El lenguaje de la ciencia .pdf



Nombre del archivo original: El lenguaje de la ciencia.pdf
Título: Microsoft Word - El lenguaje de la ciencia..doc
Autor: Eduardo

Este documento en formato PDF 1.4 fue generado por PScript5.dll Version 5.2.2 / GPL Ghostscript 8.15, y fue enviado en caja-pdf.es el 27/03/2012 a las 00:57, desde la dirección IP 201.223.x.x. La página de descarga de documentos ha sido vista 4838 veces.
Tamaño del archivo: 200 KB (25 páginas).
Privacidad: archivo público



Vista previa del documento


EL LENGUAJE DE LA CIENCIA
1.1.

El lenguaje de la ciencia
Hempel1 (1979, p.107) refiriéndose de las teorías científicas dice que:

"Las teorías se introducen normalmente cuando estudios anteriormente
realizados de una clase de fenómenos han revelado un sistema de uniformidades que
se pueden expresar en forma de leyes empíricas. Las teorías intentan, por tanto,
explicar estas regularidades y, generalmente, proporcionar una comprensión más
profunda y exacta de los fenómenos en cuestión. A este fin, una teoría interpreta
estos fenómenos como manifestaciones de entidades y procesos que están detrás o
por debajo de ellos, por decirlo así. Se presume que estos procesos están
gobernados por leyes teóricas características, o por principios teóricos, por medio de
los cuales la teoría explica entonces las uniformidades empíricas que han sido
descubiertas previamente, y normalmente predice también «nuevas» regularidades
de tipo similar"

Del texto de Hempel se infiere, por un lado, que las teorías son
descripciones en forma de leyes de uniformidades entre los
fenómenos y, por otro, que éstas ofrecen una taxonomía de entidades y
procesos subyacentes a la realidad. La primera de muchas preguntas
que se nos plantea, a partir de lo anterior, es la de ¿cuales son las
expresiones utilizadas por las teorías que hacen posible describir
correctamente y con verdad la realidad?, que sean informativas y
cognoscitivamente valiosas.
¿Podemos suponer, por ejemplo, que la representación que hace una
fotografía de la tierra tomada desde un satélite, pueda constituir una
teoría acerca de la tierra? o, pensando en el carácter subyacente de
las entidades taxonomizadas de la definición de Hempel, ¿que la
imagen de una célula vista por un microscopio electrónico lo sea?.
Cuando Aristóteles2 (1981, 16b34-17a7) habla acerca de las
expresiones que cumplen la función de describir e informar acerca de la
realidad dice que:
"...toda oración es significativa, no como instrumento, sino, como se ha dicho, por
convención. Y no todas son enunciativas, sino aquellas a las que pertenece la verdad o la
falsedad; pues no pertenece a todas. Por ejemplo, una súplica es ciertamente una oración,
pero no es ni verdadera ni falsa. Dejemos a un lado los restantes tipos de oraciones, puesto
que su examen es más propio de la retórica o de la poética. De las enunciativas trata la
siguiente teoría"

Los seres humanos tenemos un instrumento privilegiado para
informar y comunicarnos: el lenguaje verbal. Cuando decimos qué es el

mundo y por que se comporta así, cuando describimos y conjeturamos
sobre las entidades, relaciones y uniformidades que se dan en el universo,
cuando postulamos taxonomías sobre lo que hay y cómo se relaciona una
cosa con otra, utilizamos teorías formuladas en expresiones lingüísticas.
Las teorías, en consecuencia, son discursos o narraciones lingüísticas
acerca de la realidad. Apelar a una representación pictórica o en cualquier
otra modalidad será, en el mejor de los casos, una ayuda para la
comprensión de la narración y, aunque como heurística aparece
recomendable, ella sólo facilita la comprensión del discurso, pero no lo
sustituye (v.gr; como cuando utilizamos modelos a escala de un barco,
diagramas, mapas, etc)3. Como dice Aristóteles, la verdad o falsedad de
nuestras afirmaciones acerca de la realidad sólo está vinculada a las
expresiones lingüísticas y, en términos aún más acotados, a las
expresiones lingüísticas enunciativas -en términos aristotélicos apofánticas-.
En consecuencia, el valor cognoscitivo de las afirmaciones que hacemos
acerca del mundo dependerá del tipo de lenguaje concebido para hablar
sobre él, las expresiones lingüísticas declarativas, informativas, enunciativas
del tipo x es y v.gr: el hombre es mortal o alguna expresión equivalente
como si x es un hombre, entonces x debería ser mortal, de la cuales
podemos decir que son verdaderas o falsas, es decir que su negación
necesariamente adquiere el valor de verdad contrario a su afirmación, no
pudiendo estar en un medio denso en que sus valores tengan limites
difusos y puedan transitar paulatinamente de un estado a otro (cfr.nota 3).
Susan Haack4 (1982, p.96) dice que:
"Las oraciones con el verbo principal en modo indicativo son declarativas, sólo que
«declarativas» se considera que es bastante más amplio que «indicativas», para incluir,
por ejemplo, las condicionales cuyo verbo principal está en subjuntivo. Intuitivamente, se
podría decir que las oraciones declarativas son las seleccionadas para la verdad y
falsedad, mientras que las oraciones no declarativas no lo son;".

Cualquier oración del lenguaje natural gramaticalmente correcta
como: "¡Abre la puerta!"; "Entra, ¿quieres?", u oraciones declarativas
entresacadas de un lenguaje poético como "la noche está estrellada y titilan
azules los astros a lo lejos" no cumplen con la función de ser descripciones
verdaderas o falsas de la realidad. Esta última, por ejemplo, es
engañosamente enunciativa ya que no está desempeñando la función de

afirmar algo acerca del mundo, sino el rol poético de emocionarnos y
conmovernos. Una oración de forma declarativa puede ser significativa,
pero fuera del contexto de un acto de habla aseverativo5, categoría
lingüística a la cual pertenecen las expresiones de creencia acerca del
mundo, no es verdadera ni falsa. La verdad y la falsedad se dan sólo al
interior de una teoría, y las teorías son sistemas de creencias que declaran
acerca de la realidad, pertenecen a la clase aseverativa de los actos de
habla6, lo que hace comprensible el dictum quiniano de que "hay sólo lo que
una teoría verdadera dice que hay". Las oraciones que pueden clasificarse
como actos de habla conmisivos –promesas, compromisos-; actos de habla
directivos -órdenes, demandas etc.-; todas aquellas locuciones insertas en
contextos poéticos y cuya finalidad es expresar, conmover y que pueden
clasificarse como parte de la función pragmática del lenguaje, como la
conducta de un emisor cuya intención es afectar las conductas de los
receptores en todos aquellos ámbitos que no sean los de las creencias, no
forman parte del lenguaje de la ciencia. El lenguaje científico es,
fundamentalmente, un lenguaje declarativo, informativo. Como dice Copi7
(1994, pp48-50):
"... Del lenguaje usado para afirmar o negar proposiciones, o para presentar
razonamiento se dice que cumple una función informativa. En este contexto usamos la
palabra «información» de modo que incluya también la mala información; o sea tanto las
proposiciones falsas como las verdaderas, tanto los razonamientos correctos como los
incorrectos. El discurso informativo es usado para describir el mundo y para razonar
acerca de él. Que los presuntos hechos descritos sean importantes o fútiles, generales o
particulares, no interesa. En todos los casos, el lenguaje con que se los describe o se
transmite algo acerca de ellos es usado informativamente... Además del informativo,
podemos distinguir otros dos usos o funciones básicos del lenguaje, a los que nos
referiremos como el uso expresivo y el uso directivo. Así como la ciencia nos ofrece los
ejemplos más claros del discurso informativo, la poesía nos suministra los mejores
ejemplos del lenguaje que cumple una función expresiva... El lenguaje cumple una función
directiva cuando se lo usa con el propósito de originar (o impedir) una acción manifiesta".

La noción de acto de habla nos permite identificar en las expresiones
propias de la ciencia dos aspectos que consideraremos a continuación. El
primero es que el conjunto de las afirmaciones lingüísticas que constituyen
una teoría pertenecen a la clase de los actos de habla aseverativos y el
segundo es que cada expresión aseverativa o enunciado está por un
contenido representacional completo de la realidad denominado
proposición. Lo anterior nos revela una simetría, un isomorfismo entre los
actos de habla y la intencionalidad de la mente.

Los seres humanos estamos en el mundo de un modo esencialmente
diferente de cómo lo está una piedra o un árbol, estamos en el mundo
teniendo conciencia de él y de nosotros mismos, es decir, conscientes de
… y autoconscientes de nosotros mismos. Es una perogrullada decir que no
estamos en el mundo con el ser del mundo, sino que estamos en el mundo
con un contenido representacional de él. Estamos en un mundo, usando la
expresión kantiana, fenoménico y todo lo que podemos afirmar lo
afirmamos desde nuestra experiencia fenoménica de él. En el lenguaje de
la filosofía a esta condición se le conoce como la intencionalidad de la
mente y se describe como un estado de tres posiciones: (i) un sujeto (o
mente), (ii) una actitud hacia un contenido representacional y (iii) una
representación:
S actitud (p)
donde S está por el sujeto, actitud por la disposición del sujeto hacia p y p
por el contenido representacional que tiene el sujeto acerca de un estado
del mundo (cualquier experiencia fenoménica). La creencia, por ejemplo,
que tiene Juan de que la puerta está abierta se representa como:
Juan cree (la puerta está abierta)
y se dice de ella que es una actitud proposicional. Como es el caso que
para la ciencia sólo son fundamentales los puntos (ii) y (iii), la identificación
del valor ilocucionario aseverativo y la oración enunciativa, dejaremos fuera
de nuestro análisis las expresiones que incluyan (i), (ii) y (iii), es decir las
actitudes proposicionales ya que, como veremos en un capítulo posterior,
éstas presentan características que las hacen refractarias a un análisis
propio de las oraciones de la ciencia.
En el lenguaje, al emitir la oración “la puerta está abierta” ésta puede
estar en cualquiera de estas tres posiciones: creer (la puerta está abierta),
desear

(la puerta esta abierta), ordenar (la puerta está abierta), y a pesar de

tener el mismo contenido representacional pertenecen a distintos modos
ilocucionarios. Simétricamente, la mente que cree está en un estado
intencional aseverativo, la mente que exige en uno directivo y la mente que

se compromete en uno conmisivo, igual que la oración que afirma algo del
mundo está en un estado ilocucionario aseverativo, la que ordena en un
estado ilocucionario directivo y la que compromete en un estado
ilocucionario conmisivo. La diferencia entre el estado mental y el
ilocucionario es que la intencionalidad de la mente es originaria, primitiva, y,
en el caso del lenguaje, la intencionalidad es secundaria o derivada de la
primera. Pero estructuralmente el lenguaje refleja el estado intencional de la
mente, lo que nos permite decir que quien especifica que podamos decir
que la oración “la puerta está abierta” pertenece al lenguaje de la ciencia es
su pertenencia a la clase de las aserciones y su exclusión, por lo tanto, de
las clases directivas y conmisivas.
La identificación del valor ilocutivo de la expresión lingüística u oración
nos permite, a su vez, revelar un aspecto esencial de ésta: la dirección de
ajuste. Las expresiones u oraciones enunciativas, en general los miembros
de la clase aseverativa, deben corresponderse con un estado del mundo
que es independiente de la expresión y en la medida que lo hacen decimos
de ellas que son verdaderas o falsas. Las expresiones de la clase directiva
o conmisiva no están sometidas a esta exigencia, que Juan desee que la
puerta esté abierta, o que se comprometa a que la puerta esté abierta no
nos dicen nada acerca de si la puerta está abierta o no lo está. Si “la puerta
está abierta” dicha dentro de la clase ilocucionaria aseverativa se
corresponde con el estado del mundo la puerta está abierta, diremos que la
oración es verdadera, si es el caso que la puerta está cerrada diremos que
“la puerta está abierta” es falsa. Quien cambia su valor de verdad es la
oración “la puerta está abierta”, el mundo sigue exactamente igual. Pero si
la oración pertenece a las clases directivas o conmisivas la oración “la
puerta está abierta” no es verdadera ni falsa, sino que es una oración
desdichada, porque no cumple la función social con que se emitió. Si la
puerta está abierta no tiene sentido emitirla a no ser que queramos engañar
a nuestro interlocutor y si la puerta está cerrada quien la recibe como orden
(clase directiva) debe abrir la puerta y quien la recibe como compromiso
(clase conmisiva) debe asegurarse de abrirla. En los dos últimos casos
quien cambia es el estado del mundo, no el valor de la oración.

Un segundo aspecto propio del lenguaje científico es que la expresión
lingüística o enunciado en el acto ilocucionario de la clase aseverativa está
por un contenido proposicional, esto es, una representación del mundo del
tipo x es y, (por ej,): la tierra es uno de los nueve planetas del sistema
solar o alguna expresión equivalente como si x entonces y v.gr: si x es
la tierra, entonces x debería ser uno de los nueve planetas del sistema
solar, de aquí que es preferible hablar del contenido representacional
aseverativo como una proposición y no como una mera representación,
término que corresponde más bien al lenguaje intencional cuando se habla
de la mente, pues la proposición es un contenido representacional
completo de un estado de cosas, a diferencia de un contenido pictórico o
de estados como el amor y el odio que no necesariamente necesitan de un
contenido expresable como una proposición completa. En el ámbito de la
ciencia los enunciados, que son las oraciones que expresan proposiciones,
son las únicas expresiones lingüísticas pertinentes, debido a que la
exigencia de ser portador de la verdad sólo puede cumplirlo la oración
declarativa y ésta, además, mientras se encuentre en un sistema
fundamentado y válido de creencias, que es lo que denominamos una
teoría. Hempel8 (1965, p.119), por ejemplo, afirma que:
"...para poder atribuir significación cognoscitiva a algo, ... ello sólo podrá ser
con referencia a sistemas teóricos totales formulados en un lenguaje con una
estructura bien determinada".

Que una oración aseverativa científicamente valiosa deba estar dentro
del ámbito de una teoría, se sigue del análisis del significado de los
enunciados científicos, pues éstos sólo son significativos dentro de la red de
enunciados totales de la teoría. En filosofía de la ciencia esto se conoce
como el holismo del significado teórico. Por ejemplo, si afirmamos que “el
color de la atmósfera en la tierra es celeste debido a la capa de ozono”, esta
afirmación es significativa dentro de la concepción de los colores asociada a
la teoría cromática de la luz y el término ozono de la química a la teoría
atómica de la materia y, a su vez, ambas lo están a la teoría física de la luz
como ondas o partículas que varían en su frecuencia y longitudes de onda
al refractarse, reflejarse o absorberse al interactuar con los distintos
elementos de la tabla periódica. Esta inclusión de unos enunciados dentro

de otros, la red de interconexiones que se establece entre ellos hará posible
distinguir a las oraciones aseverativas en una vasta categoría de
enunciados teóricos como de observación o protocolares, teóricos básicos o
postulados, de correspondencia o leyes puente, etc.. en una compleja red
inferencial de relaciones lógicas que nos permitirá, a su vez, describir las
teorías científicas en una dimensión estrictamente formal, como un cálculo
abstracto no interpretado o esqueleto lógico.
1.2

La ciencia como valor.
La exposición del apartado anterior acerca del lenguaje propio de la

ciencia nos ha permitido señalar que éste es parte de una actitud cognoscitiva
de concebir el mundo, informacional de representárselo, comprendido en la
clase de las creencias y, dentro de ésta, como una oración aseverativa dentro
de un marco teórico. Que existen otras actitudes que se dirigen a contenidos
representacionales en otros modos que el de las creencias y, así como hay un
modo de estar en el mundo físico esencialmente informacional y cognoscitivo
que pretende comprenderlo, predecirlo y controlarlo, también hay modos de
estar en un mundo social de responsabilidades, derechos y deberes; y de
estar en un mundo de relaciones afectivas de satisfacciones, frustraciones y
emociones de los cuales la ciencia no puede pronunciarse y sólo pueden
vivirse de maneras distintas a como se vive el mundo cuando se le considera
desde la perspectiva científica. Al conjunto de estas múltiples y variadas
formas de existencia, pero válidas de estar en el mundo, Ludwig Wittgenstein9
las denominó Lebensform o formas de vida, noción más fuerte que la de
Weltanschaung o visión de mundo, esta última más próxima a una concepción
fenomenológica diltheyana o husserliana10 donde se mantiene aún la
distinción sujeto-objeto tan cuestionada por la postmodernidad. Wittgenstein,
más próximo al pensamiento del siglo XX, considera la Lebensform como un
modo de estar en el mundo más cercano a una forma de existencia que
comprende todas las manifestaciones humanas de vivir expresadas en lo que
él denominó juegos de lenguaje, denominación proveniente del concepto de
juego como una actividad que se constituye a partir de sus propias reglas y en
la cual su razón suficiente son dichas normas. El objetivo de esta asignatura
es acotado y simple: exponer algunas nociones básicas acerca del juego de

lenguaje científico que permitan analizar, evaluar y comprender las
posibilidades de la psicología como disciplina perteneciente al ámbito de la
ciencia. Acerca de los otros juegos de lenguaje habrá disciplinas normativas y
prescriptivas de un correcto vivir; descriptivas de prácticas que nos permitan
una buena praxis en el logro de objetivos estéticos, etc…, pero estos juegos
de lenguaje siendo efectivos en sus ámbitos, no pueden usurpar los espacios
de la ciencia, así como ésta no puede violar los límites de aquellas.
¿Podemos afirmar que un juego de lenguaje sea superior a otro? ¿Qué
la ciencia tiene preeminencia sobre el arte o la política?, en síntesis suponer
que los juegos de lenguaje son especies distintas de un mismo género. Por
poner un ejemplo, afirmar al margen del espacio de la ciencia que la oración
“Al cabo de un centésimo de segundo aproximadamente, …la temperatura del
Universo fue de unos cien mil millones (1011) de grados centígrados”, es
superior a proferir el poema de Machado:
El sol es un globo de fuego,
la luna es disco morado.
Una blanca paloma se posa
en el alto ciprés centenario.
Los cuadros de mirto parecen
de marchito velludo empolvado.
¡El jardín y la tarde tranquila!...
Suena el agua en la fuente de mármol.

La pregunta carece de sentido, es un pseudoproblema, porque el uso
del lenguaje científico sigue las reglas del juego de lenguaje de la ciencia y el
lenguaje poético sigue las reglas de uso del juego de lenguaje del arte. A
pesar de que las oraciones de los dos ejemplos anteriores tienen la misma
forma x es y, estamos usando el habla en contextos de juegos de lenguaje
distintos, estamos comparando categorías lógicas diferentes como si fueran la
misma y cometiendo, en consecuencia, un error de tipos lógicos. En el primer
ejemplo la oración del tipo x es y es un enunciado usado en el rol de afirmar,
dentro de una teoría científica, un estado del mundo; en el segundo ejemplo
las oraciones del tipo x es y son usadas en el papel poético de expresar un
estado afectivo y conmover. Los juegos de lenguaje no son comparables, son
maneras de estar en el mundo que no poseen estándares de medición,

comparación y evaluación entre si. No hay un criterio de demarcación que
permita escoger entre uno u otro, es decir, no hay un metacriterio de decisión
(podemos decidir dentro de la ciencia si una teoría es mejor que otra -o más
verdadera o más progresiva-; discutir si un modelo político resuelve mejor la
aplicación de lo justo; plantear si hay progreso en el arte y una obra pictórica
o musical es mejor que otra; cuestionar las prescripciones y rituales de las
religiones y los cultos y optar por aquello que nos parezca resolver mejor el
sentido de la vida, pero no podemos subir un nivel y decir que la ciencia es
mejor que, por ejemplo, el arte o la religión). Quizás lo más sano sea aceptar
que todos los juegos de lenguaje, el científico, el religioso, el político, el
estético, etc… expresan distintos aspectos de la existencia humana y que
establecer uno de ellos como superior al otro es una afirmación arriesgada y
de incalculables consecuencias. Como dice Wittgenstein11 al final del
Tractatus: “De lo que no se puede hablar, mejor es quedarse callado” y, si lo
interpretamos en forma adecuada, con esto quiso decir que el juego de
lenguaje de la ciencia y el acto de habla aseverativo teórico no pueden hablar
del arte, de la religión y de los ámbitos del deber ser; así como la religión no
debe entrometerse en la ciencia, el arte y la política y las ideologías con la
ciencia y el arte. Afirmar desde la ciencia que el liberalismo político es mejor
que el sistema monárquico como forma de institucionalidad social, es tan
absurdo como pretender que una ideología política imponga una metodología
de comprensión del desarrollo de la historia a la investigación en ingeniería
genética. Aparentemente los juegos de lenguaje no sólo son especies
distintas, sino géneros diferentes.
La cultura occidental ha generado en la modernidad, dada su peculiar
dinámica de desarrollo en sus 2.000 años de existencia y su filiación de las
culturas greco-latina y del oriente próximo comprendido en la zona geográfica
conocida como de la media luna creciente, una sobrevaloración de la
racionalidad instrumental que pone un énfasis notable en la aplicación del
método científico experimental hipotético-deductivo, nociones económicas de
costo-beneficio en la inversión de cualquiera de sus praxis y un objetivo social
de bienestar individual como atributos idiosincrásicos. Ello ha configurado una
Lebensform, una forma de vida y una cosmovisión utilitarista del mundo en
que éste último sólo se percibe como un medio para que nuestra praxis sobre

él, con el menor costo posible produzca la mayor cantidad de riqueza para el
confort individual, donde, a su vez, este último se reduce a condiciones
materiales de bienestar. En el logro de este objetivo el método científico,
vinculado a la racionalidad instrumental, ha desempeñado un rol notable y
exitoso con su poder de generar tecnologías al servicio del bienestar material,
en desmedro de otros fines como el cultivo de la meditación, el ocio que
permita la contemplación sin caer en el agotamiento de la hiperestimulación
sensorial, la solidaridad desinteresada, el religarse con el cosmos, etc.,
generando un desequilibrio en la valoración de la ciencia respecto de los otros
quehaceres.
¿Podemos inferir, debido a la descripción anterior, que la ciencia y el
método científico sean perversos en sí? Obviamente no. Si distinguimos entre
el ser y el deber ser, entre lo que hay y el valor acerca de lo que hay, lo que
está errado es la integración y articulación con que actualmente nuestra
Lebensform ha valorizado a la ciencia respecto de otras manifestaciones de
la existencia humana. La ciencia no es buena ni mala en sí, es el juicio de
valor que le impongamos quien producirá su equilibrio o desequilibrio en el
panorama de la cultura. El reto, entonces, no es desvalorizar el hacer de la
ciencia y el juego de lenguaje de ésta, sino reevaluar los valores promovidos
por nuestra forma de vida y su ideología imperante y encontrar la integración
armónica que permita que la ciencia desempeñe el rol que le corresponde en
el desarrollo de la humanidad.
1.3.1 Filosofía de la ciencia, epistemología y evidencia empírica.
La filosofía de la ciencia es la parte de la filosofía que estudia los
supuestos y atributos comunes de las disciplinas que caen en el ámbito de las
teorías que describen, predicen y comprenden la naturaleza y el
comportamiento de aquellos estados del mundo que presentan regularidades
y que, por ende, pueden expresarse en leyes teóricas y empíricas. En los
países anglosajones se ha identificado a la filosofía de la ciencia con la
epistemología y, como para nuestro interés ello no afecta a lo central de
nuestro objetivo: la discusión acerca del estatus de la psicología científica, no
haremos mayor distingo entre filosofía de la ciencia y epistemología.
El análisis y la discusión que conduzca a una mejor comprensión de la

psicología como ciencia no se agotan, sin embargo, en las descripciones y/o
prescripciones que pueda aportar la epistemología. Para su complementación
necesitaremos acudir a otros contenidos de la filosofía como la ontología y la
semántica. La primera hace referencia a la naturaleza del ser, en el caso de la
psicología, v.gr: ¿Cuál es la naturaleza de la mente y/o la conciencia?,
mientras que la segunda estudia el origen del significado de los términos
teóricos, ¿qué se quiere decir y cómo se origina el término “mente” y/o
“conciencia”?. Análisis y discusión que se irán incorporando en la medida que
una buena comprensión del tema lo haga necesario.
La epistemología, a su vez, es la parte de la filosofía que trata acerca
de la evidencia y justificación de nuestras creencias y dado que el enunciado
es la expresión lingüística que describe correcta o verdaderamente cómo es
el mundo, una postura que parece obvia a primera vista es que nuestras
creencias se justifican a partir de la contrastación entre el enunciado que
afirma algo del mundo con su evidencia empírica. Este supuesto, como
muchos supuestos de sentido común, ha sido profusamente cuestionado
debido a la dificultad de conciliar una propuesta que nos permita identificar y
fijar un criterio de evidencia empírica que sea intersubjetivamente
incuestionable y que permita un acuerdo por parte de toda la comunidad de
que el estado del mundo descrito es el mismo para todos quienes hayan
tenido esa experiencia en el presente, lo fue para todos en el pasado y lo será
para todos en el futuro. Susan Hack12 (1997, p.31) denomina "fundacionalismo
empírico" a esta postura, la que describe como:
"Algunas creencias son básicas; una creencia básica está justificada
independientemente del apoyo de alguna otra creencia, las creencias básicas tienen un
carácter «empírico»... «Empírico», aquí, debe entenderse como un equivalente aproximado a
«basado en hechos», no como algo necesariamente restringido a creencias sobre el mundo
externo".

Al margen de las n variaciones que pueda adoptar la descripción
anterior, el énfasis del cuestionamiento estriba en el supuesto carácter
objetivo que gravita sobre el hecho, porque las disciplinas que analizan cómo
se realiza la percepción del hecho, como la psicología, o aquellas que han
definido el hecho, como la tradición filosófica que se remonta a los griegos,
han emitido todo tipo de afirmaciones, tanto acerca de la sensación y la
percepción como de la naturaleza del mundo.

En la tradición filosófica occidental prevalece hasta el día de hoy, desde
la época de las especulaciones de los primeros autores greco-latinos acerca
de la naturaleza del mundo y de lo que hay, la visión de mundo expresada en
el sentido común de que si afirmo que “aquí hay una piedra” ella queda
confirmada porque si pateo el lugar al que se refiere la oración “hay una
piedra” habrá una piedra, con la consecuencia tanto para mi como para el
mundo de mi acción.
Los griegos, a diferencia de otras culturas como la hindú, nos heredaron
una concepción del mundo vinculada al realismo filosófico, es decir, la noción
de que hay un cosmos, existe un mundo y éste es independiente de nuestras
mentes y de las afirmaciones que podamos hacer de él, y nuestra mente, a su
vez, tiene la capacidad de aprehenderlo y al hacerlo, si lo hace de manera
adecuada, puede captarlo correctamente en su naturaleza. Las distintas
entidades que lo componen, entonces, no dependen para su ser de nuestra
experiencia, sino que tienen una existencia en si mismas. En el caso de Platón
podrán estar en un mundo que nos trasciende como el de las ideas o, como en
Aristóteles, en la materia como una forma substancial, pero la esencia del ser
está vinculado a la idea o a la substancia, según el caso, y serán ellas las que
le darán la existencia e identifiquen a cada entidad. Un perro, por ejemplo,
será perro porque participa de la idea de perro o porque tiene una forma
substancial de perro. En ambos casos la perridad es una condición
independiente del sujeto cognoscente. El conocimiento, por otro lado, es
consecuencia de una especie de mímesis, de reflejo especular en nuestra
mente de esa condición del mundo que, en este caso, consiste en la perridad.
Aristóteles, a su vez, con su noción de la definición (ver Popper, 2006,
cap. 11 “Las raíces aristotélicas del hegelianismo)13 como si la predicación
fuera la explicitación de los atributos de la forma substancial, de la esencia
referida por el nombre, dejó sentada una forma del conocer que ha gravitado
fuertemente a partir de la escolática medieval en nuestra concepción popular
del mundo: el conocimiento en los sujetos es una réplica exacta de las formas
substanciales que consituyen la esencia de los entes estableciendo, así, un
isomorfismo entre la forma substancial y el término que se refiere a ella. En el
conocer, operación que se realiza en la mente, hay una aprehensión completa

de los atributos esenciales de los entes y el nombre, el término lingüístico (que
es la manifestación externa del conocer) que refiere a esa entidad, por
implicación los contiene en su predicado. A esta manera de conocer y darle
significado a los términos lingüísticos se le conoce como de ostensión interna,
porque la mente (en el caso de los griegos el alma) al aprehender la
representación, aprehende la esencia de la entidad que, desde el punto de
vista ontológico y para Aristóteles, es la forma substancial de ese ente.
Ya en el mismo medioevo, sin embardo, estos supuestos filosóficos
fueron cuestionados por un creciente nominalismo, la noción de que la
definición no explaya en el lado derecho del nombre los atributos de una
esencia o forma substancial, sino que el nombre es, más bien, un término que
resume ciertos atributos que, de manera experiencial, describen el estado del
mundo en cuestión. Por ejemplo, según Aristóteles y el realismo la definición
del término “perro” desarrolla en forma de predicado al lado derecho de la
ecuación los términos de los atributos contenidos implícitamente en el nombre
“perro” y que se corresponden uno a uno con los atributos que identifican la
esencia, la forma substancial de perro. En este caso la flecha indica que la
dirección va del nombre a sus predicados y que éstos, a su vez, reflejan la
naturaleza exacta de los atributos correspondientes a la esencia o forma
substancial perro:
“perro” = → “animal”, “canino”, “doméstico”; donde, por un lado,
“animal”, “canino”, “doméstico” son términos predicativos implicados en el
nombre “perro” y, por otro, el nombre “perro” se refiere a una entidad perro
cuya esencia, cuya forma substancial está constituida por los atributos animal,
canino y doméstico.
El nominalismo, por otro lado, invierte la dirección de la definición. La
flecha indica una dirección hacia la izquierda. En el lado derecho de la
definición los términos predicativos “animal”, “canino” y “doméstico” indican
atributos o modos de ser que la experiencia ha permitido identificar cuando un
perro produce una cierta estimulación, una cierta experiencia en los sujetos y el
nombre “perro” es sólo un rótulo que resume el conjunto de términos
predicativos adquiridos por la experiencia:

“perro” = ← “animal”, “canino”, “doméstico”; donde “animal”, “canino”,
“doméstico” son términos predicativos asociados a un nombre resumen, en
este caso “perro” que por ostensión externa se ha proferido ante
estimulaciones y experiencias de un cierto tipo (cada vez que cruza un perro).
Cuanto deba expandirse la predicación para que haya una buena comprensión
por parte de la comunidad de qué es un perro dependerá de un principio de
parsimonia informacional en la comunidad que usa el lenguaje. El nombre
“perro” no denota una esencia o substancia, es sólo un término resumen de
los términos predicativos.
La definición nominalista se interpreta, entonces, como ¿qué nombre se
le da a la conjunción de los términos “animal”, “canino”, “doméstico”, etc., y la
definición aristotélica, a su vez, interpreta el nombre “perro” como un término
que refiere e identifica la esencia de perro.
Las consecuencias producidas en la teoría del conocimiento a partir de
este giro en la manera de concebir la definición fueron incalculables. Ella ha
incidido en todo el desarrollo de la filosofía occidental desde Nicolás de Cusa a
inicios del siglo XV y el Renacimiento temprano hasta el positivismo del siglo
XX y generó las condiciones para la aparición de la ciencia moderna en el
siglo XVII en las figuras de Galileo y Newton14.
El problema que se plantea con esta nueva concepción del
conocimiento es fundamentalmente epistemológico y se origina en la dificultad
de resolver cómo nuestra mente puede construir una adecuada representación
del mundo a partir de la experiencia sensorial. Si la representación es el
resultado de un proceso que suma experiencias, ¿dónde está el límite que
permite decir que ese específico conjunto de experiencias constituyen una
buenas representación de ese estado del mundo?
Ante esta situación se ha sugerido, por ejemplo, apelar a una
epistemología naturalizada que se apoye en las ciencias de la cognición. La
psicología científica, sin embargo, presta un apoyo muy débil a esta
propuesta debido a que el estatus de la psicología como ciencia es discutible
y las investigaciones acerca de la percepción sugieren que ésta es un
fenómeno profundamente reconstructivo.

Consideremos, por ejemplo, la percepción visual. Ésta depende, por un
lado, de la conducta de la luz al interactuar con la distribución de una
determinada cantidad de materia-energía en el espacio. Por otro,el sensor
óptico debe ser sensible y debe poder procesar el comportamiento de los
fotones en la medida que son reflejados, refractados, absorbidos y
dispersados por la disposición geométrica del objeto en el espacio. Si la
finalidad de la percepción visual es informarnos del movimiento o
representar la tridimensionalidad o profundidad de los objetos a partir de una
matriz bidimensional de intensidades luminosas generadas en el sensor, lo
primero que debemos plantearnos es qué pretende representarse el
organismo dada la naturaleza de la luz y la estructura del sensor y, luego, el
cómo esto es posible.
La respuesta al primer nivel, qué pretende representarse, cual es el objetivo
de la percepción visual, como lo ha hecho notar Marr15 será distinta si el ojo
es el de un animal a si es el de un insecto, si los ojos están colocados
lateralmente como en un conejo a si lo están frontalmente como en los
seres humanos. Por ejemplo, evolutivamente los conejos han sobrevivido
al tener los ojos en los costados, porque perciben mejor cualquier
movimiento en un campo visual más amplio a costa de la acuidad en la
percepción de la profundidad, a diferencia de los felinos que por tenerlos
de frente ganan en acuidad de la profundidad a costa de la amplitud del
campo. La ganancia en la percepción de la profundidad se hace a costa
de la pérdida de la amplitud del campo y viceversa. Si la finalidad es evitar
al predador tener un campo visual más amplio y captar rápidamente un
cambio en el medio ayudará a la supervivencia, no así en el predador
quien ganará en sus posibilidades de supervivencia si puede calcular con
precisión la distancia a costa de la acuidad en un campo visual más
amplio, objetivo que se logra teniendo los dos ojos cercanos y en un
mismo plano.
Una vez definido el objetivo de la visión y a continuación, en un
segundo nivel de análisis, debemos diseñar un programa que realice con un
cierto grado de verosimilitud y considerando las capacidades y limitaciones
del sistema cognoscitivo humano real el procesamiento de la información

visual que resuelva cómo la estimulación luminosa de la entrada sensorial
que ingresa desde una matriz bidimensional puede transformarse en una
representación tridimensional. Conjetura que debe considerar, como dijimos
anteriormente, las capacidades reales del sistema de modo que simule
procesos reales y no óptimos, como podría hacerlo la Inteligencia Artificial
(IA).
En un tercer nivel está la descripción del hardware neurofisiológico, en
el que dependiendo de la física de la luz y la distribución geométrica de la
materia en el espacio, la energía luminosa sufre procesos de (1) refracción
en la córnea y la cámara anterior y el humor acuoso, (2) limitación de las
señales en el iris, para continuar con otro proceso de refracción en el
cristalino, la cámara y el humor vitreo, (3) transducción (reacciones
fotoquímicas que dan origen a potenciales de recepción) en la retina (conos y
bastones) por el cual la energía luminosa se transforma en impulsos
bioeléctricos que, en una ruta seguida por los nervios ópticos que considera
el quiasma óptico y los tractos ópticos, (4) concluye en un reconocimiento de
esquemas en los cuerpos geniculados laterales, los colículos superiores y
finalmente en la corteza visual (lóbulos occipitales).
El problema que se genera con esta descripción es que, aquello que
llamamos "el hecho visual" depende, en su fase inicial, de la codificación del
estímulo y de la incidencia de la luz en nuestra retina y esta fluctúa, por un
lado, con las condiciones luminosas y, por otro, con la posición del receptor.
Considerado como un mero proceso de codificación visual carece, además,
de la riqueza que generalmente le atribuimos al hecho ya que la codificación
sólo nos entrega propiedades o dimensiones básicas del medio procesadas
por operaciones automáticas muy primitivas.
La percepción, a su vez, implica una integración de las propiedades
sensoriales individuales en una unidad cognoscitiva de nivel superior al de la
codificación. Es imposible desligarla de procesos psicológicos de otro tipo
como lo son el aprendizaje y su relación con la memoria y la inteligencia
(aunque ésta última la concibamos a un muy bajo nivel operacional sensoriomotor y presimbólico). No debemos olvidar que la información visual sólo nos
dice de límites, colores y orientaciones en el espacio derivados de la

discriminación en las intensidades luminosas, no nos dice nada acerca del
peso, resistencia, textura, sonido etc.. de la situación de estímulo. Más aún,
cuando los límites espaciales se me aparecen, por ejemplo, como abeto, no
puedo desligarlos, en cuanto percepción, de procesos de generalización y
discriminación y de operaciones de elaboración de esquemas complejos que
integran y articulan modalidades sensoriales básicas como la forma-colorabeto y el atributo táctil-dureza-resistencia en una unidad de nivel superior. Es
decir, de procesos inteligentes que no son parte de la información visual, sino
de nuestra estructura mental y de la información que tenemos almacenada en
la memoria de largo plazo. No es lo mismo percibir un árbol que un color verde
o una forma aglobada que un pié.
La comprensión, por último, es un proceso superior y difícil de
distinguir de la percepción sofisticada, pero opera a un nivel más abstracto y
compromete al lenguaje, la interpretación del discurso y procesos inferenciales
superiores como los de las operaciones concretas y formales piagetianas.
W.Golding relata así, en su novela Los Herederos, el encuentro
probablemente de un hombre de Neanderthal con un Cromagnon:
"El hombre se volvió hacia un lado en los matorrales y miró a Lok por encima de su
hombro. Un palo se levantó y había un bulto de hueso en medio.... De pronto Lok
comprendió que el hombre estaba sosteniendo el palo para él, pero ni él ni Lok podían
alcanzar el otro lado del río... El palo empezó a acortarse por ambos lados. Después
creció hasta su tamaño original otra vez.
El árbol muerto al lado del oído de Lok adquirió voz.
- ¡Clop!
Sus oídos se crisparon y se volvió hacia el árbol. Al lado de su cara había crecido
una varilla... Esta varilla tenía un hueso y una substancia de color castaño y pegajosa
colgaba de sus ganchos. Su nariz examinó esta substancia y no le gustó. Olió a lo largo del
asta de la varilla. Las hojas de la varilla eran plumas rojas y le recordaban al ganso. Se
perdió en su asombro e inquietud generalizados"

El párrafo nos permite diferenciar entre codificación, percepción y
comprensión. Lok puede discriminar a nivel de estímulos entre formas,
olores y sonidos. Incluso puede distinguir a nivel perceptual unidades
integradas como plumas, varillas, árbol etc., pero es incapaz de
comprender la situación, porque carece del aprendizaje previo del arco y la
flecha, del esquema de caza con estos instrumentos y de los nombres que
permitan clasificar estos objetos como instrumentos de caza.
Los experimentos de deprivación de características visuales simples
en animales, como orientación del haz luminoso en líneas horizontales o

verticales (Rosenzweig et al.2001, p.245)16 demostraron que la estimulación
temprana a ciertos atributos del estímulo desarrollan más ciertas áreas
corticales especializadas en la codificación y análisis del estímulo visual.
Desde la perspectiva neuropsicológica el aprendizaje incide, entonces, en
ciertos períodos críticos que condicionan, desde el inicio del desarrollo de
los individuos, la posibilidad de procesar dimensiones de la codificación
estimular.
"...la capacidad de los animales para detectar estímulos visuales de un patrón
general concreto (por ejemplo, líneas horizontales frente a líneas verticales) depende de su
exposición a tales patrones visuales durante el desarrollo. Estos efectos dependientes de
la experiencia probablemente están mediados por la nueva disposición sináptica en el
seno de la corteza visual".

Si esto afecta los procesos básicos de codificación, podemos
conjeturar con certeza que los procesos de percepción y comprensión se
encontrarán afectados, con mayor razón, por la experiencia previa y la
información contenida en la memoria del sujeto. Desde la psicología,
entonces, aunque supongamos mecanismos de minimización de la
incertidumbre en el procesamiento de la información estimular (Marr,
op.cit)17 no tenemos certeza del privilegio de la sensación, independiente
del aprendizaje y la memoria, en la descripción del estímulo.

La dificultad en la identificación de una experiencia básica que permita
fundamentar el hecho ha conducido, en epistemología, a una propuesta
alternativa al fundacionalismo denominada "coherentismo" que, en su
posición extrema es definida por S. Hack (cf. op. mencionado) de la siguiente
forma: "Una creencia está justificada si pertenece a un conjunto coherente de
creencias, y ninguna creencia tiene un status epistémico distinguido ni un
lugar distinguido dentro de un conjunto coherente".
Si no tenemos un hecho claramente identificable a partir de una
experiencia básica, si el hecho queda determinado por el conjunto de
creencias, conocimientos y estructuras de pensamiento de los sujetos, en
última instancia de la teoría que poseamos acerca del hecho, sea ésta de
sentido común o la sofisticada conjetura proveniente desde la ciencia ¿Qué
permite justificar una afirmación tan simple como ¡Ahí va un conejo! y, con
posterioridad, un enunciado básico en ciencias que afirme una ley
experimental?. ¿Qué diferencia una ley teórica de una ley experimental, es
decir una afirmación acerca de entidades y regularidades inobservables de
manera directa de una afirmación que se hace acerca de entidades y

regularidades apoyadas por la evidencia empírica?
1.3.2. Oraciones observacionales y categóricas observacionales.
En lo que sigue haremos una breve síntesis de la propuesta quiniana
acerca de las oraciones observacionales. Quine18 (1992, p.18) afirma que:
“En medio de la complejísima maraña de relaciones que une nuestra estimulación
sensible y nuestra teoría científica del mundo hay un segmento que, afortunadamente, podemos
tratar por separado y esclarecer sin necesidad de practicar la neurología, la psicología, la
psicolingüística, la genética o la historia. Me refiero a la relación de respaldo evidencial, en la
cual nos servimos de la predicción para comprobar la teoría; pues es posible describir
someramente sus elementos principales recurriendo a poco más que el análisis lógico”.

Como las teorías consisten de enunciados lo que necesitamos es
encontrar oraciones aseverativas que se vinculen firmemente con nuestras
experiencias, con nuestras situaciones de estímulos. Cada una de estas
oraciones deberá estar asociada afirmativamente con cierta gama de estímulos
del sujeto y negativamente con otras y, característicamente, cada vez que se
esté en uno u otro caso, el sujeto deberá responder asintiendo o disintiendo
independientemente de lo que esté haciendo en ese momento. Una segunda
característica es la intersubjetividad, todos los sujetos competentes en el uso
del lenguaje deben dar el mismo veredicto ante la oración. Ejemplo de oración
observacional es “ese es un perro” que a veces puede ser verdadera y a veces
falsa, a diferencia de oraciones del tipo “los perro son mortales”, que son
oraciones ocasionales, oraciones que a veces son verdaderas y a veces falsas.
“Una oración es una oración ocasional que suscita el acuerdo inmediato de los
hablantes de una lengua cuando éstos son testigos de la situación correspondiente” (Op.cit.p20)

La observacionalidad (cfr. Nota 16) es difusa en sus bordes y difícil de
someter a un esquema simplificador, pero ganamos en claridad trazando un
límite imaginario. Al “conjunto de estímulos que un hablante asocia, afirmativa o
negativamente, con una oración observacional es lo que denomino la gama de
estímulos, afirmativa o negativa, de esa oración para ese hablante” (Op.cit). Y,
de acuerdo con la definición, el estímulo se concibe como el conjunto de todos
los receptores sensoriales activados y no a una modalidad específica.
“Una oración observacional puede constar de un único nombre o adjetivo, visto en este
caso como una oración; así, “Lluvia”, “Frío” o “Conejo”, en lugar de “Llueve”, “Hace frío”, “Es un
conejo”. Las oraciones observacionales pueden ser combinadas para formar nuevas oraciones
observacionales, utilizando simplemente, por ejemplo, la conjunción, como en “El sol sale y los
pájaros cantan”. También podemos combinarlas mediante la predicación; es el caso de “Este
guijarro es azul”, que resulta de combinar “Mira, un guijarro” y “Mira, azul”. Una forma
equivalente y simple de combinarlas es “Guijarro azul”; ambas combinaciones están asociadas a

la misma gama de estímulos. Pero ninguna de ellas es equivalente a la mera conjunción “Mira,
un guijarro, y “mira, azul”. Están conectadas de un modo más rígido. Para que la conjunción se
logre basta con que la estimulación nos muestre que cada una de las oraciones observacionales
que la componen se materializa en alguna región de la escena –quizás un guijarro blanco por
aquí, una flor azul por allá. Pero la predicación sitúa las dos materializaciones sobre la misma
región de la escena, exigiéndoles que coincidan o, al menos, que se solapen ampliamente. El
azul debe recubrir el guijarro por completo. No importa si salpica también otras regiones de la
escena, pues la construcción no es simétrica” (Op. Cit.p.21)

Según Quine podemos obviar la limitación del lenguaje observacional al
acuerdo de los testigos y su pertenencia a un subconjunto muy limitado de la
población, como lo es el lenguaje de la ciencia y la noción práctica de
observación, si aceptamos que valga para la comunidad de hablantes en su
conjunto y en beneficio de la intersubjetividad el siguiente criterio único: “será
observable todo aquello acerca de lo cual cualquier testigo se pronunciaría
sobre la marcha obedeciendo únicamente los dictados del lenguaje y de los
cinco sentidos”. Apertrechados con este criterio podemos hacer frente a la
dificultad planteada por la noción de que los términos teóricos están cargados
de teoría, ya que la definición de oraciones observacionales permite distinguirlas
de las demás sin hacer referencia alguna a su supuesta carencia de teoría.
En su origen las primeras oraciones aprendidas del lenguaje están
asociadas como un todo a las gamas de estímulos adecuadas. Los sonidos que
están en estas oraciones lo están como sílabas o palabras libres de teoría, pero
estas mismas palabras volverán a aparecer en un futuro en contextos teóricos.
El hecho de que las oraciones teóricas y las observacionales compartan las
mismas palabras hará posible la conexión lógica entre ellas y la relevancia de
los términos de observación para los términos teóricos. Miradas
restrospectivamente estas oraciones observacionales aparecen como cargadas
de teoría, pero en su origen carecen de ella:
“Una oración observacional cuya palabra más técnica sea ‘agua’ entrará en el mismo
saco que oraciones observacionales que incluyen términos tan técnicos como ‘H2O. Vista
holofrásticamente, esto es, ligada mediante condicionamiento a determinadas situaciones
estimulativas, la oración está libre de teoría; vista analíticamente, palabra por palabra, la oración
está cargada teóricamente”

Es en el contexto experimental donde, probablemente, se evidencia de
manera más aguda la importancia que una teoría recibe de la observación y la
necesidad de que el juicio tanto del mismo sujeto como el intersubjetivo tenga
estabilidad y consistencia en el espacio y el tiempo. Una emisión ocasional de
los testigos confirmada por una circunstancia específica es insuficiente y se

hace necesario elevarla desde la circunstancia particular a una que comprenda
todas aquellas ocasiones frente a las cuales la oración puede ser emitida. Las
oraciones que desempeñan este rol son las categóricas observacionales. Una
categórica observacional es una generalización de dos oraciones
observacionales que puede ser descrita como siempre que ocurre esto, ocurre
lo otro. “Es una generalización de la que nos servimos para afirmar que las
circunstancias especificadas por una oración observacional estarán
acompañadas indefectiblemente por aquellas descritas en la otra”, en que el
‘siempre que’ es sólo una generalización irreductible y previa a toda referencia
objetiva y no cuantifica sobre ellos.
“Aunque esté formada por dos oraciones ocasionales, la categórica observacional es
ella misma una oración fija, lo que hace posible que sea implicada con todo derecho por la teoría
científica. De esta manera, el recurso a las categóricas observacionales soluciona el problema
de la conexión lógica entre teoría y observación, a la vez que nos proporciona un buen esquema
de la situación experimental” (Op.cit.p29).

Al respecto y, para concluir, incorporamos textualmente el análisis que, al
respecto, hace Nagel19 (1991, p.87):
“Asignar a la palabra 'observable' un sentido rigurosamente preciso sería de
dudosa utilidad, si fuera posible establecerlo; y en la medida en que la distinción entre leyes
experimentales y teorías se base en el contraste entre lo observable y lo inobservable, la
distinción, evidentemente, no es tajante... Sin embargo, del hecho de que la distinción sea
vaga no se deduce que sea falsa, como no se deduce que no exista diferencia alguna
entre la parte delantera y la trasera de la cabeza de un hombre porque no haya una exacta
linea de separación entre una y otra."
"Quizás la característica aislada más notable que distingue a las leyes
experimentales de las teorías es que toda constante 'descriptiva' (es decir, no lógica) de
las primeras está asociada, por lo menos, a un procedimiento explícito para predicar dicho
término constante de algún rasgo observacionalmente identificable, cuando se dan ciertas
circunstancias específicas. El procedimiento asociado a un término en una ley experimental,
pues, establece un significado definido para dicho término, aunque sea parcial. En
consecuencia, una ley experimental, a diferencia de un enunciado teórico, posee
invariablemente un contenido empírico determinado que, en principio, siempre puede ser
controlado por elementos de juicio observacionales obtenidos mediante esos
procedimientos...
En contraste con lo que sucede uniformemente con los términos descriptivos en
las leyes experimentales, los significados de muchos, si no de todos, los términos que
aparecen en las teorías no se hallan especificados mediante tales procedimientos
experimentales explícitos...
Un corolario inmediato de la diferencia entre leyes experimentales y teorías que
acabamos de examinar es la posibilidad de proponer y afirmar las primeras, en principio,
como generalizaciones inductivas basadas en relaciones que se cumplen en los datos
observados, mientras que esto nunca sucede con las segundas...
Por su misma naturaleza, sin embargo, una teoría no puede ser una generalización
a partir de datos observacionales, puesto que en general no hay casos experimentales
identificables que entren dentro del ámbito manifiesto de predicados de una teoría.
Algunos científicos distinguidos han sostenido que las teorías son 'libres creaciones de la
mente'. Tal afirmación no significa, obviamente, que los materiales observacionales no
puedan sugerir teorías o que éstas no necesiten apoyo de elementos de juicio

observacionales. Lo que tal tesis afirma, con razón, es que los términos básicos de una
teoría no necesitan poseer significados que estén determinados por procedimientos
experimentales definidos, y que una teoría puede ser adecuada y fecunda a pesar de que
los elementos de juicio en su favor sean necesariamente indirectos... Una ley experimental
tiene una vida propia, por decir así, que no depende de la vida de ninguna teoría particular
que pueda explicarla...aunque los términos que aparecen en una ley experimental tengan
significados derivados en parte de alguna otra teoría, por lo menos, y so pena de caer en
una fatal circularidad, los términos deben tener significados determinados formulables
(aunque sólo sea de manera parcial) independientemente de la teoría particular adoptada
para explicar la ley.
En cambio, las nociones teóricas no pueden ser comprendidas separadamente de
la teoría particular que implícitamente las define.
Es digna de mención otra conspicua diferencia entre las leyes experimentales y las
teorías. Sin excepción, una ley experimental se formula a través de un solo enunciado; una
teoría es, casi sin excepción, un sistema de varios enunciados vinculados entre sí. Pero
esta diferencia obvia sólo es un índice de un hecho notable y significativo: la mayor
generalidad de las teorías y su poder explicativo relativamente más vasto... En realidad, una
de las funciones importantes de una teoría es poner de manifiesto conexiones sistemáticas
entre leyes experimentales concernientes a fenómenos cualitativamente dispares."

La tabla resumen presenta los atributos más notorios y las diferencias
más relevantes entre las leyes teóricas y las experimentales.
LEYES EXPERIMENTALES

LEYES TEÓRICAS

Toda constante 'descriptiva' (es decir, no
lógica) está asociada, por lo menos, a un
procedimiento explícito para predicar dicho
término constante de algún rasgo
observacionalmente identificable, cuando se
dan ciertas circunstancias específicas.
El procedimiento asociado a un término en
una ley experimental establece un significado
definido para dicho término, aunque sea
parcial.

Los significados de muchos, si no de
todos, los términos que aparecen en las
teorías no se hallan especificados mediante
tales procedimientos experimentales
explícitos...

Una ley experimental posee
invariablemente un contenido empírico
determinado que, en principio, siempre puede
ser controlado por elementos de juicio
observacionales obtenidos mediante esos
procedimientos...
Las leyes experimentales pueden
proponerse y afirmarse, en principio, como
generalizaciones inductivas basadas en
relaciones que se cumplen en los datos
observados

Una teoría no puede ser una generalización
a partir de datos observacionales, puesto que
en general no hay casos experimentales
identificables que entren dentro del ámbito
manifiesto de predicados de una teoría

Una ley experimental tiene una vida
propia, por decir así, que no depende de la
vida de ninguna teoría particular que pueda

Las nociones teóricas no pueden ser
comprendidas separadamente de la teoría
particular que implícitamente las define.

explicarla...aunque los términos que aparecen
en una ley experimental tengan significados
derivados en parte de alguna otra teoría, por lo
menos, y so pena de caer en una fatal
circularidad, los términos deben tener
significados determinados formulables
(aunque sólo sea de manera parcial)
independientemente de la teoría particular
adoptada para explicar la ley.
Sin excepción, una ley experimental se
formula a través de un solo enunciado.

Una teoría es, casi sin excepción, un
sistema de varios enunciados vinculados entre
sí. Pero esta diferencia obvia sólo es un índice
de un hecho notable y significativo: la mayor
generalidad de las teorías y su poder
explicativo relativamente más vasto... En
realidad, una de las funciones importantes de
una teoría es poner de manifiesto conexiones
sistemáticas entre leyes experimentales
concernientes a fenómenos cualitativamente
dispares.

Tabla

BIBLIOGRAFÍA:
1 Hempel, Carl (1979 ) Filosofía de la ciencia natural. España, Alianza
2 Aristóteles (1981) Peri Hermeneias. España, Teorema
3 Goodman, Nelson (1984. p,98) De la mente v otras materias. España, Visor. "La denotación
pictórica no se diferencia ... de la denotación verbal por la naturaleza de los símbolos
individuales, ni como generalmente se supone, por la semejanza del símbolo con lo que
denota. Pues la semejanza depende fuertemente de la costumbre y de la cultura, de tal modo
que el hecho de que un símbolo sea icónico y hasta qué punto lo sea, o en qué punto lo sea, o
en qué medida dibuja fielmente su tema, puede variar, sin que el símbolo o aquello que denota
sufra cambio alguno. Una característica más estable e importante de la denotación pictórica
es que ésta se refiere a algo, en virtud de un símbolo que funciona dentro de un sistema
sintáctica y semánticamente denso -un sistema tal que sus símbolos acontecimiento [symbolocurrences] concretos no se clasifican en tipos diferenciables por separado, sino se van
convirtiendo unos en otros, sucediendo lo mismo con lo denotado".
4 Haack, Susan (1982) Filosofía de las lógicas. España. Cátedra
5 Searle, John (1992) Intencionalidad. España, Tecnos
6 Austin, John (1982) Como hacer cosas con palabras. España, Paidós. Clasifica por su
finalidad los siguientes actos de habla: Actos asertivos o expositivos: el hablante niega,
asevera o corrige algo, con diferente nivel de certeza. Actos directivos: el hablante intenta
obligar al oyente a ejecutar una acción. Actos compromisorios: el hablante asume un
compromiso, una obligación o un propósito. Actos declarativos: el hablante pretende cambiar
el estado en que se encuentra alguna cosa. Actos expresivos: el hablante expresa su estado
anímico.
7 Copi, Irving (1994) Introducción a la lógica. Argentina, EUDEBA '
8 Hempel (1965) La explicación científica. Argentina, Paidós,
9 Wittgenstein, Ludwig (2009) Investigaciones Filosóficas. España, Gredos.
10 Wilhelm Dilthey (Biebrich, Renania, Alemania 19 de noviembre de 1833 - † Seis am Schlern,
Tirol del Sur 1 de octubre de 1911) fue un filósofo, historiador, sociólogo, psicólogo y estudioso
de la hermenéutica (estudio de las interpretaciones y significados de textos).
Edmund Gustav Albrecht Husserl (8 de abril de 1859- 27 de abril de 1938), filósofo alemán
originario de Moravia, discípulo de Franz Brentano y Carl Stumpf, fundador de la
fenomenología y, a través de ella, del movimiento fenomenológico, uno de los movimientos
filosóficos más influyentes del siglo XX y aún lleno de vitalidad en el siglo XXI.
11 Wittgenstein, Ludwig (2009) Tractatus Logicus-philosophicus. España, Gredos
12 Haack, Susan, (1997) Evidencia e investigación. España, Tecnos

13 Popper, Karl (2006) La sociedad abierta y sus enemigos. Paidós, Ibérica
14 Cassirer, Ernst (1986) El Problema del Conocimiento. México, FCE
15 Marr, David (1985) La visión. España, Alianza
16 Rosenzweig, M; Leiman, A & Breedlove, S (2001) Psicología Biológica. España, Ariel
17 La psicología cognoscitiva -particularmente Marr-, ha propuesto un artificio amortiguador de
las desviaciones sensoriales, consistente en la aplicación de un proceso de normalización
sobre la matriz estimular que, aplicando una gaussiana sobre un espectro del estímulo visual,
promedia los valores medios y elimina las desviaciones extremas en la intensidad luminosa. A
partir de un supuesto físico de unicidad y continuidad del estímulo podemos crear una
representación estable del objeto y orientarnos en el mundo con un mapa relativamente
confiable de él. Esto, sin embargo, posee dos limitaciones. Por un lado es una construcción
con un componente altamente estadístico y, por otro, depende de la teoría física previa de
que la materia tiende a crear-estados únicos y continuos.

18 Quine, W.V. (1992) La búsqueda de la verdad. España, Crítica
19 Nagel, Thomas (1991) La estructura de la ciencia. España, Paidós


El lenguaje de la ciencia.pdf - página 1/25
 
El lenguaje de la ciencia.pdf - página 2/25
El lenguaje de la ciencia.pdf - página 3/25
El lenguaje de la ciencia.pdf - página 4/25
El lenguaje de la ciencia.pdf - página 5/25
El lenguaje de la ciencia.pdf - página 6/25
 





Descargar el documento (PDF)

El lenguaje de la ciencia.pdf (PDF, 200 KB)





Documentos relacionados


Documento PDF el lenguaje de la ciencia
Documento PDF gu a para la semana de oraci n julio 2015
Documento PDF clase 5
Documento PDF c vermismo
Documento PDF navega mar adentro 71 octubre 2016
Documento PDF clase 3

Palabras claves relacionadas