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sin ir más lejos, ya no se podrán recuperar. ¿Cuántos sellos editan
jazz en plástico? ¿Los discos de música clásica, existen ya en
vinilo? Claro que no. Hubo un espacio de crecimiento –y por tanto
de salvación– para el formato cuando lo adoptaron los DJs como
herramienta, y durante toda la década de los 90 disfrutó de una
segunda juventud hasta la llegada, no ya del mp3, sino de las
herramientas de asistencia en la mezcla –FinalScratch, Serato,
Traktor– que han permitido a muchos artistas a dar el paso también
definitivo del analógico al digital, sobre todo para no deteriorar aún
más sus maltrechas columnas vertebrales.

La realidad, como dicen por ahí, es tozuda, y los tiempos ya no son
buenos para hacer uso del tocadiscos y la aguja. Los DJs que
manejan exclusivamente vinilo son una especie en extinción, e
incluso los más puristas han tenido que ceder a la presión del
contexto, sobre todo porque muchos clubs y festivales ya no
ofrecen buen servicio técnico con los platos, que muchas veces, si
aún existen, aparecen deteriorados y sucios, impracticables para
pinchar bien. Además, y volviendo a esa realidad fría y cruel, los
datos de Nielsen –volviendo al ejemplo del principio– obligan a
hacer una lectura entre líneas planteándose una pregunta crucial e
incómoda: ¿crece el vinilo, en el sentido de que cada vez más gente