-náufrago se ha quedado tirado con su
traje espacial en un planeta desconocido y desértico, al que ha llegado a bordo de una cápsula
de evacuación, solo, sin agua ni víveres y con muy pocas opciones de sobrevivir. Toda la trama
es muy del estilo de la reciente The Martian, protagonizada por un abandonado Matt Damon,
al que el gobierno de los Estados Unidos volverá a destinar una ingente cantidad de dinero y
recursos para rescatar por tercera vez. De hecho (otra similitud con la película), sabremos más
adelante que Taylor es un joven bioquímico que estaba embarcado en una misión científica, y
que por alguna desconocida razón su nave sufrió un accidente, siendo él el único superviviente.
Aquí llega lo verdaderamente interesante. Ante semejante desamparo, al tipo no se le ocurre
otra cosa que preguntarnos qué es lo que debe hacer para salir con vida de semejante situación. Dónde ir, cómo moverse, qué buscar, etc. Para ello nos ofrece cada vez dos opciones, tal
píldora roja - píldora azul, y a nosotros nos toca tomar las decisiones por él. A medio camino
entre Alien y un tamagotchi, nos convertiremos en el guía, amigo y confesor (sí, un montón de
conversaciones personales durante la aventura) del solitario astronauta, o bien, si elegimos mal,
en su verdugo. Hasta aquí nada muy diferente de las clásicas aventuras en la línea de “elige
tu propia aventura” o de los juegos conversacionales de los 80; y por supuesto, de toda una
tendencia del nuevo entretenimiento para dispositivos móviles. Pero hay un factor que lo cambia
todo: el tiempo. En efecto, para dar mayor verosimilitud a la epopeya de Taylor, la duración de
sus acciones y movimientos transcurren en tiempo real. Cuando el amigo nos pregunta si debe
tratar de bajar a un cráter o caminar por su borde, y nosotros le recomendamos una u otra
opción, el personaje se pone a ello y sólo nos contacta al cabo del rato que acaba la tarea, o
cuando algún evento inesperado le interrumpe en su quehacer. La mayor parte del rato estamos
esperando, verdadera contradicción con las normas del entretenimiento digital. La experiencia
dura horas, días enteros, semanas. Y cuando el bueno del náufrago no nos contacta al cabo
de unas doce o veinticuatro horas, empezamos a inquietarnos por su silencio. Hay que admitir
que la trama encierra momentos realmente aterradores, y que ese elemento temporal es en gran
medida la llave de su éxito.
Por supuesto Lifeline (y sus dos secuelas ya publicadas, consecuencia lógica de su inesperado
triunfo) no es un fenómeno nuevo. En su libro “El guión del siglo XXI, El futuro de la narrativa en
el mundo digital” Daniel Tubau repasa de forma extensa la historia de las experiencias interactivas, literarias, audiovisuales y digitales, que están determinando hoy en día una gran parte
de las narraciones del siglo XXI: los videojuegos. Los guiones basados en estructuras de árbol,
algorítmicas, donde la acción se desarrolla en función del jugador, han dejado ya de ser una
mera curiosidad técnico-narrativa para convertirse en la receta de una industria multimillonaria,
que genera productos cada día más complejos y variados. Y de forma contradictoria es ahí,
justamente, donde reside la belleza de Lifeline: en su voluntad casi masoquista de rechazar la

PLACER
imagen, para centrarse únicamente en el texto y en la capacidad del lector para involucrarse en
el drama del desventurado héroe.
Su autor, Dave Justus, ya había escrito otra interesante aventura interactiva: The wolf among
us, una adaptación de la serie de cómics de Bill Willingham, Fábulas. La premisa es aquí muy
“neilgaimaniana”: los personajes de los cuentos de hadas, el lobo feroz, caperucita roja, blancanieves, etc. han sido expulsados del reino mágico y malviven como marginados, drogadictos
y prostitutas que ocultan su verdadera identidad en los bajos fondos de Nueva York. De nuevo,
el planteamiento del juego de Justus consiste en que el usuario elija entre diversas opciones,
diálogos, lugares e incluso acciones drásticas como eliminar o no a otros protagonistas del relato (lo cuál altera de manera absoluta el transcurso de los acontecimientos), y en este caso las
mismas no se reducen a dos, sino a tres, cuatro o incluso hasta seis distintas en cada caso. Si
bien el objetivo de este juego/cómic es obviamente llegar hasta el último capítulo con vida y
desvelar los entresijos de la trama, siempre le asalta al lector/jugador la misma pregunta: ¿Qué
pasaría si tomara la otra opción, el otro camino?
La verdadera emoción de la narración interactiva radica justamente en esos caminos no tomados, una no-elección muy frostiana, que a la par convierte la historia en infinita. Si tras una
bifurcación me aparecen otras dos, otras diez, otras cien: ¿cuántas habré dejado sin explorar?
La curiosidad que ejerce en nosotros el territorio desconocido y sin explorar establece una fascinación aún mayor que el del propio itinerario que seguimos. Y aunque es evidente que el truco
de Justus no logra engañarnos, seguimos deseando que la narración que se va desenlazando
paso a paso exista en su forma ideal, aquélla que no tiene ningún límite y puede proseguir infinitamente. Aún tenemos fe, por tanto, en que la era digital no acabe definitivamente con el cine
que conocemos (aunque nos cueste cada vez más). Sin duda algunos autores vislumbraron el
derrotero que tomaba (o no) el lenguaje audiovisual y optaron por integrarlo en sus películas.
En la magnífica Inland Empire, David Lynch nos cuenta a lo largo de tres estremecedoras horas
“un misterio acerca de una mujer metida en grandes dificultades”, según sus propias palabras.
Lynch explora distintas líneas argumentales sin una aparente lógica entre ellas, y parece obsesionado por tomar todas las opciones, correctas e incorrectas, para evitar llevarnos hacia un
lugar demasiado concreto y determinante. En su lugar, prefiere mostrarnos que los caminos son
múltiples, andando adelante y atrás por los nexos y sus variaciones, sugiriendo un entramado
de bifurcaciones infinitas como el que soñó Ts’ui Pên.

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FLOTOGRAFÍAS

Si pensáramos en alguien que no usara la frase “una imagen vale más que mil palabras” Borges sería uno de ellos, sin lugar a dudas. Pero los caminos del lenguaje son inescrutables. La
palabra, primero oral y luego escrita, ha tenido siempre el aura de lo perdurable, al ser la herramienta básica que nos permite ser lo que somos. Sin ella, usted simplemente no estaría leyendo
esto; quizás ni siquiera sería quien cree que es. Entendiendo el lenguaje como una concienzuda
destilación de la comunicación entre semejantes, la palabra escrita siempre ha destacado por
su versatilidad a la hora de transmitir experiencias. Es la jefa, la que reparte el bacalao en el
empeño de entender y entendernos, o por lo menos, de maltratarnos los unos a los otros. Pero no
es la única, a pesar de su innegable preponderancia. Una de las cualidades del lenguaje escrito
es la concreción que se puede conseguir con él, otra es la capacidad que tiene para evocar
imágenes y sensaciones que en un primer momento se presuponen más allá de la mera escritura.
Esta combinación, que siempre ha sido resaltada como algo positivo, muchas veces se convierte
en refugio de temeridades lingüísticas, cuando no, directamente, en una patata caliente que se
sirve al lector sin ningún tipo de contemplación. En cambio, la fotografía, asumiendo la hipocresía de las necesidades técnicas como peaje ineludible, nos ofrece algo más primario, donde las
interpretaciones normalmente restan, y la tan adulada evocación de las artes escritas, mirándole
envidia su franqueza.
En fin, lo que pretendía decir, antes de sucumbir bajo las garras del lenguaje escrito, es que las
fotos también molan, y más éstas, todo un recorrido por la guerra en tiempos de paz.

PLACER

PLACER

PLACER

PLACER

PLACER

PLACER

DESCUBRIR BORGES
¿Qué puede pasar cuando un grupo de intrépidos intelectuales, rapsodas de reconocido (o
no) talento, fotógrafos trasnochados, matemáticos con ínfulas literarias, libreros de profesiones
dudosas, etc., deciden realizar un tributo a Borges y te piden que colabores con ellos? Tú,
sorprendido e inculto sacamuelas, aceptas encantado, pues Forges siempre ha sido objeto de
tu admiración. No es hasta bastante después que te das cuenta del error fonético y por qué
negarlo, cierta inquietud te asalta. Por suerte, te dices, con la ayuda del todopoderoso Google
podrás salir del paso más o menos airosamente. Pero cuando haces click en la primera entrada
y vas a la página de Borges (¡con B!) de la Wikipedia, la inquietud empieza a transformarse
en algo muy parecido al pánico: que haya en ella 17 capítulos, algunos con títulos tan inesperados como “Borges y el ultraísmo” o “Borges, ciencia e internet” confirma el lío en que te has
metido. Llegado a este punto, tu reacción no es otra que la de apagar el ordenador y empezar a
buscar excusas con las que justificarte ante tus amigos. Pero la sombra del escritor argentino es
alargada, sobre todo en los tiempos de internet. Más aún si, inconsciente de ti, en el momento
de teclear “descubrir Borges” no habías cerrado antes tu sesión de correo o tenías una sesión
abierta en Google Maps. El daño ya está hecho y durante los siguientes días, cualquiera que
sea la actividad que quieras realizar, la pantalla de tu ordenador te recordará el compromiso
adquirido con los “lletraferits” de Sant Feliu de Llobregat.
Así, al abrir tu correo electrónico, por algún extraño algoritmo informático, en una esquina de
la pantalla aparece el autorretrato de una artista plástica que desconoces, pero que te recuerda
enormemente a la cantante que más te seduce en los últimos tiempos (¿tal vez porque te recuerda a tu primera novia?). Al fin, no puedes evitar clicar sobre la foto e irremediablemente deseas
estar en el Centro Cultural Borges de Buenos Aires, pues el autorretrato es el cartel de la exposición que ahí tiene lugar estos días. Intentas, entonces, refugiarte en Facebook. Sin embargo,
aunque no recuerdas haberle dado like a ninguna publicación de Turkish Airlines, se te intenta
convencer que vueles con ellos, en 19 horas, hasta la ciudad de Ashdod en Israel, donde debes
hospedarte, justamente, en Jorge Luis Borges St. Acercas el cursor, y desde la calle Borges, tras
“cruzarte” en un paseo de lo más literario, con Goethe y Tolstói, te acercas a orillas del Mediterráneo. Pero cuando ya estás a punto de mojar los pies en el mar, tocas involuntariamente una
tecla que no debías, y eres google-transportado en dirección Este hasta el barrio de Pitampura,
en Nueva Delhi, donde la gente de Google Maps, por alguna extraña razón, piensa que estás
muy interesado en comprar algo en Borges Store. Es fácil que todos estos nombres te sorprendan y atraigan, pero al indagar un poco más, saltan las alarmas de tu antivirus y no consigues
descubrir qué podías haber comprado ahí.
Más tarde, cuando consigues reiniciar el ordenador y reemprender tu viaje virtual, tras haber
esquivado la tierra de los ancestros de la Doña, apareces aún más a la derecha y casi abajo
del todo en el mapa: en un lugar de Melbourne cuyo nombre es Borges Australia. Eso sí, no te
preguntes si se trata de una librería o un salón de tango, porque Google, la única opción que te
ofrece es la de “reclamar esta empresa”. En fin, lo cierto es que a estas alturas, a quien piensas
que van a reclamar es a ti por no haber redactado aún el texto sobre Borges y, para colmo, un
jetlag nada virtual te tiene casi KO. Por suerte, aún aciertas a teclear las únicas palabras que a
estas alturas tus mareadas neuronas consiguen asociar: Borges y Descanso. Es entonces cuando un avioncito traza una parábola de Melbourne a Ginebra y esbozas una plácida sonrisa:
siempre has preferido nadar en lago que en río, y afrancesado como eres, el Leman te parece
una excelente alternativa al Llobregat.

PLACER

PLACER

Los Últimos paseos por Ginebra:
Cadáver exquisito
“Cuando supo que iba a morirse, Borges debió haber sentido un irrefrenable deseo de reencontrar
su lejanísima juventud en Ginebra. De un día para otro levantó su casa de la calle Maipú, en
Buenos Aires, despidió a Fanny, la mucama que lo había cuidado durante treinta años, y se casó
con María Kodama, que era su asistente, su lazarillo, su amiga desde hacía más de una década.
Como lo había hecho Julio Cortázar en Buenos Aires dos años antes, Borges fue a mirarse al
espejo que reflejaba los días más ingenuos y radiantes de su juventud”. Estas palabras transcritas
son el comienzo de una nota homenaje que Eduardo Soriano escribió cuando murió Borges. De
ella, me gustaría profundizar un poco sobre uno de los tópicos que a veces se atribuyen a los
personajes ilustres y (aunque esta palabra sea post-borgiana) mediáticos: la muerte en exilio, o
autoexilio. Mucho se ha escrito sobre la decisión de Borges de ir a morir a Ginebra, pero creo
que la apreciación de Soriano es de las más acertadas. Borges era una persona extremadamente
reservada y melancólica. Añoraba su juventud, o lo que quedaba de ella: sus recuerdos de los
viajes a Europa, el altruismo y las influencias de los españoles durante su estancia en Madrid, su
amistad con Gómez de la Serna, su primera musa, Norah. Pero sobretodo su paso por Ginebra,
ciudad que él mismo definió: “Ginebra no es enfática. París no ignora que es París, la decorosa
Londres sabe que es Londres, pero Ginebra casi no sabe que es Ginebra”. La austeridad suiza lo
cautivaba. Una patria que no era suya, pero que creyó merecer. Para él, el verdadero atractivo
que tenía Ginebra radicaba en su solemnidad, en el respeto por el pasado y las tradiciones.
“Ginebra tiene una ventaja. Cuando pienso en Buenos Aires, me imagino una ciudad que ya
no existe, porque desde 1955 estoy ciego. En cambio, la ciudad vieja de Ginebra sigue siendo
la misma de mi juventud, incluso más protegida que entonces, porque los suizos conservan su
pasado. Entonces, es una ciudad que conozco”. Aquí entra en juego otro juicio que Soriano nos
descubre en su nota: “Es cierto que Borges se quedó ciego en 1955 (curiosa ironía del destino,
justamente el año de la caída del peronismo) y que Buenos Aires era una ciudad industrial,
anárquica y poco conservadora, pero en cualquier caso nunca fue la ciudad que él imaginó en
sus relatos”. En esto sí coinciden admiradores y detractores, y hasta él mismo, como lo demuestra
esta cita del prólogo de Evaristo Carriego: “(…) lo cierto es que me crié en un jardín, detrás de
una verja con lanzas y en una biblioteca de ilimitados libros ingleses. El Palermo del cuchillo
y la guitarra andaba (me aseguraban) por las esquinas, pero quienes poblaron mis mañanas
y dieron agradable horror a mis noches fueron el bucanero ciego de Stevenson, agonizando
bajo las patas de los caballos, y el traidor que abandonó a su amigo en la luna, (…) y el genio
encarcelado durante siglos en el cantero salomónico, (…). ¿Qué habría mientras tanto, del otro
lado de la verja de lanzas? ¿Qué destinos vernáculos y violentos fueron cumpliéndose a unos
pasos de mí, en un turbio almacén o en el azaroso baldío? (...)”.
Ginebra, por otra parte, tenía lo que él ansiaba, un laberíntico y antiguo casco céntrico donde
pasear. El silencio de los parques, el aroma de la vegetación en primavera, el francés, la
cercanía con la vida o los espectros de los grandes pensadores universales, la seguridad del
conservadurismo. Según María Kodama: “Le gustaba el frío y el hecho de que los grandes
nombres del pensamiento hubieran pasado por esta ciudad. Admiraba el orden y el respeto”.
Borges había elegido, y a principios de 1986 (otra jugada del destino, para los argentinos
ese año siempre tendrá otra efeméride), al enterarse de su delicado estado de salud, marchó a

PLACER

Ginebra, a morir o a vivir su última juventud. Antes, se casó en Asunción con María Kodama,
su última compañera y más adelante su albacea, y se despidió de sus amigos. En los cuadernos
diarios de Bioy Casares (hoy libro, “Borges” Editorial Destino, 2006), una de sus páginas
recoge el momento en que Jorge Luis (Georgie, le llamaba Bioy) le anuncia su intención: “Tanto
da morir aquí o allá”, dice que le dijo. Aunque más adelante, también es cierto que en una
llamada telefónica le reveló cierto miedo: “No voy a volver nunca más”, y cortó la llamada.
Dejamos para otra reflexión lo que ocurrió después de su muerte, por qué nunca volvió su
cuerpo a Buenos Aires, a la Recoleta, como aseguran muchos amigos suyos que era su voluntad
(Roberto Alifano o el mismo Bioy Casares, por citar los dos más destacados). Para una gran
parte de la intelectualidad argentina (sobre todo la relacionada con los movimientos sociales
de los ’70) fue una muestra más, la última por cierto, del desafecto que Borges sentía por su
país. Sin embargo, a través de su obra se puede argumentar que ese desamor no fue tal. ¿Tomó
partido María Kodama en esa decisión? ¿Fue realmente una decisión del mismo autor? ¿Los
pormenores burocráticos retardaron tanto el traslado como para enfriarlo o imposibilitarlo?
Éstas son preguntas que ya no tienen respuesta, quizás el último laberinto que Borges legó a sus
lectores y biógrafos, que ya no tienen sujeto, a los que sólo les queda la literatura.

PLACER

EL INMORTAL: Joseph Cartaphilus / Diocleciano / Flavio ó Marco Flavinio Rufo /
Argos / Ulises / Homero / Cid / Heráclito / Cornelio Agrippa / Harold / Harald Hardrada / Simbad / Giambattista / Proteo / Pope / dr. Nahum Cordovero / Ben Jonson
/ Séneca / Alexander Ross / Goergie Moore / Eliot / Plinio / Thomas de Quincey /
Descartes / Pierre Chanut / Bernard Shaw / Cecilia Ingenieros. EL MUERTO: Benja-

PLACER
mín Otálora / Azevedo Bandeira / Ulpiano Suarez. LOS TEÓLOGOS: Platón / Aureliano / Juan de Panonia / Plutarco / Agustín / Jesús / Ixión / Prometeo / Sísifo / Judas
Iscariote / Pablo / Esteban / Cicerón / Lúculo / Plutarco / Mateo / Plinio / Euforbo /
Cosmas / Bousset / Harnack / Juan Damasceno / Erfjord / Nitria / Sir Thomas Browne / Bloy / Pitágoras / Carpócrates / Lucas / Teopompo / Julio César / Pompeyo.
HISTORIA DEL GUERRERO Y LA CAUTIVA: Croce / Pablo el Diánoco / Droctulft /
Francisco Borges. BIOGRAFÍA DE TADEO ISIDORO CRUZ (1829 - 1874): Lavalle
/ López / Suárez / Isidora Cruz / Tadeo Isidoro / Francisco Xavier Acevedo / Eusebio
Laprida / Alejandro de Macedonia / Aquiles / Carlos XII de Suecia / Benito Machado / Manuel Mesa / Martín Fierro. EMMA ZUNZ: Emma Zunz / Manuel Maier /
Fein o Fain / Aarón Loewenthal / Elsa Urstein / Perla Kronfuss / Milton Sills / Gauss.
LA CASA DE ASTERIÓN: Asterión / Ariadna / Teseo. LA OTRA MUERTE: Patricio Gannon / Ralph Waldo Emerson / Pedro Damián / Masoller / Aparicio Saravia
/ Emir Rodriguez Monegal / Dionisio Tabares / Illescas / Martín Fierro / Lord Jim /
Razumov / Juan Francisco Amaro / Urquiza / Diego Abaroa / Tamberlick / Otelo
/ Ulrike von Kühlmann / Pier Damiani / Aristóteles / Fredegario de Tours / Virgilio.
DEUTSCHES REQUIEM: Otto Dietrich zur Linde / Christoph zur Linde / Ulrich Forkel
/ Brahms / Schopenhauer / William Shakespeare / Nietzsche / Spengler / Goethe /
Pablo / Jesucristo / Napoleón / Raskolnikov / Zarathustra / David Jerusalem / Albert
Soegel / Whitman / Shylock / Friedrich / Aristóteles / Platón / Armino / Lutero / Hitler. EN BUSCA DE AVERROES: Abulgualid Mahámmad Ibn-Ahmad Ibn-Muhámmad
ibn- Rushd (un siglo tardaría ese largo nombre en llegar a Averroes, pasando por Benraist y por Avenryz, y aun por Aben-Rassad y Filius Rosades) / Ghazali / Aristóteles
/ Alejandro de Afrodisia / Hunáin ibs- Ishaq / Abu- Bashar Mata / Abensida / Jalil /
Yacub Almansur / Abulcásim Al-Asharí / Farach / Ibn Qutaiba / Hume / Cháhiz de
Barsa / Alejandro Bicorne de Macedonia / Gog / Magor / Abdalmálik / Zuhair /
Ibn-Sháraf de Berja / Abdurrahmán / Burton. EL ZAHIR: Nadir Shah / Rudolf Carl
von Slatin / Zotenberg / Borges / Teodelina Villar / Confucio / Flaubert / Caronte /
Belisario / Judas / Laís / Isaac Laquedem / Firdusi / Ahab / Leopold Bloom / Luis XVI
/ Brahms / Epicteto / Proteo / Bergson / Fafnir / Sigurd / Julius Barlach / Habicht
/ Philip Meadows Taylor / Abulfeda / Lutf Alí Azur / Muhammad Al-Yemení / Attar
/ Abascal / Julita / Morena Sackmann / Tennyson / Shopenhauer / Borges. LA ESCRITURA DE DIOS: Tzinacán / Pedro de Alvarado / Moctezuma. ABENJACÁN EL
BOJARÍ, MUERTO EN SU LABERINTO: Dunraven / Unwin / Fermat / Diofanto /
Abenjacán el Bojarí / Zaid / Poe / Zangwill / Nicolás de Cusa / Allaby / Plinio /
Dante. LOS DOS REYES Y LOS DOS LABERINTOS: Alá. LA ESPERA: Sra.Villari /
Alejandro Villari / Andreoli / Dante / Ugolino / Ruggieri. EL HOMBRE EN EL UMBRAL: Bioy Casares / Christopher Dewey / Juvenal / Alá / Kipling / David Alexander Gleincairn / Fulano de Tal / Nikal Seyn (Nicholson). EL ALEPH: Beatriz Viterbo
/ Carlos Argentino Daneri / Roberto Alessandri / Delia San Marco Porcel / Villegas
Haedo / Paul Fort / Mahoma / Juan Crisóstomo Lafinur / Homero / Hesíodo / Goldoni / Michael Drayton / Zunino / Zungri / Quijote / Alvaro Melián Lafinur / Zunni
/ Borges / Alanus de Insulis / Ezequiel / Plinio / Philemon Holland / Aita / Mario
Bonfanti / Acevedo Diaz / Burton / Pedro Henríquez Ureña / Iskandar Zu al-Karnayn
/ Alejandro Bicorne de Macedonia /Kai Jorsú / Tárik Benzeyad / Luciano de Samosata / Capella / Merlín / Abenjaldún. LA INTRUSA: Eduardo / Nelson / Cristián /
Santiago Dabove / Santiago / Nielsen / Juan Iberra / Juliana Burgos / Caín.

PLACER

PLACER

AVERROES

ZUHAIR

PLACER

PLACER

TLÖN

Mi nombre es Tlön. Sí, ya sé, no
es muy original. El mismo nombre
que mi padre. El mismo nombre
que el abuelo. Y así hasta tiempos
remotos. En fin… Por otra parte,
también nuestro trabajo ha sido el
mismo durante milenios: Depositarios Últimos del Libro. Por lo que la
continuidad de nuestro patronímico no es sólo por motivos románticos, se trata de rigor cartesiano. Un Alto Cometido: salvaguardar el Alto Secreto de la Biblioteca. Sí, ya sé, todo muy alto.
A pesar de mi estatura. Cuatro centímetros para ser más o menos exacto. No nos pelearemos
ahora por los ínfimos cuatro milímetros que casi impidieron en su momento mi designación como
Depositario Último, ¿no? Aún hoy, casi cuatrocientos años más tarde, las lágrimas asoman en
mis ojos cuando evoco el rostro desencajado de mi padre ante la posibilidad de truncar el linaje familiar. En fin... En cualquier caso, ya termina mi Alto Cometido, y mi hijo (Tlön Jr), que
sobrepasa holgadamente (casi 1 milímetro; ninguna necesidad esta vez de debatir la validez
del redondeo) la estatura mínima requerida, está ya preparado para la toma de posesión como
cuadrigentésimo Depositario Último de la familia. Porque hubo otros antes. Y después de los
cuatrocientos años de Larga Tarea del último de los Tlön habrá una nueva Estirpe Elegida. Para
los próximos ciento sesenta milenios.
– Papá, aún no entiendo por qué tengo que dedicar cuatrocientos años a vigilar un libro.
– Por favor hijo, ¿otra vez?
– Sí, ya sé papá, soy el último Tlön, el último DU, de una EE, para una LT, un AC, salvaguardar
el AS de la Biblioteca. Pero, ¿proteger el Libro de qué? ¿De quién?
– De la especie humana, ya te lo he explicado cientos de veces.
– Pero si todo el mundo sabe que no existe…
– Eso no es cierto.
– Sí, también me lo has contado más de cien veces. El gran abuelo Tlön vio a uno de ellos cuando viajó más de mil hexágonos allá.
– El viaje del gran abuelo Tlön no es la única prueba de su existencia.
– ¿Otra vez la teoría de B.?
– ¡Tlön Jr.!
– No lo he nombrado papá, ya sé que no se debe. Pero al menos tienes que aceptar que hay
alguna inconsistencia en el relato.
– Hijo…
– Primero: se afirma que la biblioteca es infinita, o al menos ilimitada y periódica, por lo que la
probabilidad de que alguien encuentre un único ejemplar es nula.
– Sí, es verdad. Afirmar que la posibilidad de encontrar el Libro es computable en cero es falso,
una inconsistencia. Hay que pensar en términos cuánticos. Siempre existe alguna posibilidad. Y
por ende, también que sea un miembro de la especie humana quien lo haga.
– De acuerdo, no perdamos tiempo en disquisiciones matemáticas. Erré al priorizar esta consideración. Expongo pues el principal argumento: el relato concluye que no existe un único
ejemplar de ningún libro.
– A ver…
– Un momento papá, déjame acabar. El axioma es: la Biblioteca abarca todos los libros. Y a
partir de esta premisa se infiere lo siguiente: no existe ningún ejemplar único. Es decir, en los
anaqueles existen todas las combinaciones posibles, de forma que para cada ejemplar presuntamente único existen incontables facsímiles casi idénticos, sólo con pequeños cambios, incluso

imperfecciones casi indistinguibles. Sin contar todas las posibles traducciones…
– Otra vez una inconsistencia, ciertamente, pero no en el sentido que lo planteas. Una falsa
tautología; ya que no hay repeticiones, sino variaciones aunque mínimas de cada libro. Por lo
que sí hay un Ejemplar Único.
– Sí papá, técnicamente sí hay un ejemplar único, pero en verdad no es el único que…
– A ver. Has planteado un sistema formal que al fin demuestra que existe un Ejemplar Único.
– Pero en realidad…
– Espera por favor. El punto controvertido radica en la posible existencia de múltiples versiones,
distintas aunque sólo sea por un signo de puntuación.
– Justamente.
– Bien. Lo primero, la existencia de copias imperfectas no está probada.
– Pero parece muy plausible.
– ¿Y no sería también muy posible que para el Libro que desvela el Alto Secreto de la Biblioteca
sólo existiera una única copia?
– A mí no me lo parece.
– Una cuestión de fe, claro.
– Sí.
– Entonces, aceptemos la posible multiplicidad de copias, finitas en cualquier caso.
– Ahora me quieres engañar. Al ser finitas ya no es posible encontrarlas en el espacio…
– Claro que lo es, ese argumento ya lo hemos refutado antes, ¿verdad?
– Verdad, papá.
– Lo relevante es que entonces serían también objeto de Custodia, por poco contenido primordial que revelaran.
– ¿Cómo?
– Una Estirpe Elegida para cada Ejemplar Único.
– Papá…
– ¿Por qué no?
– Es imposible saberlo.
– Improbable.
– Papá…
– Ya lo sé. Todos hemos caído en algún momento a este abismo existencial. Es casi más difícil
aceptar que no somos los únicos, ¿verdad?
– Sí, la verdad es que no es muy tranquilizador. Pero no se trata sólo que puedan existir otros…
– Entonces…
– La teoría de B. profetiza que la especie humana se extinguirá en la Biblioteca, y que ésta perdurará incorruptible para siempre. ¿Y si ya lo ha hecho? ¿Y si sólo quedamos nosotros? Bueno,
y quizás otros Depositarios…
– Ciertamente no podemos saberlo. Pero mientras no se
revele que nuestra Larga Tarea ha terminado es nuestra
obligación, nuestro Alto Cometido.
– Pero la diferencia entre vigilarlo y no hacerlo se ha demostrado nula. Ninguno de los Tlön, y son ya casi ciento
sesenta mil años, ha tenido que intervenir nunca…
– Hijo…
– De acuerdo papá, vigilaré el Libro.
En fin… Lo que decía, los Tlön somos una Estirpe Elegida,
con un Alto Cometido, la Larga Tarea de salvaguardar el
Alto Secreto de la Biblioteca. Y mi hijo será el cuadrigentésimo y definitivo Depositario Último de la familia.

PLACER

SANDRA EN BUENOS AIRES

El tiempo del reloj no es el tiempo del sentido. Congelamos el mundo en mapas para sustituirlo.
No hay diferencia entre la extensión y el pensamiento. En Buenos Aires las mercancías forman
estratos; al final de cualquier geología está Borges.
La poesía no es una carta astral del mundo, es bautizarlo; la autopista de Hegel como círculo, el
reloj como impostura, el Vedanta y el aire negro.
El diccionario de alemán que Borges utilizó para leer a Schopenhauer; Schopenhauer tradujo a
Gracián del castellano; Nietzsche compró en Rohn el libro de Schopenhauer. Cioran lloró a
Borges.
La figura de Buda que acompañó a Schopenhauer representa a Borges en la Biblioteca Nacional.
Buenos Aires es una momia de hielo, el alma azul del silencio; una oda a Kafka, a Visnú y al
laberinto.
Quisiera vestir a la razón con un cilicio místico y eléctrico, hasta tocar con dedos puros el poema,
y de esta manera decir adiós. ¿O acaso la oscuridad no estuvo siempre tendida al lado de
Borges?
Los pasos apresurados de Sandra, y su presencia sentida, denotan sus lecturas furtivas; siempre
astutas como deseos, las yemas de sus dedos se introdujeron en su cuerpo, nombrando el
poema. Así resucitó Borges.

PLACER

PLACER

1

Un cat´alogo delante de sus narices
Resumen—En el cuento La biblioteca de Babel,
Borges nos habla de un bibliotecario que busca entre
todos los posibles libros de 1312000 caracteres (a
escoger de entre un total de 25, a saber, el espacio, la
coma, el punto y las letras del alfabeto salvo k, n˜ , q,
x y w) aqu´el que contenga un cat´alogo de todos los
otros libros. Encontramos un cat´alogo de cat´alogos.

Teorema 1. El intervalo [0, 1] es un cat´alogo de
todos los libros de la biblioteca de Babel (ver
Figura 1).
Definici´on 2. Dado un n´umero entero W , su representaci´on en base diez W10 = wN wN −1 · · · w1 w0
es una combinaci´on de N + 1 s´ımbolos wj ∈
{0, 1, 2, . . . , 9} de modo que
N

W = wN · 10 + . . . w1 · 10 + w0 =

N


wj 25j .

j=0

En el caso de los n´umeros no enteros, se a˜nade
una coma y se prosigue, obteni´endose una palabra de longitud posiblemente infinita W10 =
wN wN −1 · · · w1 w0  w−1 w−2 · · · tal que
W =

N


wj 25j .

j=−∞

Ejemplo 3. La palabra W10 = 425, 3 corresponde
al n´umero cuyo valor es W = 4 · 102 + 2 · 10 + 5 +
3 · 10−1 = 400 + 20 + 5 + 0, 3.

Definici´on 4. Consideremos el conjunto de s´ımbolos o alfabeto
a, b , c , d , e , f , g , h , i , j , l , m ,
A :={a
n, o, p, r , s, t, u, v , y , z , , ,, .}.

A cada letra le asociamos un valor de 0 a 24,
empezando por a y terminando por . Entonces,
cada palabra W25 = wN · · · w0 w−1 w−2 · · · se
asocia al n´umero real de valor
W =

N


wj 25j .

j=−∞

La representaci´on de W en base 25 es W25 .

Ejemplo 5. As´ı, w = l amor tiene valor
W = l · 250 + a · 25−1 + m · 25−2 + o · 25−3
+ r · 25−4
= 10 · 1 + 0 · 0, 04 + 11 · 0, 0016

+ 13 · 0, 000064 + 15 · 0, 00000256
= 10, 0184704,
aunque el amor tiene valor 1082819715.
Demostraci´on del Teorema 1. Cualquier texto finito W25 (o libro), compuesto por s´ımbolos de A,
se puede identificar trivialmente con una palabra
empezada por a  y seguida por los s´ımbolos del
25 = a  w−1 w−2 · · · , obteniendo
texto, digamos W
siempre un valor situado entre 0 y 1. Es decir, la
25 pertenece a I := [0, 1]. Por cada libro
palabra W
encontramos un punto en I que lo representa.

Ejemplo 6. Por ejemplo, un libro de cuyo nombre
no quiero acordarme corresponde a la palabra
a en un lugar de la mancha · · · , con un valor
aproximado de 0, 180655400669944326699445461
3758356168150606848 ± 25−24 .
Observaci´on 7. Note el lector que todo punto de
I tiene una representaci´on en base 25 correspondiente a un texto de longitud posiblemente infinita.
El lector interesado puede encontrar PLACER
en el concepto de n´umero normal. Un n´umero
es normal si su representaci´on en cualquier base
contiene todos los car´acteres de esta base en “igual
cantidad”. Se ha demostrado esta propiedad en
muy pocos n´umeros, pero se sabe que, si uno escoje
al azar un n´umero en el intervalo [0, 1], obtendr´a
un n´umero normal con probabilidad 1. Es decir,
siempre que tire un dardo a un intervalo, obtendr´a
un punto cuya representaci´on contiene no s´olo
todos los libros de la biblioteca de Babel, sino de
cualquier otro libro o enciclopedia nunca escritos,
en algun lugar de su representaci´on.

Figura 1. El intervalo [0, 1] es a su vez cat´alogo (Teorema 1 y
cat´alogo de cat´alogos (Observaci´on 7).

PLACER

PLACER

PLACER

Estaba atardeciendo. El ejército marchaba por las calles en un ambiente de euforia nerviosa, recorriendo la ciudad en dirección a la puerta Oeste. Familias
sin hombres aclamaban a los soldados. Las mujeres lanzaban flores a su paso
con lágrimas en los ojos, los niños cocían a sus ídolos al calor de la aventura y
la gloria. El pueblo llano embravecía, quería justicia, y de paso, quizás algo de
venganza. Sobre las espaldas de los soldados no sólo colgaban sus armas, sino
también la responsabilidad y el orgullo de recuperar el honor de su pueblo, maltrecho por las sucesivas derrotas infringidas por su enemigo. El ejército salió por
la puerta y emprendió el camino que rodeaba el castillo. Y tras unos minutos, el
vigía anunció con suma emoción la vuelta de los héroes. Los soldados entraron
triunfantes por la puerta Este. Se podía distinguir la gloria en sus ojos. La gente,
envalentonada por la aplastante victoria de los suyos, lanzaba vivas a sus héroes y se abrazaba al grito de ¡por fin somos lo que fuimos, siempre seremos lo
que somos! Y la ciudad celebró durante tres días y tres noches la restitución del
viejo honor, por fin rejuvenecido.

Atrapado en un laberinto infinito,
sin salidas, sin escapatorias.
Sin posibles moratorias,
para siempre recluido en un ataúd inaudito.
Paredes de hormigón, puertas giratorias,
cadenas de hierro, pozos de fango,
cascadas de humo, sonidos de tango,
impensable saltar de la noria.
Pero Borges no contempló una grieta,
la superposición de estados, la decoherencia cuántica,
un universo paralelo, la paradoja matemática.
Schrödinger destruyó el dédalo del esteta.

PLACER

PLACER

Borborigmo que como anatema
anuncia la carpanta.
Esplenomegalia de acción flagelante,
dipsomaníaca y compulsiva.
Es un intríngulis brutal, nefando casi cenutrio,
de mí mismo y por mí mismo.
Una hornacina donde
me escondo con ludibrio y delicuescencia,
con animosidad y desprecio.
Y miro hacia otro lado ahora lejano,
caliginoso,
y me desentiendo cual babieca de mi cuerpo,
y pienso en cosas baladíes,
de las que tanto me gusta hablar.

PLACER

PLACER

BORGES ESTÁ
SOBREVALORADO
Borges está sobrevalorado. Entiendo que
una afirmación de este calibre no guste en
la muy mitómana legión de seguidores del
autor argentino. Y entiendo que cualquier
explicación que trace en las próximas líneas al respecto, aunque perfecta e irrebatible, será poco tenida en cuenta o incluso
ignorada; sin embargo, voy a hacer uso del
PLACER de explicarme brevemente.
La literatura es un gigante de difícil acceso, la capacidad de abarcar sus múltiples
facetas sólo (¡con acento, por supuesto!)
nos ha sido concedida a unos pocos, menos cada vez. Análisis de fondo y forma
son los más comunes, la interrelación de los
dos aspectos lo más tristemente ignorado.
Para hacer suficientemente sencillo mi argumento al seguramente poco formado lector
de PLACER vaya por delante que se puede
argüir que en cuanto a la “forma” Borges es
intachable la mayoría de las veces, brillante
algunas. Un cuento que se inicia con «La
candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instante
ni al sentimentalismo ni al miedo, noté que
las carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso de
cigarrillos rubios…», seguro nos causará (a
los amantes de la historias bien relatadas)
un frotamiento de manos, incluso acompañado de salivación. Por cierto, este tipo de
afirmaciones que acabo de hacer, paradójicamente, son del tipo que los hooligans de
Borges repiten hasta el hartazgo. En cambio, el “fondo” es otro asunto, no menor en
Borges cuando tuvo la valentía de ignorar
temas universales (como el amor), pero a
su vez atacar temas incorruptibles: el tiempo y el espacio, la locura, la cultura como
suprema arma del ser humano, las fuerzas
que mueven a la historia y, bajo mi certero
punto de vista el que trató con más hinca-

pié: el asombro del hombre ante su propia
conciencia. Una forma de existencialismo
notable, pero que, y ahí radica la principal
flaqueza de este autor tan overrated, es de
una inocencia casi intolerable. Los anglosajones que él tanto admiraba utilizan un
término que se ajusta perfectamente a lo
que me refiero: naive. Una mezcla de ingenuidad infantil, enraizada en la inexperiencia o en la ignorancia... Pongamos como
ejemplo el cuento cuyo poderoso inicio he
trascrito más arriba, el siempre evocado y
grandilocuentemente adjetivado (aunque
me temo que menos leído, sobre todo sus
disquisiciones lingüísticas) Aleph. Se puede
obviar el argumento, porque es un relato
escrito para alcanzar un clímax: el descubrimiento de esa «esfera tornasolada» increíble que contiene todo el espacio y el
tiempo. El autor ni siquiera esconde su regocijo infantil llamándola pretenciosamente Aleph. Es incluso plausible que Borges
creyera haber descubierto el Mediterráneo,
¿pero acaso ese Aleph no es algo de sobra
conocido por todo ser humano? El otro día,
sin ir más lejos, con la intención absurda de
eliminar alguna toxina de las muchas ingeridas durante las navidades, me vestí con
mis mallas nike y mis asics nimbus y salí
a correr por Montjuïc. Estaba anocheciendo cuando llegué a la explanada del anillo
olímpico y mi reloj garmin forerunner me recomendó una pequeña parada para tomar
aire; y contemplé la ciudad semi-iluminada
a mis pies mientras el oxígeno inundaba
mis vasos cosanguíneos, mis órganos, mi
cerebro… y claro que «sentí infinita veneración, infinita lástima», y claro que los
puntitos refulgentes «de casi intolerable fulgor» que flotaban a mi alrededor y que se
iban disipando mientras tomaba aliento y
me incorporaba y notaba el frío, contenían
el mundo entero… Mas continuemos, por-

que el Aleph no es ni mucho menos el único
ejemplo del asombro infantil de Borges por
la propia existencia, y como al vestirlo de literatura con rango de leyenda cree dar con
el clavo de algo oculto a la mayoría de los
mortales. Como si a todos no nos inundara
la inmensidad al ver a un animal salvaje,
incluso en los documentales de La 2 que
solamente algunos de nosotros disfrutamos
con enorme interés.
Por otro lado, Borges era un burgués inteligente, altamente ilustrado, pero eso no le
alcanzó para captar el devenir de los tiempos. Así pues, las obviedades sobre las que
Borges construye su mundo literario son incluso más sonrojantes a la vista de cómo
ha evolucionado el mundo. Por ejemplo,
ese asombro ante los objetos de Tlön diseminados por el mundo de uno de los cuentos (Tlön, Uqbar, Orbis Tertius) de su otro
grandilocuentemente alabado libro: Ficciones. Ahora mismo, mientras escribo estas
líneas, mi iPhone6 descansa a un palmo de
mi mano: si no vemos que este aparato no
proviene de ese planeta paralelo, es que
somos ciegos. Si hoy por hoy se pueden
comprar en tiendas del Born o Manhattan o
Shoreditch, ¡o incluso, para los que no viajáis, por Amazon! todo tipo de objetos de
un mundo paralelo en fabulosas «cajas de
metal cóncavas» o convexas, con letras y
otros muchos símbolos que «corresponden
a uno de los alfabetos de Tlön». ¿La biblioteca de Babel…? En un pen drive cabe toda
la biblioteca nacional ¿Del rigor de la ciencia? Si el pobre viera el Google maps…
En fin, no aburriré con más ejemplos. Hoy
por hoy en Twitter tengo tantos seguidores
como lectores jamás pudo soñar Borges.
Y bueno, admito que se pueda discutir que
cómo iba a saber el escritor argentino en
su pequeño departamento de Buenos Aires que el mundo iba a evolucionar de tal
o cual manera (aunque yo denuncio que
otros sí lo han, por lo menos, intuido). Mas
incluso exculpándolo de jugar con el tiempo sin pensar en el tiempo, qué decir de sus
argumentos, siempre puestos como ejemplo
de perspicacia. Permítanme que discrepe y

quítense el velo conmigo: ¿El jardín de los
senderos que se bifurcan? ¡Qué ingenio! Y
pensar que luego Le Carré es considerado
literatura menor, cuando cualquiera de sus
argumentos de contraespionaje es infinitamente más sutil que generar una noticia real
para enviar un mensaje por los periódicos.
¿Emma Zunz? He visto en capítulos de Homeland más intensidad (que la intensidad
no fue el fuerte de Borges no hace falta ni
argumentarlo) e implicación de la sexualidad para alcanzar un objetivo que en ese
pequeño cuentito con pretensiones chejovianas... Eso sí, luego acaba con aquello
de: «Verdadero era el tono de Emma Zunz,
verdadero el pudor, verdadero el odio. Verdadero también era el ultraje que había padecido; sólo eran falsas las circunstancias,
la hora y uno o dos nombres propios.»; y
claro, es fácil rendirse. Salivar, como dije
antes… y elogiar al tuntún. No me verán a
mí en esa tesitura.
Acabo ya, no quiero perder el tiempo del
lector hablando de su poesía de juventud
(no quiso que se revisitase una vez que fue
famoso, ¿se imaginan a Neruda haciendo
lo mismo? ¿Como si la poesía tuviera el derecho de ser mala sólo por ser joven?) ni la
posterior, formalmente intachable y ciertamente intelectual, como él mismo la definió,
pero reiterativa en su obviedad: «Dios nos
depara sucesión y olvido». ¡Es la vida, señor Borges! En arte hay que ir más allá...
Su faceta como crítico literario tampoco
es para tirar cohetes, se le nota la opinión
(no esconde incluso su desprecio algunas
veces) y es más bien local. Eso es Borges:
un autor local, y no me refiero a bonaerense, sino a un autor de andar por casa, de
barrio, listillo, a su manera entrañable. Yo,
que lo leí todo demasiado joven, le guardo
cierto cariño, pero por suerte no me contaminé con sus juegos míticos. En conclusión,
si quieren leer a un argentino bueno, por
aquello de confraternizar con nuestros conlenguotas, pues lean a Cortázar o a Soriano, tampoco alcanzarán la cima prometida
del arte, pero al menos ellos equilibraban
fondo y forma.

PLACER

PLACER

VIAJES DE GOZO Y

PLACER

En el principio, el Consejo Editorial creó PLACER. Y
la revista estaba desordenada y vacía, y las tinieblas
se extendían sobre la faz del abismo… Bueno, que
el vacío inicial es casi ofensivo, únicamente tres ciudades que parecen más bien salpicaduras de grasa
en una servilleta que puntos en un mapa. Pero es un
mapa, sin lugar a dudas. Quizás alguien eche en falta algunas líneas divisorias, algunas fronteras, para
limitar el espacio. Pero no nosotros. Uno nace donde
le toca, y de ello depende luego el desarrollo de todo
lo demás. Basta decir que si hubiéramos nacido tres
paralelos al sur, la mitad de nosotros no hubiéramos
llegado a la edad que ahora tenemos. El Consejo
Editorial no ha estado nunca en Buenos Aires. Y sin
embargo, la relación con esta ciudad ha sido, y es,
muy viva y cercana. Buenos Aires como un punto de
partida, de emigración, de ida y vuelta. Su música,
sus barrios, los olores que efluyen de los libros. Las fotografías, que evocan recuerdos jamás vividos, pero
presentes. Buenos Aires a través de la mirada ciega
de Borges. En Ginebra tampoco hemos estado. Pero
a diferencia de Buenos Aires, Ginebra no nos despertaba ningún interés especial. Éste se ha abierto paso
lentamente, con el tiempo, al descubrir la importancia
de esta ciudad en la vida y obra de muchos escritores,
o su papel como refugio para expatriados en tiempos
de guerra. En este mapa sin fronteras, las ciudades
son ventanas. Las dos primeras nos permiten contemplar a una persona que miraba el mundo desde la
oscuridad de su ser. Una se abrió en Buenos Aires en
1889, y a su alrededor se creó un edificio que aún
hoy nos cobija. La otra, un ventanuco con los cristales empañados, se cerró en Ginebra en 1986. Por
cierto, antes de terminar, un aviso para navegants:
en Yásnaia Poliana tampoco hemos estado nunca, ni
tendremos tiempo de visitar esa pequeña finca rural,
situada en un claro del bosque de la provincia de
Tula, en la madre Rusia, donde nació el autor del
próximo monográfico de PLACER.

Yásnaia Poliana
Ginebra

Buenos Aires

PLACER

PLACER



CERDITOS

Qué importa quien hizo qué,
ya nadie quiere gloria,
(llevamos siglos viendo
que la gloria
es para el asesino de nuestro hermano).
Aquí ya nadie quiere ser recordado,
¡que se lo coman con patatas!
se oye gritar en la redacción.
El olvido como único descanso.
Igualmente, por si alguien nos quiere glorificar
cuando hayamos muerto, PLACER somos:
Consejo Editorial:
Víctor Fernández-Dueñas
Marcos Pérez
Colaboradores:
Javier López-Canut (Prólogo)
Robi (Caricaturas)
Àngels Piédrola (Another biography)
Mari (“carboncillo”)
Paula López (“el castillo original”)
Otto Mingo (Esa vana costumbre…)
Arnau Quiles (Dave Justus por los senderos…)
Omar Jiménez (Flotografías)
Jandrus (Descubrir Borges)
Esteban Barbaría (Los últimos paseos… / Borborigmo)
Dani Ites (“Foto” de Los depositarios últimos)
David Pérez (Sandra en Buenos Aires)
Martí Prats (Un catàleg davant del nas)
Pedro Vizán (Borges está sobrevalorado / casi Spare Space)
Carme Ribas e Isabel Grau (Subcomision Hortografica)
Diseño, fotomontaje y maquetación:
Marcos Pérez
Víctor Fernández-Dueñas.
placer@lamordidaliteraria.com


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