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EL CRISTAL DE LA PARROQUIA Y SU MENSAJE
LAS VIDRIERAS DE LA IGLESIA
SONCILLO - BURGOS

Dios es amor y su presencia en nosotros...
en Él somos, nos movemos y existimos (Hch 17, 28)

PRESENTACIÓN
Saludo a los feligreses de la Parroquia de Soncillo y a todos los que ocasionalmente en los fines de
semana nos visitan o en el tiempo de vacaciones. Casi estaría de más este matiz porque algunos,
dadas sus estancias de asiduidad en el pueblo, bien podría considerarse como feligreses de la misma.
Te presento esta página de internet con el título El cristal de la parroquia. Intenta suplir aquél
deseo de antaño de que se publicara un pequeño folleto-álbum de las vidrieras. Confío que sea una
buena suplencia, pues además de verlo en pantalla, al vivo y directamente, quienes lo deseen pueden
imprimir un cuadernillo. Además queda expuesto en la ventana del medio para que todas aquellas
personas aficionadas al arte de los vitrales tengan una oportunidad de contemplarlas.
Como apreciarás en el transcurso de su lectura no se entra en demasiados detalles técnicos ni
artísticos. Se explica la viñeta y su contenido religioso. Todo lo demás queda a expensas de la
imaginación razonada del espectador dando lugar a un margen suficientemente amplio. Sin
embargo, se intenta conseguir su sentido religioso-catequético mediante la presentación de unos
temas conocidos del mensaje del Señor. Esta prioridad es fundamental. Es la razón primera y última.
Que a todos los que sintonicen con estas inquietudes cristianas les ayude en su formación y vivan el
mensaje. En definitiva que conozcan más a Cristo, la amen y le sigan.
Aprovecho para manifestar mi agradecimiento no sólo con mi recuerdo, en justicia, a los que ya
partieron a la Casa del Padre sino con su DEDICATORIA-HOMENAJE de estas vidrieras, por
cuanto contribuyeron en la construcción de la Iglesia, en su mantenimiento y en la transmisión de la
herencia más hermosa que nos legaron de su fe en Dios.

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EL CRISTAL DE LA PARROQUIA

El exterior de la Iglesia nos evoca la Casa de Dios, el edificio sagrado por excelencia (muchas
personas cuando pasan por delante de ella se hacen la señal de la cruz)
Es el título elegido para salir en la página. No es algo caprichoso ya que responde inmediatamente
a la colocación de unas vidrieras en los ventanales de la Iglesia y de una manera mediata, dada la
transparencia del cristal, que nos permite ver lo que hay detrás nos refleja a su vez un pueblo que se
llama Soncillo y una Iglesia dedicada a San Cosme y San Damián. Abundando en esta capacidad de
su transparencia y ciñéndome a un aspecto concreto del pueblo nos permite ver una comunidad
cristiana que en el transcurso de los tiempos ha optado y ha vivido el mensaje de Jesucristo. Ha
generado vida interior, vida espiritual, con lo que ha contribuido a fortificar la relaciones humanas y
de toda clase entre las personas del pueblo. A esto debemos añadir cultura, algo de arte y no poco de
algunos conocimientos de datos transmitidos por los libros parroquiales. El decreto de concesión de
ferias y mercados se conserva en la Parroquia.

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Por supuesto que la pertenencia a esta comunidad cristiana no ha dado lugar a fáciles alegrías, sino
a compromisos y responsabilidades consigo mismo, con los demás y con Dios. No son brindis al sol.
Posiblemente los que están lejos de la parroquia puedan pensar así. Nada más lejos –que lo sepan
estas personas- los feligreses cooperan con sus ayudas al sostenimiento y mantenimiento de la
Iglesia con sus servicios, además satisfacen otros compromisos de solidaridad con los más
necesitados. Para que te hagas una idea, querido lector, estos son los del presente año (20004):
1. Colecta de Reyes, conocida como la del kilo. Este año ha sido sustituida en metálico y
enviada a los damnificados de Irán, por el terremoto sufrido. Su importe fue 348,59 euros
(58.000 pts).
2. Colecta ANESVAD. La parroquia se compromete al pago de la curación de tres leprosos,
que asciende a 63 euros (10.500 pts).
3. Atiende la petición de Manos Unidas con 210,35 euros (35.000 pts).
4. 3 colectas de Cáritas al año.
5. Colecta de la Iglesia Diocesana, empleada en el mantenimiento de Templos.
6. Colecta del DOMUND. Domingo Mundial de las Misiones.
7. Colecta del Seminario.
8. Colecta denominada Fondo Común, de la Diócesis.
9. XX. Y si en el transcurso del año existiera una desgracia considerable se coopera
también.

El interior de la Iglesia descubre su belleza al poner de manifiesto su crucero, su silencio y su
encuentro con Dios

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LAS VIDRIRAS TAMBIÉN HABLAN
Todo lo que la afirmación tiene de contundente con el uso de esta metáfora, lo tiene también de
verdad. Hablan, comunican pensamientos bajo el ropaje del signo. Si simplemente lo que a nuestro
alrededor se encuentra, su misma presencia ya es una interpelación, máxime cuando algo se busca
de una forma intencionada para que hable un lenguaje concreto. Otra cosa es que nos falte la
capacidad suficiente de la escucha o que no oigamos, simplemente porque la presencia de todo es
hablar desde el silencio.
Esta es la naturaleza de las vidrieras y su razón de ser. Constituyen un elemento ornamental
importante en cualquier edificio que se precie de valor. Nacieron en las Iglesias, Colegiatas y
Catedrales y aumentaron su belleza. Además, este elemento ornamental goza de su propia identidad
que le hace valedor de una obra artística y por si esto fuera poco se erige en una pequeña cátedra de
enseñanza.
En primer lugar y en el caso que nos ocupa, ya por su colocación de las vidrieras, lo hace para
enseñarnos la trayectoria cristiana del pueblo que vive sus raíces religiosas con estas muestras de fe,
a la vez que deja abierto el eslabón de la cadena para que se enganche el siguiente testimonio. Cada
eslabón tiene algo propio. Unos lo han mantenido con su conservación. Otros lo han enriquecido con
sus esculturas y orfebrería, y todos lo adecentaron convirtiendo el templo en más acogedor. Este ha
sido el eslabón que los cristianos de hoy hemos añadido.
Su autor
Esta fue su génesis. Nace esta buena idea y una vez suscitada y hecha popular entre la gente se
considerada muy oportuna y querida. En seguida se estudió la posibilidad del pago y se llegó a la
conclusión de que era posible. Y manos a la obra, se le encarga la realización al joven arquitecto D.
Antonio Luis Sáiz, natural de la parroquia de Cubillos del Rojo, residente en ésta y profesionalmente
especializado en vitrales. Acepta nuestro encargo con el mejor deseo de colaborar con la Iglesia de
su pueblo.
El día 8 de diciembre de 1.990, festividad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María
quedaban inauguradas y bendecidas en sus ventanales respectivos.

LAS VIDRIERAS Y SUS CARACTERÍSTICAS
Las vidrieras son emplomadas, hechas de trocitos de cristal policromado con un marco de hierro.
Constatamos que no son meros adornos que hacen más bonito el lugar sagrado. Es cierto que
también lo consiguen. Reducirlo a esto sólo, sería empobrecerlas.
Juegan un papel decisivo en la predisposición del espíritu con sus distintas tonalidades de color y
de luz. Le ayudan a experimentar vivencias interiores. Le envuelven como en una especie de
atmósfera transformadora que le dispone con más facilidad su acercamiento a Dios.
Además de esta predisposición pretenden enseñar. Ser un libro abierto, una lectura, una enseñanza
que entra en nosotros por la vía de la contemplación de los sentidos y llega con más fuerza a la
comprensión del entendimiento. Bien sabemos lo eficaz que es esta forma de enseñar, pues lo hace
con el deleite de aprender. Dicho de otra manera, el esfuerzo que supone es mínimo.
Por supuesto que para que se consiga este efecto tienen que gozar de belleza, presentarla y
asomarla a la ventana –nunca mejor dicho- con el reclamo de su admiración y de su encanto.

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Todas tienen un fondo común que las da unidad en toda la Iglesia. Un círculo central en medio de
una cinta o franja rectangular que alcanza toda la ventana de arriba abajo. Se emplea esta figura
geométrica por ser la más perfecta de todas.
El autor se ha inspirado en una columna lateral de la Iglesia en la que hay un grabado de cerámica
en forma de hexágono que reproduce la aparición de la Virgen a los pastorcitos de Fátima.
Como es comprensible el contenido del círculo es cambiante y lo hace cada uno de una manera
simbólica con las diferentes metáforas para desarrollar el tema elegido.
La cinta está adornada con el trébol de 4 hojas y unas formas alanzadas que copia del retablo
central.
Se aprecian también los símbolos de San Cosme y San Damián patronos de la parroquia. Al inicio
de estas formas, en su parte izquierda una probeta como médicos y curanderos, y a la derecha la
palma del triunfo de los mártires.
“Sobre el fondo general de todas las vidrieras decir que la trama cuadrada con piezas muy
pequeñas y de colores cálidos son una manera de sintonizar con las vidrieras clásicas” (nota de su
autor).

LOS COLORES Y SU LENGUAJE
¡Vaya papel más importante el de los colores! En todas las manifestaciones de la vida se dejan ver
para acompañar situaciones concretas, incluso las mismas personas se visten del color que puede
favorecerles más. Cobran toda su importancia en la pintura y en las vidrieras. Hasta en las
celebraciones litúrgicas se elige el más indicado, pues no es el mismo para un entierro que para una
boda, ni tampoco para el tiempo de Adviento que para el de Pascua. Y ya puestos en este preámbulo,
dada la similitud del contexto comento algunos a título de curiosidad.
EL COLOR BLANCO (pureza y alegría). Se usa en las fiestas del Señor y de la Virgen María y de
los santos no mártires.
EL COLOR NEGRO (luto y dolor). El Viernes Santo. En entierro y funerales.(Hoy en estas
celebraciones se ha cambiado por el color morado, también en sintonía con el dolor y el luto y no
menos con la esperanza cristiana. Algo que no consigue el negro ya que da la impresión de terminar
en sí mismo).
EL COLOR VERDE (esperanza).
EL COLOR MORADO (sacrificio y penitencia).
Cada color despierta unas sensaciones propias que sintonizan con los sentimientos que en cada
momento siente la persona, bien sea en forma de alegría, de dolor, de esperanza...
Las vidrieras que nos ocupan participan de estas reglas. Emiten con su color unas sensaciones
propias ajustadas al tema preferente que enseñan.
Tienen unos colores suaves, moderados pero lo suficientemente expresivos.
Su relación con las sensaciones propias de cada color
Los colores amarillos y azules muy abundantes en todas disponen a nuestro espíritu de un calor
que le facilita y le abre a pensamientos más profundos. También hay otra gama de colores
predominante que consiguen paz, relajación, esperanza, estos son los verdes y violetas. Todo ello en
perfecta concordancia y sintonía con el lugar sagrado, de elevación hacia lo alto y de serenidad y
dominio hacia lo terreno de cada día, de oración a Dios, de diálogo y de entendimiento con el
prójimo.

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Está presente en todas el color dorado. No puede por menos ya que se trata de una vidriera
religiosa y este color se emplea para simbolizar la presencia de Dios. Es un color esplendoroso y
feliz muy de acuerdo con lo que Dios es y suscita en cada uno.
El factor luz
Contribuye para darle más o menos intensidad al color, de ahí que se reflejen de una forma
diferente a distintas horas del día. A mediodía y con la luz y la fuerza del sol, luce al máximo, quizás
se empobrece su color, por ser demasiado suave. Personalmente y aunque parezca rara mi
apreciación, me resultan muy vistosas y hermosas a la caída de la tarde. A mi modo de ver
adquieren una contextura especial, un cuerpo casi macizo, dando la impresión de que los cristales
dejan de serlo para convertirse en trozos de metal.

EL SIMBOLISMO Y SUS TEMAS
Desde siempre el ser humano para su comunicación ha usado el lenguaje de los símbolos. Hoy se
acentúa en las manifestaciones artísticas. Es algo propio de los tiempos y la Iglesia que se encarna
en el momento en que vive, además de participar de estos estilos, se sirve de ellos y les utiliza para
su comunicación religiosa en perfecta sintonía y fidelidad a quien se dirige y a Dios. De ahí que se
optara por esta expresión del arte moderno con la prueba del gusto de hoy.
Quizá requiera mayor esfuerzo para su comprensión. En primer lugar se debe descubrir qué dibujo
o qué viñeta está representada y una vez descubierto despierta el pensamiento de otra realidad que es
la que nos quiere enseñar. Si esto se consigue el disfrute es mayor, lo mismo que la comprensión de
esa verdad envuelta en el símbolo. He podido observar en algunos visitantes que nos les resulta fácil
descubrirlos. No hace mucho me decía una religiosa explicando la vidriera de la muerte, que no veía
en ella ninguna representación. Una vez que le dije que era un grano de trigo, que al morir germina,
me contestó inmediatamente, “!estaré ciega para no verle!”. A continuación, matizan todos los
visitantes, que se trata de un dibujo perfecto, casi exacto a la realidad.
Su misma distribución en los diferentes ventanales de la Iglesia también es simbólica. La virtud de
la fe aparece en el ábside, lo más cerca del misterio eucarístico, memorial de la cruz. Desde la
cabecera de la Iglesia arroja luz y comprensión para la inteligencia del mismo templo que tiene
forma de cruz y no menos para dar sentido a nuestra vida que también la tiene y que se realiza en
medio de la cruz de cada día. Sólo desde esa luz se descubre al crucificado dándole su sentido
redentor.
En los brazos de la cruz las virtudes teologales de la esperanza y la caridad. Virtudes centrales en
la vida de un cristiano. Se convierten en la realización de la obras que nacen de la fe. Los brazos de
la cruz, los brazos de la persona empleados en el servicio a Dios y al prójimo.
En la base de la cruz, como plantada en la tierra, al fondo de la Iglesia, la vidriera dedicada a la
muerte con el grano de trigo que muere en tierra y en la parte superior del coro guardando su
verticalidad, la vidriera de la inmortalidad o de la vida, acogiendo en su seno esa fuerza ascendente
que liberó el grano de trigo.
De frente, entrando al templo, se encuentra la de la Virgen María, que como puerta consciente y
responsable, deja entrar por ella y para los hombres a nuestro Salvador.
En la parte izquierda del coro, la vidriera dedicada a Jesús Hombre Salvador renovando la
creación y en ella como paradigma de todo un Hombre nuevo de gracia y amor.
Estos son los temas representados y esta es su explicación particular.

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MENSAJE DE LAS VIDRIERAS
VIRTUDES TEOLOGALES
Desde siempre todo lo que ha estado cerca del ser humano ha sido objeto de reflexión. Estas
virtudes de una manera radical constituyen la vida cristiana. Sin ellas no hubiera existido. Esta
virtudes teologales son tres: fe, esperanza y caridad. Se llaman divinas no solamente porque vienen
inmediatamente de Dios sino también porque a Dios inmediatamente se dirigen. Pues bien, han sido
objeto de esta representación artística y ahora de un breve comentario.
LA FE

Lo primero de todo decir que no es algo de otros tiempos, que es tan antigua y tan actual como el
ser humano. Eso indica que para vivir no se puede prescindir de ella, ni de tejas abajo, ni de tejas
arriba, por supuesto. Por lo tanto no te debe sorprender. Quizás conozcas muchas cosas y lugares,
otras tantas te esperan, pero todas las que hay nunca, sin embargo existen y crees en ellas. Tampoco
has visto la bondad de las personas y crees. Es más, creen en ti. No caigas en la tentación de negar
cuanto no has visto. En algún tiempo la fe se la ha representado como una persona con los ojos
vendados, una respuesta válida de creer lo que no vimos. Efectivamente responde a la realidad.

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Existen otras tantas maneras de expresar gráficamente la fe y su contenido. Hoy nosotros
queremos hacerlo desde estas vidrieras que estás contemplando y pretendemos presentarlo no desde
la ceguera sino desde la luz. La fe es igual a ver. Capaz de iluminar las tinieblas de nuestra
inteligencia. Con todo, a un siendo válido este procedimiento cuando se experimenta esta luz
cuentan menos los razonamientos humanos y se aprende que la fe no es ver para creer, sino creer
para ver, “que Dios ilumine los ojos de vuestro corazón” (Ef 1, 18).
Empezamos contemplando las dos vidrieras del ábside, de la derecha y de la izquierda. Debes unir
ambas y lo hacemos mentalmente con un poco de imaginación. Unidas por la parte superior nos
ofrecen la imagen de una bóveda celeste de color blanco. De luz. Y que procede de la misma
creación para hablarnos de Dios. En sintonía con lo que dice San Pablo a los Romanos “lo invisible
de Dios se hace visible a través de sus obras, de manera que son inexcusables, por cuanto,
conociendo a Dios le glorifiquen” (Rom 1, 21 ss).
A su vez esta bóveda atravesada de arriba abajo por un potente rayo de luz desprendido del disco
dorado, imagen de Dios, es la Palabra personal, encarnada en Jesucristo de Nazaret que se
autocalifica “Yo soy la luz, quien me sigue no anda en tinieblas” (Jn 8, 12). La aceptación de esa luz
es lo que llamamos fe.
Todo esto se recoge dentro del círculo expositor con un fondo oscuro de color azul y que nos
muestra en contraste la doble realidad de la oscuridad y de la luz.
Esta vidriera está inspirada en la conversión de San Pablo, camino de Damasco persiguiendo a los
cristianos. Cae del caballo y un rayo de luz le envuelve, a la vez que se oye esta alocución de Dios:
“Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hch 9, 4). Alcanza su conversión y su vida se transforma
en entrega a Dios. De ahora en adelante se llamará Pablo, dejará de ser el perseguidor de los
cristianos para ser su Apóstol, de cegador de la luz en antorcha viviente de ella.
Esta luz de la fe ha llegado a cada uno de nosotros de una manera sencilla, nada espectacular, casi
con toda seguridad de la mano de una familia cristiana. No por ello inferior e igual de grande en su
origen como don de Dios y también en sus efectos. Dirá San Juan a quienes recibieron esa luz
encarnada que les da potestad de ser “hijos de Dios” (Jn 1, 12). Eso sí, hay diferencia en su medida.
Será de grande cuanto sea de grande nuestra entrega.
En nuestras manos está el que se encienda esa luz mediante este dispositivo maravilloso y
misterioso que llamamos fe, siempre con la consiguiente petición: “Señor, auméntanos la fe” (Lc 17,
5). Accionar humildemente esa llave, desde la humildad, la bondad de nuestro corazón hará posible
aquella recomendación del Señor: “Tened encendidas las lámparas” (Lc 12, 35).
Gracias a ella podemos ver que todo tiene sentido en la vida y que resulta hasta bonita porque se
ve mejor, no tan plana sino con relieves. No se trata de cambiar la realidad para verla del color que a
nosotros nos gusta sino mirarla de otra manera, desde Dios. Ver con los ojos de la fe es ver con los
ojos de Dios.
Te recuerdo algunos puntos concretos: gracias a la fe conocemos los presupuestos morales que
deben orientar nuestra vida. Porque no todo es igual y porque no todo vale.
Gracias a ella se valora en su justa medida hasta dónde llega lo nuestro, bien sea relacionado con
el cuerpo, con las cosas o los demás.
Gracias a la fe, los interrogantes más grandes del ser humano tienen una respuesta cabal, como son
la vida, el dolor, la muerte y lo que hay después...
Gracias a ella ese mal entendido del silencio de Dios, que nos hace sufrir en el dolor de los
inocentes nos sirve de luz remitiéndonos AL GRAN INOCENTE, CRISTO JESÚS.
Finalmente no te olvides de la recompensa que lleva en palabras del Señor Jesús: “Dichosos los
que sin haber visto creen” (Jn 20, 29).

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LA ESPERANZA

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En la parte izquierda del crucero se encuentra la vidriera dedicada a la virtud de la esperanza. Está
representada por medio de una barca en el mar. Se aprecia su quilla, sus costillas, sus remos que la
arrastran y en el centro una franja dorada, símbolo de la presencia de Dios en medio de la barca. Por
delante cielo abierto, horizonte amplio, nada a la vista, sólo mar y cielo. La meta lejos y la esperanza
de llegar a buen puerto. Todo en un trasfondo de color verde, símbolo de esta virtud.
Esta metáfora de la barca está inspirada en el Evangelio de San Mateo que relata el suceso de la
tempestad calmada en el mar de Galilea. Los Apóstoles están pescando y les sorprenden de repente
una fuerte tempestad. La barca zarandeada por las olas está a punto de hundirse. El Señor está con
ellos durmiendo en el cabezal de la barca. Ante el peligro que corren sus vidas el temor les invade,
por lo que enseguida se oye la voz en demanda de auxilio “Señor, sálvanos, que perecemos”. Un
reproche cariñoso “hombres de poca fe” precede al exorcismo pronunciado por Jesús que recuperará
la calma de nuevo (Mt 8, 23-27).
Esta barca somos cada uno de nosotros en el mar de la vida. Como ves con referencia al mar
porque en él se multiplican las dificultades, los peligros son mayores y la seguridad siempre
pequeña. En este contexto y en muchas ocasiones no es nada difícil encontrarnos en la vida con el
temor de sucumbir, de hacer aguas por inacabados, imperfectos, con demasiadas grietas por donde
afloran las dolencias. Si a esto añadimos la dureza del camino y la lejanía de la meta, no podemos
por menos de experimentar nuestra impotencia con el ¿qué vamos a hacer? Ya no hay remedio...
Naturalmente es por ahí por donde aflora la esperanza y, SÍ HAY REMEDIO. No se trata de ver
las cosas de color de rosa y luego veremos... La esperanza apoya su áncora de seguridad en el
mismo Dios porque nace y se afianza en la fe plenamente vivida. Supone la maravillosa
combinación de confiar y de vivir ahora la presencia de Dios en nuestra barca. En otras palabras
hemos aprendido que somos templo de Dios y más tarde gracias a los méritos de Nuestro Señor
Jesucristo alcanzar cuanto nos ha prometido. El mismo Dios se hace fiel deudor de la promesa por
eso dirá San Pablo que la esperanza no defrauda (Rm 5, 5). Todavía va más lejos al hablarnos de su
compañía y de su acción “todo lo puedo en aquél que me conforta” (Flp 4, 12).
A su vez, esta virtud está condicionada a nuestra propia lucha retirando cualquier obstáculo que
impida la presencia del Señor y poniendo el esfuerzo necesario para manejar los remos ya que sin
ellos la barca no navega, no llega a la meta.
Es en la próxima llegada a la meta donde la esperanza alcanza su cenit. Y es que si nuestra
esperanza acaba con esta vida somos los hombres más desgraciados (1Co 15, 16-20). Cuando parte
de la barca se está hundiendo, cuando todo lo de aquí abajo no sirve para nada, incluso, se desecha
como un obstáculo, aunque supusiera aquello conquistas laboriosas, solo resta agarrarse a lo último
que se pierde, ya sabes a cual me refiero, porque se trata casi de un conocimiento innato, próximo a
Dios que no se pierde nunca, para en aquél momento pronunciar o susurrar el ESPERO EN TI,
SEÑOR, y esa llamada obtendrá de inmediato la respuesta “ESTOY CONTIGO”.
El miedo se convertirá en paz, la inseguridad en calma y el temor del trámite aduanero de la
muerte, en la alegría del nacimiento de una nueva vida, y ya, parte allá de la otra orilla termina la
esperanza.
La esperanza no defrauda, porque es fruto de la promesa hecha en la Escritura. Dios se ha hecho
deudor nuestro, no porque nos debiera nada a cuenta de algo que le hubiéramos ofrecido, sino
porque nos lo ha prometido.

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LA CARIDAD

En la parte derecha del crucero está la vidriera que representa en su cristal la imagen del amor. Un
gran corazón que da la impresión de no caber dentro del espacio que se le reserva, contribuye para
ello la ventana ajimezada. Aparece contorneado con una línea de color dorado. Enseguida pensamos
que se trata del corazón de Dios, en él están dentro dos corazones: el del hombre y el de la mujer. En
su aspecto morfológico lo acusan, no tanto en su contenido ya que el conjunto de lágrimas que hay
en ellos es similar o quizá alguna más en el de la mujer. En este corazón de Dios nos dice San Pablo
“que somos, nos movemos y existimos” (Hch 17, 28), con entera independencia y libertad. ¡Qué
grande es Dios! Esta es la gran verdad. Que mira a Dios. San Agustín se duele de su tardanza “!qué
tarde te he amado!”. Tú estabas dentro y yo fuera... Tú estabas conmigo, pero yo no estaba Contigo,
(Confesiones de San Agustín), y no menos a nosotros ya que los dos corazones están hechos para

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amarse mutuamente y poder llenar el vacío de la media personalidad masculina y femenina con su
complementariedad. Somos fruto de su amor y el amor adquiere plenitud en la reciprocidad cuando
sabe devolver, sabe dar y sabe amar. Este es el gran compromiso que debe de vivir amando. En la
intención primero a Dios y en la ejecución primero al prójimo, (San Agustín).
Todas las civilizaciones han hecho del corazón el símbolo del amor y la persona. Como diría San
Agustín: “Yo, corazón mío, donde soy el que soy”. Incluso para expresar la bondad de una persona,
de una manera sencilla y coloquial, nos servimos de él “!fulanito qué corazón más grande tiene!”. Si
Dios es amor y sólo amor, nos recuerda San Juan (1 Jn 4, 8), hasta el punto de identificar estas
palabras, ¿por qué no simbolizarle y expresarle en un corazón? Al fin y al postre es pura lógica. En
esta línea celebra la Iglesia la fiesta dedicada al Sagrado Corazón de Jesús, con lo que nos confirma
que el símbolo, la figura del corazón empleado para referirse a Dios no es sólo de lógica sino
apropiado y bueno. El amor que es Dios pasa sustancialmente por la personalidad de un hombre,
llamado Jesús de Nazaret.
Llama la atención el color blanco de los corazones. Desde siempre estamos acostumbrados a
contemplarlos de color rojo. Quizá para simbolizar el amor apasionado, de entrega, el amor de los
mártires. Parece más indicado que, tratándose del amor de Dios en el que se encuentran, fueran
blancos, signo de equilibrio, de inocencia, de pureza, evitando esa posible exageración del amor que
le hace un poco más interesado en los seres humanos.
En el interior de cada uno se aprecian unas lágrimas superpuestas de cristal para indicarnos el
conjunto de afectos, emociones y sentimientos que constantemente se generan.
El habla del corazón es el amor, que mueve y arrastra, de ahí que los deseos de Dios en el ser
humano broten espontáneamente. No secundarles sería tanto como frustrarse psicológicamente la
persona.
A modo de conclusión
Para el creyente estas virtudes teologales de fe, esperanza y caridad nos ayudan a vivir mejor. Nos
dan calidad de vida. Es como si Dios se encontrase dentro de nosotros mismos ya que su origen y su
término es Él Mismo. ¿Te das cuenta estimado creyente? Siente la experiencia de palparle y gozarle.
Ya no hay soledad posible para el que tiene fe. ¡Que bien lo expresaba nuestra Santa Teresa de
Jesús! “Quien a Dios tiene nada le falta”. San Pablo abunda en este mismo pensamiento si Dios está
con nosotros, ¿quién contra nosotros? (Rm 8, 31). Por supuesto que esta experiencia vital sólo puede
generarse desde una fe que pasa de unos conocimientos racionales y fríos a ser algo existencial,
encarnada en la vida. Es sentir experimentalmente en lo hondo de nuestra alma que creer en Dios y
en su enviado Jesucristo es recibir luz que ilumina nuestra oscuridad y alumbra nuestras tinieblas.
Que confiar en Dios y en su enviado es tener la seguridad de su protección en este valle de lágrimas.
Y todo esto por una razón bien sencilla, porque Dios nos ama, incluso como somos, siendo
pecadores, ya se entregó por nosotros muriendo en la cruz.
Estas virtudes unidas a las maravillas del mundo que Dios ha puesto para nuestro disfrute
constituyen la base de la misma felicidad que mora en el corazón de cada uno. Esto que parece tan
bonito puede quedarse solamente en esto, por falta de cooperación. Lo sensato es que no fuese así y
que nos aprovechemos de estos medios que consiguen efectos tan buenos. Algunas veces, dada mi
experiencia de sacerdote he visto cómo algún familiar con el mejor deseo de ayudar a algún paciente
en su etapa terminal se le priva de esta oportunidad advirtiendo que “un poco más tarde, señor cura,
para que no se entere”.
Para ello debemos ser conscientes que estas virtudes actúan a través de los sentidos y de la razón.
Que no son algo mágico que obran a este nivel. Son hábitos y por lo mismo son virtudes. Los
hábitos no se improvisan, se van haciendo con la repetición de los actos y la suma de muchos va
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construyendo en el interior de la persona como una segunda naturaleza espiritual. Piensa ¿qué puede
hacer una sola gota de agua que cae en un punto concreto? Pero si son muchas las que caen hacen de
aquél lugar un cuerpo horadado. Eso mismo sucede en nosotros cuando estas virtudes se construyen
así, y es entonces cuando se pueden hablar de los buenos frutos e incluso de terapia, de curación, de
prevención de cualquier enfermedad del cuerpo o del alma. Según la Organización Mundial del
Salud (OMS) define la salud como el bienestar físico, mental y espiritual.

MARÍA ESTRELLA DE LA MAÑANA
Su personificación de Madre de Dios y Madre nuestra

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Frente a la entrada de la Iglesia y encima del Cristo crucificado se encuentra la vidriera dedicada a
la Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra. Se emplea una gran estrella para representarla. En
la letanía del Rosario se la llama “Estrella de la Mañana”. El Apocalipsis habla de “una mujer
vestida de sol, la luna por pedestal, coronada de doce estrellas” (Ap 12, 1). La tradición cristiana la
identifica con María.
En la parte derecha superior figuran las letras de Ave María en abreviatura. Hubieran sobrado ya
que este anagrama de la Virgen está formado por las puntas superiores de la estrella en una perfecta
combinación de sus líneas. Todo ello envuelto en el color azul, propio de una representación
mariana.
María es la Estrella de la Mañana, la luz del amanecer anunciando a su Hijo Jesucristo, que es la
luz del día, pleno día, sol radiante y verdadero.
Además se pretende resaltar con esta figura que María es la Madre de Dios y Madre nuestra. Este
sencillo razonamiento gráficamente le pone al descubierto la vidriera. María es la Madre de
Jesucristo. Jesucristo es Dios. Luego es la Madre de Dios. Así la estrella, símbolo de María, está
sustentada en un círculo dorado también símbolo de Dios, que resalta sobremanera y dentro del
vientre de la estrella. De Él recibe todo, consistencia y luz, sin Él no habría estrella. A su vez el que
es el Creador de la estrella se sirve de ella para nacer entre nosotros y como nosotros. Y como todas
las madres de la tierra, la Virgen María, le da a luz después de haber estado en su vientre nueve
meses. La única diferencia es que ella le concibe sin concurso de varón. Por obra y gracia del
Espíritu de Dios.
Es también Madre nuestra. Fuera del disco dorado y de la estrella en la parte inferior, en la zona
gris aparecen otras muchas estrellas como si éstas hubieran nacido de la gran Estrella Mayor. Están
simbolizando a los que creemos en María, Madre nuestra.
Lope de Vega en un villancico la describe así:
Hoy nace una clara estrella,
tan divina y celestial,
que con ser estrella es tal
que el mismo SOL nace de ella.

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MUERTE E INMORTALIDAD

“Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre. En verdad, en verdad os digo: si el
grano de trigo no cae en tierra y muere queda infecundo; pero si muere da mucho fruto” (Jn 12, 24).
Estas dos vidrieras están inspiradas en estas palabras del Señor, tan claras y tan lúcidas por su
sentido positivo como el cristal que ahora se presta para enaltecer, embellecer y explicar de una
manera sencilla cual es el sentido de la muerte desde este pensamiento del Señor. Ambas vidrieras,
la del bajo coro con la imagen de un grano de trigo y la del alto coro, otro grano de trigo, pero
dorado símbolo de Dios, en su meta. Están relacionadas verticalmente y se complementan formando
una sola. En la vidriera inferior aparece el grano de trigo germinando, dicho de otra manera
exhalando, liberando vida de su interior. Queda reflejada esa vida en las raíces que se hunden en la
tierra y en unos tallos también portadores de vida que ascienden a lo alto. Habrás caído en la cuenta
de que para que todo este proceso suceda, previamente ha habido una muerte, la destrucción de la
semilla, del grano de trigo. Puede parecerte contradictorio que se muera para vivir, pero esa es la
sencilla realidad que nuestro entendimiento recibe y nos ofrece. Desde esta figura del grano de trigo,
el Señor nos habla de la muerte del ser humano no sólo desde un deseo de inmortalidad, muy
querido y abrigado en nuestro corazón, sino desde la objetividad de una experiencia que en su justa
medida podemos y debemos extrapolar a este final de nuestra existencia terrena. Lo que se da en esa
vida vegetativa se reproduce de una manera más elevada y grandiosa en la vida humana por gozar
ésta de un alma espiritual que ahora tiene como soporte un cuerpo quebradizo y mortal. Roto éste, se
produce esta liberación, por cierto muy paradójica desde nuestros sentidos, comprensible desde
nuestra razón y muy segura desde nuestra fe.
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El ya acabó todo que tan ligera y frívolamente se dice llegado ese momento del óbito no es verdad
en su conjunto. No puedes ni debes poner el punto y final. En la escritura de la vida sólo cabe el
punto y seguido.
En la vidriera estás viendo brotar esos tallos que salen del grano de trigo un tanto parsimoniosos,
reacios y entre cruzados, como si les costase salir de él. Estaban bien guardaditos en su interior,
ahora les espera una situación diferente, metafóricamente podríamos decir que vienen llorando.
Pronto se cambiará la situación en la alegría de la vida. En el nacimiento del ser humano así ocurre
y, en su partida, se marcha llorando. Pronto desaparecerá el duelo porque empieza a verlo desde la
otra orilla de la vida. Queda también reflejado en la vidriera del alto coro (vidriera superior). Esos
tallos remisos y cansinos al principio, pronto toman vigor, derechura, con una suave inclinación
tendente a su objetivo final, como con ganas de llegar cuanto primero a otro grano de trigo de color
dorado, símbolo de Dios, destino, meta y llegada. “Nos hiciste para Ti e inquieto está nuestro
corazón hasta que descanse en Ti” (San Agustín). Todo esto rodeado de un cristal límpido y
transparente por su cercanía a Dios, sólo matizado por esas tres líneas en colores violetas que tienen
una connotación espiritual.
Se ha pretendido representar el proceso de destrucción y liberación de la muerte. Es comprensible
esa repugnancia que se da porque produce un rompimiento hacia fuera y hacia dentro de nosotros
mismos con todo lo que nos ha relacionado la vida, pero también es liberación, tanto es así que los
ascetas han hablado del cuerpo como la cárcel del alma. Así el Apóstol San Pablo desea partir
cuanto primero de esta vida (Flp 1, 21-26), lo mismo Santa Teresa de Jesús con el “muero porque no
muero”.
La resurrección de cristo
“No busquéis entre los muertos al que vive, no está aquí, HA RESUCITADO” (Lc 24, 5).
No es frecuente encontrar en nuestras Iglesias signos e imágenes que hagan referencia a la
resurrección de Cristo, por el contrario las imágenes de Cristo crucificado, Vía Crucis, algún Cristo
yacente, son muy normales, incluso abundando.
Naturalmente cada signo responde a una vivencia determinada. Estas segundas a un cristianismo
de dolor, de cruz y de muerte, mientras las primeras están más de acuerdo con la vida aunque como
puedes ver en la vida de Cristo la resurrección parte de la muerte y la muerte reclama la
resurrección. Es un solo acontecimiento y su apropiación es cuestión de matiz y cada uno puede
optar por la línea que más le guste.

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Esta pintura de la resurrección de Cristo realizada por El Greco, ahora recreada para la Iglesia por
la mano habilidosa de Doña Karmele Egileor, de dos metros de alta y 1,40 de ancho, quiere ser el
complemento final de las vidrieras de la muerte e inmortalidad que acabas de contemplar. Centra
nuestra atención en la resurrección de Cristo y en nuestro final glorioso al participar de su misma
suerte. Hasta ahora nos hemos limitado a ver la muerte como parte integrante de la vida a través del
grano de trigo que al morir libera una vida espiritual, ahora damos un paso más que arranca de lo
específico de nuestra fe, LA RESURRECCIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO. De nuevo
otra vez nuestro cuerpo renovado, restaurado y unido al alma formando la persona humana al
completo gracias a la solidaridad que contrajo Nuestro Señor con todo el género humano al nacer de
nuestra misma carne y sangre. Solidaridad hasta el punto del rompimiento de la muerte con su
resurrección (Hbr 10, 5-10). El profeta Oseas, casi 800 años antes de la venida de Cristo, anunciaba

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un Salvador que nos librará de la mayor de las esclavitudes, la de la muerte y lo hacía con estas
palabras: “¡Oh muerte, yo seré tu muerte!” (Os 13, 14). En unas tablas de un pequeño retablo
expuesto en las Edades del Hombre en la Catedral de Palencia estaba grabado en latín este
pensamiento (mors tua ero, o mors). Una condición se requiere, nos dirá el Apóstol San Pablo “si
creemos que Jesús ha muerto y ha resucitado, del mismo modo a los que han muerto en Jesús Dios
los llevará con Él” (1 Ts 4, 14).
Nos desborda el cómo será pero seguimos confiando que para Dios nada hay imposible.
La muerte ya no es sólo parte del destino terreno, sino de la misma identidad cristiana que se
convierte en recompensa de la vida eterna. Sólo así San Juan puede llamar “dichosos a los que
mueren en el Señor” (Ap 14, 13), o también lo que una estrofa de un himno litúrgico que la Iglesia
canta “la muerte ha muerto”.

JESUCRISTO EL HOMBRE NUEVO
Su personificación de Salvador

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En contraposición al hombre viejo representado por Adán que había perdido el estado de gracia y
amistad con Dios por la desobediencia de aquel mandato que le prohibía comer del árbol del bien y
del mal, así representado en la Biblia (Gn 2, 16-17), nos lega a todos sus descendientes la enemistad
con Dios, en raíz. Ésta es nuestra situación. Fue necesaria la encarnación del Hijo de Dios, con
naturaleza humana como la nuestra, asumiera y compartiera nuestra situación, para que en su misma
raíz le devolviera al ser humano la amistad con la creación y con Dios. De tal modo que pudiera ser
lo mismo que al principio. El todo lo hizo bien, que de nuevo restaurado por Nuestro Señor
Jesucristo, es como si otra vez volviera a salir de las manos de su creador. Con su muerte venció el
pecado y con su resurrección venció la muerte. He aquí la nueva y definitiva creación.
Este nuevo estado queda representado en la vidriera de una manera simple y sencilla.
Contemplamos una especie de mosaico bien ordenado, compuesto de muchos elementos que le dan
un aspecto de multiplicidad y diversidad pero también de orden y armonía. Aquel primer mosaico
roto de la creación se ha restaurado. En el centro el anagrama de JHS (Jesús Hombre Salvador). Él
es el HACEDOR DE LA NUEVA CREACIÓN. Él es el nuevo Adán que restaura lo viejo (Rm 5,
15-19). Todo mira hacia Él. De Él arrancan unas líneas trenzadas en forma de cruz y que se dirigen a
todos los ángulos del mosaico. Son los sarmientos que se nutren de la verdadera vid, que es Cristo
(Jn 15, 1-8), y que naturalmente representan a los bautizados comprometidos con su fe. Por donde
pasan transportan nueva vida, generan paz, justicia, fraternidad... es que su misión es seguir
haciendo el bien, continuar lo que dice San Pedro de Él “que pasó por la tierra haciendo el bien”
(Hch 10, 37-38).
Toda la comunidad cristiana estamos llamados a componer y embellecer este mosaico, figura de la
creación renovada. Para ello, todo comienza y continúa por ser un sarmiento vivo, unido a la cepa
que es Cristo.
La otra forma de verla
En más de una ocasión cuando las he explicado, alguien se me ha adelantado para decirme que ve
en esta vidriera el simbolismo se la Sagrada Eucaristía. Una Sagrada Forma grande con el anagrama
de Cristo y otras tantas fragmentadas. Efectivamente también puede ser válida esta interpretación
muy sencilla por estar alcance de todos.
Pan y vino consagrados que se convierten en el Cuerpo y la Sangre del Señor.

MI AGRADECIMIENTO Y DESEO
Gracias a todos los que estáis colaborando en la conservación de la Iglesia. Sois vosotros los que
cada día la hacéis más acogedora con vuestras ayudas y con vuestra presencia. Quedaría incompleto
este capítulo si no lo hiciera nominal y extensivo a su autor Don Antonio Sáinz que con una mezcla
de profesionalidad, de fe y de cariño, nos ha dejado la obra de sus vidrieras. Lo mismo digo a Doña
Karmele Egileor que ha recreado la obra de pintura de la resurrección de Cristo realizada por El
Greco, dejando constancia de sus buenas cualidades artísticas, además de su generosidad y de su fe.
Todo lo que venimos realizando en nuestra Iglesia contribuye a que nos sintamos bien y a gusto
cuando en ella estamos. Rezar tiene que resultarnos fácil cuando nos reunimos para celebrar el día
de Señor u otro acontecimiento cristiano.
Que este recinto sagrado nos ayude a descubrir la grandeza y la riqueza de la vida interior. El otro
templo espiritual, la otra casa de Dios que somos cada uno de nosotros en el que mora su Espíritu y
que nos hace gritar: “Abba Padre” (Rm 8, 14-15).

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Hagamos bueno aquel deseo de San pablo “que en adelante sea Él quien vive y obra en
nosotros”(Rm 8, 9). Y así cual otro cristal dejemos traslucir nuestra imagen y semejanza de Dios.
Nuestra afiliación divina.
“Transfigúranos, Señor, transfigúranos.
Quiero ser tu vidriera,
tu alta vidriera azul, morada y amarilla.
Quiero ser mi figura. Sí, mi historia,
pero de Ti en tu gloria traspasado.”
(Liturgia de Las Horas, fiesta de la Transfiguración del Señor)
Parroquia de San Cosme y San Damián de Soncillo, a 26 días del mes de septiembre del año
2003, festividad de sus Santos patronos.

Claudio Lezcano, Párroco de Soncillo.

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