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explicar. Hace algo menos de un año, cuando Demdike Stare
anunciaron su nuevo disco “Elemental”, que inicialmente se
editaba en vinilo dividido en cuatro partes –las dos primeras en una
caja archivadora por el inmódico precio de 35 libras; las otras dos
partes cada una a 10 libras más–, se puso de manifiesto cómo
muchas veces estas ediciones limitadas, o iniciales (pues el doble
CD, con material extra, y al precio de 16 libras, no se facilitaría
hasta meses después), juegan con la urgencia de los fans más
sedientos. El truco de limitar las tiradas a 1000 o 500 copias va
encaminado, cómo no, además de a evitar almacenamiento
excesivo de stock, a fomentar esa inquietud, ese miedo a que el
objeto se descatalogue y tener que pagar el doble o más, tiempo
después, en el mercado de segunda mano.

Como explicaba Rod Modell, de Deepchord / Echospace en una
entrevista en PlayGround hace unos días, ofrecer un producto de
calidad, bien fabricado y bien diseñado –muchas veces con vinilos
de colores–, dispara los precios de venta final sin que el sello pueda
garantizar que se vaya a recuperar la inversión. Fabricar cuesta
caro y comprar todavía más. Si tenemos en cuenta que las fábricas
cada vez compran más cara la materia prima de fabricación –el
vinilo viene del petróleo– y que cada vez hay menos plantas en
funcionamiento, y por tanto con menos competencia entre sí, se
entiende el lento, pero progresivo encarecimiento del vinilo.