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invadir todos los ámbitos de la vida del individuo. Hasta que no podamos hablar propiamente de
«individuo». Porque el individuo no tiene derecho a existir por sí mismo, como un fin, sino tan solo
como un medio, un miembro de un orden mayor que lo sobrepasa y controla. Utilizando la
terminología filosófica medieval, el individuo es contingente, pero el Estado es necesario.
Distingo tres tipos diferenciados de asistentes. El primero lo constituye la masa, vestida
invariablemente con pantalón o falda, camisa, cinturón y calzado formal de un color azul eléctrico,
a lo que se añaden fulares o corbatas doradas. Todos llevan un elegante broche circular en el pecho,
la insignia con la bandera patria.
El segundo tipo de asistentes son los líderes, sobre la plataforma erigida en medio del campo,
que añaden al uniforme sus elegantes americanas de color azul. El tercer y último grupo es el de los
miembros de los cuerpos de policía y seguridad, que llevan, por lo general, monos azules con botas,
mitones y corazas del mismo color eléctrico. Portan intimidantes fusiles de asalto en las manos,
fundas cruzadas a la espalda y pistolas enfundadas a ambos lados de la cadera, y ni las fundas ni las
armas son diferentes en color a la vestimenta. Protegen sus cabezas con cascos azules de visera
transparente. En el centro de sus petos se distingue muy bien una gran letra sigma rodeada de
estrellas. Llevan bolsas y bolsillos en las piernas, cintura y brazos para almacenar material médico,
antidisturbios y militar.
La policía, siempre omnipresente, hace un acto de presencia mayor, si cabe, a lo
acostumbrado. Se acercan elecciones y el de hoy es el acto más importante y multitudinario que las
precede. Se ha distribuido estratégicamente en las intersecciones de las calles, dentro de ellas y a
distancias calculadas y uniformes entre cada agente, en las azoteas y ventanas, en las puertas del
estadio y los edificios, en las escaleras, entre las gradas y entre la muchedumbre en el campo,
siempre de manera equidistante, meticulosamente organizada. La disciplina es férrea, la
organización perfecta.
Uno podría preguntarse qué sentido tienen unas elecciones en un país en el que se ha
impuesto la uniformidad ideológica y la oposición a las ideas oficiales es catalogada y condenada
como «discurso de odio» ilegal dentro del gran «espacio seguro» nacional, pero a uno más le
valdría no preguntárselo en voz alta si quiere evitar que los agentes de la policía política se lo lleven
para someterlo a un proceso de reeducación. Y, en realidad, los comicios tienen todo el sentido del
mundo, porque la base del pansocialismo es la democracia.
El socialismo, en efecto y de manera previsible, ha evolucionado exitosamente desde el
marxismo-leninismo, abandonando la dictadura del proletariado y abrazando la forma de gobierno
que la contemporaneidad ha consensuado como legítima desde hace siglos —si es que la
legitimidad puede ser consensuada—. El socialismo es el paradigma del superviviente darwiniano:
no importan circunstancias ni entornos, su capacidad de adaptación es prodigiosa, y aunque es
devastador para el propio medio en el que se desarrolla, siempre perdura.
El socialismo es el más poderoso de los parásitos: destruye completamente a su víctima y
sobrevive en el siguiente organismo que invade. Subsiste una peculiaridad ante las diversas
mutaciones —nacionalistas, internacionalistas, dictatoriales, democráticas, totalitarias, «liberales»,
«anarquistas»— y disfraces: la víctima recibe siempre al parásito con optimista entusiasmo. El
Canciller de Hierro, Otto von Bismarck, se asombraría grandemente de tal prodigio, como lo hacía
otrora al observar España, el país que tanto tiempo llevaba tratando de destruirse a sí mismo sin
éxito —tal era su fortaleza—. Pero España también ha desaparecido ya, porque España no era tan
fuerte como el socialismo. Ni Alemania, Francia, Italia, Gran Bretaña, Austria, Polonia, los países
bálticos y los balcánicos, los escandinavos ni los nórdicos, Bélgica, Holanda e Irlanda. Y con ellos,
han desaparecido también sus culturas, sus lenguas, sus historias, sus tradiciones e identidades. Y
solo queda la Unión Democrática Pansocialista Europea.
Un numeroso grupo de militares, cuyo aspecto no difiere en realidad del de los policías
excepto por sus colores de camuflaje, se posiciona alrededor de la plataforma levantada en medio
del estadio. Hay un policía por cada diez asistentes y un capitán del ejército pertrechado con una
armadura completa y casco integral. No es una pesada armadura medieval de hierro o acero, sino
una constituida por sofisticados elementos de fibra de carbono y materiales blandos en las zonas en

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