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Mordeduras y picaduras de animales
Francisco Barcones Minguela
Hospital Universitario Reina Sofía. Córdoba.

INTRODUCCIÓN
El progreso y la vida urbana han contribuido a
grandes cambios y diferentes modos en la relación de
las personas de la que no escapa la unión hombre/animal.
Desde tiempo inmemorial el hombre se ha relacionado con los animales y en esta convivencia se
podrían distinguir diferentes motivaciones, desde afectivas y de diversión, hasta de seguridad. En cualquiera de ellas pueden surgir alteraciones en la convivencia constituyendo accidentes específicos como son las
mordeduras.
Una lesión por mordedura entraña las siguientes consecuencias:
– Transmisión de enfermedades y/o contaminaciones bacterianas.
– Variedad en el tipo e importancia de la herida que
puede abarcar desde un simple rasguño hasta
lesiones que requieran cirugía reparadora e, incluso, la muerte.
– La afectación psicológica del paciente agredido
condiciona en muchos casos auténticas psicosis
como expresión del horror de haberse sentido “
devorado”.
– Coste económico y social condicionado por ingresos hospitalarios y los tratamientos adecuados.
Existe poca información en relación a las lesiones causadas por mordeduras de animales, siendo las
estadísticas al respecto muy sesgadas, pues al ser en
su mayoría (80%) leves, las víctimas no precisan atención médica, lo que pone en entredicho la historia
natural del accidente y las recomendaciones terapéuticas más apropiadas. Representan alrededor del 1%
de las consultas de los servicios de urgencias, constituyendo sobre un 10% las que requieren sutura y seguimiento y un 1-2% hospitalización.

EPIDEMIOLOGÍA
La mayoría de las mordeduras son causadas por
animales domésticos relacionados con la víctima (mascota propia o de algún conocido), los perros se ven
implicados en más del 80% de los accidentes, siguiendo en frecuencia (5-18%) las mordeduras por gatos.
En menor proporción se citan mordeduras por otros
animales como cerdos, caballos, ratas, murciélagos,
animales exóticos y animales salvajes.
La edad del mordido se estima en una mayor proporción entre niños de los que el 50% de los afectados son menores de 14 años (1- 4 y 5-9 años), produciéndose el 80% de las lesiones graves en esta franja de edad y esto sin duda por la característica infantil de falta de conciencia de la exposición a la situación de riesgo y el desconocimiento por omisión de
las personas mayores o del ámbito social.
En la mayoría de los casos el animal tiene dueño
(80%) siendo muy infrecuente la agresión por un animal vagabundo, que se estima en un 6%.
Si se valora la situación, mayoritariamente los
niños son agredidos al compartir su juego con las mascotas, aunque sin duda también hay un capítulo de
agresiones que se originan tras el castigo físico.
Las características del agresor también influyen en
el sentido de que estados fisiológicos (celo, amamantamiento, parto, temor/ estrés) acentúan la agresividad
imputable en muchos casos al tipo de raza: Pit-bull,
Rottweiler, Doberman instruidos para la defensa. En
los últimos años se ha experimentado un aumento en
la incidencia de mordeduras más graves o fatales, con
una mortalidad anual comunicada cercana a 7/100 millones de habitantes, en parte debido a una tendencia a
convivir con perros de mayor tamaño y agresividad.
Las mordeduras suelen ocurrir dentro de un patrón
bien conocido, probablemente reflejando la conduc-