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El siglo XIX lejos de separarse de los planteamientos roussonianos, aunque los critique en
sus aspectos constractualistas, redefinirá el sistema patriarcal de Rousseau en cuanto al
ideal de familia y el ideal de feminidad. Si con Rousseau la domesticidad y feminidad es el
ámbito presocial, en el siglo XIX la domesticidad y feminidad es naturaleza biológica muy
lejos de la civilidad e individualidad que consiste en la doma de lo natural y es propio sólo
de los varones. Para Hegel, por ejemplo, las mujeres pertenecen a la familia, están fuera
de la ciudadanía y de los intereses universales. Tampoco tienen individualidad: son la
madre, la hermana, la esposa, la hija. Los varones han de vivir para el Estado; las
mujeres, para la familia. Para Shopenhauer, la división entre los sexos es natural. Los
sexos son modos de existencia perfectamente diversos y divergentes. El sexo masculino
es reflexivo y el femenino es inmediato. Todas las mujeres deben ser seres de harén, y en
esto las culturas orientales se han mostrado más sabias que Europa. Las mujeres no
deben tener derechos y deben ser educadas en la sumisión. De no hacerlo así, se las
hace infelices colectivamente.
Esta es la línea de pensamiento contra la que tienen que luchar las mujeres defensoras
de la igualdad de los sexos, pero la ruptura de esta línea discursiva sólo será posible si la
vindicación de igualdad encuentra el apoyo de una profunda reforma legal.
"DECIDIMOS: Que todas las leyes que impidan que la mujer ocupe en la sociedad la
posición que su conciencia le dicte, o que la sitúen en una posición inferior a la del
hombre, son contrarias al gran precepto de la naturaleza y, por lo tanto, no tienen ni
fuerza ni autoridad."
Tres son los ejes sobre los que se sustenta este punto, la educación, el matrimonio y el
trabajo.
Educación
En la mayoría de los países, la reivindicación pedagógica precede a todas las otras
vindicaciones feministas. El feminismo organizado exigió un cambio de legislación que
permitiera el acceso de las mujeres a la educación y a una educación superior. Hasta
estas firmes peticiones lo que debía ser sujeto de educación para las niñas se movía en
los estrechos límites que el pedagogo Rousseau había impuesto. En "El Emilio",
Rousseau afirmó que los varones son por naturaleza activos y fuertes, y las mujeres
pasivas y débiles. De acuerdo con esto, la crianza de Sofía debía de estar más protegida,
con énfasis en el cultivo de la delicadeza y una buena preparación en la costura y
tapicería, preferiblemente en un convento, donde puede mantenerse la inocencia.
También mantenía que las niñas necesitaban la religión más que los niños. Sin embargo,
Sofía no necesita una educación extensa, sino sólo imprescindible para "vivir
convenientemente"; cualquier sofisticación intelectual más profunda se le puede
proporcionar después del matrimonio, con Emilio como tutor. El matrimonio y la
maternidad son el destino de las jóvenes.
A comienzos del siglo XIX muchas familias burguesas seguían los dictados roussonianos
y el precepto de Samuel Johnson, es "preferible ver una buena comida sobre la mesa a
oír a la esposa hablar en griego", actitud que por ejemplo se vería reforzada en la
sociedad inglesa cuando la ley clasificaba a las mujeres con los niños pequeños, los
idiotas y los lunáticos no aptos para la educación ya que "topan con incapacidades

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