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La vida intelectual se enfrentó
muy decididamente a la política
bélica, y se proclamó la “resistencia
espiritual”. Las personalidades más
destacadas de la literatura húngara
también se opusieron a la invasión
hitleriana, acontecida en la primavera
de 1944, la que expuso al país a las
hostilidades militares y condujo a la
deportación y al exterminio de gran
parte de los judíos de Hungría.
Nuestra literatura se enfrentó a la
violencia de la guerra y cuando
retornó la paz, le correspondió
nuevamente un importante rol al
servicio del renacimiento intelectual y
moral del país. Durante el período
democrático que apenas duró tres
años, se configuró una rica vida
literaria, talentosos escritores jóvenes
se unieron a las generaciones de mayor
edad: las filas de los sucesores del
movimiento de la revista “Nyugat”
fueron fortalecidas por los poetas János Pilinszky y Ágnes Nemes Nagy,
los prosistas Géza Ottlik, Iván Mándy
y Magda Szabó, a la vez que se
sumaban al bando popular László
Nagy, Ferenc Juhász e István Kormos.
La dictadura comunista, establecida con apoyo soviético, no
solamente ahogó los anhelos de independencia y la creatividad del
pueblo húngaro, sino también la
libertad del escritor. Decenas de
miles de personas fueron encarceladas o internadas en campamentos de
trabajo forzado. La tiranía marcada
con el nombre de Mátyás Rákosi
logró la casi completa destrucción de
la estructura mental de la sociedad.
Esa dictadura fue barrida, por unos
pocos días, por la revolución húngara
del 23 de octubre de 1956, en cuya
preparación espiritual los escritores
también jugaron un papel importante. La insurrección comenzó con
una manifestación masiva de la
juventud universitaria la que, debido
a la interposición armada de la milicia
y, luego, a la intervención de las
tropas soviéticas, se convirtió en una
lucha de independencia, en que el
papel más importante correspondió
a los obreros e intelectuales jóvenes.


El éxito transitorio de la revolución
colocó a la cabeza del gobierno a Imre Nagy, líder del ala reformista del
partido comunista y partidario sincero de las reivindicaciones revolucionarias. El gobierno revolucionario
restableció el sistema pluripartidista
democrático, abolió la Autoridad de
Defensa del Estado, organización terrorista de seguridad interna, y anuló
el Pacto de Varsovia que el gobierno
soviético había impuesto al país.

años setenta, cuando se introdujo la
llamada “dictadura blanda”. A raíz
del fracaso de la revolución, un
número elevado de los ciudadanos
huyeron de Hungría, mientras el
nuevo poder mandó a cientos de
personas al patíbulo, y casi medio
centenar de escritores fueron
encarcelados. La vida intelectual
tardó en volver en sí, no obstante, a
partir de fines de los años sesenta ya
se hizo presente la intelectualidad

El Castillo de Diósgyõr, escenario de variados programas culturales

La revolución de los húngaros y su
lucha de independencia librada contra la invasión foránea fueron
aplastadas por la fuerza militar
soviética. El nuevo gobierno, dirigido por János Kádár, fue puesto en
funciones por la dirección del
partido soviético. Este régimen
volvió a hacer uso de los procedimientos de la dictadura terrorista
anterior hasta a mediados de los

independiente, y en las asambleas de
la Federación de Escritores Húngaros pudo encontrar expresión la
crítica social de carácter opositor.
En este período estuvieron activas
más de una de las grandes generaciones de la literatura húngara.
Trabajaron al servicio de la renovación permanente aquellos escritores cuya plena actividad corresponde a tiempos posteriores a 1956,