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El vegan debe ir más allá de la comprensión monista de la opresión nohumana y entender sus raices en las relaciones sociales humanas. Además, el
vegan debe extender su estilo de vida de resistencia a la resistencia de la opresión
humana.

La violencia en la vida diaria

Nuestra sociedad, pocos discreparían, está basada en gran parte en la
violencia. Hacia dónde volteemos, parece, hay violencia, una percepción aumentada
exponencialmente por las imágenes de los medios controlados por las corporaciones.
Esta violencia, como parte de nuestra cultura y nuestra existencia, sin duda tiene
una profunda influencia en nosotros, influencia cuyo extento difícilmente podemos
esperar comprender en su totalidad algún día. Aquellos que están en el final receptor
de la violencia naturalmente sufren un severo desempoderamiento. Como el poder
es un concepto social, nosotros como personas no necesariamente comprendemos
lo que significa para nosotros. Cuando percibimos una pérdida de poder, una de
nuestras típicas reacciones es reafirmar el poco poder que nos queda. Una vez
internalizados los efectos de la opresión, los llevamos con nosotros, usualmente
para convertirnos en victimizadores. Es una verdad desafortunada que las víctimas
usualmente se vuelven perpretadoras específicamente por haber sido victimizadas.
Cuando la victimización toma forma de violencia física, ésta usualmente se traduce
en más violencia.

Con ello en mente, podemos ver claramente por qué el abuso hacia los
animales —ya sea directamente, como es el caso del maltrato hacia las mascotas, o
indirectamente, como en el proceso del consumo de carne— se correlaciona con la
violencia social. Los humanos que son maltratados tienden a maltratar a otros, y los
animales se encuentran entre las víctimas más fáciles e indefensas. Esto expone aún
otra razón por la cual aquellos preocupados por el bienestar de los animales deben
combatir la opresión social.

Además, esta dinámica de causa-efecto funciona en ambas direcciones.
Se ha demostrado que aquellos que son violentos hacia los animales —directa o
indirectamente— también tienden a mostrar violencia hacia otros humanos. La
gente que se alimenta de una dieta vegetariana, en este caso, es típicamente menos
violenta que aquella que consume carne. La gente que abusa de sus mascotas
dificilmente para ahí —sus hijos y parejas usualmente son los siguientes.

Es absurdo pensar que una sociedad que oprime a los animales no-humanos
podrá convertirse en una sociedad que no oprima a los humanos. Reconocer la
opresión animal entonces se convierte en un prerequisito para el cambio social
radical.
Liberación animal y revolución social

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La alienación en la vida diaria

En la raíz de la opresión, sostiene la radical, se encuentra la alienación.
Los seres humanos somos creaturas sociales. Somos capaces de sentir compasión.
Somos capaces de comprender que hay un bienestar social, un bien común. Porque
podemos sentir empatía hacia otros, aquellos que nos enfrentan contra los demás
como sociedades, comunidades e individuos, o como humanos contra la naturaleza,
deben alienarnos de los efectos de nuestras acciones. Es difícil convencer a un
humano a que cause sufrimiento a otro. Es aún más difícil convencer a un humano
a dañar a un animal no-humano sin razón alguna, o de directamente contribuir a la
destrucción de su propio ambiente natural.

Cuando una sociedad va a la guerra con otra, es imperativo que el líder
de cada sociedad convenza a “las masas” de que la población adversaria es mala y
sub-humana. Más allá, los líderes deben esconder los resultados reales de la guerra:
violencia masiva, destrucción y derramamiento de sangre. La guerra es algo que
sucede en otro lugar, nos dicen, y esos “extranjeros” que mueren lo merecen.

Las dinámicas opresoras en las relaciones sociales siempre están basadas
en la dicotomía nosotros-ellos, con el opresor visto claramente como algo distinto
al oprimido. Pues el opresor, el “nosotros” es supremo y privilegiado. El rico
“entiende” que sus riquezas son adquiridas por métodos “justos” y “honestos”.
Tanto el opresor como el oprimido son llevados a creer que es la discapacidad del
pobre y su incompetencia lo que lo mantiene así. No se reconoce el hecho de que el
privilegio económico automáticamente precipita la desigualdad. Simplemente no es
suficiente darse la vuelta cuando a algunos se les permite llevar más de su pedazo.
Pero los ricos son alienados de este truismo. Deben de serlo, pues de otra forma no
serían capaces de justificar la desigualdad a la que contribuyen.

El vegan entiende que la explotación humana y el consumo de animales son
facilitados por la alienación. La gente no podría vivir de la forma en que lo hace —a
expensas del sufrimiento animal— si entendiera los efectos reales de tal consumo.
Esta es precisamente la razón por la cual el capitalismo tardío ha eliminado por
completo al consumidor del proceso de producción. La tortura sucede en otro lugar,
detrás de puertas (fuertemente) cerradas. Si se les permitiera empatizar con las
víctimas de la opresión de las especies, los humanos no podrían continuar con sus
vidas como actualmente lo hacen.

Los humanos deben de mantenerse alienados de la simple lógica que existe
detrás del veganismo. Para mantener la dicotomía nosotros-ellos entre humano y
“animal” (¡como si nosotros no fueramos animales!), no se nos puede permitir escuchar
los argumentos básicos en favor de trascender este falso sentido de dualidad.

Se nos dice que los humanos pueden emplear lingüismos y estilos de

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