REVISTA NUMERO 22 CANDÁS EN LA MEMORIA.pdf


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Las campanas de ENSIDESA

Entre 1951 y 1959, en un Avilés que había pasado de ser una villa burguesa de 15.000 habitantes
a una ciudad proletaria de cerca de 100.000. El enorme crecimiento procedía de la masiva llegada
de emigrantes desde las zonas más desfavorecidas de España, y de la propia Asturias, a quienes los
“avilesinos de toda la vida” llamaban “coreanos”
‘se nos metía el aire en los huesos’.
Ningún avilesino de entonces puede olvidar el ruido de los pilotes de hormigón, día y noche. La
verdad es que ‘las campanas’ sonaron a rebato para cambiar la historia de Avilés».
En los años 50, las campanas de Avilés tocaban a muerto. Y no en las iglesias. La fábrica de
Ensidesa, el gigante industrial de Asturias, se construyó sobre un suelo de barro y arenas
movedizas, y cientos de hombres arriesgaron sus vidas para clavar en el fango los cimientos,
que, aún hoy, mantienen en pie los altos hornos. Los llamaban ‘campaneros’, porque utilizaban
gigantescas ‘campanas’ de hormigón armado, recubiertas de acero, para fijar los pilares en los
pantanos cercanos a la ría. Muchos murieron en accidentes que el régimen de Franco censuró
y silenció. Aún hoy, sus restos permanecen sepultados debajo de las chimeneas de la antigua
Ensidesa.

Había dos tipos principales de accidentes, debidos ambos a fallos por fuga de aire de la boquilla,
rotura del cajón o por fallo de los compresores que suministraban el aire. Por un lado, aquellos en
que los campaneros salían reventados por una boquilla situada en la parte superior de la campana.
«Yo entré a trabajar en las obras en 1955 y me constan varios accidentes de este tipo», relata M. V. P.
Otro tipo de accidente sucedía cuando las campanas perdían presión, caían y acababan enterrando
en vida a los campaneros.
“Fue un trabajo duro, pero alguien tenía que hacerlo, y además teníamos que comer”. Pilar García,
de 86 años, que por entonces trabajaba en una metalurgia de Oviedo, aún recuerda las historias
que circulaban por la capital. “Trajeron a mucha gente de León, Extremadura, Andalucía y hasta de
Portugal. Y se decía que, todas las semanas, muchos morían”.
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