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VALOR SALVÍFICO DEL SUFRIMIENTO

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(P. Mario Pezzi)

Premisa
Este año trataremos el problema del sufrimiento, de la enfermedad, de la vejez
y de la muerte, a la luz de la Revelación, de la doctrina transmitida por los Padres y
del Magisterio. Son argumentos que nos tocan a todos de cerca, sobre todo a las
primeras comunidades compuestas por gente anciana, y sin embargo interesará
también a los jóvenes que antes o después se tendrán que enfrentar a estas
realidades en su propia vida y en la de sus familiares y de los más cercanos, a parte
de los hermanos de su propia comunidad. Al tratarse de realidades que sólo el
Espíritu Santo nos puede hacer comprender y penetrar, pido que sea Él mismo el
que nos ilumine y nos lleve poco a poco a la plenitud de la verdad. El tema es muy
profundo y denso, pero espero que el Señor me ayude a mí a exponerlo y a vosotros a
comprenderlo.
Aunque sea de forma muy sintética, por falta de tiempo, afrontaremos este
tema tratando en una primera parte el "valor salvífico del sufrimiento" en la
enfermedad, en una segunda parte la vejez y en una tercera parte la muerte y la
sepultura. Pero, al final, he querido concluir el discurso sobre el sufrimiento, la vejez
y la muerte, hablando en una cuarta parte del Cielo. En realidad el Cielo, que
representa el punto de llegada de nuestra peregrinación en la tierra, se debería
desarrollar desde el comienzo, y por eso seria bueno que lo tuviéramos presente
desde el comienzo, porque solamente a la luz del cielo adquiere sentido el
sufrimiento. El mismo Jesucristo quiso preparar a los tres discípulos Pedro, Juan y
Santiago, que asistirían a su agonía en el Getsemaní, manifestándoles en la
Transfiguración del Tabor "la gloria del Padre en su rostro", a fin de que los
tres testigos, recordando su gloria vista en el santo monte (2Pe. 2,17) no quedasen
aplastados por el escándalo de la Cruz (Prefacio de la Transfiguración).
Quisiera adelantar algunas puntualizaciones que nos ayuden a desmontar
falsos prejuicios sobre el sufrimiento y nos dispongan a acoger la luz que nos viene de la
revelación.
Una primera puntualización es que el sufrimiento, la Cruz no se puede
comprender en sentido cristiano sino a la luz de la gloria de la resurrección1.
Otra puntualización es que la visión cristiana de la cruz no subraya el valor del
sufrimiento en sí mismo, como si se tratara de una forma de masoquismo, o de
sublimación por un falso misticismo, sino que, al contrario, realza el espíritu con
que se afronta el sufrimiento: que es el Amor, como veremos, revelado en sumo
grado en Jesucristo: "nadie tiene amor más grande que este: dar la vida por los
propios amigos" (Jn 15,13).
Una tercera puntualización: es que nadie puede pretender comprender el
sufrimiento con su sola razón, ni afrontar la cruz con sus solas fuerzas: la figura
de Pedro al que Jesús contesta: "¡Lejos de mí, Satanás! ¡Escándalo eres para mí,
porque no piensas según Dios, sino según los hombres!" (Mt 16,23) y "no cantará
hoy el gallo antes que tú por tres veces hayas negado conocerme" (Mt 26,34)
permanecen como un paradigma para todo cristiano.
Es significativo cómo en el arte cristiano de los primeros siglos hasta la alta edad media, el Cristo
en la cruz ha sido siempre representado como Cristo glorioso, como en un trono, de manera
distinta de los crucificados más atormentados del bajo medioevo en adelante. El mismo San Juan a
diferencia de los Sinópticos, presenta la pasión como el triunfo de Cristo que entra en la muerte
para derrotar al demonio: "ahora el príncipe de este mundo será echado afuera" y para atraer a
todos hacia sí: "Yo, cuando sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí" (Jn 12,32).
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