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Apuntes para la reflexión y la acción | Nro. 5 | Mayo 2011

CONTRA LA DEMOCRACIA, SUS DERECHOS Y DEBERES

PRESENTACIÓN: CRITICA DE LA DEMOCRACIA | 2
PREPARAR LAS ELECCIONES O PREPARAR LA REVOLUCIÓN | 3
DEMOCRACIA Y DICTADURA | 4
ALTERNATIVAS DEMOCRÁTICAS A LA DEMOCRACIA | 6
EL ESTADO Y SU APARATO REPRESIVO | 8
Policías, sociedad policial, “trabajo sucio” y robo | 9
Sistema penitenciario | 10
¿Y la seguridad? | 11
La industria del control del delito | 11
EL DELITO Y LA PENA | 12
LA LEY Y EL ORDEN | 14
DERECHOS, DEBERES Y LIBERTADES | 15
DERECHO A LUCHAR… DEMOCRÁTICAMENTE | 16
¿ENTONCES? | 18

Negar no significa simplemente decir “no”, declarar inexistente a una cosa, o
destruirla de cualquier manera. No podemos solamente negar, sino que luego
tenemos que superar esa negación, dando paso a una realidad nueva que
pueda contener aspectos positivos de lo negado.

Compañero: si sentís que estos materiales deben ser difundidos... ¡A reproducirlos, imprimirlos, copiarlos,
discutirlos! No son propiedad de nadie, son parte del arsenal dispuesto a nuestras necesidades y deseos, son
la experiencia histórica de personas que llevan adelante el combate a esta realidad impuesta.

[email protected]

|

www.cuadernosdenegacion.blogspot.com

CUADERNOS DE NEGACIÓN NRO.1: TRABAJO COMUNIDAD POLÍTICA GUERRA. Presentación del comic publicado por la
página www.prole.info, con el agregado de una presentación a los cuadernos + los textos: Contra la democracia y ¿Proletariqué?
CUADERNOS DE NEGACIÓN NRO.2: CLASES SOCIALES, o la maldita costumbre de llamar a las cosas por su nombre.
Si hablamos de revolución como transformación radical de la sociedad, como supresión del capitalismo, hablamos
indefectiblemente de la auto-supresión del proletariado como clase, esa inmensa mayoría de la humanidad que está impedida de
vivir porque debe “ganarse la vida” de una forma u otra.
CUADERNOS DE NEGACIÓN NRO.3: CONTRA LA SOCIEDAD MERCANTIL GENERALIZADA
Si hoy respirar, alimentarse, abrigarse, divertirse o buscar amor está condicionado por la necesidad de la comercialización, no
significa que siempre fue así o que deba seguir siéndolo. Hoy toda relación social lleva el sello de la mercancía, ésta ha ocupado la
totalidad de la vida social. Incluso los seres humanos nos vemos unos a otros como mercancías. El capitalismo, como relación
social y no sólo como concepto, es la sociedad mercantil generalizada, una sociedad en la que toda la producción es producción de
mercancías: la dictadura totalitaria y generalizada de la ley del valor contra los seres humanos.
CUADERNOS DE NEGACIÓN NRO.4: SOBRE LA NECESIDAD DE DESTRUCCION DEL ESTADO
El Estado no es un enemigo por razones de gusto, afinidad moral o antipatía ideológica. Lo es en tanto estructura de poder
fundamental que garantiza nuestro sometimiento al trabajo asalariado, que permite y defiende la destrucción de la naturaleza en
pos de la producción económica y garantiza la guerra como método de reorganización económica y de control social. Es nuestro
enemigo, no porque quienes detentan el poder sean malas personas o estén motivados por ciegas ambiciones; es nuestro enemigo
porque organiza y ordena el sometimiento de nuestras vidas en armonía con el Capital ¡porque es el gobierno del Capital!

Advertencia sobre las citas:
Como en todos los casos en que publicamos citas, textos, panfletos o fragmentos de otros grupos o personas, dicha inclusión no
implica en absoluto una reivindicación acrítica de los mismos, sin importar a quién pertenecieron esas palabras, los militantes que
las escribieron o las organizaciones de las que formaron parte. Constituiría una fantasía el pretender que un individuo, en un
momento dado, haya podido afirmar todo el proyecto de la revolución, y que en plena sociedad capitalista no podamos estar
influenciados, al menos mínimamente, por la ideología burguesa.
Así tampoco se intenta dar un respaldo de autoridad a las citas publicando quién las ha firmado.
Las gráficas utilizadas al interior de este número fueron realizadas por: Gerd Arntz (1900-1988)

PRESENTACIÓN a este quinto cuaderno:
CONTRA LA DEMOCRACIA, SUS DERECHOS Y DEBERES
“En términos generales, la democracia es la regla de la igualdad y los derechos. Es muy fácil
entenderla como capitalista: los “derechos” implican la existencia de individuos atomizados
compitiendo entre ellos, además de una forma estatal o cuasi-estatal que los garantice; la
“igualdad” implica la existencia de una sociedad en que la gente tiene un valor igual, o sea, una
sociedad basada en el trabajo abstracto.”
Wildcat, “En contra de la democracia”

“No es una cuestión de palabras, es una cuestión de sustancia: Se trata de toda la diferencia entre
la democracia, que significa gobierno del pueblo, y anarquía que significa no gobierno...”
Errico Malatesta, “En el café. Conversaciones sobre comunismo anárquico”

En la actual forma democrática, los seres humanos se
organizan en sociedades determinadas por las
premisas de la reproducción del Capital. La burguesía
ejerce así, en tanto que representante del Capital, una
dictadura social, formal y políticamente democrática,
pero dictatorial en tanto que casi la totalidad de nuestra
especie está obligada a vender su fuerza de trabajo
sólo para existir, manteniéndose a flote como
aletargados productores-consumidores-ciudadanos, o
simplemente reventar. De esta manera, no intentamos
presentar a la democracia simplemente como una
conspiración burguesa para mantenernos engañados,
o como un modelo político estático sin contradicciones
ni historia. La forma en que se ha configurado esta
dictadura social que antes subrayábamos, es el
resultado histórico del antagonismo de clases, de una
correlación de fuerzas desfavorable para los oprimidos
que ha podido lograr “conquistas” en cuanto a lo
formal, pero poco y nada en lo que hace a lo sustancial
de esta dictadura del Capital.
Empleamos el término dictadura no simplemente en su
sentido ideológico, es decir de dictadura política, nos
referimos a una dictadura social, que es la garantía
ejercida por medio de la violencia de la propiedad
privada.
Esto bastaría para afirmar su negación en términos
programáticos, pero intentamos presentar una
aproximación al desarrollo de la misma en nuestro
mundo contingente, para que su entendimiento sirva en
pos de reconocer al menos “algo”, ya sea la sustancia
del dominio del Capital, la negación de la vida por la
economía o la valorización del valor; y como única
conclusión posible: la necesidad de la revolución y del
comunismo en anarquía.
Concientes del antagonismo social, estas reflexiones
buscan imponer sobre la reafirmación de las consignas
históricas de esta lucha, la evidencia de las
contradicciones que se manifiestan y, por lo tanto,

también poner de relieve la necesidad de posicionarse
ante un conflicto que en la “apariencia” del dominio
pareciese no existir. No nos interesa perpetuar este
conflicto histórico, sino resolverlo mediante su
radicalización y el impulso de un movimiento real, capaz
de destruir todo cuanto niega nuestra posibilidad de
constituirnos en una comunidad humana. Repetimos:
somos la clase trabajadora que quiere abolir las clases
y el trabajo.
La alternativa para los esclavos asalariados no está en
el hecho de tener un gobierno más a la izquierda o más
a la derecha, en soportar el desprecio de los
politiqueros pluralistas o la arrogancia de una oligarquía
militar, en participar en el constante agravio y
reprobación entre una organización política partidista y
otra. La contradicción fundamental se encuentra entre
dictadura de la burguesía -sean cuales sean los
mecanismos puestos en marcha por esta clase para
administrar la explotación- y el desarrollo del
comunismo y la anarquía, es decir, la destrucción de la
explotación, el Estado, el valor y la sociedad de clases.
Jamás se precisa que la democracia se desarrolla
históricamente junto al intercambio de valor, la
mercancía, la propiedad privada, es decir: la
sociedad de clases.
Las antiguas relaciones humanas de una comunidad
con otra, comienzan a transformarse cuando la
mercancía, y luego el dinero, en tanto que mercancía
universal, se convierte en mediación de esas
relaciones. Junto a las mercancías aparecen los
comerciantes, quienes se irán elevando a nueva clase
dominante, derrocando violentamente a la clase
aristócrata. Las nuevas formas de organización política,
van así de la mano con el nuevo modo de actividad
comercial.
2

“La
unidad
histórica
(y
lógica)
democracia-mercancía es muy potente;
son dos aspectos de una misma
realidad. La democracia no surge de la
esclavitud (aunque coexista con ella),
sino del comercio. En efecto, en las
sociedades antiguas donde la mercancía
se encontraba en la periferia de la
sociedad,
la
democracia
también
ocupaba ese lugar periférico, y sólo
adquiría una importancia interna en los
centros comerciales como, por ejemplo,
en Atenas. En la sociedad mercantil
generalizada, en el capitalismo, la
democracia se generaliza.”
(Miriam Qarmat, “Contra la democracia”)
Con la producción y reproducción de la ideología
dominante, se ha impuesto la idea de que la
organización democrática es la mejor organización
social posible, como un ideal que todos debiésemos
compartir, respetar y venerar como la mejor y más
amable de las formas de dominación posibles,
perdonando sus errores, festejando sus aciertos y
esperando sus posibles mejoras. Ya “alcanzado este
estadío”, entonces, se plantea como algo que existirá
para siempre. Estableciéndose en contraposición con
otros sistemas como la cúspide del desarrollo humano,
un ideal de vida armoniosa entre los seres humanos
que siempre pareció estar esperándolo allí arriba, en la
cima del desarrollo. Es así como nos entregamos por
enteros a la idea de progreso, donde la democracia
representa un punto culmine de perfección ¿Y qué
hemos logrado gracias a ella más que negarnos como
seres humanos?
La única “comunidad” que parece sernos propia es:
la “comunidad” del dinero y por lo tanto también la
de la legalidad, que reproduce al ciudadano “libre”
disuelto en el pueblo, esa comunidad amorfa utilizada
muy bien por los demócratas para desarticular nuestra
clase ya que dentro del pueblo cabe de todo:
explotados y explotadores, ejército, policía, campesinos
y obreros, partidos y sindicatos, etc…1
No hubo en el pasado demasiados movimientos de
lucha o diversos militantes que hayan realizado una
crítica teórico-practica profunda de la democracia, es
cierto, pero si han brindado variadas herramientas para
ayudarnos a hacerlo...

PREPARAR LAS ELECCIONES
O PREPARAR LA REVOLUCIÓN
El anti-parlamentarismo no es una cuestión de
estrategia política según la región o las circunstancias
históricas. Tampoco es una cuestión de fe dogmática
que define nu3estra perspectiva. El parlamento es un
instrumento de dominación sobre el proletariado, que
no puede usarse al antojo de quien lo pretenda, es una
herramienta creada por y para la clase dominante2: en
este mundo nada es neutral, todo tiene sus razones
y su historia. Y su uso o apología por parte del
reformismo y el oportunismo no ha hecho más que
seguir depositando confianza en el legalismo, en la
política de jefes, en la delegación, en el culto a la
personalidad, en la renuncia a un cambio radical de la
organización de lo social: en la apariencia de una
sociedad sin antagonismos, en una masa de
ciudadanos que tienen el mismo derecho a participar en
la vida política del país donde viven. Mientras que por
otra parte, la apología abstencionista y acrítica ha
hecho una religión de no votar, dejando entrever
peligrosamente en su discurso que los cambios también
son la suma de las individualidades, y que en vez de
sumar votos se deberían sumar cambios de conciencia
y/o voluntades individuales.
La democracia, así como su reverso abstencionista,
expresan en lo inmediato la determinación de triunfo y
derrota en relación a una suma cuantitativa: la mayoría
de las democracias actuales sobreviven sin problemas
con altísimas tasas de abstención de votantes, sin
embargo los casi 7 mil millones de humanos que
habitamos éste planeta seguimos regidos por
regimenes políticos organizados dentro de los
parámetros democráticos de gobierno.
El origen de la institución se remonta a las reuniones de los
representantes de la nobleza, del clero y de las ciudades con
derecho a ello que los Reyes europeos convocaban a fin de
que aprobaran la imposición de gravámenes y derechos y
trataran los negocios graves del Reino.
3

2

1

Ver: Cuadernos de Negación nro.2, pag. 19: Ciudadanismo

DEMOCRACIA Y DICTADURA
Cuando hablamos de Estado capitalista, es
fundamental posicionarnos frente a los dos polos entre
los que oscila programáticamente el péndulo del orden
de la burguesía: democracia y dictadura, incluyendo la
gran cantidad de modelos o formas híbridas que se
suceden en esta oscilación.
El Estado burgués siempre es una expresión de la
democracia del mundo mercantil, que al mismo tiempo
contiene invariablemente el terror de Estado, el terror
dictatorial. Es como el durazno: siempre tiene carozo,
por lo que sería absurdo decir prefiero la pulpa que el
carozo, simplemente no tiene sentido, porque el
durazno es pulpa y carozo. La democracia incluye la
violencia latente y dispuesta a funcionar, y ésta actúa
constantemente en toda la estructura de defensa del
orden y la propiedad privada. El Estado, por esencia
democrático, contiene en su seno fórmulas de
consenso, pero también siempre la potencialidad del
terror. No es más democrático el consenso que el
terror. Uno no existe sin lo otro. Más aún, el consenso
sólo funciona porque existe el terror general latente
defendiendo la propiedad privada y el funcionamiento
del Capital. La tendencia a que esto se nos aparezca
como una opción o cómo que la democracia se
asemeja más al consenso y menos al terror de Estado
es puramente ideológica. Se debe a que todos los
medios de difusión e ideologización presentan la
violencia y el terror de Estado como nodemocrático, cuando en realidad es un componente
esencial de toda democracia, de todo Estado, de
toda sociedad mercantil generalizada.
Por otro lado, no podemos dejar de notar que la historia
reciente de los países latinoamericanos ha sido vivida
en relación a las dictaduras cívico-militares
desarrolladas entre mediados y fines del siglo XX, cuyo
fin esencial, junto a la rearticulación de la economía, fue
la aniquilación de grupos sociales organizados de
contrapoder (no necesariamente revolucionarios). La
cercanía íntima con estos hechos nos hace asimilar
dictadura con represión descarnada, el relato de una
memoria histórica hegemónica que se ha establecido
en los países que vivieron éstas dictaduras, nos hace
concebirlas como la imposición armada del ejército y
sus aparatos de inteligencia en complicidad de grandes
y distintivos empresarios.

Si bien nada de lo anterior es falso, simplemente no
podemos aceptar creer que es la única forma que
adquiere la imposición política de la dictadura. Las
similaridades se manifiestan estructurales, mientras que
las diferencias no. Quizás debido al peso de lo
simbólico, vemos una forma más o menos brutal que la
otra, o en función de profundizar, las vemos
idénticamente brutales. Pero no se trata de eso, sino de
entenderlas
como
diferentes
manifestaciones
materiales de dicha estructura. Tarea no fácil en
relación a cuestiones tan fuertes como la muerte, la
tortura o la desaparición de personas, todas
características de la “dictadura” o de la “democracia”,
pero que se dan a diferentes niveles, complejidades y
posibilidades.
"Las divergencias ideológicas no diferencian
realmente los sistemas socioecónomicos", afirmaba
Otto Ruhle en la década del ‘40, haciendo referencia a
la increíble similaridad con la cual el Estado Soviético
desarrollaba su modelo de acumulación respecto de
sus pares corporativos en la Alemania nazi y la Italia
fascista. Otros autores de la misma época y posteriores,
han extendido este análisis comparado para que se
incluya también al keynesianismo, que se aplicaba en
dicho momento en EE.UU.
Lo que Rühle y otros intentaban afirmar es que las
diferencias son superficiales, pero lo que realmente
sustenta la lógica de dominación, lo estructural, es
semejante
o
igual.
Democracia,
estalinismo,
corporativismo, economía libre de mercado, Estado
benefactor y tantas otras variantes son las caras que
asume el Reino del Capital. Esas "divergencias" como
las denominaba Rühle, son además útiles y necesarias
ya que permiten al aparato político utilizar falsas
contraposiciones para confundir al proletariado con
consignas ajenas e impropias.
Frente a la ferocidad estatal manifiesta de una dictadura
cívico-militar, podemos vernos empujados a “escoger”
por el mal menor: la democracia (cuando no una
dictadura que otorga un sistema de atención de salud
gratuita a cambio de la sumisión). Es cierto que dentro
de los restringidos límites en que se nos ofrece nuestra
supervivencia inmersa en la idea de “progreso” (que
nos hace percibir el presente como el estado de lo
mejor posible), el éxito de la sociedad pareciera ser vivir

explotado bajo un régimen socialdemócrata europeo
que garantice una serie de derechos ciudadanos y
económicamente atractivos, antes que vivir bajo los
oscuros mantos militares de los regimenes de Videla,
Pinochet, Kim Il Sung, Mussolini o Stalin. Preferir,
imaginar, se puede. Lo que no se puede es elegir.
Son condiciones globales las que permiten ambas
variantes: es de pública aceptación que los países
considerados como las “mejores democracias”
colaboran decisivamente con “las crueles dictaduras” de
otros países. Y no sólo aquello, sino que se hacen
posibles las unas a las otras. Incluso en la competencia
económico-política entre burgueses, motor indiscutible
de la dominación burguesa.
Los reclamos democráticos contra las dictaduras cívicomilitares, tal como los llamados desde el anti-fascismo,
son otras de las lamentables consecuencias de estos
regímenes de gobierno, que no hacen más que seguir
ocultando la verdadera cara de esta sociedad.3
Resulta ejemplificador para el caso, los acontecimientos
que se desarrollan a la fecha en Egipto: hasta la
revuelta popular del 25 Enero de 2011 el gobierno de
Hosni Mubarak era presentado como un gobierno
democrático ejemplar de África, sin embargo,
rápidamente -velocidad dada de acuerdo al particular
análisis de cada gobierno y los medios de
comunicación- se instituyó la imagen del “dictador” así
como también la de los “rebeldes”. La otra cara de la
moneda, nos indica que mientras se ejecuta este
“conjuro” que troca la imagen de un gobierno
democrático -similar a otros tantos- por una dictadura
de 30 años; a su vez se logra establecer el caso
“particular” de un país o de una zona geográfica, donde
los reclamos de hambre, desocupación y desesperanza
que contienen una embrionaria e instintiva posición de
clase, son tornados en una “revolución de jazmín” que
aspira a reformas por más democracia4. Absurdamente
(pero dentro de la lógica de la democracia), los
encargados de asumir el poder y llevar adelante las
reformas democráticas será el ejército de Egipto,
mientras las armas utilizadas para reprimir son
vendidas por países europeos que son el buen ejemplo
de las democracias a imitar en el resto del mundo.
La dictadura política es una formalización de la
dictadura social, no es simplemente el resultado de una
puja de poderes. Es una tendencia del Capital que
suele surgir cuando comienzan a aparecer obstáculos a
su gestión (no decisivamente revolucionarios) o si el
gobierno a derrocar se vuelve ineficaz para la
administración de la economía capitalista. Una manera
más brutal y violenta de re-organización, donde cada
proletario queda marginado explícitamente del Estado
Volvemos a recomendar la lectura del debate que hacíamos
mención en el nro. 3 de Cuadernos, en torno al último golpe
de Estado en Honduras, dado en el foro del sitio
“Anarkismo.net”, donde intervenía el compañero responsable
del sitio Comunizacion.org.
Enlace: http://anarkismo.net/article/13596
3

Desde Occidente, para la lógica dominante, estas simples
reivindicaciones son codificadas no solo como una lucha por
democracia, sino por una democracia occidental, allí estarían
luchando entonces por ser mas parecidos a los occidentales.
4

(como siempre ha sido, sólo que las necesidades del
momento hacen que todo ocurra de un modo más
crudamente sincero mediante decretos de urgencia,
derogaciones de leyes y el evidente control de las
armas). Se acaba el show de la participación y
entonces el Estado tiene que reorganizar el gobierno
bajo un “estado de excepción”. El uso de la violencia y
de las armas pareciese ser el elemento que define por
excelencia a una dictadura, olvidando que el monopolio
de la violencia es una de las cualidades fundamentales
de todo Estado, se trate de democracia o dictadura.
Básicamente son las potestades legales que asume el
régimen dictatorial lo que marca la diferencia, pues
asume el control de la situación (“por el bien del
conjunto social”) estableciendo los mecanismos que
considere necesario sin los procesos de intervención de
los “representantes electos del pueblo”. En cambio la
democracia integra ilusoriamente con las elecciones,
con
“presupuestos
participativos”,
consultas,
referéndums. Y esta participación es aceptada y
festejada sólo mientras venga a reproducir la
organización social ya existente.
En la tesis 109 de “La sociedad del espectáculo” Guy
Debord afirma que: “El fascismo ha sido una defensa
extremista de la economía burguesa amenazada por
la crisis y la subversión proletaria, el estado de sitio en
la sociedad capitalista, por el que esta sociedad se
salva y aparenta una nueva racionalización de
urgencia haciendo intervenir masivamente al Estado
en su gestión. Pero tal racionalización está ella misma
gravada por la inmensa irracionalidad de su medio.”
Sin embargo los desagradecidos demócratas suelen
condenar discursivamente a quienes han tenido que
hacer el trabajo sucio por ellos para salvaguardar su
mundo capitalista. No reconocerán en los sangrientos
dictadores a quienes les salvaron el pellejo, o a quien
ha puesto la cara para liquidar a los proletarios
molestos o sobrantes que hoy no interferirán en sus
planes, y es que el demócrata ocultará las
contradicciones sociales hasta su muerte.
Muchas veces se ha querido entender que igualamos
democracia a dictadura cívico-militar… Si “todo es lo
mismo” no hay reflexión posible, no hay vida posible…
No somos ciegos, comprendemos sus diferencias
encarnadas principalmente en el terrorismo estatal
beligerante, pero esto no puede llevarnos a preferir una
o la otra, siendo que ese terrorismo estatal se sigue
llevando a cabo de una forma diferente en democracia.
Porque como ya hemos dicho, no es cuestión de elegir
(¡esa falsa elección es justamente el cáncer que nos
significa la democracia!), es cuestión de comprender
que ambas son diferentes variantes de la dictadura del
Capital, y no se puede prescindir de ninguna de ellas,
pues la existencia de una garantiza a la otra. Un claro
ejemplo son casos como lo recientemente ocurrido en
Haití, “las bombas de paz” y la ayuda humanitaria en
Libia o cualquier invasión de organizaciones
internacionales con “fines de paz social”: países
democráticos que envían su “ayuda humanitaria” para
controlar y liquidar a los proletarios del país en cuestión,
con mayor violencia y brutalidad que como lo hacen los
locales.
5

ALTERNATIVAS DEMOCRÁTICAS A LA DEMOCRACIA
Las críticas a la democracia integradas a la ideología dominante,
conllevan ciertas propuestas que suelen ubicarse, con diferentes
matices, entre la sustitución por una dictadura cívico-militar que imponga
puño de hierro y el mejoramiento de la democracia actual, que suele
comprenderse como “falsa” o “defectuosa”, en pos de una democracia
más democrática. Es decir: si se nos dice constantemente que la
democracia es el mejor de los mundos posibles, sólo queda
mejorarla. Pareciera no existir la posibilidad de su superación
histórica… Por ello, excepto la crítica reaccionaria, que es la que
menos nos interesa criticar aquí, las demás suelen tener en común la
importancia manifiesta en cambiar las formas y su desprecio por la
necesidad de criticar y cambiar el contenido. No comprenden,
además, la relación dinámica que hay entre formas y contenido, y
como se condicionan mutuamente, limitándonos a ser meros entes
repetidores de una fórmula que nunca deja a nadie contento. Así,
desean un ejército pacífico, propiedad privada sin robos, trabajo sin
explotación, religión sin ignorancia, leyes justas, fantasías y duendes
danzando sobre ollas de oro al final de los arco iris de colores…
“Se nos dirá que en ninguna parte existen los derechos y libertades, que en todos lados se limita el
derecho de propiedad, que en tales otros sólo se permite el partido único, etc. y de ello no nos cabe la
mínima duda. Sin embargo, en cualquiera de estos ejemplos existe una fracción burguesa que critica
los regímenes respectivos por las carencias y las imperfecciones de la democracia, pero para
hacerlo tiene que tener un sistema de referencia, y es precisamente este sistema de referencia el
que tratamos de poner en evidencia. Solo así seremos capaces de romper con la crítica burguesa
que se basa siempre en las imperfecciones de la democracia, y de reconocer nuestro enemigo en
todos los defensores de la democracia pura o perfecta, que es al mismo tiempo producto y reflejo
de la superficie mercantil de la sociedad.”
(Grupo Comunista Internacionalista, “El paraíso de los derechos del hombre y del ciudadano”)

“CRITICA REACCIONARIA DE LA DEMOCRACIA”
Con éste enunciado nos referimos a cuando la
oposición a la democracia es en favor de “más
Estado”, en el sentido de mayor control y
perfeccionamiento del funcionamiento del aparato
represivo (aunque esto co-exista con una menor
presencia estatal en la esfera económica). Pero
nosotros nos oponemos a la democracia porque
previamente nos oponemos al Estado. Quienes
defienden y promulgan una concepción tal de la vida
que para que funcione y sirva a la sociedad debe
someterse al designio centralizado del Estado ven en
el ser humano a ese ser malo por naturaleza que la
democracia es demasiado débil para controlar. Gilles
Dauvé nos aporta al respecto: “La reacción denuncia
la libertad personal y el individualismo burgués para
reemplazarlos por (nuevas o antiguas) formas de
autoridad opresora. Quieren menos que individuos. La
perspectiva comunista tiene como objetivo realizar las
aspiraciones individuales a una libertad que es tanto
personal como vivida con los demás. Quiere más que
el individuo.”5
Es sorprendente que mientras se escribían los borradores
destinados a este número de los Cuadernos, nos
encontramos con un texto llamado "Contribución a una
crítica de la autonomía política" (2008) de Gilles Dauvé,
publicado en el libro “Crítica de la democracia” traducido
por Comunización y publicado por Editorial Klinamen. En
este texto también se describían las diferentes pseudocríticas a la democracia aquí descriptas, demostrando por
enésima vez que las ideas no pertenecen a nadie, sino que
5

“VIOLENCIA
REVOLUCIONARIA
CONTRA
DEMOCRACIA”
Es la ilusión de que la democracia sería derrocada por
la violencia -quizás individual, quizás generalizada,
poco importa- ya que es una idea tan imprecisa que
tiende a considerar que la democracia es una
especie de espacio físico a destruir y no una
relación social entre seres humanos. La insurrección
violenta de un puñado de noches alcanzaría para
liberarnos de una organización social que ha llevado
siglos de desarrollo…
Suena apasionado y valiente en estos tiempos de
vaciamiento y pasividad, pero con ello no se cubren las
faltas de perspectivas reales. Se olvida, además, que
es necesario abolir las condiciones tanto materiales
como ideológicas que hacen posible al sistema
democrático.
“LA DEMOCRACIA ES MALA PORQUE NIEGA MI
LIBERTAD INDIVIDUAL”
Los revolucionarios, desde siempre, han sentido
disgusto por la sociedad en la que se encontraban, pero
no por rechazo al resto de las personas, sino por la
manera en que éstas estaban organizadas y se
relacionaban entre sí.
A menudo desde el ámbito “existencialista”, libertario
y/o individualista se suelen proferir críticas morales a
diferentes instituciones sociales, siendo la más común
surgen y se expresan aquí y allá, al interior y al exterior de
nuestra comunidad de lucha.

que “todo parece estar contra el individuo”. Lo que
ignora esta forma de análisis es que entonces,
finalmente toda forma social se encuentra contra el
individuo (¡que es necesariamente un ser social!), e
ignoran la posibilidad de una comunidad humana
donde pueda realizarse la múltiple satisfacción de:
las particulares necesidades y deseos, junto a las
particulares necesidades y deseos de los demás,
junto también con nuestras necesidades como ser
colectivo.
Este discurso que pretende levantar la figura del único
ni siquiera se cuestiona que esa entidad individual
que se pretende salvaguardar es el producto
histórico de la misma sociedad que supone
rechazar. El individualismo, cuando se predica como un
conjuro que libera de los desastres de ésta sociedad,
no hace más que replicar la miseria egoísta de la
sociedad actual.
El Capital produce y reproduce ese individuo, que es
necesariamente democrático, pues posee sus derechos
y libertades individuales, y que además debe vender su
particular fuerza de trabajo, por lo cual se presenta
como competencia del otro individuo.
“DEMOCRACIA OBRERA”
El “gobierno del pueblo obrero” o la organización social
por parte de los obreros (en su versión mas libertaria)
no hace más que intentar mantener todas las
mediaciones propias al Capital (entre política y
economía, entre teoría y práctica, entre decisión y
acción, entre poder legislativo y poder ejecutivo, entre
individuo y sociedad...) sustituyendo el culto del
parlamento, de las libertades de los individuos
atomizados, por el de los "soviets (o consejos)
democráticos" o los "sindicatos libres” y, por sobre todo,
el culto al obrero. Un cambio de formas
administrativas, que desde el punto de vista del
contenido es exactamente lo mismo. Meter los
obreros al parlamento o crear asambleas, y agregar el
adjetivo de “obrero”, no cambia nuestras condiciones.
De hecho, es más que obvio que sigue habiendo
obreros, y hasta pretenden, sin comprender la realidad,
una sociedad capitalista (aunque les disguste llamarla
así) donde no haya pobres, ni injusticias… No negamos
de antemano el proceso de autoorganización proletaria,
de control autónomo de lugares de trabajo, de estudios
o habitación, pero su sentido revolucionario emerge
justamente de su carácter autónomo y anárquico.
Autonomía que no significa solamente la
independencia de las estructuras formales
burguesas, sino también de su ideología y su
reproducción.
“DEMOCRACIA DIRECTA”
Si bien esta “alternativa” parece establecer un cambio
más profundo en las formas, que sin duda repercutiría
en el contenido social real, lo esencial continua
existiendo y vendría ni más ni menos que a reemplazar
la democracia sin adjetivos.
A favor de la “democracia directa”, suele argumentarse:
la prioridad de la voluntad colectiva ante la de un
individuo o un pequeño grupo, que la totalidad de las
decisiones pasen por la asamblea, mayor posibilidad de
expresión por parte de las minorías, que de haber
delegados estos serían revocables, y por sobre todo el

respeto y cumplimiento de las decisiones tomadas, sin
corrupción y sin burocracia.
Lo que se olvida a menudo, es que poco importa la
forma en que se manifiesta la ideología dominante
(contenido) cuando ésta de todos modos se manifiesta
(formas). Se olvida que las condiciones materiales van
a manifestarse de manera vertical u horizontal, pero
que van a emerger de todos modos. No se trata de
cómo administrar este mundo, sino de negarlo y
superarlo.
Desde la reproducción del racismo a la imperceptible
apología al trabajo asalariado, pueden ser traficadas
tranquilamente mediante la horizontalidad de una
asamblea, en tanto que momento de la democracia
directa, mas allá de sus delegados revocables, la
rapidez con la que se los pueda revocar, o hasta con la
tendencia a abolir los delegados.
En el fetichismo de las formas, ciertos grupos
horizontales y horizontalistas, se deslumbran ante un
grupo de personas que decidieron organizarse
asambleariamente de manera espontánea para resolver
sus problemas ¡Claro que esto es importante! Pero no
es indispensable, ni garantiza que dicha propuesta vaya
a buen puerto por el mero hecho de su apariencia
horizontal. En ciertos barrios periféricos de la región
argentina, vecinos se auto-organizan para pedir mas
policías y ni la horizontalidad ni la reflexión colectiva
han garantizado que lleguen siquiera a acercarse a la
conclusión de que el robo entre proletarios es inherente
al sistema capitalista y la propiedad privada ¡Ni siquiera
a vislumbrar la paternidad de la policía en los crímenes
y delitos cotidianos!
Se sobrevaloran las formas, y se desprecia el
contenido. En ciertas ocasiones, la acción
revolucionaria (es decir el contenido) se manifiesta de
manera asamblearia, otras de manera clandestina,
otras de manera minoritaria, sin consultar, y luego es
asumida por la mayoría.
La revolución no es solamente un problema de formas
de organizarse, es conjuntamente un problema de
contenido, de movimiento real incesante. Como el
capitalismo tampoco se trata de un simple problema de
gestión, sino que es el resultado de un conjunto de
relaciones de producción y reproducción de la sociedad.
Subrayamos esto para no depositar luego esperanzas
ciegas en buscar formas de gestión (partidos,
sindicatos, consejos, cooperativas) y no temer a
marcar, en medio de una lucha, los límites a superar.
Tal como afirmábamos en nuestro número anterior: la
democracia es la garantía de la economía en tanto
que intercambio entre unidades de producción
independientes, es decir: la fuente del trabajo privado
opuesto al social y por lo tanto de la reorganización
mercantil. Un círculo vicioso: si hay trabajo privado,
intercambio y valor, volverá a aparecer aquello que los
demócratas bien intencionados suponen rechazar: la
economía capitalista.

7

“Pero si los proletarios no saben más que divertirse en manifestaciones callejeras,
plantando “árboles de la libertad”, escuchando discursos de abogados, ya se sabe la
suerte que les espera: primero el agua bendita, después los insultos, y por último, la
metralla. La miseria siempre.”
Auguste Blanqui, "Quien tiene el hierro tiene el pan"

EL ESTADO Y SU APARATO REPRESIVO
Es importante señalar que en este apartado haremos referencia a los modos más groseros de represión estatal, pero
que de ninguna manera pensamos que estos son los únicos mecanismos existentes para mantenernos a raya. Puede
sonar delirante señalar como represivo al trabajo asalariado, la escolaridad, la religión, o hasta diversas formas de
relaciones inter-personales (de pareja, familiares o de amistad) pero es esta liviandad para tratar la realidad, la que no
permite verificar la gravedad de los hechos para poder reflexionar sobre ellos y cambiarlos. Como en la mayoría de los
casos, el maldito “sentido común” de la democracia hace pasar como inaceptable solo el exceso de una
situación que ha naturalizado, aunque ese pretendido “exceso” no es más que la consecuencia lógica de un sistema
de vida. Lo que llamamos comúnmente represión, no es más que el último recurso de la aplicación de un mecanismo
cotidiano que, al haber fallado en su modo sutil, se muestra brutal respecto a nuestro actual sistema de valores.
Llegará el día en que nos horroricemos de la disciplina de las escuelas y los trabajos, de las cárceles y los
psiquiátricos, de la familia y las tradiciones, de los espacios urbanizados y vigilados, de las religiones y las ideologías,
del arte y el entretenimiento: entonces, desearemos abolir toda fuerza represiva.
Desatada la represión ilegal o semi-legal, muchas
personas suelen horrorizarse con lo ocurrido y buscan
desesperadamente atacarla, denunciándola, solicitando
que no vuelva a suceder. Lo extraño no es horrorizarse,
sino no atacar el sistema que la permite y alienta. La
represión no puede simplemente dejar de existir al
interior de un mundo de opresores y oprimidos. No es el
capricho de tal o cual gobernante o policía, sino parte
del plan sistemático y necesario de la burguesía para
reprimir a nuestra clase6. Un mundo en el que los
medios de reproducción de la vida son propiedad de
una minoría, requiere una represión sin piedad contra
todos, una represión que castiga a quien se atreve y
que disciplina a quien podría atreverse.
En el año 2009 Correpi (Coordinadora Contra la
Represión Policial e Institucional) presentó el archivo
anual de casos de personas asesinadas por la fuerzas
de seguridad del Estado7, y señalaba que en la
Argentina democrática, una vez finalizado el trabajo
encomendado a los responsables militares y civiles de
la última dictadura, la represión cambió de forma
para adaptarse a las necesidades del nuevo sistema
político. A partir de 1983, ya no se reprimiría tanto en
forma abierta y selectiva, sino silenciosamente, con
masividad y sin repercusión pública. La Junta Militar
cumplió con la tarea, iniciada años antes, de aniquilar la
resistencia de trabajadores organizados altamente
combativos, de organizaciones sociales y de grupos
En este sentido, es importante subrayar que la represión es
estatal porque el Estado es la principal herramienta de la
burguesía para el fin de reprimir, pero cuando es necesario
mantener a raya a los oprimidos, están a mano las fuerzas
paralelas al Estado, la “seguridad privada” o las patotas
integradas por sindicalistas, barras bravas o simples
traidores a su clase.

políticos armados. Reemplazados los gobiernos
militares, cobró central importancia esta “represión
preventiva” cuyo objetivo es disciplinar a la clase
de cuyo seno surgen la resistencia y la
confrontación. Así, los gobiernos que administran el
Estado argentino tratan de garantizar que Nunca Más8
el sistema de explotación capitalista sea cuestionado
seriamente en el país. Qué mejor, para alcanzar ese fin,
que atemorizar por medio de castigos ejemplares
aplicados cotidianamente, potenciados por un alto
grado de naturalización hacia el interior de un sector en
particular de la clase reprimida, y de invisibilización
hacia afuera.
La pertenencia a las partes más empobrecidas
económicamente de la clase proletaria es la regla casi
absoluta, al punto que los pocos casos registrados de
víctimas que exceden a esta categorización afecta a
quienes estaban en el lugar, con la ropa o el aspecto
“equivocados”. El análisis del componente etario
permite, por otra parte, ratificar que los jóvenes son el
blanco favorito de esa política preventiva. Los jóvenes
son el sector con mayor potencialidad de rebeldía (y en
especial, son los más propensos a tomar de la manera
que sea necesaria aquello que necesitan o aquello que
se los incita a consumir, aún cuando a su vez se les
niegan los medios para hacerlo) y, por ende, quienes
primero y más profundamente deben ser disciplinados.
Más de la mitad de las muertes corresponde a la franja
de varones pobres de menos de 25 años, y el 30,50%
del total tenían 21 años o menos.

6

7
Disponible completo en: http://correpi.lahaine.org/?p=936.
Se ha modificado levemente el texto original en esta
publicación.

La distribución territorial de los casos ratifica que el
gatillo fácil y la tortura no son patrimonio de una
“Nunca Más” es el nombre de un significativo libro editado
por la CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición
de Personas) Se trata de un conjunto de investigaciones,
informes y testimonios sobre la desaparición y tortura de
personas en la dictadura cívico-militar formalizada en el año
1976 en Argentina.

8

provincia o una fuerza, sino que son utilizados en todo
el país, cualquiera sea el color del gobierno local, con
expresa preferencia por los grandes conglomerados
urbanos que concentran el mayor índice de pobreza, y,
por lo tanto, es mayor la necesidad de prevenir la
potencial organización popular contestataria.
No hay purga que pare el gatillo fácil, ni se puede
atribuir superficialmente la continuidad y profundización
represiva a “resabios de la dictadura, a “desbordes
individuales” o a “planes de estudio inadecuados con
poca formación en Derechos Humanos”. Es significativa
la cantidad de hechos protagonizados por “nuevos
cuadros” de las estructuras que, una y otra vez, han
sido reformadas, purgadas, descabezadas, capacitadas
y sometidas a cursos y talleres de Derechos Humanos,
muchas veces dictados por dirigentes de ONGs que
apuestan a la posibilidad de mayor legalidad del
aparato represivo del Estado.
Adopte la forma que adopte, la represión
sistemática es siempre funcional a la
misma clase mas allá del sector
que beneficie en lo inmediato, y
tiene la finalidad de perpetuar y
profundizar la explotación, que requiere,
obviamente, opresión.
Precisamos, además, que lo anterior no puede
entenderse como un modo de acción exclusivo de un
Estado, en éste caso el argentino, al que se podría
cargar estos actos como un rasgo característico y
particular de su policía. Podemos tomar cualquier otro
Estado como ejemplo o, por qué no, el accionar
conjunto de la “paz social” de varios Estados, como ha
sido el caso del control policíaco-militar llevado a cabo
por fuerzas represivas conjuntas (Argentina, Brasil,
Chile, Uruguay) bajo el eufemismo de Fuerzas de Paz.
En Chile, por ejemplo, siguen produciendo estupor en el
imaginario social los allanamientos realizados por
patrullas militares durante la dictadura. Sin embargo,
entrados los años 90, ya con una democracia
consensuada por las diferentes facciones de la
burguesía, las imágenes televisadas de allanamientos
armados a poblaciones (villas, favelas) para buscar
supuestos delincuentes producían “seguridad” y no
temor o rabia en la mayoría de la ciudadanía
televidente. Así hoy no debe sorprender el show
mediático-judicial que ha comenzado a desarrollarse
desde el 14 de Agosto de 2010 con el denominado
“caso bombas”, luego de los allanamientos contra
compañeros anarquistas y anti-autoritarios9; o en la
incesante y abierta represión a comunidades
insubordinadas mapuches. Ya en el 2000 la policía
chilena realizó un informe en la que precisaba que el
perfil característico de los sospechosos de delitos, a los
cuales había que controlar, eran mapuches, pobladores
(habitantes de las villas, favelas) y estudiantes. Podrían
haber agregado “trabajadores”, sino fuera porque en las
últimas décadas el sector productivo como tal no ha
9
Sitios web con información periódicamente actualizada:
www.libertadalos14a.blogspot.com y
www.solidaridadporlxspresxs.blogspot.com

llevado adelante ninguna ofensiva reivindicativa,
mientras que mapuches, pobladores y estudiantes
precariamente lo han intentado. Tal vez hubiese sido
más simple que ese informe de “inteligencia policial”
acuse como sospechosos a “los proletarios”, pero hay
cosas que les es mejor callar.

Policías, sociedad policial,
“trabajo sucio” y robo
“¿Qué es un policía? Es el
servidor activo de la mercancía;
es el hombre totalmente sometido a
la mercancía, por obra del cual este o
aquel otro producto del trabajo humano
sigue siendo una mercancía cuya mágica
voluntad es que se la pague, y no
simplemente una vulgar heladera o un fusil, una
cosa ciega, pasiva e insensible, a merced de
cualquiera que la use.”
Guy Debord, “La decadencia y caída de
la economía espectacular-mercantil”

La existencia de la policía es la clara demostración
de que este sistema puede funcionar agregando a
su disciplinamiento cotidiano el miedo y la
represión directa, y no difícilmente podría funcionar de
otra manera.
El policía lleva adelante un rol despreciable que nadie
parece querer cumplir, pero del cual la sociedad
policial, a su vez, no puede prescindir. Desde la antigua
Grecia, lo que hoy podríamos llamar “policía” (en aquel
momento una fuerza pública que protegía a Atenas
contra los enemigos del exterior y mantenía en
obediencia a los esclavos) era conformada por,
justamente, esclavos; ya que el ciudadano libre
ateniense veía como indigno aquel oficio. La burguesía
aún no ha podido hacer ver con buenos ojos a estas
fuerzas hacia el grueso de la sociedad: hasta el mismo
ciudadano temeroso que aplaude cada palazo en la
espalda de un proletario acepta, en el fondo, que la
policía es una institución putrefacta, corrompida, y por
eso no sólo le teme, sino que también le tiene asco. Es
cierto que nadie se fía ya de la policía, pero poco
importa la corrupción de estas fuerzas o su mala
imagen si la sociedad no puede prescindir de ella, y
hasta no pueda imaginar una sociedad en la cual la
policía no exista. Por ello además se tolera su
“corrupción”,
su
“abuso
de
autoridad”,
algo
relativamente obvio en un conjunto de traidores a su
clase en los que se deposita esa cantidad de poder.
Alguien tiene que hacer el “trabajo sucio”, pues para
eso se pagan los impuestos. En ciertos países se
toleran los “negocios sucios” de una policía
corrupta y poco formada, y en otras se
toleran los “excesos represivos” de una
policía militarizada, profesionalizada, y
por lo tanto más preparada y legal.
Tolerar lo que toque en suerte y a cualquier
precio, para que nos cuiden de nosotros mismos.
9

Sistema penitenciario
El sistema carcelario moderno es una de las muestras más ejemplificativas
del “progreso” de este mundo. Nos asustamos de la tortura en los -ya
extintos- centros clandestinos de detención de las dictaduras cívicomilitares, de los brutales castigos de la edad media, sin embargo en
las ciudades que habitamos existen cárceles donde se encierra, se
tortura física y psicológicamente. Aún cuando es un secreto a voces
que el sistema carcelario no reintegra como es deseado ciudadanamente
al sector productivo, ni a la normalidad democrática. El sistema carcelario
aísla, aísla al encerrar y devuelve a la calle a terminar su pena a un
ciudadano aún mas aislado que quienes ya se encuentran en ella.
Las cárceles sólo sirven para atemorizar y castigar. El infierno carcelario
hace sentir menos terrible la vida fuera de él: se pensará dos veces antes
de robar, matar, o salir de la norma.
Suponiendo que ese fuese su propósito, más allá de la mayor o menor
efectividad con la que lo cumpla, la cárcel intenta solucionar
individualmente un problema que es de carácter social. Esto vale la
pena aclararlo para generar un antídoto a las luchas por las mejoras y
reformas del sistema carcelario como objetivo final.
Esta sociedad, con sus relaciones mediatizadas y sus instituciones, es la
que genera aquí y allá lo que suele llamarse delincuencia, y esta es una
responsabilidad social que no se soluciona asistiendo a cada persona
individualmente, porque hasta pudiendo solucionar el problema de una
persona particular, de esta sociedad seguirán emergiendo “delincuentes”
en el mismo instante.
En este mundo verdaderamente invertido, la no-participación se asume
como participación, y la verdadera participación y responsabilidad
inherentes a la vida social no son asumidas. Cuando gana un partido la
selección nacional de fútbol “ganamos todos”, pero cuando una persona
delinque es simplemente su responsabilidad: hasta en los análisis “más
pensantes”, a lo máximo que se llega es a intentar encontrar los motivos
en los allegados directos o la historia personal del que ha delinquido.
Y aquellos progresistas, bien o mal intencionados, cuando llegan a percibir
el problema como social exponen su solución: “trabajo para todos”, cuando
en realidad es el sistema de trabajo asalariado el corazón de esta
sociedad antagónica que, en mayor o menor medida, seguirá generando
cárceles y mas cárceles.
Podremos entonces reducir el problema, y hacer menos terribles a las
cárceles, pero su existencia es inevitable en una sociedad con estas
características.
La lucha contra las cárceles es inseparable de la lucha contra el
Capital.
Nada garantiza que sin capitalismo exista la violencia pasional, pero en un
mundo invertido como éste, la acción represiva restringe todo delito a la
esfera de intereses de la burguesía, sin interesarse en resolver tales
dilemas. En una sociedad sin necesidad de delitos producidos por el
mismo sistema social es asunto de la misma comunidad humana hacerse
cargo de sus conflictos ¿Acaso el temor a ser protagonistas de
nuestros propios conflictos basta para descansar bajo el dominio
monstruoso y perturbador del castigo?
La sociedad capitalista ha encontrado sus maneras de reformar las
cárceles, comprendiendo su mal funcionamiento hasta al interior de sus
propias concepciones ideológicas: existen cárceles modelo donde se
recluye voluntariamente a la familia junto al preso y cárceles privatizadas
donde una empresa se hace cargo de la inversión de construcción y
mantenimiento, y el Estado de su custodia y vigilancia. Allí los presos
trabajan al interior de estas fábricas-cárcel produciendo para la empresa
en cuestión con un sueldo hasta tres veces más bajo que los trabajadores
que están afuera. Sueldos bajos, control casi total, abultados subsidios
estatales, dentro de una publicidad de buenas intenciones sociales… un
negocio capitalista casi perfecto.

Columna de sarcasmos e ironías:

La industria del control del delito
"El filósofo produce ideas, el poeta poemas, el cura sermones, el
profesor compendios, etc. El delincuente produce delitos. Fijémonos
un poco más de cerca en la conexión que existe entre esta última
rama de producción y el conjunto de la sociedad, y ello nos ayudará
a sobreponernos a muchos prejuicios. El delincuente no produce
solamente delitos: produce, además, el derecho penal y, con ello, al
mismo tiempo, al profesor encargado de sustentar cursos sobre esta
materia y, además, el inevitable compendio en que este mismo
profesor lanza al mercado sus lecciones como una “mercancía”. [...]
El delincuente produce, asimismo, toda la policía y la administración
de justicia penal: esbirros, jueces, verdugos, jurados, etc., y, a su
vez, todas estas diferentes ramas de industria que representan otras
tantas categorías de la división social del trabajo; desarrollan
diferentes capacidades del espíritu humano, crean nuevas
necesidades y nuevos modos de satisfacerlas. Solamente la tortura
ha dado pie a los más ingeniosos inventos mecánicos y ocupa, en la
producción de sus instrumentos, a gran número de honrados
artesanos.

La delincuencia tiene una cierta utilidad
económico-política en las sociedades que
conocernos: 1) Cuanto más delincuentes
existan, más crímenes existirán; cuanto más
crímenes hayan, más miedo tendrá la
población y cuanto más miedo en la
población, más aceptable y deseable se
vuelve el sistema de control policial. La
existencia de ese pequeño peligro interno
permanente es una de las condiciones de
aceptabilidad de ese sistema de control, lo
que explica por qué en los periódicos, en la
radio, en la televisión, en todos los países del
mundo sin ninguna excepción, se concede
tanto espacio a la criminalidad como si se
tratase de una novedad cada nuevo día.
Desde 1830 en todos los países del mundo
se desarrollaron campañas sobre el tema del
crecimiento de la delincuencia, hecho que
nunca ha sido probado. (...) La delincuencia
posee también una utilidad económica; vean
la cantidad de tráficos perfectamente
lucrativos e inscriptos en el lucro capitalista
que pasan por la delincuencia: la prostitución;
tiene por función canalizar el lucro para
circuitos económicos tales como la hotelería
de personas que tienen cuentas en bancos
(...) El tráfico de armas, el tráfico de drogas,
en suma, toda una serie de tráficos que por
una u otra razón no pueden ser legal y
directamente realizados en la sociedad
pueden serlo por la delincuencia, que los
asegura. Si agregamos a eso el hecho de
que la delincuencia sirve masivamente a toda
una serie de alteraciones políticas tales como
romper huelgas, infiltrar sindicatos obreros,
servir de mano de obra y guardaespaldas de
los jefes de partidos políticos.

El delincuente produce una impresión, unas veces moral, otras
veces trágica, según los casos, prestando con ello un “servicio” al
movimiento de los sentimientos morales y estéticos del público. No
sólo produce manuales de derecho penal, códigos penales y, por lo
tanto, legisladores que se ocupan de los delitos y las penas; produce
también arte, literatura, novelas e incluso tragedias, como lo
demuestran no sólo La culpa de Müllner o Los bandidos de Schiller,
sino incluso el Edipo de Sófocles y Ricardo III de Shakespeare. El
delincuente rompe la monotonía y el aplomo cotidiano de la vida
burguesa. La preserva así del estancamiento y, provoca esa tensión
y ese desasosiego sin los que hasta el acicate de la competencia se
embotaría. Impulsa con ello las fuerzas productivas. El crimen
descarga el mercado del trabajo de una parte de la superpoblación
sobrante, reduciendo así la competencia entre los trabajadores y
poniendo coto hasta cierto punto a la baja del salario, y, al mismo
tiempo, la lucha contra la delincuencia absorbe a otra parte de la
misma población. Por todas estas razones, el delincuente actúa
como una de esas “compensaciones” naturales que contribuyen a
restablecer el equilibrio adecuado y abren toda una perspectiva de
ramas útiles de trabajo.
Podríamos poner de relieve hasta en sus últimos detalles el modo
como el delincuente influye en el desarrollo de la productividad. Los
cerrajeros jamás habrían podido alcanzar su actual perfección si no
hubiese ladrones. Y la fabricación de billetes de banco no habría
llegado nunca a su actual refinamiento a no ser por los falsificadores
de moneda. El microscopio no habría encontrado acceso a los
negocios comerciales corrientes si no le hubiera abierto el camino el
fraude comercial. Y la química práctica debiera estarle tan
agradecida a las adulteraciones de mercancías y al intento de
descubrirlas como al honrado celo por aumentar la productividad.
El delito, con los nuevos recursos que cada día se descubren para
atentar contra la propiedad, obliga a descubrir a cada paso nuevos
medios de defensa y se revela, así, tan productivo como las
huelgas, en lo tocante a la invención de máquinas. Y, abandonando
ahora el campo del delito privado, ¿acaso, sin los delitos nacionales,
habría llegado a crearse nunca el mercado mundial? Más aún,
¿existirían siquiera naciones?
Karl Marx, “Historia crítica de la teoría de la plusvalía”
Extraído del blog: www.punkfreejazzdub.blogspot.com

Michel Foucault, “Las redes del poder”
11

Extracto del texto “El delito y la pena: Acercamiento desde la
teoría anarquista” escrito por Leticia J. Vita y publicado en el
libro “El anarquismo frente al derecho” . Al cual nos permitimos
hacerle algunas notas críticas, las cuales están señaladas como
notas propias de esta edición.
10

EL DELITO Y LA PENA
El delito
"Todos los ilegalismos que el tribunal codifica como infracciones, el acusado los reformuló como la
afirmación de una fuerza viva: la ausencia de hábitat como vagabundeo, la ausencia de amo como
autonomía, la ausencia de empleo del tiempo como plenitud de los días y de las noches.”
Michael Foucault, “Vigilar y castigar”

Hablar de delito implica hablar antes de ley. No hay delito sin ley previa que haya sido quebrantada, ley emanada de
un Estado que se define por el monopolio de la coerción que le permite imponer un orden jurídico determinado. En
esta línea, una de las cuestiones que más ha interesado a la literatura jurídica, especialmente a sus vertientes
sociológicas, ha sido la cuestión de los motivos que llevan al hombre a delinquir. Muchas -y de las más variadas
implicancias- han sido las respuestas.
Desde el anarquismo, y en consonancia con los postulados generales básicos de su concepción sobre la propiedad y
el Estado, se ha dado una respuesta muy contundente sobre el origen de la delincuencia. Las causas del delito no
las debemos buscar en el individuo que comete un delito sino en la sociedad. Es la sociedad y su sistema
capitalista y excluyente el que genera el quiebre social necesario para que alguien delinca. La mayoría de los delitos
está constituida por delitos contra la propiedad. (…) Esta última afirmación pretende acabar con las posturas
conservadoras que prefieren encontrar las causas del delito en cualquier otro lado. Una de las más conocidas es la
teoría positivista del italiano Ezechia Marco Lombroso (más conocido como Cesare Lombroso), que cree ver las
causas de la criminalidad en la conformación física de los individuos11. Piotr Kropotkin, en “Las prisiones”, lo critica
cuando aquél afirma que la sociedad debe tomar medidas frente a quienes presentan los “signos físicos” de la
delincuencia. Es posible -dirá- que las enfermedades favorezcan la tendencia hacia el crimen, pero de ninguna
manera podemos inferir de ello que sean la causa de los mismos (…)
El quiebre en la solidaridad social, que provoca una reacción anómica en gran parte de los marginados sociales, es
producto puro del individualismo propietario característico de la sociedad moderna. El crimen es fruto de una
determinada relación de clases, no es algo inherente a la condición humana. Tampoco puede escapar a la razón -no
sólo anarquista- que la mayor parte de los delincuentes provengan de un determinado sector social:
“…El crimen no es una virtualidad que el interés o las pasiones hayan inscripto en el corazón de todos
los hombres, sino la obra casi exclusiva de determinada clase social; que los criminales, que en otro
tiempo se encontraban en todas las clases sociales, salen ahora casi todos, de la última fila del orden
social”.
Michel Foucault, “Vigilar y Castigar”

Podríamos preguntarnos acaso si la opulencia exuberante que convive con la pobreza de manera cotidiana en
nuestras ciudades no es causa suficientemente generadora de la violencia y quebrantamiento social. (…)
Realizado por el Grupo de estudio sobre el anarquismo y editado por Libros de Anarres, en su colección “Utopía Libertaria”,
disponible para descargar, junto a toda la colección en: www.quijotelibros.com.ar/anarres.htm
10

Uno de los ejes más difundidos de la obra de Lombroso es la concepción del delito como resultado de tendencias innatas, de
orden genético, observables en ciertos rasgos físicos o fisonómicos de los delincuentes habituales (asimetrías craneales,
determinadas formas de mandíbula, orejas, arcos superciliares, etc.) Lombroso, C., El delito. Sus causas y remedios (traducción de
Bernaldo Quirós, Ed. Victoriano Suárez. Madrid, 1902). También vale la pena ver Los anarquistas, que contiene un estudio, parcial
y tendencioso, sobre los anarquistas, publicado hace años por Cesare Lombroso (1835-1909), y la refutación, aplastante y
definitiva, que al mismo hiciera a su tiempo el inteligente y conocido escritor anarquista español Ricardo Mella (1861-1925).
Lombroso, C. y Mella, R., Los anarquistas (estudio y réplica), La Protesta, Buenos Aires, s/f.
12

11

Nota de Cuadernos de Negación: La sociedad capitalista ya está lo suficientemente quebrada desde el momento en
que existen en su seno dos clases antagónicas, irreconciliables: una cosa no es consecuencia de la otra. El
quebrantamiento social no es un “mal” que comenzó a suceder en un momento de “exceso” del capitalismo, es parte
estructural de él. Por convicción demócrata o por pereza reflexiva se gusta de referirse a esto como “desintegración
social”, pero en realidad se está hablando de la pérdida del ideal burgués de paz social, es decir: cuando una gran
masa de proletarios está tan marginada de la vida social que comienza a inquietarse, a ponerse molesta, revoltosa;
con o sin expectativas necesariamente revolucionarias, reivindicando o no sus necesidades más inmediatas.
Lo asombroso es, entonces, que no exista una cantidad mayor aún de crímenes en estas condiciones de inequidad.
Desde este punto de vista, no debemos sorprendernos del crecimiento de la criminalidad, sino asombrarnos de que
aún queden visos de humanidad entre nosotros.

La pena
“Si se me preguntara: ¿Qué podría hacerse para mejorar el régimen penitenciario? ¡Nada!
respondería- porque no es posible mejorar una prisión. Salvo algunas pequeñas mejoras sin
importancia, no hay absolutamente nada que hacer sino demolerlas.”
Piotr Kropotkin, “Las prisiones”

Preguntarnos acerca de la naturaleza o del carácter de la pena puede conducirnos a múltiples conclusiones. Lo cierto
es que, con respecto a este tema, una de las cuestiones mayormente debatidas ha sido la de la efectividad de la pena
privativa de libertad y, consecuentemente, la de la entidad de la prisión. ¿Es la pena un mecanismo que intenta
“reformar”, “educar” al delincuente, o su objetivo es el de castigarlo?
Es sabido que Michel Foucault, en su obra Vigilar y castigar, aborda exhaustivamente la transformación -que tiene
lugar en los siglos XVIII y XIX- de la prisión en términos de humanización del sistema punitivo. La prisión adquiere una
centralidad única en el escenario del derecho penal moderno y se presenta como la gran solución para el delito.
El anarquismo, y puntualmente Kropotkin en su obra Las prisiones, aborda el tema de la prisión desde una mirada
descriptiva crítica. Como se mencionó en el inicio, Kropotkin teoriza sobre el sistema carcelario europeo, mirando
especialmente el régimen carcelario francés, el mismo que casi un siglo después Foucault analizaría en sus conocidas
reflexiones. La prisión, para Kropotkin, no puede ser nunca una instancia superadora del delito, ya que la prisión no
“educa” sino en la criminalidad y genera reincidencia:
“El hombre que ha estado en la cárcel, volverá a ella. Cierto, inevitable es esto; las cifras lo demuestran.
Los informes anuales de la administración de justicia criminal en Francia nos dicen que la mitad
próximamente de los hombres juzgados por el Tribunal Supremo y las dos quintas partes de los
sentenciados por la policía correccional, fueron educados en la cárcel, en el presidio; éstos son los
reincidentes. (…). He ahí lo que se consigue con las prisiones. Pero no es esto todo. El hecho por el
cual un hombre vuelve a la cárcel, es siempre más grave que el que cometiera la primera vez. Todos
los escritores criminalistas están de acuerdo en esto”.
Piotr Kropotkin, “Las prisiones”

Para este autor, la prisión no sólo aniquila todas las cualidades y capacidades que hacen posible que el hombre viva
en sociedad. La prisión deshumaniza, en la medida en que quita sociabilidad al hombre. (…)
Es por todo esto que la prisión no logra impedir que se reproduzcan los actos antisociales, sino que lo que hace es
reproducirlos, favorecer su aparición. En consecuencia, las reformas no tienen sentido. Cualquier reforma al sistema
carcelario, por más importante que sea, sólo reproduciría un sistema que está viciado desde su misma concepción.
La prisión, también encarna un mecanismo de economía de la violencia. La prisión moderna, comos señala
oportunamente Foucault, basa su pretendida efectividad en el control y la vigilancia, más que en el castigo corporal
sistemático. Kropotkin mismo sostiene que el ideal de las prisiones sería un millar de autómatas levantándose y
trabajando, comiendo y acostándose por medio de corrientes eléctricas producidas por un solo guardián.
La funcionalidad de la prisión es también la de controlar a una determinada clase social, distribuyendo el castigo entre
quienes deben ser controlados. Se toleran ciertas acciones y se penalizan otras. Foucault (en “Vigilar y castigar”) lo
describe con precisión cuando dice:
“Sería preciso entonces suponer que la prisión y de alguna manera
general los castigos, no están destinados a suprimir las infracciones;
sino más bien a distinguirlas, a distribuirlas, a utilizarlas (…). La
penalidad sería entonces una manera de administrar los ilegalismos,
de trazar límites de tolerancia, de dar cierto campo de libertad a
algunos, y hacer presión sobre otros, de excluir a una parte y hacer útil
a otra; de neutralizar a éstos, de sacar provecho de aquéllos. (…) Y si
se puede hablar de una justicia de clase no es sólo porque la ley
misma o la manera de aplicarla sirvan intereses de una clase, es porque toda la gestión diferencial de los ilegalismos por la mediación de la
penalidad forma parte de esos mecanismos de dominación”.
13

LA LEY Y EL ORDEN
“¿Qué importa que los poderosos juzguen a los débiles según su capricho, o según
la ley, que es el capricho de los poderosos de ayer?”
Rafael Barrett, “Jueces”

No es sorprendente como mediante el lenguaje se normalizan, haciéndose pasar por
naturales, cuestiones meramente políticas que benefician a la burguesía. Quizás sea
por eso que damos tanta importancia a la cuestión terminológica, no para escribir un
buen diccionario revolucionario, sino para poner de manifiesto que el terreno del
lenguaje es otro campo donde se desarrolla la lucha de clases. El no asumir
nuestra práctica a nivel de consignas y conceptos, a la larga facilita el
debilitamiento, la confusión y la recuperación. Aquí un ejemplo, extraído del libro
“El anarquismo frente al derecho” realizado por el Grupo de estudio sobre el
anarquismo, que antes citábamos:
Según Bakunin, usamos las palabras “ley” y “autoridad” de manera insidiosamente
ambigua. En un sentido estricto, llamamos “leyes” a la causalidad universal (leyes
científicas que constatan regularidades). Uno puede hacer cualquier cosa con la
realidad, menos impedir sus efectos.
Esas “leyes” (biológicas, sociológicas, etc.) que determinan el comportamiento
humano no son externas al hombre; son inmanentes al hombre en tanto ser
material; constituyen al mismo hombre, son el Hombre.
Pero en otro sentido usamos “ley” para referirnos al mandato bajo amenaza de un
castigo proveniente de una “autoridad” externa, un “legislador” artificial (dios o el
Estado, que no son más que ficciones que encubren la autoridad arbitraria de otros
hombres que imponen su voluntad al resto). Ésta es la esfera del “derecho jurídico”
(positivo), opuesto siempre, cualquiera sea su contenido, al “derecho natural o
humano”
De esta manera toda ley burguesa se presenta ante nosotros tan inalterable como la
ley de la gravedad, a las cuales se podrá burlar o “hacer la trampa” pero jamás hacer
desaparecer.
A esto vale la pena recordar a Rafael Barrett en otro de sus artículos, titulado “Los
jueces” donde señala que la ley se establece para conservar y robustecer las
posiciones de la minoría dominante. Así, en los tiempos presentes, en que el
arma de la minoría es el dinero, el objeto principal de las leyes consiste en mantener
inalterables la riqueza del rico y la pobreza del pobre. La idea de justicia que
favorece al poderoso, habría de parecerle muy justa a éste e injusta al humilde. Sin
embargo, nace la idea en sentido contrario: el poderoso encuentra la ley todavía
estrecha a su deseo, ya que él mismo la dictó y es capaz de hacer otras nuevas, y el
desposeído, lamentablemente, se conformaría con que la ley se cumpliera como se
dice y no como se hace.
Ese es nuestro triste y paradójico mundo.

14

DERECHOS, DEBERES Y LIBERTADES
“El derecho humano de la libertad no se basa en la vinculación entre los hombres sino, al contrario,
en su aislamiento. Es el derecho de este aislamiento, el derecho del individuo restringido,
circunscrito a sí mismo.”
Marx, “Sobre la cuestión judía”

El reflejo jurídico de este mundo material, paraíso
terrenal de los derechos del hombre y del ciudadano,
es el conjunto de leyes, decretos y contratos, donde se
garantiza la libertad, igualdad y la posibilidad de acceso
a la propiedad. En este “paraíso”, el ser humano
imagina a Dios a su imagen y semejanza, pero
depurado de sus contradicciones. El Capital también
imagina su reinado “eterno y perfecto”, en base a
afirmar sólo el aspecto de su sociedad que él mismo
considera “positivo”, depurándolo completamente de
sus aspectos antagónicos.
Los derechos humanos, las garantías y demás artificios
de esta sociedad es cierto que de algún modo y en
ciertas ocasiones pueden salvarnos de entrar a la
cárcel o nos permitan ciertas libertades, pero siempre
como ciudadanos, como parte de esta sociedad
mercantil. Por ello, no necesitamos más libertad sino
otra libertad, no necesitamos más derechos o más
justicia, sino una comunidad donde estos sean
innecesarios u obsoletos. No son necesarios más
libertad de prensa, más derechos humanos, más
permiso de huelga, más juicios y castigos, pero
tampoco
es
necesario
menos
que
eso,
¡Necesitamos aún más, pero distinto!
Necesitamos, entonces, luchar por un
mundo en donde estos mecanismos
sean obsoletos.12
Negando, no para anular las necesidades
que hicieron posibles estas expresiones
(la necesidad de organizarse para luchar,
de comunicarse etc, etc), sino superándolas con formas
no recuperables por parte de la clase dominante.
“El odio a la injusticia va dirigido,
entonces, a la proporción en que son
distribuidos los bienes materiales y los
derechos. El odio a la injusticia social
lleva a proponer una sociedad "más
justa" (o sea, menos injusta) o a una
sociedad "justa" donde cada uno tenga
12
Con esta afirmación, de ninguna manera nos referimos a
renunciar a la acción legal cuando un compañero está preso
o procesado, o a formarse sobre herramientas legales, lo que
hacemos es señalar los límites, para luego no salir a gritar
con sorpresa que se están violando nuestros derechos, o
reclamar legalidad en un lenguaje pseudo-revolucionario. Lo
volvemos a repetir: No queremos menos que aquello,
queremos más, mucho más.
Lo mismo sucede con el pedido de endurecimiento de las
leyes: artimañas legales como “traición a la patria” o
“sedición” pueden servir para juzgar a los milicos de la última
dictadura cívico-militar, pero servirán más y mejor cuando
deban juzgarnos a nosotros por “terroristas”. Cuando abran
las puertas de las cárceles ya sabemos quiénes son los que
nunca entran y quiénes los que nunca salen…

exactamente la misma proporción de
bienes y derechos. El rechazo de la
injusticia y la exigencia de justicia, si bien
pueden ser progresivas históricamente
dependiendo de su contenido y su
contexto, no escapan a la sociedad de
los individuos privados, propietario cada
uno de ellos de bienes y derechos.”
Ricardo Fuego, Tesis sobre la justicia13

Este odio a la injusticia, que no tan instintivo como
civilizado, expresa justamente una necesidad que
deberá romper con los límites del Derecho, no sólo
como expresión de una realidad deseable donde las
leyes burguesas no existan, sino en la necesidad de la
lucha por conseguirla
Si bien la burguesía nos domina mediante la
explotación, y con ello se genera una continuidad de
asuntos como la alienación, la incontrolable dinámica
económica, etc, un fuerte aspecto de lo que
podríamos señalar como su dominación radica en el
impedimento de la constitución del proletariado en
fuerza autónoma, diluyendo nuestra clase en el
ciudadano libre con sus derechos
y sus deberes, en esa igualdad
que lo neutraliza, ya que sólo es
igual a todos en tanto que
productor,
consumidor
y
votante14. Entonces, los derechos
existen y se respetan siempre y
cuando abdiquemos a la posibilidad de hacernos
cargo y responsables de la plenitud de nuestra
libertad. Es decir, esta renuncia es a favor de
mantener el precario orden del Capital… si llegamos a
insubordinarnos, entonces los derechos -en homenaje
a las libertades del Capital- garantizarán la
aniquilación de cualquier fuerza insurrecta.
No es en vano subrayar que lo ilegal, lo prohibido y
hasta lo moralmente incorrecto, cambia según la
época y el lugar. Por ejemplo, una tranquila
manifestación callejera que hoy puede estar
“permitida”, ayer podía ser considerada subversiva, y
acciones que hoy pueden ser consideradas una
“locura”, en otro contexto estaban muchísimo mas
“aceptadas” por el resto de los oprimidos.

13

Texto completo en: www.cai.xtreemhost.com

Igual a los demás productores, a la hora de presentarse al
mercado de venta de su fuerza de trabajo. Igual a los demás
consumidores, cuando la lógica capitalista ha estandarizado
sus productos para poder venderlos masivamente. Y como
votante, cuando su secreto voto vale y cotiza lo mismo que el
de los demás votantes.
15
14

Acerca de la libertad…
Es “la libertad” uno de los conceptos mas ambiguos de nuestro
lenguaje. ¿Qué significa? ¿Es no estar dentro de la cárcel o un
manicomio? ¿Es no ser un esclavo? En la escuela, cuando nos
aplazaban por exceso de inasistencias nos decían que habíamos
“quedado libres”. Los economistas hablan de libertad de mercado,
los religiosos hablan de libertad de culto, los demócratas de libertad
de circulación, de prensa, de reunión, de expresión, etc, etc… Esas
son las libertades que conocemos, a las que aspiramos, esas
libertad que nos otorgan pero que terminan donde empiezan las del
otro. Una libertad basada no en la comunidad entre las personas,
sino en el aislamiento ¡Esa es la libertad de este mundo de mierda!
Somos presos de la libertad democrática, podemos votar al
candidato de derechas, de izquierda o hasta en blanco. Somos
esclavos de la libertad capitalista, hemos sido “liberados” de la tierra
y de los medios de producción: podemos entonces elegir vender
nuestra fuerza de trabajo o reventar de hambre. El burgués también
es libre de comprarla, o no.
Pero la libertad por la que han luchado y luchan los revolucionarios
del mundo, no termina en la otra persona sino que, como afirmaría
Bakunin, crece y se expande hasta el infinito. Libertad realizable
mediante la destrucción de todo Estado y toda sociedad mercantil,
configurando y viviendo una comunidad de seres humanos
solidarios, que se reconocen en el otro. La libertad de cada
individuo ligada al desarrollo de su comunidad humana, y no
enfrentados unos contra otros, separados de su ser colectivo.

“Sí, mil veces sí, ¡liberemos al ser humano
de la extorsión de la plusvalía, liberemos a
los niños de la escuela y la familia,
liberemos a los "paranoicos" y los
"esquizofrénicos" de los análisis de sus
psiquiatras o sus psicoanalistas, liberemos
a los enfermos de la ciencia asesina,
liberemos a los recién nacidos de las
manos frías y profesionales de los médicos,
liberemos a los hombres de toda autoridad
jerárquica, liberemos a la sociedad de todo
mercantilismo, liberemos al amor de la
miseria sexual mercantil, liberemos a los
viejos de las necrópolis en las que se les
pone durante su "jubilación", liberemos la
creatividad, liberemos la actividad humana
de la tortura que es el trabajo, liberemos a
la mujer del trabajo doméstico, liberemos al
hombre y la mujer del machismo, liberemos
al ser humano de la religión, del arte, de la
economía, de la política, liberemos todo
potencial de goce de la especie humana,
liberemos a la humanidad de las clases
sociales y de todo Estado, liberemos a los
prisioneros de todas las escuelas, todas las
fábricas, todos los cuarteles, todos los
hospitales, todas las prisiones ¡liberemos a
todos los proletarios de toda explotación,
de toda opresión!”
Grupo Comunista Internacionalista,
"La libertad es la esclavitud asalariada"

DERECHO A LUCHAR…
DEMOCRÁTICAMENTE
Contemplar toda nuestra actividad bajo el Capital y su democracia, hace
concebir que sólo podamos modificar superficialmente estas categorías que
aprisionan nuestra actividad, y que naturalmente no podamos romper con
ellas, superarlas. Toda organización social es concebida como “democracia”,
y cada uno llama “democracia” a lo que le viene en gana. Por ello, cuando
intentamos desmarcarnos de esta categoría no es tan sólo para ser precisos
en términos lingüísticos, sino porque como ya hemos afirmado, sabemos
que el no asumir nuestra crítica práctica a nivel de consignas y conceptos, a
la larga facilita la confusión y la recuperación contrarrevolucionaria.
Entonces -nos dicen- la actual sería una “falsa democracia”, y deberíamos
luchar por una “verdadera democracia”. En realidad, los defensores de esta
deseada “verdadera democracia”, quieren lo mismo que los de la acusada
como “falsa”. Los de la “falsa” son mas realistas, y no pretenden una
democracia depurada de los elementos que la hacen “falsa”, debido a que
esto es imposible: lo que los imbéciles conciben como “falso” es un
aspecto característico de la democracia.

En este “paraíso democrático”, somos libres de disgustarnos
con ciertos aspectos de la realidad y hasta tenemos el derecho
de luchar, pero siempre como obreros, consumidores,
votantes… es decir: ciudadanos, negándonos como clase,
quejándonos sin poner en evidencia el antagonismo social que
nos enfrenta a estas condiciones de existencia. Alentando la
idiotez y la sumisión, fijándonos una imagen de orden que
obstruye la capacidad de concebirnos capaces de comprender
la totalidad que engloba nuestro mundo.
Tenemos derecho a exigir a nuestros representantes mejoras
en las ciudades repugnantes donde vivimos, tenemos derecho
a sindicalizarnos y negociar el precio de nuestra vida. Hasta
tenemos derecho a manifestarnos pacíficamente. Debemos,
según las leyes del Estado y el Capital, traducir al lenguaje
de la normalidad, codificar nuestra demanda real por el
derecho a aquella demanda.
La reivindicación, la demanda, son expresiones de lo que como
explotados y oprimidos necesitamos. Exigiendo de manera
firme y directa, o hasta cuando lo hacemos tímidamente y casi
rogando.
Es la codificación de aquello en reforma, por el contrario, la
clave en la reproducción de la explotación y la dominación. Por
ello cuanto más clara y directa es la reivindicación más
difícil es que la reforma con la que responde la burguesía
sea aceptada como una solución.
Toda reivindicación, en tanto que, formulación de una
necesidad humana, es una expresión formalizada de algo que
justamente no tiene forma, es la expresión en un momento
dado de intereses que por su propia naturaleza están en
proceso, es la verbalización de una realidad en movimiento.
La trampa burguesa frente a esta realidad -la ideología que
mejor mantiene la dominación y opresión capitalista- es la
que se ocupa precisamente de presentar la revolución
como algo diferente a la generalización de todas las
reivindicaciones. Según ellos, habría reivindicaciones
políticas, otras económicas, unas serían históricas, las otras
inmediatas. Y de allí que para cada cuestión hay
especialistas que separan todo paquete por paquete:
sindicatos para lo económico, políticos profesionales para
la política, ecologistas para el medioambiente, feministas
para la cuestión de género, artistas para ciertas
expresiones humanas, etc, etc, etc…
En realidad, si las reivindicaciones se pueden encerrar así,
separando lo que humanamente es inseparable, separando las
necesidades humanas inmediatas de la necesidad humana de
revolución, separando la necesidad de resolver algo
económicamente de la de luchar contra los opresores y
explotadores, separando lo que se necesita ahora (por ejemplo
pan o techo) de lo que también se necesitaría ahora (destruir a
los opresores); no es porque la separación esté en la naturaleza
de la cosa misma, sino porque los reformistas transforman las
reivindicaciones en reformas o, lo que es lo mismo: porque los
reformistas tienen más fuerza que los revolucionarios. Es decir,
porque los proletarios se dejan convencer por la burguesía,
porque la contrarrevolución sigue imperando y haciendo pasar
los intereses burgueses como intereses de todos, las reformas
y los progresos del capitalismo como buenos y deseables para
los explotados.

Agregamos unos fragmentos del texto ya citado
de Wildcat “En contra de la democracia” para
aportar algo más a estas afirmaciones:
¡No podemos respetar los derechos de un
policía si le estamos partiendo la cabeza con un
palo! ¡Si el líder de un sindicato trata de dirigir
una reunión y le respondemos gritando hasta
callarlo o arrastrándolo fuera del escenario y
cagándolo a patadas, es absurdo decir que
creemos en la libertad de expresión!. "La
revolución no será televisada", ¡ni monitoreada
por la Amnistía Internacional!. De la misma
manera en que no le concedemos derechos a
nuestros
enemigos,
tampoco
queremos
derechos de su parte. Este es un tema
complicado porque, en práctica, a menudo es
difícil distinguir entre el hecho de demandar
algo y el de demandar el derecho a algo. No
voy a lidiar con cada aspecto de esta cuestión,
sólo voy a hacer algunas aclaraciones tomando
el "derecho a huelga" como ejemplo. En
general, como dijo Hegel, "por cada derecho
hay un deber". Entonces, por ejemplo, tenemos
el derecho a viajar en colectivo y el deber de
pagar por un boleto. El "derecho a huelga"
implica que los trabajadores tienen permitido
abandonar pacíficamente su labor a cambio del
respeto por el orden público y generalmente el
no hacer nada para que la huelga sea efectiva.
¿Qué otra cosa puede significar? Después de
todo, un derecho es algo garantizado por ley.
(…) ¿Qué significa en la práctica la
democratización de una lucha? Significa cosas
como:
1. Mayoritarismo: nada puede concretarse a
menos que lo decida la mayoría.
2. División entre toma de decisiones y acción:
nada puede concretarse hasta que todos
puedan discutirlo. Esto puede verse como
análogo a la separación entre los poderes
ejecutivo y legislativo. ¡No es por coincidencia
que las discusiones entre miembros de
organizaciones democráticas se asemejen a
debates parlamentarios!
3. Afirmación del “no se puede confiar en
nadie”: las estructuras democráticas dan el
“todos contra todos” por sentado y lo
institucionalizan. Los delegados tienen que ser
revocables para que no se dediquen demasiado
a sus agendas personales que, claro está,
todos llevan.
Todos
estos
principios
promueven
la
atomización.

¿ENTONCES?

“No se trata de dictar la “línea justa” a los obreros
revolucionarios; tampoco se trata de abstenerse de
toda intervención revolucionaria coherente so
pretexto de que “los obreros deben decidir por sí
mismos”; pues, por un lado, los obreros no toman
sino las decisiones que les impone la situación
general de la sociedad; y por otro, el movimiento
revolucionario es una totalidad orgánica de la que
la teoría es un elemento inseparable. Los
comunistas representan y defienden siempre los
intereses generales del movimiento. En cualquier
situación en la que se encuentren, no rehúsan
expresar todo el sentido de lo que sucede y hacer
propuestas de acción consecuentes; si la situación
es revolucionaria, si la expresión dada del
movimiento y las propuestas de acción son justas,
estas se integran necesariamente en la lucha del
proletariado.”
Gilles Dauvé, "Contribución a la crítica
de la ideología de ultra-izquierda"

Luchar para transformar la vida se nos vuelve una
necesidad vital, y también una posibilidad real que
precisa de apoyos y simpatías, pero también de
participación, compromiso y decisión. Y cuando en
nuestras luchas se encuentran la raíz de los problemas,
traspasando las apariencias y asumiendo el carácter de
un mismo organismo, con sus diversas expresiones y
características, el entendimiento fluye con mayor
naturalidad, los límites de la
normalidad nocomunicativa comienzan a borrarse y el diálogo con el
poder dominante comienza a hacerse imposible.
Porque no hay un lenguaje común con el oponente
cuando se ha decidido no dejar canalizar nuestras
necesidades de manera democrática: la necesidad
de organizarse no puede transformarse en “derecho a
reunión” o “libertad sindical”, ni la necesidad de
expresarse en “libertad de prensa”, ni hacer huelga en
“derecho a huelga” y mucho menos en satisfacer
nuestras necesidades humanas entendiéndolas como
“derechos básicos”.
Es difícil que la ruptura con la normalidad suceda
masivamente. Las acciones decisivas en la lucha de
clases no comienzan en formales consultas generales
por parte del Estado, o con debates abiertos y
tolerantes hacia el enemigo. Estas suelen ser acciones
realizadas por una minoría (en términos de cantidad),
determinada a romper con la pasividad y el aislamiento
de la mayoría de los proletarios a su alrededor, que
luego intenta difundir sus acciones a través del ejemplo,
antes que con distintos argumentos. En otras palabras,
el principio de división entre toma de decisiones y
acción siempre es superado en la práctica de acuerdo a
las necesidades del momento, que no son mas que las
necesidades generales.
Aparentemente los rebeldes operan “aisladamente”,
pero no están más aislados de lo que están los demás
explotados entre sí ¿Es esto entonces una
reproducción del aislamiento? No, más bien es un
intento por superarlo, partiendo desde la realidad
concreta, que es la del aislamiento.
Este momento de separación es el momento para la
oportunista política de jefes que plantea la revolución
como un problema de conciencia, conciencia que
poseería el partido (o la ideología) y de la cual las
masas no sólo carecerían, sino que les es inaccesible.
Planteado como un problema estrictamente de
conciencia que determina de antemano el camino a
seguir, no hay salida más allá de aportar la conciencia
leninistamente o bien de invertir la óptica leninista
esperando a que los obreros adquieran la conciencia.

Ya es hora de dejar de rechazar y temer las
capacidades de los explotados, y también de
señalarnos a nosotros mismos como una masa
necesariamente reformista que sólo puede luchar
por conquistas económicas. Es esta excusa la que
permite que cuando realizamos nuestras demandas, los
profesionales de la revolución corran a traducirlas en
reformas. No se comprende el desarrollo y se lo anula
con la excusa de que “la masa no posee teoría”. A esta
formulación particular que presentan como problema
general, lo resuelven entonces aportando la teoría, es
decir, la conciencia exteriormente: no comprenden a la
clase en sus diversas expresiones y posibilidades, a
nivel reivindicativo, teórico, práctico, con los difusos
límites que estas categorías presentan.
Pero la revolución no es simplemente un asunto de
conciencia entendida de esta manera. Si cabe el
término conciencia, ésta va desarrollándose en la
dinámica de la lucha como algo práctico más que como
una teoría, o -mejor aún- como una actividad que
supera esa falsa dualidad.
Las divisiones entre teoría y práctica, o entre la
actividad manual e intelectual, pueden ser superadas
mediante la exploración en la actividad revolucionaria.
Pero lo serán efectivamente, cuando podamos
señalarlas sin temor como los límites de nuestra época
y no como una condición inmodificable, es decir:
cuando sean relacionadas como expresión formal del
contenido capitalista.
No se trata de buscar ni de temer, sino de asumir
las responsabilidades y las necesidades que la
lucha impone.
[Ver cuadro en página anterior]

Toda acción de revuelta al orden impuesto, toda
reivindicación planteada radicalmente, en fin: todo
deseo de algo distinto a lo que encontramos en el frío
paraíso de las mercancías, es una mirada reveladora

hacia la inmensidad del horizonte revolucionario. Se
trata de la posibilidad radical de llevar la vida a una
plenitud que no significa desperdiciarla en intentar
organizar -jerárquica y autoritariamente- a 7 mil millones
de individuos, sino en establecer las condiciones para
entendernos, tal como lo hacemos a diario con vecinos,
compañeros de trabajo o amigos, pero ya sin mediar
esas diferenciaciones, sin mediar nuestro tiempo
esclavizado, sin mediar las angustias económicas, sin
mediar las urgencias y falsos deseos que nos impone el
consumo.
El rechazo a la democracia, entonces, es doble. Por un
lado, por su imposición jerárquica de clase, que
garantiza el libre curso de la economía en contra de la
libre comunión de humanos en relación con lo que lo
rodea. Por otro, como por el absurdo impuesto que
agota y niega la imaginación del ser humano,
arrojándolo como un recién nacido, desnudo y
desarmado, en las manos de instituciones políticas e
individuos que lo obligan a someterse a lo que ellos
consideran mejor, negando que somos seres sensibles,
apasionados
y
comprensivos,
capaces
de
comunicarnos y manejar herramientas que facilitan
nuestra vida.
Las acciones a llevar a cabo para luchar contra este
mundo son infinitas, contamos con las pistas materiales
que establecen el terreno de nuestra acción, así como
también somos capaces de visualizar a los enemigos
que nos someten.
Reconocemos también que el presente de este mundo
está sometido a la falsedad de este orden que
criticamos, que significa a su vez el imperio de la
mercancía, terreno difuso -casi espiritual- que otorga
una dinámica impalpable a las fuerzas que debemos
enfrentar para una plena emancipación de la
humanidad y con ella del planeta: podemos atacar y
eliminar tal o cual objetivo, pero desconocemos los
procesos que harán que la repetición de nuestras
acciones permitan acomodar dicho poder en nuevas
formas. Pero lo que sí sabemos certeramente, es que
nuestra única ventaja como clase -además de una falsa
expectativa numérica que sólo se tornará real cuando la
lucha se lleve a cabo en una lógica revolucionaria- es la
posesión de la fuerza productiva. Las fuerzas
tradicionales obreristas vieron esa fuerza como un arma
a la cual había que controlar y poseer, sin comprender
aún hoy el suicidio que eso ha significado para el
movimiento
revolucionario
de
nuestra
clase,
apropiarnos de los que nos apropia nos hace
propietarios de las condiciones de nuestra miseria,
no nos libera de ella: nos anula como movimiento
revolucionario.
Así como el esfuerzo de sumar militantes a una
representación ideológica (llámese partido, tendencia,
organización ciudadana, etc.) solo garantiza la
acumulación y uniformidad de inquietudes, el esfuerzo
de precisar las condiciones en las que actúa la
sociedad presente nunca ha sido suficiente para hacer
del desprecio por lo que nos oprime una fuerza
revolucionaria.
19

La lucha contra el domino del Capital requiere de una afirmación que
podemos llamar “espiritual”, y que se define en relación a una
subjetivad antagónica a la vacía realidad que nos ofrece la
cosmovisión burguesa, subjetividad que a su vez afirma el deseo y
la posibilidad de un sistema de relaciones desconocido pero que,
inconciente o intuitivamente, experimentamos en lo cotidiano en
cada hecho de entendimiento, complicidad, solidaridad y en el
sentimiento sincero (que no siempre es de placer).
Esta dimensión, que torpemente podemos llamar “subjetivoespiritual”, es difícil de comprender, pues el lenguaje formal es
limitado para definir relaciones que se irán dando en relación a un
movimiento revolucionario (dimensión anárquica de la revolución)
tanto porque dicho aspecto del antagonismo social, como momento
de la lucha de clases -y de la revolución- tiene que ver más con una
disposición particular, a veces experimentada como individual, que
con una comprensión de textos y acontecimientos. En éste sentido,
la teoría permite generar y difundir ideas y entenderlas, facilitando
ese desarrollo particular a la vez que permite poner en común tales
inquietudes.
El antagonismo social es el momento histórico que nos contiene, e
insinúa la fuerza de una revolución en ciernes.
El antagonismo social son las condiciones que impone el
enfrentamiento entre dos sectores de la sociedad presente, la cual
se encuentra dominada por el bando que encuentra mayor provecho
material de ésta relación, a la vez que impone y naturaliza su
dimensión espiritual e ideológica.
La revolución -como proceso de emancipación del ser humano, y
abolicionista de todo cuanto impida la posibilidad de un
entendimiento colectivo y hermanado con la totalidad de nuestro
ecosistema planetario- no pretende imponer las condiciones de vida
proletarias sobre la Tierra, por el contrario, busca afirmar la
comunidad humana (dimensión comunista de la revolución).
Ésta época -sometida al dominio de la burguesía, el orden autoritario
del Estado y el Capital, dependiente de la incesante producción y
consumo de mercancías, y depredadora de todo lo que fomenta la
vida- nos hecha en cara que el antagonismo entre clases es mucho
más que teoría abstracta: es la relación social que tiene a la mayoría
de la humanidad y a toda relación sobre el planeta en estado de
permanente agonía. Sólo la posibilidad de que el proletariado -como
afirmación de la clase revolucionaria- pase a la ofensiva, permitirá
generar las condiciones de un movimiento revolucionario que
cambie radicalmente las cosas.
Pasar a la ofensiva significa tomar el sartén por el mango,
apropiarnos de lo que nos oprime, no para establecer su control de
“otro modo”, sino para tomar ventaja en un estado de conflicto
declarado. Las fuerzas organizadas que controlan nuestra vida
utilizan todas sus posesiones (entre ellas la fuerza productiva del
proletariado) para aniquilar nuestro movimiento.
El proletariado sobrevive en posición de desventaja, y nuestras
acciones de negación a éste sistema se expresan, hoy por hoy, en
su mayoría como reacción a un estrangulamiento mayor -pero
necesario para la economía- de nuestra vida.
Las precisiones en torno a una perspectiva revolucionaria -que nos
permite comprender el presente y actuar en relación a un
movimiento de lucha que es histórico- son conclusiones temporales
que permiten desarrollar nuestra acción hacia la organización de
una tendencia radical.
Quizás, el proceso de comprender todo esto sea más arduo que
realizarlo…


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