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LAS DOS PLANTAS URBANAS DE RODALQUILAR: LA DORR
EN PRIMER TÉRMINO, LA DENVER AL FONDO

LA PARADOJA DE RODALQUILAR

Reflexiones sobre patrimonio minero desde la planta Denver

Rodolfo Caparrós

diciembre 2020

Intro

Tengo la misma edad que la planta Denver, por lo que, inevitablemente, asisto a su deterioro como una manifestación externa de mi propia decrepitud, que también se evidencia en
esos pelos que me salen en lugares tan inverosímiles como inoportunos, o en la cada vez
más abigarrada cartografía de mi piel.
Además de coetáneo, también soy coterráneo, por lo que la planta Denver es para mí una
presencia cotidiana y un auténtico icono inspirador.
Parece serlo también para un número elevado de personas que en los periodos vacacionales
o en fines de semana no dejan de visitarla, de forma que es difícil acercarse a la planta en
esos momentos sin encontrarse con varios de estos visitantes.
Hoy me propongo hacer algunas reflexiones sobre el llamado patrimonio minero, y en particular sobre la planta Denver, en el contexto de la aventura metalúrgica del coto aurífero
de Rodalquilar.

LA PLANTA DENVER EN FUNCIONAMIENTO (1956)
FOTO Ruiz Marín. FONDO DOCUMENTAL Joaquín Berenguer Santos

Nuestra noción de “patrimonio”

El campo semántico de “patrimonio” incluye distintos componentes:
1.- Un componente de valor (Se considera valor patrimonial el valor contable con que se ha
registrado un bien en los libros de contabilidad).
2.- Un componente de titularidad, de pertenencia o posesión (Fulanito de tal es titular o
poseedor de un importante patrimonio).
3.- Un componente de transmisión entre generaciones, de herencia (existe un polémico
impuesto de transmisiones patrimoniales).

PARTE ALTA DE LA PLANTA DENVER, DESDE EL
PUNTO DE VERTDO DE CIANURO FOTO: R. Caparrós

En resumen, patrimonio es algo valioso, que nos pertenece y que debemos atesorar para
legarlo a nuestros herederos. Este es el sentido de nuestro concepto moderno de patrimonio. En una primera adjetivación, surge el concepto de patrimonio cultural. Este concepto
prescinde de una de las cualidades semánticas del término, el de la posesión. De esta forma, pueden considerarse bienes de interés cultural propiedades privadas, sobre cuyo uso
y dominio recaerán distintas restricciones en atención a las otras dos cualidades semánticas: son valiosos y debemos velar por una correcta transmisión generacional. Aunque no
nos pertenezca el bien material, sí nos pertenece la información cultural que contiene, su
significado.
¿Cómo saber cúal es el alcance de nuestro patrimonio? Pues, haciendo un inventario.
También cuando nos referimos al patrimonio cultural. Los catálogos e inventarios son los
primeros instrumentos de las pioneras legislaciones protectoras del patrimonio cultural.
Pongo la cursiva en “protectoras” por un argumento que desarrollaré más adelante.
Con este andamiaje jurídico-administrativo comienza nuestra andadura colectiva con el
patrimonio cultural. De los momentos fundacionales, tres cosas persisten a día de hoy, a mi
juicio, de una manera torpe.
La primera es que la apreciación del valor corresponde a especialistas, a profesionales,
científicos o iniciados en los conocimientos necesarios para verificar el valor.
La segunda es que ese valor se asigna a un bien material, tangible, a un objeto (sea una pequeña joya o una catedral gótica).
La tercera, consecuencia de la segunda, es que la labor básica de los poderes públicos
respecto al patrimonio cultural es su protección, conservación y, en su caso, restauración o
reconstrucción.

La recepción social del concepto
“patrimonio”

Como tantos otros conceptos que articulan las preocupaciones de clases sociales o colectivos emergentes, el de patrimonio ha experimentado un proceso de expansión en las
últimas décadas. Se empezó a desdoblar en patrimonio natural y cultural; más tarde en
material e inmaterial. El concepto de patrimonio histórico empezó a convivir con el de patrimonio cultural. El resultado de esta expansión conceptual fué la sofisticación del término “patrimonio”, con una creciente complejidad semántica, en el contexto de una sociedad
más diversa y compleja. Uno de los efectos de esta expansión del concepto “patrimonio” es
que amplias capas de la población tienen dificultades para identificarse con los nuevos objetos y elementos que distintos especialistas consideran dignos de integrar el patrimonio.
De esta manera, el empleo del término pasa de ser pacífico (los elementos que se consideran patrimonio son reconocidos por la sociedad) a ser conflictivo (se emplea el término
patrimonio para llamar la atención sobre la necesidad de apreciar determinadas cosas,
sin que exista un apoyo social claro, o, en los casos más extremos, a pesar de la oposición
social). Son los nuevos “patrimonios”.
Desde entonces, una situación caracterizada por la especialización de los “activistas” del
patrimonio en la interlocución con los poderes públicos, espoleados por el marco europeo,
y ante la indiferencia social, me hizo plantear una reflexión crítica sobre el estado de la
cuestión, y decidí repensar los tres puntos que he denominado “fundacionales” en cuanto
al patrimonio cultural:

MAQUETA 3D DE LA PLANTA DENVER.
TRABAJO FIN DE MASTER. Marta Salas

Respecto al primer punto, la mirada alternativa propugna que es la sociedad en su conjunto
la que tiene que apreciar el valor de las cosas, puesto que, sea cual sea el patrimonio que
se promueve, es un patrimonio de toda la sociedad. Los especialistas y científicos deben
contribuir con su producción intelectual al reconocimiento de ese valor. El activismo patrimonial debe velar por el reconocimiento jurídico y administrativo de esos bienes, pero
también debería emplearse en la ampliación de la base social de apoyo a esas políticas.
Respecto al segundo punto, hay que complementar la inercia objetual del patrimonio con la
incorporación de los relatos que facilitan la captación del sentido, del contexto y del significado de esos bienes. Lo que acerca a la sociedad al aprecio por estos bienes es compartir su
significado.
Respecto al tercer punto, las labores tradicionales de los poderes públicos deben incorporar también la dinamización, la interpretación, la entrega efectiva a la sociedad del significado de cada uno de los bienes o de su interrelación en sistemas de significado.

En definitiva, lo que realmente crea patrimonio, es decir, aprecio por el valor de algo que
nos pertenece y que debemos transmitir a las siguientes generaciones, es la comprensión
de su significado. Las acciones que generan efectivo patrimonio están más próximas a la
interpretación que a la reconstrucción. Y, además, son mucho más baratas. Lo realmente
paradójico es que la única manera de que los decisores asignen recursos a un mantenimiento decoroso de los elementos materiales del patrimonio es que haya una presión social
suficiente, y esta sólo se producirá si hay una complicidad con el significado de esos elementos materiales.

El patrimonio industrial
y minero

ZONA DE EXPLOTACIÓN DEL CERRO DEL CINTO. DIQUES 2 Y 3
FOTO: R. Caparrós

Por acercarnos al tema que me preocupa hoy, hay que anotar la relativamente reciente
aparición de conceptos como el de patrimonio industrial, en el que cabe incluir también el
patrimonio minero (en 1987 participé en Granada en la creación de una Asociación para la
promoción de la Arqueología Industrial, impulsada por el que fuera profesor de Historia en
mi instituto, Miguel Ángel Rubio Gandía).
Lo novedoso de esta incorporación es la reivindicación de los espacios, instrumentos y
jerga del trabajo industrial como elementos significativos para formar parte del legado patrimonial. Esto supone, en la práctica, un socialización y democratización del concepto de
patrimonio. Hasta ese momento, los bienes del patrimonio cultural eran siempre producto
de la acción de las clases o instituciones dominantes: eran las manifestaciones, la forma
de expresión de los poderosos. Ahora se incorporan también los espacios del trabajo, tanto
industrial como agrario o rural.
Dentro de este “patrimonio industrial”, tiene también su espacio el minero. Los espacios
de la minería son impactantes. Suponen grandes alteraciones del medio, y, con frecuencia,
dan cuenta de la evolución tecnológica de una sociedad, especialmente en la metalurgia.
Los espacios mineros abandonados, ocasionalmente acompañados de fundaciones urbanas
específicas, tienen una gran capacidad evocadora y conmovedora. Son terreno abonado
para intervenciones de clarificación del significado. Pero no siempre están en los mejores
lugares para su disfrute. Por otra parte, suelen ser lugares peligrosos, en los que la adecuación para la visita o el disfrute resulta muy costosa. Y, no nos engañemos, somos un país
pobre, no tanto por nuestras variables económicas, sino, sobre todo, por la falta de comprensión y apoyo a las políticas de desarrollo basadas en la identidad y en la recuperación
patrimonial.

La paradoja de Rodalquilar

RECREACIÓN DEL CASTILLETE DE CONSULTA, JUNTO A LA PLANTA
DORR, A PARTIR DE UNA FOTOGRAFÍA DE ARNOLD HEIM (1932).
R. Caparrós

El deterioro de la planta Denver supone un serio problema de seguridad para los numerosos, y, a menudo, intrépidos visitantes de esta instalación metalúrgica, que creen estar
contemplando “la mina”. Este problema trae a colación la cuestión de la responsabilidad, y
ésta, a su vez, nos remite al tema de la titularidad.
No mucha gente sabe que la
planta Denver es, en su mayor
parte, privada. De hecho, la única parte de la planta de titularidad pública es la casa PAF, actual
“Casa de los Volcanes”. El resto
de la planta, toda la parte al aire
libre, pertenece a la propiedad
de la finca del cortijo del Fraile.
Por cierto, en esa misma finca
están también las plantas de María Josefa, de Abellán y de St.Joe.
Prácticamente 4 de las 5 plantas
metalúrgicas de la historia minera de Rodalquilar están en esa
finca, actualmente propiedad de
Agrícola La Misión, empresa del
grupo Kernel, radicado en Murcia. Tan solo la planta Dorr está
dentro de la finca pública.
Si observamos la acción pública sobre la planta Dorr (conversión de la casa PAF en Sala de
Exposiciones, conversión del patio de balsas en Anfiteatro, abandono del resto, absoluta ausencia de referencias a la importancia histórica de la planta Dorr, la más longeva de Rodalquilar y clave en el momento fundacional del pueblo), puede comprenderse el escepticismo
que acompaña mi mirada sobre estos temas.
A cualquiera que habite en Rodalquilar y tenga una mirada documentada sobre estos asuntos, se le cae uno de los mitos más extendidos entre la ciudadanía preocupada por estos
temas: que es necesaria la titularidad pública para garantizar la integridad del patrimonio.

EXPULSIÓN DE LOS “OCUPAS” DE LAS CASAS NUEVAS POR
DEMOLICIÓN DE LOS EDIFICIOS. 1997.
X ANIVERSARIO DE LA DECLARRACIÓN DE P.N. CABO DE GATA-NÍJAR

En Rodalquilar, puede verse palpablemente que la titularidad pública no solo no garantiza
el mantenimiento del patrimonio, sino que puede convertirse eventualmente en un riesgo
añadido. Basta observar el estado en que se encuentran las Casas Nuevas (el más frecuentemente denominado Poblado Minero), cuyo estado de ruina, más que al paso del tiempo,
puede achacarse a la acción de una administración pública que actúa como propietaria, y
que procede a la demolición de algunas viviendas para expulsar a los “ocupas”.
Así que debemos evitar, a mi juicio, establecer una correlación entre titularidad pública y
tutela efectiva de los bienes a su cargo.
Pero persiste el problema de la responsabilidad, que sí recae sobre el titular de los bienes.
Si ocurriera algún accidente trágico en la planta Denver (cosa tan poco deseable como
crecientemente probable), asistiríamos, sin duda, al tradicional espectáculo de esquivar la
responsabilidad. La Junta de Andalucía abandonaría su proverbial letargo y se apresuraría
a proclamar la condición privada de esas instalaciones metalúrgicas. La propiedad, por
otra parte, argumentaría su nulo interés por esa parte de la finca, y recordaría los numerosos intentos que han acometido para transferir la titularidad a la Administración Andaluza
(previo pago de un precio en cuya valoración incluyen el propio valor cultural, como si el
aprecio social por un bien aumentara su valor de mercado, o como si fuera el titular del
bien el que ha generado ese valor cultural).

“Cultura” de gestión y
nuevos imaginarios

Desde hace un tiempo sospecho que hay una incomodidad latente por parte de la Administración Ambiental (la Consejería correspondiente de la Junta de Andalucía) en lo que se
refiere a la incorporación del hecho minero al conjunto de elementos valiosos -y, en consecuencia, patrimonializables- del Parque Natural. Esta incomodidad estaría compuesta por
una mezcla de desconocimiento, incomprensión y una cierta repugnancia: la “violencia”
minero-industrial encaja mal con el mito del Parque Natural como trasunto del paraíso
terrenal. Y es ahí donde se sitúa el núcleo de una gestión ambiental siempre crítica: el Parque se gestiona según la visión experta de los técnicos de lo que debería ser, por ser Parque
Natural, y no en función de lo que es, un territorio cuyas singularidades, entre las que se
encuentran las huellas mineras, motivaron su declaración.
En Rodalquilar se ha invertido una gran cantidad de dinero en urbanización de la finca
pública y en recuperación de edificios y espacios para distintas finalidades (la Oficina del

PATIO DE BALSAS DE LA PLANTA DORR.
ANFITEATRO DE RODALQUILAR

Parque, los Talleres, el Centro de Recursos Telemáticos, el Punto de Información, el Vivero,
el Jardín Botánico con el centro de interpretación el Albardinal, la Sala de Exposiciones, el
Anfiteatro, la Casa de los Volcanes, el área de acampada, el Aula de Naturaleza El Bujo, dos
viviendas en Villa Cepillo y el complejo Agrosilvopastoril). Acerca de tan elevada inversión
pueden hacerse las siguientes reflexiones:
gran parte de estas instalaciones permanecen cerradas (Vivero, Area de Acampada, Centro
de Recursos Telemáticos, Aula de Naturaleza); o no han llegado a abrirse (complejo Agrosilvopastoril).
Puede deducirse que estas intervenciones públicas no obedecían a ninguna estrategia de
gestión. La disponibilidad de los espacios y edificios originales, por la titularidad pública
de la finca, parece haber pesado más a la hora de asignar las inversiones que una idea de
rentabilidad social. La apertura de las instalaciones o su mantenimiento se vuelven problemáticos, lo que evidencia que la eventual disponibilidad de recursos para los proyectos de
reutilización no ha ido acompañada de una agenda de gestión.
Es patente y abrumador el desprecio a la naturaleza minero-industrial de la finca pública
de Rodalquilar. En ningún lugar de los espacios rehabilitados queda el mínimo rastro de los
usos originales de los espacios y edificaciones, con la única excepción de la entrada al Jardín Botánico (el antiguo cuartel de la Guardia Civil), donde una pequeña placa en el zaguán
de entrada recuerda su sentido histórico.
Esta labor pública, que parece más orientada a sepultar la memoria minera que a interpretarla adecuadamente, encuentra complicidad en una parte de los nuevos pobladores
de estos parajes, para los que la presencia de las huellas mineras es incomprensible en un
Parque Natural. Podría deducirse que la visión de estos colectivos coincide con la del deber
ser de los gestores ambientales, con la ligera variante de que lo que les causa desasosiego es
que este lugar tenga historia, antes de que su mirada sobre el paraiso lo fundara. La alianza
(inconsciente y no deliberada) entre visionarios iluminados y artistas vanidosos está constituyendo un bloque que propone, en último término, una enajenación discursiva del ser de
este territorio.

La “Casa de los Volcanes”.
El Geoparque

COMIENZO DE LA REEDIFICACIÓN DE LA CASA PAF DE LA PLANTA
DENVER, TRAS LA DEMOLICIÓN DE LA EDIFICACIÓN ORIGINAL (2005)
FOTO: F. Hernández

Para ir centrándonos en el asunto de la planta Denver, conviene detenerse en la intervención sobre la casa PAF, demolida y reedificada con el mismo perímetro y aspecto exterior
para albergar la conocida como “Casa de los Volcanes”, un centro de interpretación geoturístico dedicado a los valores geológicos. Hay que dejar claro que la casa PAF forma parte
de la planta Denver. De hecho, es su “sancta sanctorum”, el lugar en el que todo el proceso
extractivo y la primera fase del proceso metalúrgico (el triturado, espesado, cianurado y
lavado de las rocas) cobra sentido, puesto que aquí es donde finalmente se separa el oro del
resto de los componentes con los que convive en la naturaleza. Este es el lugar de la “alquimia”, como fase final y más brillante de un complejo proceso minero-metalúrgico.
En un principio, el planteamiento de la intervención era el de un museo geominero. Ese
planteamiento inicial derivó pronto hacia el que finalmente se plasmó en la antigua casa
PAF. La Casa de los Volcanes es un meritorio y apreciado espacio interpretativo, sobre el
que, no obstante, cabe hacer algunas consideraciones críticas desde el punto de vista museográfico y museológico.
En primer lugar, la propia naturaleza del inmueble debería contribuir a la finalidad comunicativa del centro de interpretación. En cambio, nada en el centro recuerda o evoca las
importantísimas funciones metalúrgicas del edificio original. En la línea de lo comentado
para el resto de los equipamientos, pero aquí con una renuncia incomprensible.
En segundo lugar, la intervención viene a subrayar una descontextualización de la casa PAF
respecto al resto de la planta, con la que mantiene una inevitable vecindad, pero desprovista de cualquier vínculo semántico. Parece darle la espalda, como si la actual situación
catastral predominara sobre su sentido e identidad histórica y funcional.
En tercer lugar, el discurso del centro se organiza en cuatro temas, que parecen obedecer a
un criterio de escala. En la recepción se informa sobre la red mundial de Geoparques. En el
segundo ámbito, se hace un repaso a formaciones geológicas significativas de Andalucía. En
el tercero, se produce un acercamiento al vulcanismo desde el contexto de la geología provincial. En el cuarto, aparece el tema minero, relacionado con Rodalquilar y el resto de las
explotaciones históricas en Cabo de Gata. La sala aparece presidida por una espectacular
maqueta de la Planta Denver, perfectamente documentada y realizada. Un auténtico alarde
“belenístico” que, sin embargo y paradójicamente, viene a consagrar la desconexión entre
la casa PAF y el resto de la planta: la maqueta está orientada en sentido inverso a la posición
natural; carece de una indicación clara de que dónde se encuentra el visitante dentro de la

maqueta; como la maqueta es muda, la explicación de sus funciones se hace en un display,
sobre una foto de la maqueta. Se consagra así una triple virtualidad que contrasta con el
autismo del centro en su relación con la realidad de las ruinas de la parte atmosférica de la
planta Denver.
CONTENIDO DE PANEL INFORMATIVO EN LA PLANTA DENVER

La Casa de los Volcanes es la sede oficial del Geoparque Cabo de Gata-Níjar, desde su declaración en 2006. Coincidiendo con la revalidación de esa declaración en 2017, sobre la
puerta de entrada de la Casa de los Volcanes se ha instalado un rótulo que lo califica como
centro Geominero, lo que evoca, al menos nominalmente, los propósitos iniciales de este
equipamiento.
Esta consideración como Geoparque supone un hito que debería haber producido un cierto
ajuste en la orientación estratégica de la gestión del Parque Natural. Lamentablemente, no
ha sido así. Es más que evidente el protagonismo del componente geológico en este espacio
en concreto. Su dinámica volcánica y sedimentaria contiene información variada y de calidad sobre la historia geológica de este rincón del Mediterráneo. Su presencia cromática,
escultórica, paisajística en definitiva, es contundente. Tanto como los restos de actividad
minera, cuyas tareas de investigación han contribuido decisivamente a su conocimiento.
Un buen relato nos permite acercarnos a las múltiples circunstancias históricas, tecnológicas y geopolíticas que acompañan esta aventura minera.
Desgraciadamente, los importantes avances en el conocimiento y la divulgación de los distintos periodos de la historia minera de Rodalquilar, fruto del trabajo de destacados investigadores, no tienen ningún reflejo en la interpretación “pública” de los distintos elementos
del patrimonio minero de este distrito aurífero. Basta con leer la rotulación y señalización
oficiales para advertir numerosas imprecisiones y una baja calidad del relato que se comparte con los usuarios.

Las ruinas de la”Denver”
CASA DE CRIBAS Y TRANSFORMADOR DE LA PLANTA DENVER.
AL FONDO, EL PLAYAZO. FOTO: Rodolfo Caparrós

El deterioro de la parte “privada” de la planta Denver es acelerado. En los últimos años, las
escaleras de la Casa de Cribas han desaparecido prácticamente. Los forjados de hormigón
realizados por Agromán en 1955-56 se están desmoronando, apareciendo la trama metálica de su interior, de una manera sumamente peligrosa. La coincidencia de este deterioro,
que aumenta los riesgos de la visita, con la creciente curiosidad de los visitantes por estos
restos mineros, está configurando un escenario de gran peligro.
No deberíamos esperar a que ocurra algún desgraciado accidente. Un análisis de riesgos, el
establecimiento de circuitos seguros de visita y una adecuada comunicación del funcionamiento y significado de la planta Denver deben ir de la mano, y deben servir de base para
un acuerdo entre los propietarios de esta parte de la planta y la Administración Ambiental.
Es tiempo de pasar de la virtualidad y de la ensoñación del “deber ser” al reconocimiento de
la realidad y a elaborar una estrategia de gestión de esa realidad, con toda su complejidad.
Dificilmente se revalidará la consideración de Geoparque si el principal exponente del
patrimonio minero del Parque Natural se convierte en un escenario inseguro, peligroso, y,
eventualmente, trágico.

TOLVAS DE FINOS DE LA PLANTA DENVER, DESDE LA CASA DE
CRIBAS. FOTO: R. Caparrós

O quizás se trata solo de una hipersensibilidad mía, de un intento desesperado de frenar mi
propia decadencia.

ESCALERA EXTERIOR DE LA CASA DE CRIBAS
FOTO: R. Caparrós

SOPORTE DE CINTAS TRANSPORTADORAS DE LA ZONA
DE MOLIENDA A LA CASA DE CRIBAS. FOTO: R. Caparrós


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