Liberacion Animal y Revolucion Social.pdf


Vista previa del archivo PDF liberacion-animal-y-revolucion-social.pdf


Página 1 2 3 4 5 6 7 8 9

Vista previa de texto


razonamiento complejos. Los no-humanos no pueden. Los humanos son personas,
los demás son bestias, en el mejor de los casos. Los animales son menos que los
humanos no por naturaleza, sino por deshumanización activa, un proceso mediante
el cual la gente conscientemente despoja a los animales de su valor. Después de
todo, la inhabilidad de hablar o razonar de forma “inteligente” no somete a los
infantes o a la gente con severo retrazo mental a la violencia que millones de nohumanos sufren a diario.

Afrontémoslo, la dicotomía entre el humano y el animal es más arbitraria
que científica. No es más diferente que aquella planteada entre “blancos” y “negros”
o “rojos” o “amarillos”; entre adulto y niño; entre hombre y mujer; entre heterosexual
y homosexual; local y extranjero. Las líneas se dibujan sin cuidado pero con una
intención tortuosa, y nuestro pensamiento está modificado por las instituciones que
nos llevan a creer que nosotros estamos de un lado de la línea, y que esa línea es
racional.

En la vida diaria, nos enajenamos de los resultados de nuestras acciones
más básicas. Cuando compramos un producto comestible en la tienda, podemos
leer la lista de ingredientes y usualmente sabemos si en el proceso de producción se
asesinó y/o torturó animales. ¿Pero qué sabemos de la gente que hizo ese producto?
¿Se les pagó menos a las mujeres que a los hombres? ¿Fueron los negros subyugados
por los blancos en el piso de la fábrica? ¿Se pisoteó el esfuerzo de una unión o
colectivización de trabajadores? ¿Se asesinó a cien de ellos en una protesta que
exigía un salario digno?

Cuando yo, como hombre, converso con una mujer o con alguien menor que
yo, ¿soy dominante y prepotente como he sido condicionado a ser por una sociedad
patriarcal? ¿Me veo a mi mismo como persona “blanca”, “superior” a los “negros”
(aún inconscientemente)? ¿veo a las personas de color como inherentemente distintas
a mi? Estas son preguntas que no se nos fomenta a hacernos. Pero que debemos.
Para superar/vencer la enajenación, debemos ser vigilantemente críticos no sólo
del mundo que nos rodea, sino también de nuestras propias ideas, perspectivas y
acciones. Si queremos extinguir la opresión en nuestras cabezas, debemos cuestionar
constantemente nuestras creencias y suposiciones. Lo que debemos preguntarnos
como individuos son los efectos de nuestras acciones, no solo sobre aquellos quienes
nos rodeas, sino también en nuestro entorno natural.

Como un componente clave de la perpetuación de la opresión, toda la
alienación debe destruirse. Mientras podamos ignorar el sufrimiento en el matadero
y el laboratorio de vivisección, podemos ignorar las condiciones del tercer mundo,
del gueto urbano, del hogar abusivo, del salón de clases autoritario, y demás. La
habilidad para ignorar una opresión es la habilidad para ignorar cualquier otra
opresión.

Liberación animal y revolución social

10

mayores por igual son vistos como débiles e incompetentes (a pesar de su potencial
real de responsabilidad). El etarismo esta arraigado en algo que llamo adultocracia,
que se refiere a la noción de que la adultez es poseída por una cierta calidad de
responsabilidad no encontrada en los mayores o en los jóvenes. Como los animales,
aquellos oprimidos por el etarismo son tratados como objetos desprovistos de
carácter o valor individual. Son explotados en lo posible, consentidos cuando
se estiman “tiernos”, pero casi nunca dotados del respeto ofrecido a los adultos
humanos. Que los niños, los ancianos y los animales sean seres vivientes, pensantes
y sintientes, de alguna forma se pierde en la búsqueda del adulto por dominio y
poder. A diferencia del patriarcado, la adultocracia no requiere una jerarquía formal:
afirma su dominio al convencer a sus víctimas de ser menos válidas que sus opresores
adultos. Los no-humanos también pueden ser fácilmente invalidados. Un gran paso
en esa dirección se da simplemente al privarlos de cualquier libertad de desarrollar
carácter individual.

No hay duda de que el estado está del lado de aquellos que explotan a los
animales. Con mínimas excepciones, la ley es definitivamente anti-animal. Esto se
demuestra con el subsidio gubernamental de las industrias lácticas y cárnicas, de
la vivisección y del uso militar de los no-humanos, así como de su oposición hacia
aquellos que resisten contra la industria de la explotación animal. El político nunca
comprenderá por qué el estado debe proteger a los animales. Después de todo, cada
esfera de la vida social condena y fomenta su abuso. Actuar en los “intereses” de los
electores (humanos) siempre se traducirá, por más absurdo que parezca, en actuar
contra los intereses del reino animal, un extenso electorado que aún falta por recibir
el derecho al voto.

Pero, el anarquista se pregunta, si cada animal fuera provisto de sufragio y
después se reafirmara su necesidad de protección al votar, ¿tendríamos una mejor
sociedad? Es decir, ¿realmente queremos que el estado se interponga entre los
humanos y los animales, o preferirríamos eliminar la necesidad de tal barrera? La
mayoría estaría de acuerdo en que la elección óptima sería dejar que los humanos
decidan detener el consumo animal sin antes haber sido obligados a hacerlo. Después
de todo, si la prohibición de alcohol causó tanto crimen y violencia, ¡imaginen el
conflicto social que la prohibición de carne causaría! Así como la guerra de las
drogas nunca afectará los problemas brindados por la dependencia química y su
correspondiente “submundo”, ninguna guerra legal contra la carne tendría alguna
oportunidad de frenar la explotación animal; simplemente causaría más problemas.
Las raices de este tipo de problemas se encuentran en el deseo social —creado y—
reforzado para producir y consumir aquello que no necesitamos. Todo en nuestra
sociedad actual nos dice que “necesitamos” drogas y carne. Lo que realmente
necesitamos es destruir esa sociedad.

7

Liberación animal y revolución social