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PRESENTACION | 02
PROLETARIADO: ALGUNAS OTRAS ACLARACIONES | 05
¿QUÉ ES EL ESTADO? | 06
¿Qué es el estado capitalista?
Esencia y funciones del estado capitalista
ESTADO, EXPRESIÓN CAPITAL DEL DOMINIO BURGUÉS | 09
Estado y representación
¿ANTI-IMPERIALISMO? ¡INTERNACIONALISMO! | 10
CONTRA LA POLITICA, O MAS ALLA DE ELLA | 11
DESTRUCCIÓN DEL ESTADO | 12

Negar no significa simplemente decir “no”, declarar inexistente a una cosa, o
destruirla de cualquier manera. No podemos solamente negar, sino que luego
tenemos que superar esa negación, dando paso a una realidad nueva que
pueda contener aspectos positivos de lo negado.

Compañero: si sentís que estos materiales deben ser difundidos... ¡A reproducirlos, imprimirlos, copiarlos,
discutirlos! No son propiedad de nadie, son parte del arsenal dispuesto a nuestras necesidades y deseos, son
la experiencia histórica de personas que llevan adelante el combate a esta realidad impuesta.

cuadernosdenegacion@hotmail.com

|

www.cuadernosdenegacion.blogspot.com

CUADERNOS DE NEGACIÓN NRO.1:
TRABAJO COMUNIDAD POLÍTICA GUERRA
Presentación del comic publicado por la página www.prole.info, con el agregado de una presentación a los
cuadernos + los textos: “Contra la democracia” y “¿Proletariqué?”.

CUADERNOS DE NEGACIÓN NRO.2:
CLASES SOCIALES, o la maldita costumbre de llamar a las cosas por su nombre.
En este segundo cuaderno profundizamos y desarrollamos la cuestión de la lucha de clases y la revolución,
porque si hablamos de revolución como transformación radical de la sociedad, como supresión del capitalismo,
hablamos indefectiblemente de la auto-supresión del proletariado como clase, esa inmensa mayoría de la
humanidad que está impedida de vivir porque debe
“ganarse la vida” de una forma u otra.

CUADERNOS DE NEGACIÓN NRO.3: CONTRA LA SOCIEDAD MERCANTIL GENERALIZADA
Si hoy respirar, alimentarse, abrigarse, divertirse o buscar amor está condicionado por la necesidad de la
comercialización, no significa que siempre fue así o que deba seguir siéndolo.
Hoy toda relación social lleva el sello de la mercancía, ésta ha ocupado la totalidad de la vida social. Incluso los
seres humanos nos vemos unos a otros como mercancías.
El capitalismo, como relación social y no sólo como concepto, es la sociedad mercantil generalizada, una sociedad
en la que toda la producción es producción de mercancías: la dictadura totalitaria y generalizada de la ley del valor
contra los seres humanos.
PRÓXIMO: CUADERNOS DE NEGACIÓN NRO.5: CONTRA LA DEMOCRACIA, SUS DERECHOS Y DEBERES.

Advertencia sobre las citas:
Como en todos los casos en que publicamos citas, textos, panfletos o fragmentos de otros grupos o
personas, dicha inclusión no implica en absoluto una reivindicación acrítica de los mismos, sin importar
a quién pertenecieron esas palabras, los militantes que las escribieron o las organizaciones de las que
formaron parte. Constituiría una fantasía el pretender que un individuo, en un momento dado, haya
podido afirmar todo el proyecto de la revolución, y que en plena sociedad capitalista no podamos estar
influenciados, al menos mínimamente, por la ideología burguesa.
Así tampoco se intenta dar un respaldo de autoridad a las citas publicando quién las ha firmado.
Las gráficas utilizadas al interior de este número fueron realizadas por: Gerd Arntz (1900-1988)

PRESENTACIÓN a este cuarto cuaderno
Este conjunto de textos precisan una serie de puntos
que consideramos fundamentales respecto al Estado
como estructura jerárquica organizadora de la vida: sus
aspectos como guardián y defensor de la clase
capitalista -de la cual emerge- contra el proletariado
como clase, e incluso como limitante del burgués
individual que intenta sobrepasarse. Intentaremos
también analizar su raíz histórica y social, así como la
necesidad de su negación. En el nro. 5 de esta
publicación -el próximo- ahondaremos mas en la
democracia y sus derechos y libertades. Por lo pronto
aquí
estamos,
centralizando
algunas reflexiones,
incitando
al
pensamiento
en
acción e invitando a
desarrollar aún más
sobre este tema,
para abandonar la
pasividad y las
mitificaciones
de
nuestra realidad.
Lo
que
consideramos
fundamental
a
saber es que el
Estado,
ese
aborto
monstruoso de la
sociedad, no es
un enemigo por
razones de gusto,
afinidad moral o
antipatía ideológica. Lo es en tanto estructura de
poder
fundamental
que
garantiza
nuestro
sometimiento al trabajo asalariado, que permite y
defiende la destrucción de la naturaleza en pos de
1
la producción económica y garantiza la guerra
1

Pero cuando le conviene también defiende su
conservación, aunque nunca sea como fin en sí mismo. Por
ejemplo, para la creación de nuevos nichos de mercado, o
incluso como imposición de un Estado hacia otros, en forma
de requisito por parte de los organismos de crédito
internacionales, de llevar adelante políticas públicas
“ambientalistas” como condición a la hora de otorgar fondos.
Esto, si bien es un proceso complejo, se da generalmente
desde los países “desarrollados” para con los
“subdesarrollados”, a veces como imposición que busca
erosionar la autoridad de esos Estados como soberanos de

como método de reorganización económica y de
control social. Lo es también, en tanto estructura
que se contrapone a la plena realización de la vida y
la autonomía de la comunidad humana: su mera
existencia limita la posibilidad de explorar y
desarrollar otros modos de relacionarse. Lo es,
porque es justamente el resultado del antagonismo
de clases existentes.
Desde sus orígenes el Estado capitalista mundial se
cristaliza en estados nacionales, pero no ha surgido en
uno o varios países y desde allí se ha ido extendiendo.
El capital surge del
mercado mundial,
va desarrollándose y
subsumiendo todas
las
formas
de
producción
anteriores.
En

su
continuo
diferenciamiento
ideológico (ya sea por
orden
cósmico
o
divino,
familiarsanguíneo,
de
propiedad, religioso,
etc.) los Estados han
encontrado
en
el
dominio de la clase
dominante diferente
expresión
formal
definiendo
su
proceder; pero no su
sentido.
El Estado no es un
enemigo al que se pueda ignorar, al que
simplemente baste con oponerse o que ilusamente
haya que tomar bajo control: es una forma de
organización de la clase dominante que hay que
destruir, se organice en la apariencia de la
democracia o la dictadura; represente los intereses
de la burocracia de un partido político, grupo
religioso u otra fuerza ideológica burguesa. El
Estado moderno no es sólo un presidente, casa de

sus recursos naturales (en los cuales, no hay por qué
negarlo, siempre hay intereses rapaces trasnacionales dando
vueltas) y también como forma de limitar su desarrollo y por
ende la capacidad de cuestionar la hegemonía de las
potencias; es decir, que se enmarca en una disputa
burguesa ‘interbloques’ en el campo internacional.
2

gobierno, bandera, conjunto de fronteras ¡aún menos
una expresión cultural ancestral o un territorio! Es una
organización “óptima” en relación a las necesidades de
la clase dominante, del poder político de acuerdo a la
organización de la producción de la economía, es quien
garantiza esa producción y reproducción de la sociedad
mercantil generalizada.
Un Estado no equipara su nivel de desarrollo y poder
frente a los otros Estados en una balanza económica,
que de ser favorable sería más beneficioso para los
habitantes de ese Estado, sino que lo hace en relación
a su peso económico en la totalidad de la economía
mundial, lo cual excede a nivel de análisis al hecho
2
puntual de un superávit en la balanza comercial . Este
es el sistema de relaciones que lleva a que se equipare
tan bien el control monetario de la economía con su
control político: es el interés común de una clase.
El rol del Estado aquí, entonces, no se destaca tanto
por el beneficio “social” que pueda generar a su
“pueblo” sino en su capacidad de impulsar el beneficio
de la burguesía -nativa o extranjera-. Y es ese el
sistema de relaciones que nos ha impulsado y nos
impulsa a su destrucción: el interés común de nuestra
clase despreciada por éste sistema de vida, y cuyo
desprecio debemos considerar como la fuerza que
contiene la posibilidad de producir una forma de vida
diferente, que reconcilie al ser humano y la totalidad del
mundo que habita.
Previamente a rechazar al Estado, rechazamos todo un
sistema de organización de lo social que lleva como
conclusión al Estado, su abolición es inseparable de la
abolición del sistema de trabajo asalariado. Por ello, la
lucha contra el Estado no es una lucha política de
aparato contra aparato: partidos políticos o grupos que
aspiran al poder estatal de manera extraparlamentaria
mediante, por ejemplo, la estrategia de la vía armada.
Tampoco es una simple lucha contra las fuerzas del
orden confundiendo la parte con el todo: algún sector
del proletariado contra la policía o el ejército. Es una
lucha social, total y totalizadora.
Si esto lo señalamos es debido a la incomprensión de
la organización social vigente, que suele ser
confusamente separada como política por una parte, y
económica por la otra. Este error de análisis -cuando
ya no incrustado en el pensamiento como ideología

que anula cualquier análisis al aceptar dogmas
instituidos- se convierte en un gran obstáculo a la hora
de cambiar esa realidad incomprendida. Así, se
escogen formas de lucha que no pueden acabar con
una cosa ni con la otra, y que de hecho, como una
trampa, tienden a perpetuar ambas, es decir: las
luchas politicistas (partidos, foco, grupúsculos) y las
luchas
economicistas
(sindicatos,
reformas,
autogestión).
Esta artimaña de separar lo político de lo
económico funciona para luego señalar que hay
luchas políticas y otras luchas económicas, y que
en las políticas se actúa bajo ciertos principios (los
que suele dictar la ideología escogida) y en la
económica “vale todo”, supuestamente justificado
por las “necesidades” y las urgencias.
Pero… ¿Cómo puede separarse lo político de lo
económico? ¿En qué momento es una cosa y no la
3
otra? Basta aislar un elemento para comprobar que
en él se encuentra la influencia de la totalidad, que lo
social es a la vez económico y político. Que
efectivamente sin la coerción económica no habría
venta directa o indirecta de fuerza de trabajo al
burgués, pero esto tampoco existiría si esa venta no
estuviese garantizada por el Estado.
Por lo tanto, aquellos tramposos llamados a “ser
realistas”, a ser “más flexibles” o a “no debatir a la hora
de luchar”, no son más que llamados a articular el
oportunismo, a subirnos al carro del cortejo fúnebre
que son la democracia y la dictadura mercantil. Los
llamados a no reflexionar, como ya hemos señalado
anteriormente (Cuadernos de Negación nro.2, pág.5)
suelen ser llamados del tipo “acóplense a la lucha
como la queremos nosotros o manténganse al
margen”, en la “fútil discusión perpetua de las cuevas
de los intelectuales”, como si esas fueran las únicas
dos posibilidades de un mundo estático en el cual las
polarizaciones ya están tan definidas que “no hace
falta teorizar más, sino actuar ya y ahora”.
De lo que se trata, entonces, no es de renunciar a
nuestras posiciones por culpa de la imposibilidad
inmediata de su realización, o “abandonar la realidad”
porque esta no se ajusta a nuestros principios. De lo
que se trata es de centralizar fuerzas, para
justamente articular una lucha total para abolir la
sociedad de clases. Ese es nuestro desafío.
*
* *

2

Claro ejemplo de esto fue lo que sucedió en la década de
los 70’, cuando EE.UU. tuvo un déficit comercial por primera
vez en el siglo XX, dados sus abrumadores gastos para
financiar la Guerra de Vietnam. Esta circunstancia no impidió
de todas formas que la superpotencia siga haciendo valer su
poderío económico-militar, interviniendo directamente o
apoyando a una de las partes (financiando la oposición a
gobiernos de “tendencia anti-imperialista” o “alineados con la
esfera soviética”, ahogando a esos países con sanciones en
los organismos multilaterales de crédito, secuestrando y
asesinando líderes opositores por medio de tareas
encubiertas de Inteligencia, apoyando dictadores en los
países donde se habían formado fuertes movimientos de
resistencia) en los asuntos y conflictos de diversas regiones,
principalmente del Tercer Mundo, durante todo el decenio,
aún luego de la derrota en Vietnam (Operación Cóndor en
América del Sur, el Conflicto Centroamericano, Guerra de
Yom Kipur en Medio Oriente, etc.)

En todas partes del mundo donde los pobres sin
cualidades se rebelan contra su condición y la toman
concretamente con la miseria, el reformismo debe
hacer de ésta una fatalidad y de la agravación de la
opresión social un problema político. Su finalidad es
imponer el Estado como la respuesta a esta fatalidad;
dicho de otro modo, que las aspiraciones sociales de
los pobres vayan a buscar su realización en el Estado.
¡Fuera del Estado, no hay salvación!
(Os Cangaceiros, ¿Cómo se puede pensar libremente a la
sombra de una universidad?")
3

Es importante notar que estas dos ideologías son en
realidad aspectos del mismo proyecto, y llegaran siempre a
conclusiones similares.
3

Está fuertemente impreso en el imaginario social:
“Estado hubo siempre”, “la democracia es deficiente
pero es la mejor de las organizaciones sociales
posibles”. Por ello es que la crítica del Estado y de la
democracia es neutralizada por un discurso “armónico
y armonizador” justamente democrático y pluralista,
pero totalitario. Totalitario en función de que no permite
nada fuera de sí, quien crítica a la democracia no debe
ser escuchado, es un idiota, un fascista o un demente
de la teoría, y en última instancia no se dudará en
encarcelarlo o matarlo. Aunque previamente dicha
crítica (en palabras o en algo más que palabras) ya ha
sido hecha a un lado mediante la indiferencia: lo
contradictorio co-existe pacíficamente de manera
4
escandalosa, insoportable … la democracia y sus
libertades se nos presentan como el triunfo definitivo.
Lo totalitario se define, en este sentido, por oposición
antagónica a su concepto tradicional: discursivamente
casi todo está permitido, puesto que ya nada parece
poder hacer daño, perdido en un mar de discursos
constantes.
Pero sus charlatanerías son desmentidas y sus
escenarios de cartón pintado son destrozados por la
práctica, cuando los órganos oficiales son hechos a un
lado y los proletarios empujados por la necesidad y el
deseo comienzan a crear sus propios órganos de
debate, posicionándose fuera (¡y hasta contra!) de la
canalización de las instituciones estatales.

4

Más allá de que esta afirmación encarna también planos
más complejos, sin dudas el ejemplo más grosero de esto se
esconde tras el lema que tanto gusta utilizar el ciudadano en
su más pura expresión: “no debe responderse a la violencia
con más violencia”. Este tipo de preceptos generan
situaciones como que, tras el asesinato brutal por “gatillo
fácil” de un joven proletario por parte de un policía, este
ciudadano se indigne porque los vecinos, hartos de los
abusos policiales reiterados, expresan su furia incendiando la
comisaría del barrio. Es decir, la violencia monopolizada por
el Estado no es un problema, ésta es un problema cuando
escapa a su dominio.
4

PROLETARIADO:
ALGUNAS OTRAS ACLARACIONES.
En el nro.2 de Cuadernos de Negación (Tema central: Clases sociales o la maldita costumbre de
llamar a las cosas por su nombre) nos hemos explayado más sobre este tema, aquí queremos
subrayar o agregar cuestiones que han quedado fuera o pudieron ser malentendidas debido a
diversos prejuicios. Cada uno de estos puntos, comprendemos, puede merecer un texto aparte,
aquí intentamos hacer una aproximación al problema.

01. Es importante remarcar nuevamente, no sólo para este Cuaderno sino para el resto de
nuestras publicaciones, que cuando nos referimos al antagonismo entre burguesía y proletariado
no nos estamos refiriendo a relaciones sociales entre un individuo y otro, estamos
refiriéndonos a clases sociales. Por lo cual debe comprenderse que no es un burgués que
explota a unas decenas de proletarios aislados, o unos proletarios aislados que pueden acabar
con la burguesía o simplemente mantenerse al margen de la lógica capitalista. Son condiciones
globales las que permiten la explotación burguesa y no permiten, justamente, lograr apartase
de ella o llevar una “guerra social” minoritaria contra el Estado y el Capital.

02.

La negación de la existencia de clases antagónicas y la reducción de los problemas
5
sociales a situaciones personales o grupales, fomentan y consolidan la ideología dominante. La
ideología de la separación, del ocultamiento, del todos contra todos, del ciudadano libre e igual.
Los proletarios individuales no son mejores o más nobles que los capitalistas individuales.
Individualmente, los trabajadores pueden ser más, menos o tan malos como cualquier otro. El
asunto es la actividad social del proletariado como clase.

03. "Eppur si muove". El antagonismo de clases existe independientemente de que sea o no
reconocido a un claro nivel de conciencia como tal por los sujetos sociales.
“Y sin embargo se mueve" dijo según la tradición Galileo Galilei ante el tribunal de la Santa
Inquisición que lo condenaba a muerte si no se retractaba de su afirmación de que no era el Sol
el que giraba alrededor de la Tierra, sino al revés.

04.

El ciudadano en su frenesí de consumo, consume ideología, consume identidad y tarda en
comprender que hay realidades impuestas que no ha adquirido en el mercado. Ser proletario no
es una identidad elegida, es una realidad social. Y sentir orgullo por esta condición es como
enorgullecerse por ser esclavo. No amamos ser proletarios. Y revolución no significa, de ninguna
manera, expandir la condición de los trabajadores a toda la humanidad.

05.

No esperamos a que los explotados y oprimidos salgan a las calles con una bandera en la
que esté escrita la palabra “proletarios”. El debate sobre los términos en nuestro lenguaje es
arduo, sabemos que muchos socialdemócratas y demás reformadores del Capital han utilizado y
utilizan ciertas palabras para decir justamente lo contrario, como también luchadores
imprescindibles de todas las latitudes no las emplean (y hasta las rechazan). Esto, si bien no es
completamente fatal, si es verdaderamente un obstáculo: el no asumir nuestra práctica a nivel
de consignas y conceptos, a la larga ha facilitado el debilitamiento, la confusión y la
recuperación contrarrevolucionaria.

06. La opresión de clase no es una opresión entre otras. No es superior, ni inferior a la
lucha contra el racismo, el machismo o la xenofobia. No se trata de pluralismo o anti-pluralismo.
No se trata, tampoco, de “dejar para después de la revolución” los “problemas parciales”. De lo
que se trata es de asumir la lucha de una clase que contiene todas las orientaciones sexuales,
sexos, colores y orígenes geográficos. De comprender que no se trata de “ecologismo” sino de
que el capitalismo a mediano plazo es incompatible con la vida en este planeta, que las
verdaderas causas no son los excesos o las maldades de algunas personas, sino la necesidad
de valorización del Capital llevada adelante por la clase burguesa.

5

Extraído de “Estado: Guardián de la clase capitalista” Grupo Anarquistas Rosario, 1º de Mayo de 2010.
Donde se afirmaba que: en el año de los festejos burgueses por el bicentenario se hace necesario remarcar
el papel histórico y social del Estado capitalista.

¿QUÉ ES EL ESTADO?
fragmento de un texto de Agustín Guillamón
Epílogo del libro: BARRICADAS EN BARCELONA. La CNT de la victoria de Julio de 1936 a la
necesaria derrota de Mayo de 1937. Ediciones Espartaco Internacional. Colección: Emancipación
Proletaria Internacional. Enero de 2007. Libro disponible en: www.edicionesespartaco.com
Agustín Guillamón es tambien realizador de Revista Balance: Cuadernos de historia del movimiento
obrero. [Entre corchetes algunas pocas apreciaciones de la presente edición.]

(…) El punto de partida de una revolución proletaria es
la destrucción del Estado burgués. Así pues, para
entender qué es, cómo se desarrolla y qué pretende
una insurrección o una revolución, necesitamos
comprender qué es el Estado, y sobre todo qué es el
Estado capitalista.
No es el Estado, o el poder político, el que crea las
clases, sino que es la existencia de una sociedad
dividida en clases la que crea el Estado, para
defender todos los privilegios de la clase
dominante. Podemos encontrar mil definiciones
distintas del Estado. Pero básicamente se reducen a
dos. Una, amplia, que habla impropiamente del Estado
ya en las primeras civilizaciones, con importantes
excedentes agrícolas, de Mesopotamia y Egipto, y
después de Grecia y Roma, que no vamos a utilizar, y
que es inadecuada para estudiar la actual sociedad
capitalista en la que vivimos. Se trata de una definición
que, en todo caso, necesita calificar al Estado con el
modo de producción imperante: Estado esclavista,
Estado feudal, Estado capitalista. Otra, reducida, en la
que se utiliza el concepto actual del Estado, o Estado
capitalista, o Estado moderno, como poder soberano
absoluto o único en cada país, que es la que aquí
utilizaremos.

¿Qué es el estado capitalista?
El Estado moderno, o capitalista, es una forma
histórica reciente de organización política de la
sociedad, surgida hace unos quinientos años, en
algunos países, con el fin del feudalismo y las primeras
manifestaciones del sistema de producción capitalista.

La aparición del Estado (capitalista) suponía la
desaparición de las formas feudales de organización
política. El concepto de Estado (moderno) es, pues,
muy reciente y surge con la aparición histórica del
sistema de producción capitalista. Es la organización
política adecuada al capitalismo.
En la sociedad feudal la soberanía era entendida como
una relación jerárquica entre una pluralidad de poderes.
El poder del Rey se fundamentaba en la fidelidad de
otros poderes señoriales y además esos poderes de la
realeza eran venales, esto es, podían venderse o
cederse a la nobleza: la administración de la justicia, el
reclutamiento del ejército, la recaudación de los
impuestos, los obispados, etcétera, podían ser
vendidos al mejor postor o eran adjudicados en una
compleja red de favores y privilegios. La soberanía
residía en una pluralidad de poderes, que podían
subordinarse o competir entre sí.
El Estado, en la sociedad capitalista, convierte la
soberanía en un monopolio: el Estado es el único
poder político del país. El Estado (moderno o
capitalista) detenta el monopolio del poder político, y
en consecuencia pretende el monopolio de la violencia.
Cualquier desafío a ese monopolio de la violencia se
considera como delincuencia, y atenta contra las leyes
y el orden capitalistas, y por lo tanto es perseguido,
castigado y aniquilado. En la sociedad feudal las
relaciones sociales estaban basadas en la dependencia personal y el privilegio. En la sociedad
capitalista las relaciones sociales sólo pueden darse
entre individuos jurídicamente libres e iguales. Esta
libertad e igualdad jurídicas (que no de propiedad) son
indispensables para la formación y existencia de un
proletariado que provea de mano de obra barata a los
nuevos empresarios fabriles. El obrero ha de ser libre,
también libre de toda propiedad, para poder estar
disponible y preparado para alquilarse por un salario al
amo de la fábrica, a una empresa o al propio Estado.
Ha de ser libre y carecer de toda dependencia de la
tierra que labraba, y de todo sustento o propiedad,
para ser expulsado por el hambre, la pauperización y
la miseria hacia las nuevas concentraciones
industriales donde pueda vender la única mercancía
que posee: sus brazos y su inteligencia, esto es, su
fuerza y capacidad de trabajo.
A estas nuevas relaciones sociales, propias del capitalismo, les corresponde una nueva organización
política, distinta de la feudal: un Estado que
monopoliza todas las relaciones políticas. En el

capitalismo todos los individuos son, en teoría, libres e
iguales (jurídicamente) y nadie guarda dependencia
política de ningún tipo respecto al antiguo señor feudal
o al nuevo amo de la fábrica. Todas las relaciones
políticas son monopolizadas por el Estado.
En los modos de producción precapitalistas las relaciones de producción eran también relaciones de
dominación. El esclavo era propiedad de su amo, el
siervo estaba ligado a la tierra que trabajaba o
dependía de un señor. Esa dependencia ha
desaparecido en el capitalismo. El Estado (moderno)
es, pues, producto de las relaciones de producción
capitalistas. El Estado (actual) es la forma de
organización específica del poder político en las
sociedades capitalistas. Existe una separación radical
entre la esfera económica, la social y la política.
El Estado (moderno) monopoliza el poder, la violencia
y las relaciones políticas entre los individuos en las
sociedades en las que el modo de producción
capitalista es el dominante. En el sistema de
producción capitalista el capital no es sólo el dinero, o
las fábricas, o las maquinarias; el capital es también, y
sobre todo, una relación social de producción, y
precisamente la que se da entre los proletarios,
vendedores de su fuerza de trabajo por un salario, y los
capitalistas, compradores de la mercancía "fuerza de
trabajo".
El Estado (capitalista) ha surgido recientemente, hace
unos quinientos años, y desaparecerá con las
relaciones de producción capitalistas. El Estado
(capitalista), pues, no es eterno, ha tenido un origen
muy reciente y tendrá un fin. La teoría política del
Estado moderno nació en la Inglaterra del siglo XVII,
anticipando o justificando ese proceso histórico
conocido como la Revolución Industrial, con Hobbes (y
Locke). Hobbes no es sólo el primer teórico, desde el
punto de vista cronológico, sino que toda la
problemática actual sobre el Estado (moderno) está ya
en Hobbes. Desde Platón hasta Maquiavelo la teoría
política pre-estatal se caracteriza por definir el poder
político y la comunidad como algo NATURAL, y por
6
identificar comunidad civil y comunidad política.

racionalidad superior que encarna un orden "justo" al
que sirve como árbitro neutral. Esta fetichización del
Estado (moderno) PERMITE que las relaciones
sociales de producción capitalistas aparezcan como
meras relaciones económicas, no coactivas, al mismo
tiempo que DESAPARECE el carácter opresivo de las
instituciones estatales. En el mercado, trabajador y
empresario aparecen como individuos libres, que
realizan un intercambio "puramente" económico: el
trabajador vende su fuerza de trabajo a cambio de un
salario. En ese intercambio libre, "sólo" económico, ha
desaparecido toda coacción, y el Estado (capitalista)
no ha intervenido para nada: no está, (aparentemente)
ha desaparecido.
La escisión entre lo público y lo privado es una
condición necesaria de las relaciones de producción
capitalistas, porque sólo así APARECEN como
acuerdos libres entre individuos jurídicamente libres e
iguales, en las que la violencia, monopolizada por el
Estado (capitalista), ha desaparecido de escena. De
todo esto resulta una CONTRADICCIÓN entre el
Estado COMO FETICHE, que debe ocultar su
monopolio de la violencia, permanentemente ejercida
sobre el proletariado para garantizar las relaciones de
producción capitalistas, esto es, de explotación del proletariado por el capital, y el Estado COMO ORGANIZADOR DEL CONSENSO social y de la legalidad, que
convoca elecciones libres, tolera los derechos
democráticos de expresión, reunión, prensa y
asociación; permite los sindicatos obreros y legisla
conquistas laborales como la asistencia sanitaria,
pensiones, jornada de ocho horas, seguro de paro y
enfermedad, etcétera.

El Estado (capitalista) surge desde una contradicción,
que le da origen y razón de ser, entre la defensa
teórica del bien común, o general, y la defensa práctica
del interés de una minoría. La contradicción existente
entre la ilusión de defender el interés general y la
defensa real de los intereses de clase de la burguesía.
La razón de ser del Estado (actual) no es otra que
garantizar la reproducción de las relaciones sociales
de producción capitalistas.
Sin embargo, el Estado (capitalista), cosificado en sus
instituciones, es la máscara de la sociedad, con
apariencia de fuerza externa movida por una
6

Nota de Cuadernos de Negación: Aquí también los
politiqueros establecen una relación directa entre las
deficiencias del proletariado con el hecho de no tener,
justamente, un espíritu político, y he ahí su superioridad:
separarse del ser colectivo del Estado (Staatwesen) para
suprimir toda separación con su ser colectivo humano
(Gemeinwesen).
7

Esencia y funciones del estado
capitalista.
Es la existencia de una sociedad dividida en clases,
entonces, la que crea el Estado para defender todos
los privilegios de la clase dominante. En caso de crisis,
el Estado capitalista desvela inmediatamente que es
antes Estado capitalista que Estado nacional, de
pueblos y ciudadanos, o "Estado de bienestar". El
componente coactivo del Estado, ligado a la
dominación de clase, es la ESENCIA FUNDAMENTAL
de éste, que aparece diáfana [es decir: transparente]
cuando consenso social y legitimación estatal son
sacrificados en el altar de la sumisión del proletariado
a la explotación del capital. Las revueltas y las
insurrecciones proletarias desvelan siempre el carácter
clasista del Estado y su esencial función represora. [es
decir: en tales situaciones el Estado devela siempre su
verdadera esencia capitalista]

Las instituciones fundamentales del Estado son el
ejército permanente y la burocracia. Las tareas del
ejército son la defensa de las fronteras territoriales
frente a otros Estados, las conquistas imperialistas,
para ampliar los mercados y acaparar materias primas,
y sobre todo la garantía última del orden establecido
frente a la subversión obrera. Las tareas de la
burocracia son la administración de todas aquellas
funciones que la burguesía (parcial o totalmente)
delega en el Estado: educación, policía, salud pública,
prisiones, correo, ferrocarriles, carreteras… El
funcionario del Estado (capitalista), desde el maestro
de escuela al catedrático, del policía al ministro, del
cartero al médico desempeñaron, o desempeñan,
funciones necesarias para la buena marcha de los
negocios de la burguesía, mientras no sean un buen
negocio para ésta, en cuyo caso se privatizan, como
ha sucedido últimamente con cárceles, policía y
ejército en algunos países.
El Estado (moderno) es la ORGANIZACIÓN del
dominio político, de la coacción permanente y de la
explotación económica del proletariado por el capital.
El Estado (capitalista) no es, pues, una máquina o
instrumento que pueda utilizarse en un doble sentido:
ayer para explotar al proletariado, mañana para
emancipar al proletariado y oprimir a la burguesía. No
es una máquina que pueda conquistarse, ni que pueda
manejarse al antojo del maquinista de turno. El
proletariado no puede conquistar el Estado, porque
es la organización política del capital: ha de
destruirlo. Si una insurrección victoriosa del
proletariado se limita a conquistar el Estado, y más
tarde a fortalecerlo y reconstruirlo, podemos estar ante
un golpe de Estado o una revolución, e incluso ante
una revolución proletaria (como en Octubre de 1917 en
Rusia), pero ante una revolución que está poniendo en
pie los fundamentos de una rápida y sólida
contrarrevolución, que pronto desembocará en otra
forma de gestión del capitalismo, como sucedió con el
estalinismo en Rusia.
El proletariado ha de destruir el Estado porque éste es
la organización política de la explotación económica del
trabajo asalariado. La destrucción del Estado es una
7
condición sine qua non del inicio de una sociedad
comunista. Pero el Estado capitalista no puede
destruirse realmente si antes la clase proletaria no
siega inmediatamente las condiciones económicas,
sociales e históricas de la existencia del trabajo
asalariado y de la ley del valor, en un ámbito mundial.

El Estado capitalista surge de esa relación
contradictoria entre su esencia represora y su aparente
función arbitral. Pretende ocultar su papel represor,
como garante de la dominación de la clase burguesa
mediante el monopolio de la violencia, al tiempo que
quiere aparecer como organizador del consenso de la
sociedad civil, que a su vez legitima al Estado
(moderno) como árbitro neutral. Con esto el Estado
fortalece además su monopolio ideológico y consigue
un dominio más completo y encubierto de la sociedad
civil.

7

Nota de Cuadernos de Negación: Condición sine qua non
es una locución latina originalmente utilizada para decir
"condición sin la cual no". Se refiere a una acción, condición,
o ingrediente imprescindible y esencial.
8

ESTADO, EXPRESIÓN CAPITAL
DEL DOMINIO BURGUÉS
“La burguesía ha llegado al poder porque es la clase de la economía en desarrollo. El
proletariado sólo puede tener él mismo el poder transformándose en la clase de la
conciencia. La maduración de las fuerzas productivas no puede garantizar un poder tal, ni
siquiera por el desvío de la desposesión acrecentada que entraña. La toma jacobina del
Estado no puede ser su instrumento. Ninguna ideología puede servirle para disfrazar los
fines parciales bajo fines generales, porque no puede conservar ninguna realidad parcial
que sea efectivamente suya”.
Guy Debord “La Sociedad del Espectáculo”

Este sistema de relaciones que rechazamos tiene
formas precisas, pues en la raíz de la supervivencia
humana moderna está la imposición de la economía. La
economía no tiene un proceder a-histórico, es decir, no
es ajena a su realidad histórica y ha acompañado al
hombre desde las primeras formas de acumulación e
intercambio. En ese devenir histórico de miles de años,
desde hace sólo unos siglos la economía se hace parte
sustancial del proceso que lleva a la destrucción de las
relaciones de poder basadas en algún tipo de derecho
divino y hereditario.
La economía impulsa consigo la consolidación de una
nueva clase dominante -la burguesía- pues basa su
poder en el poder económico, gracias al motor
incesante de la productividad capitalista. Las figuras del
poder feudal, religioso, monárquico, señorial se van
desdibujando bajo la influencia de la economía
monetaria de la banca y el poder territorial logrado por
medio del comercio ¿Qué respeto puede merecer la
figura papal o monárquica si su investidura está
condicionada a la propiedad?
Así es también como la representación política ya no
encuentra sentido en el poder devenido por lazos
sanguíneos o hereditarios, debidos a una relación sacra
o simbólica en torno a un territorio o grupo de personas,
sino por la propiedad y/o el control de un territorio o
grupo humano y su capacidad productiva.
La
burguesía, teniendo conciencia de ser la propietaria de
los recursos económicos que daban vida a las
ciudades, se hizo paulatinamente del poder político, fue
construyendo y desarrollando el aparato jurídicoideológico para perpetuarse en él -es decir, el Estado
moderno- y el aparato administrativo que le permitiese
articular esta dominación sobre un vasto territorio y un
gran número de personas -la burocracia- y así, se hizo
cargo de la organización de la sociedad.
El Estado moderno burgués, es el pilar fundamental de
la organización del conjunto de normas que ordena y
legítima esta sociedad hundida en el despilfarro de vida
en favor de la ganancia de capital. Por ello, plantearse
frente al poder del Estado sin pensar en su destrucción
total no se puede comprender como una propuesta que
se considere revolucionaria, pues toda la estructura
estatal (poder ejecutivo, poder legislativo, poder judicial,
fuerzas armadas y un largo etc.) asume en la farsa de
la representación el control de nuestras vidas,
manteniéndolas en relación al orden de producción.

Con esto, intentamos precisar que el Estado es parte
esencial del sometimiento de nuestra vida a la
supervivencia de la economía, es parte de la estructura
ordenadora que le conviene a la producción,
intercambio y acumulación capitalista; en definitiva: a la
burguesía. Es nuestro enemigo, no porque quienes
detentan el poder sean malas personas o estén
motivados por ciegas ambiciones; es nuestro
enemigo porque organiza y ordena el sometimiento
de nuestras vidas en armonía con el Capital ¡porque
es el gobierno del Capital!

Estado y representación
El Estado también es representación, y existe porque
tenemos una idea formada de él a la cual nos
sometemos, lo cual implica un ajuste de piezas más
intrincado que la mera simpatía por un gobierno más a
la izquierda o más a la derecha.
El funcionamiento de la economía -esa ley que gobierna
al mundo y que se esparce hasta el último rincón que
roza el gobierno del Capital- basa su orden productivo y
de intercambio en la idea de valor, y por ende, de
valorización de la cosa mercancía. Para valorizar algo
no hace falta colocarle un determinado precio -eso es
una representación formal entre muchas- sino
reconocer la existencia económica de la cosa, es decir
que la cosa tenga valor como mercancía.
Los cambios materiales no suceden linealmente por
tanto no hubo en un principio un grupo de señores
burgueses que se organizaron para crear un sistema
económico al cual le dieron el nombre de Capitalismo,
estructurándolo bajo ciertas normas y que a su vez
estructuró al Estado de acuerdo a determinadas leyes.
Es que en definitiva, el desarrollo y poder de los
Estados nacionales es el desarrollo y poder del
Capital mundial, y en concreto, de cada átomo de
Capital que para enfrentarse a otro -y en su
desarrollo- se asocia y coaliga a otros átomos hasta
estructurarse en fuerzas estatales contrapuestas.
Sin perder de vista que, pese a su competencia,
estos átomos son parte del Capital mundial. Que los
Estados nacionales son partes del Estado
capitalista mundial, es una cuestión que se ve con
claridad en cada represión mundial al proletariado
en tal o cual país. El Capital también es mundial,
pero su concreción no puede afirmarse más que
9

como esferas de capital enfrentadas -pues la
competencia es su motor-, y por ello, el Estado del
capital es mundial pero se afirma en tanto que
Estados nacionales.
En el transitar de la historia del ser humano, éste va
creando y desarrollando las estructuras y su
representación del mundo material como inmaterial,
tanto de su economía (entendida como organización
material de su supervivencia) como de sus deseos y
pasiones que impulsan sus ganas de vivir a partir de lo
existente (destruyéndolo, adaptándolo, creándolo). Esto
es un movimiento constante, diacrónico, sin cortes y nolineal.
Luego de que el hombre atravesara el gran vuelco en la
historia que significó la disolución de la comunidad
primitiva -cuando en algunas comunidades se comienza
a producir para el intercambio en lugar de hacerlo para
las necesidades- se produce otro gran cambio histórico
que muestra a ciencia cierta lo que puede ser una
8
“revolución” , en este caso burguesa, a partir de la
destrucción de la idea de sometimiento al orden
jerárquico de la propiedad de la tierra por decreto divino
y hereditario, que significaban la monarquía y el
feudalismo. La burguesía, al ser conciente de ser la
propietaria de los recursos económicos que daban
movimiento al mundo, se hizo paulatinamente del poder
político, se hizo cargo de la organización de la sociedad
enfrentando directamente el poder monárquico con el
peso de la guillotina.
El espíritu del progreso que conduce la “revolución”
burguesa, su identificación social de clase privilegiada,
en definitiva, toda la valoración positivista del mundo
moderno basado en el capitalismo; es lo que hace a
este proceso un proyecto truncado de liberación de la
humanidad. El proletariado, al no tener ninguna
imposición histórica que afirmar -más que la liberación
de la humanidad- contiene la necesidad vital de la
emancipación de toda la humanidad.
Como conjunto de personas con diferentes ambiciones
y deseos, la burguesía no responde a una voz única,
define sus movimientos en base al desarrollo histórico
del conjunto de sus intereses de clase y de los
procesos de la economía (que es en definitiva lo que
garantiza su existencia). Por lo tanto podría desarrollar
una economía más “ecológica” si es necesario,
potenciar el rol del Estado en la administración de la
economía nacional, ordenar bajo una estructura militar
el funcionamiento de la sociedad o hasta
desobstaculizar liberalmente la economía del fuerte
control de los Estados, si el desarrollo capitalista así se
lo exigiese.
Por tanto, cualquier representación política inmersa
en éste orden social, si bien no responde
directamente al sector de la burguesía que ocupa el
poder, sí representa los intereses de la burguesía
en tanto que clase mundial.

¿ANTI-IMPERIALISMO?
¡INTERNACIONALISMO!
La continuidad y el desarrollo de la lucha contra los
explotadores, nos conduce a coincidir con nuestros
hermanos de clase en todo el planeta, en una sola
comunidad de lucha contra el capital mundial, ¡aquel
que ya ha abolido las fronteras para sí mismo en pos de
circular libremente y que no tiene patria!
El imperialismo, no es un fenómeno particular de tal o
cual potencia, de tal o cual Estado, sino que es un
fenómeno inherente e invariante del capital mismo:
cada átomo de valor valorizándose contiene todos los
presupuestos del terrorismo imperialista. "Los
Estados poderosos sólo pueden sostenerse por el
crimen. Los Estados pequeños sólo son virtuosos
porque son débiles" expresaba ya hace siglos
Bakunin.
El grupo político que ahora nos gobierna, o los
capitalistas que actualmente nos explotan, podrían ser
otros, de otro país, de otra religión, ideología política o
hasta de otras familias. No es sólo su poder particular
lo que permite su dominación, sino las condiciones
globales de explotación y opresión.
La lucha anti-imperialista, es la renuncia a la lucha
contra el capitalismo y sus Estados en tanto que
relación social. El anti-imperialismo apunta hacia un
país, justificando así el capitalismo y el estatismo
de los países menos desarrollados.
El
trabajo
asalariado
siempre
es
explotación. Las condiciones de trabajo
son, por supuesto, mucho mejores para un
obrero de un restaurante sueco que para,
por ejemplo, un niño que trabaja en una
fábrica de zapatos en China. El problema
es que sólo hay un mundo, donde las
condiciones y la explotación de los
obreros en Suecia y en China están
conectadas entre sí. Si uno se toma en
serio el cambiar al mundo, hay que
atacar la base misma de la que depende
el capital: el trabajo asalariado.
(Kämpa Tillsammans!,
“Hamburguesas vs. valor”)

8

La capacidad de un conjunto social que se reconoce
hermanado por intereses comunes, e impone sus
condiciones al mundo generando un nuevo orden por sobre
el viejo, ya muerto, es lo que consideramos para realizar tal
afirmación.

El proletariado no tiene -y nunca tuvo- patria. Por ello,
el internacionalismo no es la suma de los
nacionalismos particulares, ni la suma de los
procesos de "auto-determinación de los pueblos".
10

El patriotismo, sea del color que sea, siempre será un
as bajo la manga de la burguesía para dividir a una
clase que es mundial.
Si bien hoy el desarrollo del capitalismo mundial tiende
a eliminar la existencia de luchas de "liberación
nacional", o por la "auto-determinación de los pueblos",
estas aún persisten, agregando por ejemplo la variante
de la liberación de conjuntos o bloques de países. Sin
embargo, su programa es invariable: reemplazar una

dominación por otra, ocultar el antagonismo de clase
presente a escala global, y la producción capitalista.
Estas afirmaciones programáticas que expresamos no
son dogma o tradicionalismo, parten de la comprensión
de que nuestra clase, es una clase mundial, y sólo
mundialmente pude auto-suprimirse. Ya no se trata de
solidarizarse con el proletario de otro país que
pensamos en peores condiciones que las nuestras, se
trata de asumir que su lucha es la nuestra, luchando en
“nuestro” país, contra “nuestro” Estado, contra “nuestra”
burguesía.

CONTRA LA POLÍTICA, O MÁS ALLÁ DE ELLA
Ser anti-políticos no representa pasar por al lado de las
cuestiones denominadas políticas, o no tomarlas en
cuenta, sino actuar comprendiéndolas como partes de
un cuerpo vivo del cual formamos parte. Del mismo
modo en que nuestras acciones definen alguna
reacción en éste cuerpo social, la definición del orden
que rige a éste cuerpo nos afecta profundamente.
Puede ser que a un nivel amplio y teórico no nos
interese cual sea la definición política del gobierno de
turno, o simplemente nos conformemos con la
repetición de frases de apariencia rebeldes (“todo
Estado es terrorista”) o el discurso de las minorías
parlamentarias (“por un gobierno como la gente” o
“basta de corrupción en el gobierno”). Pero esta
negación de lo político, no nos puede conducir a
una negación de una realidad donde las decisiones
tomadas a nivel de estructuras de poder, afectan y
determinan nuestro ser social.
No bastan los eslóganes vacíos y los discursos que se
conforman con enaltecer una ideología. Lo que nos
interesa de los procesos sociales existentes, es que
somos parte de ellos, siendo nuestro objetivo anularlos
antes de que estos anulen nuestra humanidad y nuestro
ser colectivo en pos de mantener la economía. Algunos
creen que es posible conseguir la "libertad política" sin
conseguir la "libertad económica", pero ambas
conquistas por sí solas son inútiles y vacías, pues estas
“supuestas” esferas son parte indisociable del cuerpo
social. Sólo el análisis -no inocente- de políticos,
economistas y “expertos” es capaz de producir esta
disociación, esta separación que anula en el discurso
nuestra pertinencia en dichos temas: nosotros somos
los hombres y mujeres que vivimos y damos sentido al
orden político existente o cualquiera que pueda existir,
nosotros somos los hombres y mujeres que ponemos
en movimiento y generamos la economía. Sin embargo
nos hemos convencido de que “política”, “economía” y
prácticamente todo en esta sociedad son ciencias
ocultas, sólo posibles en su real comprensión para

pseudo-expertos. Para nosotros queda el espectáculo
de la opinión, sabemos opinar de todo sin restricción -el
material nos lo otorga, fácilmente deglutido en
forma de polarizaciones ordinarias, el periódico o
noticiero de cada día- mientras nos abstengamos en
tomar decisiones claves en nuestra vida y en el orden
social.
Preocuparnos entonces de la política dentro de la
misma dimensión política que se nos presenta
como esfera abordable (es decir, opinar sobre los
valores morales de tal candidato, preferir las gaseosas
producidas en países tercermundistas sobre las
gaseosas producidas en países del hemisferio norte,
etc) es parte de la pirotecnia del espectáculo
político: un absurdo del cual no nos interesa ser
parte, pero que debemos considerar como
expresión de la realidad. En este mismo sentido
hemos de enfocar la siguiente pregunta: ¿es entonces
una contradicción imposible de realizar la conformación
de un partido político conformado por proletarios, o una
lucha política llevada adelante por estos? No, no es
imposible, simplemente es absurdo. Es mantenerse en
el terreno de lo estrechamente político para no
comprender la realidad tal como es, haciéndose
imposible entonces atacarla.
“Lo político” existe sólo en cuanto que separado del
resto de la realidad social, de no estar separado ya
no es política, es su misma separación lo que la
define como tal. Lo que no se soluciona en la mera
suma de estos aspectos o parcialidades, dejando de
lado la interrelación y la comprensión de que el todo es
más que la suma de las partes.
Estamos contra la política, pero no para
interesarnos por algo más pequeño que ella o por
otra cosa, sino por algo más completo, abarcador,
total: denunciándola como un engañoso árbol que
pretende ocultar el frondoso bosque del cual forma
parte.
11

9

El viejo discurso fascista del Estado omnipresente es hoy
también una realidad democrática. No existe un “fuera del
estado”, todas nuestras relaciones son atravesadas por él, y no
hay región del mundo que no esté bajo la sombra de un Estado.
Por eso la inevitabilidad de su destrucción: no hay esferas
sociales por fuera del poder estatal, no podemos hacer
abstracción del Estado. Ya no sólo se trata de seguir
reflexionando acerca de qué hace el Estado con nosotros, sino
también de pensar qué haremos nosotros con él.

DESTRUCCION DEL ESTADO
La fuerza del Estado surge desde la sociedad, para luego
situarse por encima de ella. Un ejemplo claro es la relación
entre la policía y la mentalidad policial: las fuerzas policiales, si
bien están dirigidas por la burguesía y en su defensa, están
constituidas mayoritariamente por proletarios traidores a su
clase. Estos incluso cumplen un rol que la sociedad con
mentalidad policial ve como poco digno, aunque siempre
argumentando que “alguien tiene que hacer el trabajo sucio”.
Algo similar sucede con el gobierno, es un secreto a voces que
todos los políticos son mafiosos, mentirosos y están en contra
de los intereses de los trabajadores, sin embargo se vota en
cada elección por el “mal menor” una y otra vez, o hasta se deja
de votar, manteniendo lo mas importante:
el continuar delegando la responsabilidad
sobre la totalidad de nuestras vidas en
diversos
especialistas o pseudoespecialistas, al costo de sacrificarlo
todo, es decir: que otros hagan aquel
trabajo sucio, pero también toda
realización plena como seres humanos
no alienados.
Pero ¿Esto sucede sobre la nada, en el
ámbito de la abstracción total? No, hay
condiciones materiales e ideológicas
que lo hacen posible, y una es
inseparable de la otra. El Estado no es
una entidad, sino una actividad, una
actividad histórica y social. Es el
producto de una sociedad que, al llegar
a cierto estadío de desarrollo y situada
en
un
antagonismo
social
irreconciliable, en el intento de perpetuarse encontró la forma
de continuar y garantizar su existencia conservando,
justamente, ese antagonismo social irreconciliable.
Garantizando también el libre desarrollo del valor, en un
escenario de orden y garantías para su existencia.
El Estado moderno nació con la sociedad de clases, y tiene
que mantener esas condiciones si precisa seguir existiendo.
Esto es lo mismo que decir, entonces, que el Estado
moderno se extinguirá con la sociedad de clases.

9

“Nosotros confirmamos solemnemente nuestra doctrina respecto al Estado; confirmo no menos enérgicamente mi fórmula del
discurso en la Scala de Milán: Todo en el Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado” Benito Mussolini (Discurso de la
Ascensión, 26 de mayo de 1927).
Frase a la cual podríamos agregar la actual falacia democrática, que se avergonzaría de compartir opiniones con aquel histórico
fascista que nos presentan como su enemigo: “Se va hacia nuevas formas de civilización, tanto en política como en economía. El
Estado vuelve por sus derechos y su prestigio como intérprete único y supremo de las necesidades nacionales. El pueblo es el
cuerpo del Estado, y el Estado es el espíritu el pueblo. En la Doctrina Fascista, el pueblo es el Estado y el Estado es el pueblo” (18
de marzo de 1934)

Es al comprender al Estado de forma histórica y social
que comprendemos que su destrucción no puede ser
instantánea, que sólo se podría destruir el Estado de
la noche a la mañana si éste no tuviese su raíz
10
enterrada en el terreno de lo social.
Esto, que algunos no han comprendido por falta de
reflexión, otros lo han intentado “comprender” a su
manera para perpetuar la sociedad mercantil
generalizada llamándole “periodo de transición”.
¿Transición a qué? Deberíamos preguntarnos, si lo
fundamental sigue sin siquiera ser molestado: la
producción para el intercambio bajo un gobierno de uno
u otro color. Porque justamente, lo que se quiere es
asegurar la transición no hacia el comunismo, sino
un mayor desarrollo del capitalismo y del poder
político. Las finalidades de aquellos períodos de
transición que se nos vienen a la cabeza al recordar
aquel término (Rusia, Cuba, China), no fueron
desviaciones o errores, sino que fueron justamente
golpes al proletariado, bajo el nombre del comunismo y
11
la libertad.
No fueron traiciones de los líderes o problemas en
las formas de organización. Los líderes, los referentes
o las personas sobresalientes en un período de esas
características son un emergente del movimiento social,
si estos hacen o deshacen es por el apoyo, omisión o
escasas fuerza de su clase para oponerse. Es decir:
una clase que, con esos personajes o con otros,
tampoco podrá llegar muy lejos debido a sus
debilidades.
Por otra parte, la cuestión de la crítica a las formas
organizativas como algo fundamental es en realidad un
falso problema. Las formas organizativas van de la
mano y surgen de una necesidad de fondo, de
expresar un contenido. Si el proyecto es el desarrollo
del capitalismo o la toma del poder político, poco y nada
cambia, más que el grado de efectividad con la que se
realiza ese mismo contenido, si esto se organiza en
12
asambleas o de forma vertical.
Por eso, cuando hablamos de comunismo o anarquía
no estamos refiriéndonos a quien gestionará el actual
sistema de producción, o quien ocupará las bancas del
gobierno, ni si la bandera que reemplazará a las
banderas de los Estados actuales será de color rojo o
de color negro. No se trata del desarrollo del
10

Sin duda, las consignas y los deseos de destruir el Estado
de la noche a la mañana son atractivas, y hasta vistas con
simpatía, en comparación con todas las tendencias
reformistas que sólo quieren mejorar el Estado. Pero más
allá de las proclamas y las consignas poéticas, el
inmediatismo revolucionario es una posición idealista
heredada del pasado, que no tiene en cuenta condición
histórica alguna.

11

Y estas fatales experiencias para el proletariado llamadas
“países socialistas”, en vez de desnudar la realidad de su
capitalismo han contribuido al mito de la muerte del
comunismo, o del capitalismo como vencedor histórico.
12

Puede ocurrir que movimientos con formas organizativas
idénticas (asamblearismo, lucha armada, línea editorial)
expresen contenidos sociales radicalmente distintos. Pero la
revolución no es un “problema” que se resuelve
encontrando “la forma” organizativa adecuada; por el
contrario, es una cuestión de contenido social real.
(Cuadernos de Negación nro.3: Buscando la raíz de la
“radicalidad”, pag.5)

capitalismo a manos de los trabajadores sentados en
las bancas del gobierno o en su nombre, nos referimos
a la abolición del capitalismo, las bancas del gobierno y
el rol de trabajadores… y todo símbolo que nos reduzca
a un rol pasivo y de servidumbre.
Y mas allá de todas estas cuestiones, hay algo entre
aquella noche y aquella mañana a la cual nos
referíamos, que seguramente sean años. Razón parcial
tenían aquellos primeros nihilistas revolucionarios que
se empeñaban en que debíamos negar esta sociedad,
argumentando que después de nosotros vendrían
generaciones más libres que se desarrollarían en otras
condiciones de vida y que por ello tendrían
seguramente mejores propuestas que las nuestras,
atrofiadas por el peso de la ideología dominante. Claro
que, sin proyecto revolucionario, la destrucción a ciegas
con la esperanza de un futuro mejor no garantiza, ni se
aproxima, a nada más que la lenta e inevitable
reconstrucción de la única forma de vida que
conocemos, si no desarrollamos el cómo construir
otras. Pero volvamos a lo nuestro: esquivar la
cuestión del mal llamado período de transición es
dejarle el momento definitivo a la contrarrevolución,
o seguir luchando a ciegas con las esperanzas que
el estado de cosas se dirija a buen puerto por obra
y gracia de la magia, o los buenos deseos y la
buena voluntad.
"La pasión por la destrucción es también
pasión creativa."
Mijail Bakunin

No se trata de etapas, sino de una realización
múltiple. La abolición del Estado precisa justamente de
nuevas formas de organizarse en sociedad, lo que
incluye la abolición de los aspirantes a reconstruirlo, y
estos aspirantes se desarrollan en las condiciones
capitalistas, condiciones que por lo tanto también deben
ir siendo abolidas, en tanto terreno fértil para la
reconstrucción del viejo mundo.
Y es que la abolición del Estado no es nuestra única
meta, la que nos diferencia del resto, sino que es
consecuencia de pretender abolir el antagonismo de
clase que sufrimos. La necesidad de acabar con el
Estado capitalista es la necesidad de matar al perro
guardián de la burguesía, un perro guardián que en
algunas ocasiones parece tomar cierto grado de libertad
de algunos de sus amos, pero jamás de todos. Su nodestrucción total significa seguir manteniendo un
aspecto de la organización social de la clase capitalista.
En un número anterior de esta publicación
expresábamos “La anarquía no es entonces un montón
de medidas que se tomarán el día después de la
revolución, es lo que hacemos hoy para llegar a los días
de la revolución, o para desenvolvernos mejor en
13
situaciones prerrevolucionarias”. Y unos compañeros
nos señalaban que si bien es necesario romper con el
mito de la Revolución como fin separado de nuestra
actividad antagónica cotidiana, también se llega a lo
contrario banalizando que la Revolución es sólo lo que
hacemos cotidianamente. A esto se agregan otros que
aseguran no esperar hasta la Gran Insurrección y viven
13

Cuadernos de
¿Anarquía?, pag. 7

Negación

nro.

2:

“¿Comunismo?

en insurrección permanente, ¡cómo si se pudiera
comparar una cosa con la otra!
Por ello, la actividad militante exige lo que se expresa
en aquella frase, pero por supuesto, también un montón
de acciones que se realizaran durante y después de
“las grandes jornadas insurreccionales”. Lo que de
ninguna manera significa conquistar el poder político y
realizar “reformas sociales”. Ya hemos hablado de la
destrucción del Estado y el Capital como una
realización múltiple.
No se trata de reemplazar las funciones del Estado
capitalista, pero tampoco se puede dejar para
“después
de
la
revolución”
cuestiones
fundamentales: desde qué y cómo producir hasta
las relaciones personales al interior de nuestra
clase en lucha, la defensa y ataque frente al
reagrupamiento burgués, y otros puntos que
surgirán en un momento insurreccional.
Al menos pensar en la necesidad de estas tareas, es de
vital importancia si verdaderamente se quiere
transformar el mundo acabando con las clases sociales,
y en lo posible -y sin aspiraciones pontificadorasgenerar las mejores condiciones de vida que seamos
14
capaces de establecer .
Pero si nuestra finalidad es continuar respondiendo a
esta sociedad de aquí a la eternidad sin cambiar nada,
continuar presos de un activismo sin perspectivas o
conquistar el poder político del Estado; entonces
podemos seguir rechazando esta cuestión, que si bien
lejana en el tiempo, discutir y reflexionar acerca de
ella representa una tarea programática que no sólo
da perspectivas a largo plazo, sino que orienta en la
lucha presente.

QUÉ Y CÓMO PRODUCIR:
El proletariado constituido en clase no se convierte en
un órgano político o en un órgano económico que se
reafirma o valoriza constantemente, sino que debe

14

Con toda la amplitud que expresa ésta idea, consideramos
que cada cual, como sujeto consciente y en relación a los
demás, puede desarrollar en lo más íntimo el conocimiento
mínimo en relación a su propia vida: qué alimentos nos
hacen bien o mal, qué forma de relacionarnos son nocivas o
nos satisfacen más, qué herramientas sabemos usar mejor,
cuáles podemos aprender a usar, qué tareas estamos
dispuestos a llevar a cabo en pos de nuestros objetivos
particulares y colectivos, quiénes están en similar
disposición.

tender a destruir esa separación, y asumirse como
sujeto social.
Espontáneamente (en el sentido de naturalidad y no de
inmediatez de la palabra) se irá dejando a un lado la
producción de bienes inútiles, y se mejorará la calidad
de lo que sí se necesita ¿Quien produciría una comida
repleta de químicos para sí y sus iguales, cuando se
puede hacer una realmente nutritiva? Porque no se
trata de realizar la gestión de este mundo tal como
15
está , sino de crear uno nuevo, “oculto” en este.
Comenzando a realizar actividades concebidas en
función de las necesidades humanas, en la tendencia a
terminar con la alienación que se relaciona
dialécticamente con no producir para las necesidades
del capital.
La finalidad no es el “control obrero” de la producción,
porque la producción en tanto que producción de
mercancías destinadas al intercambio, en tanto que
producción de valor, siempre pero siempre dominará a
los productores, aunque estos deseen lo contrario. Y la
producción es indisociable de las decisiones
“políticas”, por lo tanto la práctica proletaria en
tanto que totalidad se deshace de su envoltura
“económica” al producir, de su envoltura “política”
al decidir y de su envoltura “militar” al tomar las
armas. Porque de ninguna manera podrá asumirse
verdaderamente como clase, como fuerza centralizada,
imponiendo sus necesidades y sus deseos, si toma el
control de las armas pero no de qué producir, si toma
control de qué producir pero no de las medidas sociales
más generales a llevar adelante. Todo debe estar
íntimamente relacionado ya no como aspectos
separados, sino como aspectos de una misma lucha
total.
Pongamos un ejemplo: Suponiendo incluso la máxima
utopía de que se haya efectivamente destruido toda
fuerza organizada político-militar de la contrarrevolución
abierta en el mundo, y se comience a organizar la
sociedad, no sobre la base de la centralización orgánica
y una directiva única contrapuesta a la ley del valor,
sino a las decisiones democráticas de un sinnúmero de
asociaciones, poco tiempo después tendremos otra vez
el capitalismo en pleno funcionamiento. O dicho de otra
forma, sin la supresión de la autonomía de decisión

15

“Un mundo en el que toda la electricidad que nos llega
procede de gigantescas centrales eléctricas (sean de carbón,
fuel-oil o nucleares), siempre quedará fuera de nuestro
alcance. Sólo la mente política considera que la revolución
es ante todo una cuestión de toma de poder o redistribución,
o ambas cosas.” (Jean Barrot, "Capitalismo y Comunismo")
14

local en el cómo producir y el qué producir, que
caracteriza a la sociedad mercantil, no se puede
destruir el capitalismo.
(…)Si los productos no pierden el carácter mercantil, si
el valor de cambio continúa reinando, todas las
atrocidades del capitalismo volverán a reproducirse, y
esa nueva sutilidad del gestionismo se revelará como lo
que es, un arma de la contrarrevolución, de la
reconstitución del capitalismo, no ya contra la
16
insurrección sino para después.
Es claro que este nuevo modo de “producir” no puede
ser realizado de la noche a la mañana, pero sí se debe
tender a ello, si verdaderamente se quiere acabar con
el Capital y su dominación.
Por lo tanto, la necesidad de procurar actuar como
fuerza total y centralizada es fundamental (haciendo
referencia mas a los contenidos que a las formas
organizativas). No luchando mediante actos aislados
contra el viejo mundo, ya sea formal o informalmente,
con democracia o sin ella; sino asumiendo la fuerza que
ha adquirido para imponerse al Capital y sus
defensores. Llevando adelante una lucha que suprima
su propio carácter en tanto que asalariados o sea en
tanto que clase; asimismo, siendo total su victoria, se
acaba su imposición y por tanto su carácter de clase.
RELACIONES INTER-PERSONALES AL INTERIOR
DE NUESTRA CLASE EN LUCHA:
Los roles desempeñados al interior de la sociedad
capitalista y cuestiones similares, no sólo no deben sino
que no pueden dejarse “para después de la revolución”.
Esto es imposible. No hay etapas de liberación
creciente o algo por el estilo: una verdadera revolución
es un desarrollo que se manifiesta en todos los
aspectos de la vida de una enorme cantidad de
personas. No hay proceso revolucionario sino se
desarrolla una práctica masiva en relación a la crítica
de la familia, el machismo, la homo y lesbofobia, el
desprecio al extranjero, etc. ¡Porque no hay revolución
posible si estos prejuicios poseen la potencia de la
actualidad!
Ese cuestionamiento, tampoco ha de surgir como
imposición moral o ideológica: la decisión de utilizar o
17
no materiales reciclables , por ejemplo, no tiene
16

Grupo Comunista Internacionalista, “La contrarrevolución
rusa y el desarrollo del capitalismo".
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Lamentamos si este ejemplo suena a caricatura, pero sin
embargo expresa una de las limitantes mayores para hacer de
la revolución un movimiento real, en lugar de un conjunto de
reglas y mandamientos que, en la medida que las vayamos

sentido si se impone como un deber moral último de
quien se crea “verdaderamente” revolucionario, sino
que tiene que ver más con las relaciones que somos
capaces de establecer con la totalidad de lo que nos
rodea, se trate de otros seres humanos, otros animales,
otros seres vivos, etc.
Es así que comprendemos que el establecimiento de
tareas tradicionales, específicas y estáticas que
debiesen cumplir “los revolucionarios” (por ejemplo la
acción violenta contra los símbolos del poder, la edición
de publicaciones, o la inserción en la base más
marginada de la sociedad) establece una oposición
simbólica a la realidad que se nos impone, sin llegar a
establecer vinculaciones con la decisión colectiva de
enfrentarse a esta sociedad. Es decir, un
enfrentamiento ya no limitado a lo grupuscular o a la
adhesión identitaria, sino verdaderamente social.
Aun así -teniendo claro que la fuerza de la revolución
radica en el movimiento constante y no en
disposiciones pre-establecidas- sabemos que hay
acciones que tienden más hacia la destrucción de lo
existente, y propulsan nuevas posibilidades que afirman
nuestro movimiento. Pero hay que tener en claro, que la
fuerza de un levantamiento no radica en que el
movimiento haya sido alentado por algún sector
especifico que tiene claro el camino a seguir (una
vanguardia) o por el grado de destrucción de locales
comerciales o firmas explotadoras que haya generado.
Tampoco por las olas de ocupaciones de edificios o la
creación de nuevos lenguajes estéticos que promuevan
una contracultura. Y aunque todas estas acciones que
recién apuntamos nos mantengan al mismo tiempo en
el sitial de espectadores contentándonos con el grado
de satisfacción que nos pueden llegar a producir,
también sabemos reconocer muchos de estos actos y
los sentimos parte del florecimiento insurreccional de
nuestra clase como expresión de su fuerza autónoma.
Lo importante aquí, es tener claro que la fuerza de ese
movimiento brilla tanto más en el reconocimiento
colectivo de la lucha que en la satisfacción de nuestros
gustos: cuando el anarquista asume que forma parte
de la misma comunidad de lucha que el inmigrante
junto a él en la barricada, o cuando ambos son
cumpliendo, nos harán progresivamente más libres. Aquellos
que no ven la contraposición entre la solidez de los dogmas y
las tareas impuestas con el movimiento constante que rompe
con el estado de cosas existentes en forma perpetua; aún
siguen pendientes de sus vidas como individuos inmersos en
esta sociedad.
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concientes de que la solidaridad de una señora de edad
avanzada se hace complicidad, pese a no tirarle piedras
a la policía y hablar en sus mismos códigos.
Aún, todos estos no dejan de ser aspectos simbólicos al
momento de contemplarlos, pero la sinceridad de la
lucha de alguna manera expresa convicciones: el
simple hecho de saber de qué lado de la barricada
están los “amigos” y los “enemigos”, es tan importante
como tener la voluntad de apertrecharse. Una vez más,
aquí es donde la idea de clase es la única capaz de
expresar esa comunidad humana total en lucha que
impulsa la destrucción de todo cuanto nos niega. Y
volvemos a repetirlo: no como una identidad más, no se
deja de ser anarquista, marxista, punk u obrero para ser
“proletario”, no se trata de otra etiqueta a escoger, sino
de una actividad viva.
DEFENSA
Y
ATAQUE
FRENTE
AL
REAGRUPAMIENTO BURGUÉS:
Una revolución que acabe con las clases sociales,
precisa de la imposición temporal de la clase proletaria
sobre la burguesía. ¿Y por qué hacer hincapié en lo de
temporal? Simple. Para realizar su fin, la burguesía
debe dominar para siempre al proletariado. Este último,
en cambio, debe simplemente imponerse de manera
temporal a la burguesía para concretar su programa
histórico, ya que no necesita oprimir a una clase para
subsistir, sino que precisa abolir las clases, autosuprimirse como clase y para ello debe no sólo
defenderse sino atacar toda tentativa de reconstrucción
de esta sociedad. Aquí también radica aquella pasión
dialéctica destructora/constructora a la que se refería
Bakunin
La propia toma de los medios de producción y de
distribución ya desvía los propios mecanismos de
valorización del capital. Pero se debe rechazar toda
tentativa gestionista que intenta superar al
capitalismo por "absorción" y no por ruptura. Se
debe impedir la dispersión localista, la ilusión
gestionista, el federalismo democrático y el
intercambio entre unidades de producción
independientes (fuente del trabajo privado opuesto
al social y por lo tanto de la reorganización
mercantil).
Las llamadas a “cambiar el mundo sin tomar el poder”,
nos dicen en realidad que no debemos destruir el poder
burgués. Pero no puede el proletariado deponer las
armas
esperando que
la burguesía
desista
racionalmente de su posición de poder. Como así
tampoco debe tomar el Estado burgués como si fuese
una herramienta neutra para tomar las medidas
necesarias, constituyendo así otra vez un órgano de
dominación perpetuo. Si la finalidad del proletariado,
constituido en clase y en fuerza, apunta a acabar
con el sistema capitalista, su potencia apuntará en
esa dirección, extendiéndose y extinguiéndose
entonces en su mismo desarrollo. Nuestra clase
constituida en fuerza se extinguirá en su desarrollo y
extensión porque se irá extinguiendo en el mismo
proceso de liquidación del Capital, quien únicamente
puede producir y re-producir la clase proletaria. Y que
guarda estrecha relación con el Estado burgués, Estado
que no se extinguirá jamás por sí mismo, y que por ello
es necesario destruir, conjuntamente con la dictadura

mercantil y democrática de la cual emerge y se
reproduce.
Entonces, quienes aseguran que en aquella posición
el proletariado se acomodará para siempre en el
poder, aseguran por ende que: el ser humano
domina a sus iguales por naturaleza, olvidando que
es un ser social e histórico, y por lo tanto no
cristalizado. Quienes argumentan la agresividad
incontrolable y necesidad de dominio como inherentes
al ser humano, hablan entonces de una sociedad de
clases que es casi biológica, propia de nuestra especie.
Nos dicen, de alguna manera, que deberíamos vivir
reprimiendo ese supuesto impulso natural de dominar al
resto, y crear situaciones que no permitan ello, lo que
significa de uno u otro modo, afirmar que la necesidad
de la existencia del Estado es incuestionable. Son los
mismos que repiten aquella ponderada frase
hobbesiana
-concebida,
casualmente,
como
justificación de un gobierno monárquico de poder
absoluto- que reza “el hombre es un lobo para el
hombre”. Según esta visión, en pos de salir de este
constante estado de “guerra de todos contra todos”, los
hombres tienen sólo una salida: ceder la completud de
sus derechos –y con ellos, lo sabemos, la potestad
sobre el manejo de su propia vida- en favor de un
tercero, surgido de este contrato: justamente, el Estado,
el Leviatán.

Sin duda estas pocas páginas respecto del Estado no
solucionan nada, pero sí esperamos sean un aporte
para comenzar a reflexionar sobre el tema, y acabar así
con los mitos y la fraseología revolucionaria vacía que
se continua rebuznando, ya sea por tradición o
búsqueda de una identidad.
La destrucción del Estado, significa la destrucción
de una sociedad que “necesita” de la existencia
Estado. Suponer cómo sería el mundo actual si no
existiese su Estado, sigue siendo pensar a la revolución
como el asalto de una minoría al parlamento, o como un
partido político que gana las elecciones y debe hacerse
cargo de la situación que le tocó en suerte. Es decir: es
negar la posibilidad de una revolución en tanto que
acción masiva de destrucción y construcción
total… El hecho revolucionario está determinado por la
actividad radical del proletariado, y no por la radicalidad
y la actividad que sus grupúsculos más “avanzados”
hubiesen impuesto al resto de la sociedad. Es decir,
parte de la necesidad social de los explotados (o su
gran mayoría), y no de la necesidad abstracta y
militante de los grupos.
Por ello, mas allá del consignismo vacío, de la miseria
de la poesía con cáscara política, de la
contrainformación, en definitiva: de las cantidades de
tinta o kilobytes gastados, preferimos hacer un texto
donde se arriesga algo en lugar de seguir repitiendo
una y otra vez las mismas palabras “acreditadas como
válidas” en los círculos revolucionarios, o los autores
identificados con ellas, a riesgo también de
equivocarnos.
Volvemos a afirmarlo: el desafío es nuestro, es de todos
quienes realmente tengan necesidad y ánimos de
cambiar este mundo.
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