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BEATO MANUEL RUIZ

SU PUEBLO NATAL
Al Norte de Burgos, en la Merindad de Valdeporres, entre valles y montañas, hay un pueblecito,
llamado San Martín de las Ollas, que ha dado en el mes de mayo una bella flor, un futuro mártir,
llamado BEATO MANUEL RUIZ LÓPEZ.

Mapa del valle de Valdeporres

Vista de San Martín de las Ollas
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El Evangelio (MT. 13, 44) nos habla de un “tesoro escondido“ de tan alto valor, que para poder
comprarlo, es preciso vender todo lo demás. De este pequeño pueblo del Norte Burgalés salió el
capitán del valiente equipo de mártires de Damasco.
Manuel, el hijo de Manuel y Agustina, nacía un cinco de Mayo del año mil ochocientos cuatro.
Pronto recibió del Párroco de su pueblo D. Luis Rábago, las primeras instrucciones religiosas y
lecciones de latín, sin olvidar la exquisita formación religiosa de sus padres, que como buenos
castellanos siempre han estado adheridos a la antigua tradición cristiana.

SU VOCACIÓN RELIGIOSA FRANCISCANA
Los agentes de recoger noticias y testimonios, con vistas al proceso de su beatificación, coinciden
en señalar su religiosidad y caridad para con los más pobres y necesitados. De ellos recibió la
sonrisa permanente en sus labios, repartiendo a su alrededor alegría y paz.

Iglesia románica de San Martín de las Ollas

Manuel pronto sintió el atractivo de la vocación religiosa. Anteriormente y a muy poca
distancia, en el mismo y a mediados del siglo XVI marcaba una línea y dejaba sus huellas y raíces
en el mismo valle de Valdeporres y en el pueblo de San Martín de Porres, otro Santo muy popular
conocido como “Fray Escoba“, aunque nacido en Peruvia de Lima (Perú) el año 1579, de madre de
raza negra, pero su padre era natural del pueblo de San Martín de Porres (Burgos) de donde le viene
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el sobrenombre de Porres. Este ingresaría en la orden de los Dominicos, que fue fundada por otro
preclaro e insigne burgalés, Santo Domingo de Guzmán.
No eran tiempos muy propicios para la vida religiosa, sino todo lo contrario. Eran tiempos de
revoluciones y alardes anticlericales. Cuando Manuel tenía cuatro años, las gentes se levantaron
contra la invasión napoleónica. Poco antes, las Cortes de Cádiz (1812) habían votado una
Constitución que herían los sentimientos tradicionales del pueblo. Aún con ello, Manuel suspiraba
por vestir el hábito Franciscano.
En 1825 ingresa en la Orden en Priego (Cuenca) en el antiguo convento de San Miguel de las
Victorias. Así coronaba su juventud a los 19 años y se vestía de Franciscano.

SU MISIÓN EN DAMASCO
Hecha su profesión y ordenado Sacerdote el año 1830, ve colmados sus mayores deseos, al saber
que es elegido para ir a las Misiones de Tierra Santa con otros 19 misioneros, y el 3 de Agosto de
1831 desembarcaba en el puerto de Jaffa, tierra de Palestina.
Allí tuvo la ocasión de conocer los Santos Lugares de Belén – el Lago de Tiberiades, - Jerusalén,
- El Santo Sepulcro, es decir, recorrió los lugares principales donde nació, vivió y realizó la gran
obra de nuestra redención el mismo Jesús de Nazaret. Todo aquello enciende su ardor de actuación
misionera . Fue el P. Fray Isidro Bañuels el encargado de orientar al P. Manuel y compañeros en
todo ese recorrido por Tierra Santa. Y para poder perfeccionar sus conocimientos doctrinales se
trasladaría a Damasco para el aprendizaje del árabe. Pronto dominaría aquella difícil lengua y el
conocimiento perfecto de ella le capacitó para desempeñar el cargo de Párroco allí mismo ,
parroquia adscrita al Templo Franciscano de la Conversión de San Pablo de Damasco.
Allí sobresale por su celo y virtud. Los árabes, familiarmente le llamaban el “ Padre paciencia “.
Pero la salud del celoso fraile burgalés se resiente, y los Prelados y Superiores, viendo el estado en
que se encontraba, decidieron y juzgaron conveniente darle un descanso y cambiarle de clima , y es
destinado a Luca (Italia) en cuyo convento es modelo de amabilidad y ejemplo de obediencia.
En cuanto sé sintió restablecido, volvió a pensar de nuevo en su parroquia de Damasco, donde
tenía puesto su corazón e ilusiones, y solicitó el retorno a su antigua y apreciada Parroquia. Y como
enferma nuevamente pensaron que la mejor forma de curarse sería volver a España.

SU MISIÓN EN ESPAÑA
Los conventos de España, por aquella época, estaban cerrados por la inicua ley de exclaustración,
y por ello se dirigió a su pueblo natal de San Martín de las Ollas, a la casa de un hermano suyo,
donde apenas permaneció un par de Meses, y donde los aires sanos de su pueblo le hicieron
recuperar sus fuerzas y salud.
Ya en el año 1847, plenamente curado, no tuvo inconveniente en aceptar el encargo de dar clase
de lenguas orientales a los seminaristas en el Seminario pontificio de Burgos, donde formó parte del
Claustro de profesores del Seminario, como Catedrático de lengua hebrea y griega.. Pero
acostumbrado al ministerio parroquial, y su celo por la labor pastoral, añoraba un contacto más
directo con las necesidades espirituales y pastorales y el Sr. Obispo no tuvo inconveniente el
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nombrarle Cura Párroco de la parroquia de Para, un pueblecito cerca de Espinosa de los Monteros.
No fue larga su estancia como Párroco de ese lugar, pero sí el tiempo suficiente para que quedase
grabado en el ambiente y en el ánimo de los feligreses su recuerdo de sus ejemplares virtudes, entre
las que más destacaban su celo y desprendimiento, como declararon los ancianos que le conocieron,
a la hora de solicitar informes para su beatificación.
De su paso por la Parroquia de Para de Espinosa, quedó también constancia las 61 partidas de
Bautismo, 22 de Matrimonio, amén de otras partidas de defunción firmadas por su puño y letra.
Toda una reliquia tristemente perdida a raíz y causa de la última guerra civil española.

SU VUELTA A DAMASCO Y PERSECUCIÓN CONTRA LOS
CRISTIANOS
Una vez restablecidas sus fuerzas pastorales y recuperada su salud, regresa a Tierra Santa en
1856, y al año siguiente, elegido Superior de la Comunidad de Damasco, se pone al frente de aquella
parroquia tan querida y añorada.
En el Líbano no van tan bien las cosas, corren malos tiempos para los cristianos. El odio hacia los
cristianos se extiende de día en día, la envidia por la prosperidad de la población cristiana de
Damasco se hace cada día mayor, y los políticos de aquella época habían caldeado el ambiente.. Los
Drusos, apoyados por el gobernador General de Beirut, K...-Baja, personaje siniestro, fanático y
enemigo jurado al nombre cristiano, asaltaron a sangre y fuego las aldeas maronitas aisladas de la
ciudad. Desde el 30 de Mayo hasta el 20 de Junio fueron reducidas a escombros varias aldeas y
poblaciones y el exterminio también llegó a Damasco, donde habitaban unos 30.000 cristianos,
frente a 150.000 musulmanes que tendría la Ciudad.
“Nos hallamos en un gran peligro” escribía el P. Manuel el día dos de Julio de 1860 al
Procurador de Tierra Santa en Jerusalén; nuestra fe se encuentra amenazada por los Drusos y por
K..Baja.”
“Damasco 2 de julio de 1860.
Reverendo Padre Procurador. Nos hallamos en gran conflicto al presente amenazados de parte de
los Drusos, y del Bajá de Damasco que les da los medios para quitar la vida a todos los cristianos,
sin distinción de personas, sean Europeos o Árabes. Esta ciudad está llena de des-graciados
cristianos que han podido salvarse en los Montes, de todos los sitios del Monte Líbano. Los países
(en) que han degollado a los hombres, niños y mujeres. Aquí estaba destinado para el degüello
general el primer día de la fiesta presente. Los Drusos ya habían entrado en gran número la
antevíspera, en que sabido por los Señores Cónsules y Cristianos ricos se presentaron con las manos
llenas de oro y plata para el Bajá y Grandes Turcos del Diván; y dando bando público que nadie se
metiese con los Cristianos ni Judíos, y pusieron guardias las que hoy subsisten. Hágase la voluntad
del Señor.
Suyo Fr. Manuel Ruiz (rubricado)”.

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Carta

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Era una humillación para los Turcos de que Francia, Austria e Inglaterra, hubieran tenido que
ayudarles en la guerra de Crimea contra Rusia . Las ayudas y libertades concedidas a los cristianos
en reconocimiento del apoyo prestado, había sido muy mal visto por el pueblo musulmán y por los
dirigentes religiosos. Por ello, se estaba aproximando la trágica escena.
En la oscuridad de las sombras actuaba la mano negra del jefe religioso del islamismo Abdolahel-Halebi en unión íntima con la autoridad civil.
Llegó la fecha prevista. Drusos y beduinos habían venido también a Damasco en espera de
abundante botín. Era el 9 de Julio de 1860.
Dos cañonazos potentes retumban en la vieja ciudad. Grupos de soldados y una chusma
enfebrecida por el odio, se lanza contra el barrio cristiano. Sangre, destrucción y ruina son las
señales de su paso por doquier. Millares de discípulos de Cristo derramaban su sangre en testimonio
a su fe.
El convento franciscano de Damasco servía de refugio y asilo de momento para los cristianos. En
la solidez de sus muros confiaban los religiosos que atendían a los que con ellos se habían refugiado.
La tempestad arreciaba. El superior del convento P. Manuel Ruiz, se da cuenta de la gravedad del
momento y habla enfervorecido “ Es posible que llegue la hora suprema del sacrificio. Y los
seguidores de Cristo tienen que serlo hasta la muerte. No puede haber claudicaciones“.
Todos parecen animados y electrizados por sus palabras, y todos se dan el abrazo de paz.

SU MARTIRIO Y EL DE SUS COMPAÑEROS
El P. Manuel Ruiz, al ver al enemigo dentro de los muros en los que ellos confiaban, voló a la
Iglesia para sumir el Santísimo que guardaban en el Sagrario y allí en la Iglesia sellará el mejor
testimonio de su fe.
“Prefiero el testimonio de su sangre a una traición que manchara toda mi vida“ diría a los que le
iban a decapitar.
Coloca su cabeza venerable sobre el mantel del Altar y se oye una voz seca “cortad“. El golpe
seco de la cimitarra no se hace esperar y en el Altar queda la cabeza sangrante de aquel mártir de
Cristo, mientras el cuerpo se desplaza sobre el suelo.
Mientras los asesinos repiqueteaban las campanas en señal de victoria, el cuerpo de Manuel
entraba en el coro de los mártires y llegará también un día glorioso en el que el Vicario de Cristo en
la tierra le eleve al honor de los altares.
Era un 10 de Julio de 1860 cuando el P. Manuel Ruiz acababa de celebrar su misa más solemne
en el altar de Damasco. Fueron cientos los que alcanzaron la misma suerte.

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Martirio del Beato Manuel Ruiz

A los doce días del desastre, un piadoso cristiano de la feligresía católica del convento,
Francisco Naradín, se atrevió a rescatar los cadáveres y ocultarlos en uno de los sótanos del
convento. Y al poco tiempo, un joven católico griego, llamado Flacagi, contaba al Obispo griego,
Monseñor Doumani, lo que acaba de ocurrir.
En años venideros, los pueblos de origen de aquellos mártires se asocian a la gloria de sus héroes
poniéndoles una lápida o asignándoles una calle. En el pueblo donde nació siempre seguirá siendo el
Beato Manuel, donde le venerará sin cesar todos los años el día de su muerte.

LA BEATIFICACIÓN
El proceso de su beatificación comenzaría el año 1872 y todo parecía que iba a tener una
respuesta afirmativa y pronta al introducirse en Roma la Causa para su beatificación el 17 de
Diciembre de 1885, pero por causa de la guerra europea se pierden y se queman los papeles y hubo
que reiniciarse todo creando un nuevo Tribunal en Damasco el 16 de Julio de 1922.
Por fin el día 10 de Octubre de 1926 se procede a la Beatificación en la Basílica vaticana en
plenas fiestas jubilares del VII centenario de la muerte de San Francisco , en vísperas de la Fiesta de
Cristo rey que precisamente se acababa de instituir, y entre aplausos de la muchedumbre comienza
a cantarse el “Te Deum solemne de gloria“ en honor de nuestro BEATO MANUEL RUIZ LÓPEZ,
religioso franciscano, mártir de Damasco. (1804-1860).

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HIMNO AL BEATO MANUEL
¡Oh venerable Manuel!
tu protección imploramos.
Ruega a Cristo por nosotros,
ya que somos tus hermanos.
El día cinco de Mayo,
de mil ochocientos cuatro,
viniste a la luz del mundo,
en este pueblo cristiano.
En Damasco el diez de Julio,
con una gran esperanza,
por Jesús diste la vida
encima del Ara Santa.
De Jesús Sacramentado
fuiste devoto ferviente.
Pídele que nos conceda
una buena y santa muerte.

FECHA DE SU FIESTA RELIGIOSA

SE CELEBRA EL DÍA DE SU MARTIRIO EL 10 DE JULIO DE CADA AÑO.
CON MOTIVO DE PODER ESTAR PRESENTES TODOS LOS MIEMBROS DE LA
ASOCIACIÓN DEL BEATO MANUEL SE REPITE EL SÁBADO SIGUIENTE.

Carlos González, Párroco de San Martín de las Ollas.
Año 2003

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