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Leyendas de los 9 Reinos: 1ª Leyenda - Libro 1
—No, pero habíamos acordado su llegada a hace más de dos horas, debes mantener tus
promesas, por nimias que sean. —Dijo aun con todo enfadado. —El tiempo nunca es eterno, ni
siquiera para nosotras, ya lo sabes.
—Supongo que sí, de todas formas no habríamos empezado hasta que hubieras terminado con la
historia de ese mortal, ¿no es así? Así que en realidad no hemos perdido tiempo, ya que acabas de
terminar. —Sentencia con una sonrisa de orgullo en la cara. Se ve que todo el camino tan largo y
tedioso hasta aquí no ha sido más que para que pudiera ganarle esta pequeña batalla a su hermana.
—Átropos suelta un bufido despectivo por la boca, pero no continua con la pelea fraternal. —Sí,
de acuerdo, pero podías haber dedicado ese tiempo a dejarlos más presentables.
—¿Le vas a echar en cara su aspecto? Sabes tan bien como yo a que se debe. —Responde, esta
vez sí algo molesta.
—Bah. —Soltó mientras se daba la vuelta, refunfuñando cosas que no podía distinguir. —
Llévalos dentro de la tienda, Cloto lleva ya dos horas esperando con todo listo para tratar al
muchacho, sería una tontería que muriera ahora innecesariamente. —Dijo mientras se dirigía otra
vez hacia el pilar.
—¿“Tratar al muchacho”?, ¿“morir”? — Pienso alarmada.
Me giro hacia mi guardián para saber a qué se refieren, pero él me evita la mirada.
—¿¡A qué se refieren!? —Le espeto a mi guardián.
—No es nada, ya está cerrada. —Me asegura, aunque sin mirarme a la cara, lo cual le delata.
—Has cerrado el orificio para que la sangre dejara de salir, pero no la herida en sí. —Interviene
Laquesis. —Se te está pudriendo todo por dentro, lo sabes perfectamente. — En cuanto se lo dice
del todo seria le coge del brazo derecho y lo arrastra hacia la tienda, donde según Átropos aguarda
la tercera de las hermanas.
Los sigo más asustada que cuando vimos a Laquesis por primera vez. ¿Cómo es posible que no
me diera cuenta de su estado? ¿Por qué no me dijo nada? Sé que no estoy en mi mejor momento,
pero al menos podría haber mitigado su dolor. No, seguramente ni de eso sería capaz ahora, estoy
demasiado mermada, ha debido callarse para que no hiciera más de la cuenta. Cuando se mejore
tendré que darle un buen sermón.
Los tres entramos en la tienda casi a la vez, una tienda que parecía para una única persona, y que
no creía que los tres pudiéramos entrar a la vez, pero al entrar el espacio era considerablemente más
grande de lo que se veía desde fuera. Era perfectamente comparable con el salón de un castillo en el
que viviera una familia real. No distinguía de que estaban hechas las paredes, ya que las cubría una
especie de niebla negra, al menos las partes que no estaban cubierta por otro tapiz, tan grande como
el que había visto fuera, pero parecía otro, la gama de colores era ligeramente diferente, de eso sí
me había dado cuenta, aunque no veo por ninguna parte el telar en el que lo han confeccionado. El
resto de la estancia está cubierto con cientos de estanterías, apiladas unas con otras, con todo tipo de
objetos en ellas, libros, pequeñas estatuas, objetos de toda índole de los cuales muchos no los había
visto nunca. Entre ellas había objetos más grandes como estatuas de bronce, pieles de animales de
todo tipo, una enorme calavera de dragón con docenas de cuernos y otros huesos de criaturas que no
puedo distinguir, había incluso un esqueleto completo y de pie de una criatura imposible, grande
como un elefante, con la cabeza de un gran felino, con las patas delanteras que parecen unas
enormes alas de murciélago, la cola parece una larguísima serpiente, y levantado por unas patas
traseras que parecen de un toro gigantesco. En el centro de esta extraña sala, había flotando una
esfera de luz que iluminaba toda la sala. Y bajo ella, la tercera de las hermanas, al lado de una
enorme mesa con un fino colchón sobre ella y con un mantel blanco encima. La tercera de las
hermanas tenía un aspecto más humano. Es un poco más alta que yo, erguida como una persona
normal, y con unos andares más propios de una mujer de la aristocracia que sin duda el de sus
hermanas. Y a diferencia de éstas, ella si llevaba la cabeza al descubierto, se le veían unas facciones
muy hermosas aunque con el tono de piel antinatural de sus hermanas.. Con un cabello corto y
plateado, que le bajaba poco más de las orejas, peinado con una raya en medio y un corte en las
Darío Ordóñez Barba

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