Esto no es un lápiz de labios .pdf



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Autor: friki

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Desafío

En el centro, diablo transparente:
debes tener más puntería, para que yo me vaya sin remedio.
¿Qué quieres decir con ese gesto
a lo Dama de las Camelias?
Nacen las luces, triste sombra entre las dimensiones,
dentro del silencio que abraza el movimiento cuatro
de la cuarta puerta,
que sigue abierta, cuando más brilla.
Con o sin consentimiento de tus reinos inorgánicos.
En el centro, diablo...
En el centro, diablo...

2

Como en el Chelsea

Huyendo hacia el techo de lentejuelas y orinas de lentejuelas encarnadas en un
pañuelo.
Máximos, bocas, manos. Con mil bocas en las manos dedos fósforo amarillo
ampliando joyas y los planos grises, casi negros.
Oscuros de huesos plata con lejía.
Ilimitados seres de mente lejos, de sustos y de gritos en el centro de la hoguera,
de esferas protectoras manejadas por instinto.
Cruzando lentas tristes y sonrisas.
A la tierra que habla con las larvas, canta el carnaval que rompe máscaras,
nueces y espejos indiferentes.
Como en el Chelsea:
las luces parpadean a la luz de los cigarrillos.
Humo siempre.

3

Sombra recuperada

Déjame el aire que nunca espera y llévate
la fuente sin llama:
su agua está seca y no canta
horas bailarinas sobre alambres de silencio.
Tuyo es el papel que tanto esfuerzo te ha costado,
para mí la serpiente bajo la almohada:
hace soñar nanas a los niños negros porque no quiere
que su noche sea un miedo de piernas largas.
Para ti bombones (ramilletes marchitos ideales),
conmigo alaridos
de rayos contra el metal de los cielos,
las sombras rápidas, las pobres miserias
de todas las manchas. Conmigo el vacío
... duda algorítmica marea de sapos...
y los símbolos que ruedan sin pertenecer a ninguna imagen
... sombra liberada...
Mía es también la amnesia intermitente
en busca de un país imaginario:
debo consolar su llanto,
cuando recupera la memoria.
Contigo el espejo de Wilde
y mi ausencia.

4

Alice in Trashland

La pesadilla despierta en
un bolsillo del sombrero, ellas reinan en el baile;
hacen muecas extrañas, desafían las leyes naturales
de mi cuerpo, yo, mi propiedad más privada,
piden que me corten la cabeza...
No aprecia mi estatura, ese único cuerpo nacido de cuerpos
que comen lo que quiere nadie.
No sé dónde pisar, para no matarlas.
Desde una dimensión sin gravedades,
las veo invadir mi esfuerzo y apoyo los pies
en una luz parpadeante color fósforo de calcio.
Si salto, aplastaré a miles con mi peso,
seré un martillo de extinguir plagas.
¿Por dónde han entrado esos seres de lo oscuro?
Que se vayan a su mundo, lejos de las copas de los árboles...
Hay que hacer algo, quizá gritar que no tienen venas.

Cuenta la leyenda
que la sangre es una verdad sin cucarachas.

5

Retrato en penumbra

Remiendo invertebrado
en las suelas de un rizo
microscópico junto a la llama
del cráneo,
galopes en las sienes y
conversaciones en el filo de la mesa con
especialmente nadie hasta la hora nueve,
adivina de café en los posos
desde el comienzo de los siglos.
Buscaba una décima de septiembre
en la cresta de las uvas
y dormir en el murmullo
de una cigarra;
mañana era sólo una idea
entre las patas de un escarabajo.

6

La Santísima

Flemática, acromática, marmórea.
Lacre hirviente.
Almidonada, ulcerosa, rémora.
Astringente.
Se oculta en los intestinos y,
como un gusano sin prisa,
asciende a las alturas
en vómito abortivo malogrado.
Remordimiento de un éxtasis pluma
hecho carne cañón picadora ejemplo milenario
[... que acompañará siempre, in-maculada...]
Endogámica lágrima costilla
de perpetua estampa dolorosa,
maldita entre todas la mujeres.

"Quita de mi cuchillo tu cuello degollado"
(Pesadilla 6, Diane di Prima)

7

Uñas y Remedios

“Supe entonces que estaba hablando de mí
y de mi cocina, y de mis hijos lunares
y de las estrellas que yo trituro."
(Remedios Varó)

Sangre de tierra y un poco de risa de cobre cuando el sol
se emborracha de altura,
la sorpresa de una visita nocturna, tintura madre de rabo de bosque,
brillos musicales donde se conciben las siemprevivas
y cordones de plata vieja que unen los círculos de las espirales.
Dimensiones directamente proporcionadas por la cantidad de ojos
que las descubren,
rojo y negro durante siete ciclos de doce llaves telepáticas,
demonios, presencia del cosmos a partir de una pregunta
en plena primavera originaria.
Dolores con nombres y apellidos y alas artesanas en perfecta línea paralela.
Remedios para el asma, el apotegma, la gimnasia,
la estructura del átomo explosivo y la ciencia que no quiere saber
de qué se componen las uñas de Remedios.

8

Poeta

Encaje encajado en el último bolsillo, paréntesis ilimitado,
comparsas fluvias, ferviente mostrador y tachuelas verdes.
El llano se sumó a la baraja revistiendo un ejercicio colorado como si nada,
como si nadara por una vena untada, mirada capacitada,
capacitada, capacitada...

Humildemente me inclino ante la dislexia ungida por el nombre más
divino, vino y arterias, quiste
de granos uvas sobre el jinete que se asoma a los caballos,
frontisficando sombras y una violeta violentamente separada de las
menudencias africanas dudosas y asimétricas.
Damasco el griterío y arrullo el enjuto y ubérrimo frisiolento
mantenido en soliloquios, nueces y aire menudean los altares
kilométricos unificados en argénteas madrugadas.
Inmortal milagro en larga cabellera soleada.
Hoy capturo feralismos en el hueso tuerto agrisadamente vivo.

9

Bucles de querubín serio

Un cigarrillo promete quemarme los dedos,
mientras procuro pasear sus atmósferas
de humo quieto por el susto de una noche insomne.
No le dejo concebir más historias delineadas en ceniza,
siempre cayendo sobre aquella noción primera,
caracteres autónomos de polvo y algodones,
humilde cuchara plata renegrida.
Sin ganas de alimento despertaré, sin movimientos planetarios,
sin intenciones idénticas a las anteriores leyes de la planicie nebulosa.
Entre destellos naranjas, mi cuerpo se reblandece.
Uñas gigantes vestidas de duelo amenazan la curiosidad de los días,
rubios bucles de querubín serio sobre el borde de mi cama,
pobre niño con alas para subir al cielo.
Me da miedo su mirada, tan triste como una hoja sin venas de savia,
sin tendones ni soporte de calcio para esa leve y transparente visión.
No encuentro la forma de alumbrar el espejo que delata
mis ojos hinchados por la avalancha de los limbos,
hartos de estar siempre en el centro.
Hace frío entre las sábanas.

9

Tanta seda entre los dedos

El embrujo de la tarde comienza a mover su melena.
No hay nada tan esencial y tan breve
-tanta seda entre los dedoscomo la madeja de un cabello
embriagado por la brisa del otoño.
Gris y nubes son escudo de las luces,
son muralla, son barrera que contiene
el pleno pulmón del aire,
por no morir en éxtasis de respiros.
El latido de sus ojos, seguramente contamina de oro
el camino que siguen las brumas.
Seguramente alimenta la experiencia con sonidos nuevos,
seguramente. Y puede que hasta resuelva
el misterio del sudor de las pestañas,
que amanece costra de sales, si no duerme en ángulo la pupila.
Cualquier cosa se aclara
bajo su mirada de luna creciente, seguramente...

10

Y los autos se reían

Tommy, dame un trago de cerveza
con unas gotas de whisky.
La autopista estaba ronca
de gritar que no quiere que la pisen,
y las luces de los autos se reían
cuando pasaban corriendo por ella.
Tommy, vuelvo fría por el ruido
de sus mentes, que golpean y aturden
a las aves de paso
para que no piensen y se pierdan
dentro de las nubes más alejadas.
Dame un trago, Tommy, que he visto
una procesión de bichos negros
vestidos de blanco sobre hojas de morera,
todos tenían los dientes grandes y afilados,
dejaban huellas de lentos pasos
y no miraban a nadie.
Dame un trago,
que hoy quiero dormir tranquila,
sin recordar ese hilo de muerte,
ese gusto por dar miedo,
ese rosario de pesadilla.

11

Un invierno naranja

"...Y me dirás: «Busca», inclinando la cabeza;
y dedicaremos nuestro tiempo a encontrar
ese animalito que viaja mucho."
(Sueño para el invierno, Arthur Rimbaud)

Empleo al día algunas horas, querido espectro, en encontrar
instantes que llenen los suelos de colillas, que pinten en las paredes,
mientras trepa hacia el techo el peso específico de lo elemental.
No hacen falta alfombras voladoras y luces a medio gas, atmósferas
transparentes de quebrada porcelana, gestos o posturas,
nieve sobre el espejo, látex de amapola convertido en profeta...
para estimular glándulas o, en su defecto, algún recuerdo no vivido.
Basta una puerta entreabierta que nunca se cerró.
Recuerdo haber manchado contigo tabiques con heces,
dibujar con desechos de alimentos lenguas perfectamente
reconocibles, infinito Rimbaud. Rito purificador que aprendimos
de la Sabina. Et puis, les chats.
El invierno era naranja, un micropunto en el centro de la palma
de una mano.
Y después, fumar...

12

Equilibrista

¿Qué fantasma cubrió su cuerpo para alejarlo de mi cabeza?
Ya no hay vueltas sobre una alfombra enemiga de mis noches,
ya no se paran los relojes en el instante de la asfixia,
el lento crepitar de la hoguera no suena a duelo, la frente
se inunda de porcelanas y me insiste la esquina
para que conozca su ángulo entero.
Una gata mira en silencio
-deslumbrando a las aves de mi paraísoy deja su mano izquierda sobre la otra,
cerrando los ojos,
en armonía con el movimiento de un cenicero lleno
de colillas y de elipses.

13

Náusea

Esa torpeza de manos calladas
y habitaciones sumergidas...
Esa noche de plomo
marchita de aromas y la silueta de una mosca
que parece el último aliento de una vena vacía...
.............
Amanecen rastros de carmín de oriente,
acostumbrado a góndolas y a noches siderales,
leves gotas de jazmín sobre una frente que camina
dos o tres pasos por delante,
y flecos de aire caliente escapados de la helada...
.............
Esa pieza que falta desde hace tiempo
en la composición del oxígeno...
Ese implacable asco llegado del fondo de la mesa,
para sentarse en el vientre
de unas horas con velos negros...
.............
Ya las luces no apagan
el resplandor que suena en la medianoche.

14

El perro

Los llevaron a tientas y a sollozos,
electrificados,
a los dedos del día moribundo.
Caravanas planetarias, gestos de goma tensa y
pinzas de cangrejo, todos de blanco sujeto a las pieles trémulas;
escamas para no saber quién era el espectro de la ocupación.

Un perro aullaba distancias,
haciéndoles volver,
sin ellos,
a la puerta que no había.

Todas las celdas iguales: a pesar de los cerrojos,
accidente en la cuerda del único reloj distraído.

El perro parecía estar llorando.

15

Conversación de silencios
Es un extravío de carácter luminoso dentro de un saco de
humo,
Es un extravío luminoso dentro de un saco de humo,
cegador como escamas de una serpiente amarilla
asomada al ángulo izquierdo del ojo evidente.
Apura la copa de un trago
y calienta las manos de la pobreza,
si resbala una lágrima sobre su pelo,
que arde sobre la escena

[aplausos al movimiento estelar de sus contornos]
Los hermanos fuman en silencio,
bajo el ingenuo amparo de una bombilla,
interpretando el insigne del vocabulario
de los vertederos.

16

Los cielos del norte

Los cielos del norte no sorprenden la vista con aguaceros y desolación.
Lo hacen con la suavidad de un azul imposible.
Allí caben el desamparo y lo excelso
en un milímetro cuadrado,
lo eterno y lo efímero mistificado por la apariencia de la piedra.
Playas de nubes cegadas por los mil matices que viste un mar de aire,
doblan sus rodillas ante la luz del sol filtrada por la humedad, el polvo y la ceniza.
Esos brillos de metal frío sólo se encuentran en el centro
del cráter encendido por la mano muerta de un arcángel anunciador.
No es posible reproducir la visión, sólo se puede acudir a la frágil memoria
para sentir que los ojos navegan por un infinito acostumbrado
a la ingravidez de las raíces.

17

Las marcas

Con acento francés, los huecos de las sienes boquean en plata.
Los pómulos, surcados como dunas orgullosas,
delimitan el primitivo gesto con una frontera blindada por costumbre.
Trece marcas de sol en las rayas de las manos
ven santos y gente sin alma en el comedor del ruido de hierro,
controlando el movimiento del ocaso.
Una buena suerte ciega envuelve con manto púrpura
el aleteo de la voz de la tierra, protegida por escarcha,
cuando los dedos se recrean entre el tabaco y una bola de opio
escondida en en bolsillo de la emperatriz muerta.

18

Pintada en sepia

Una mujer de tinta cobriza
cimbrea su postura mirándome desde el balcón
de un espejo cómplice en el azogue.
Mercurio diseña por ella los movimientos, tan lentos,
que se diría que el tiempo aún no ha nacido
para el bostezo infinito.
Elástica y dolorosamente bella,
con esa quimera pintada en la frente,
como un lunar de Shiva,
ladea la cabeza y su pelo es cascada en
horizontes verticales
de pétalos aparecidos para el placer de las orquídeas.
Nada más se mueve en el marco,
que aparenta ser imagen borrosa por el humo de los cigarrillos.
Levanta una mano,
las dos,
hacia el cielo,
y se ofrecen mil reproducciones de ese milagro.

19

Con cándida lascivia se descalza luego, asoma un pie digno
de ser amado por todos los componentes de todas las dinastías;
lo acaricia, frágil polluelo,
me mira de nuevo y sonríe
como un ángel que nunca viera morir su sexo
por afán de lo extraordinario.
Con sólo ese gesto, hace que la eterna canción de las esferas
sea un breve silbido de sonidos apagados.
Y yo lo comprendo entre mis manos radiantes.

20

Entre silencios

Mientras una cinta de hierba me abraza la cintura,
la lluvia merodea lenta y clara.
Las chispas de las velas dan un matiz sobrenatural
al iris que viaja sobre la serpiente,
verde y con una mano extendida hacia el extrarradio de los límites.
Un suburbio de voces reúne los cambios,
pocas veces el aire fue tan azul
como cuando la brisa era lluvia de lágrimas secas,
demasiado oblicuas
para no obligar al astro a girar su eje.
No me muevo para que el tránsito irrepetible
de los círculos se vista con alas de Pegaso
y a la velocidad del rayo dibuje su estela sobre mi nuca.
Poco a poco, me empuja la sombra de un roble
hacia el recodo de alguna playa de escamas,
y vuelvo a nacer entre silencios
asombrados por el fragor de las luces.

21

The Girls Are All Right

Están formadas de compuestos siderales,
no delatan sus pestañas
el incendio que se esconde detrás de su postura,
porque enfrían el contorno de sus hombros
con algodón refractario.
Tienen la risa del cauce de un río cuando sale de un remanso,
agilizan el verde de los pinos,
sustraen evidencias por un destello
que niega con estrépito las estadísticas.
Amanecen desesperando las horas, su velocidad
reblandece el círculo infinito y la espiral se concentra
en toda su dimensión. Aceleran el estío por entrar
en el mundo de las hojas perdidas
dentro del soplo de algún dios sin bautizar.
Amasan el cántico de los días y amanece
una rebanada de lengua de mariposa.

22

Gajos de mandarina

Gajos de mandarina y canela en la madrugada,
zapatos tacón de aguja y Rimbaud,
que canta con ronca voz de sirena.
El murmullo sobre el labio dice,
Smith escribe.
Horses huyen,
cuando la caja de Mappelthorpe escupe
ríos de miel y de rosas
sobre un muro de Manhattan.

23

La fiebre

Era fiebre, sólo eso.
El asfalto gastado resumía en ocasiones
sus moléculas y otras veces las dilataba.
La carretera ondulaba como una culebra
saltando en acequia salpicada por la lluvia,
y la furia de mis lunares resquebrajaba
cualquier aproximación de las arenas movedizas.
Era fiebre y sólo eso,
la luna tenía la cara morada
y las nubes la rajaban como a ojo de santo,
cuando la cafeína teñía las fotos de sepia.
Se hacían macabras las referencias de las aceras,
sombreadas de amarillo sucio por condones,
iglesias irreverentes,
para vivir el arte de las buhardillas,
altas, altas, más cerca del cielo.

24

Nuca de garza

Nunca supo madrugar,
pero bailaba
sobre el horizonte rítmico de la estrellas.
Volverá aprendida de historias,
sobre las cáscaras de calcio de una periodista,
cuando Hunter Thompson se hizo amigo de un dragón
realmente estupendo.

Yo no sé dónde el límite, pero ella,
infinitesimales galaxias.

25

Ciclo infinito

Con puntas de cristales en bárbaro destello
despeinadas;
daga sinceramente fiera,
un colmillo sobre presa distraída,
sin abrigo previo,
durante algunas horas en ciclo espiral infinito,
sin que nadie
le haya pedido que siga repitiendo,
ese grifo mal cerrado,
que no hicimos nada por evitar
la desolación básica.

26

Nacerse en la idea

Ya no regresa el eco del aullido poderoso de los montes,
no se tiñe de rojo el prisma de los días iniciáticos.
Ya no hay días iniciáticos, de hecho. De hecho,
no hay hierba ni Blake ni Whitman ni horizontes
con forma de figura señalando nuevas eras.

El éter es herida que no cierra, Poseidón con tridente de petróleo,
antes señor de los mares
y cáscara plástica ahora en una playa de plástico.
El mito es un plástico,
si no le agita la llama de nacerse
en la determinación verbal de la idea, luego carne mortal arbolizada.

Ser alas de lo dicho por las alas,
lenguas alas de muchos metros, lenguas colosales
de jirafas gigantes ebrias de una altura
que habla ingravidez al mundo desde arriba,
tan pequeño y sin saber cómo se vuela

27

Mirándome en ella

Me vi en la hoja del cuchillo
cuando estaba tan cerca,
que podía olerse su aliento helado,
parecía un límite en llamas blancas,
la luz de la tarde se rendía a su evidencia.
Mirándome en ella,
vi la esquina de dos calles vecinas
que nunca se conocieron.
Lo único en delatar lo serio
de aquel reflejo de mil grises distintos,
era la ausencia de una sonrisa.
Aunque fuese de rictus.
Aunque fuese de instinto.
Aunque fuese increíble.
Aunque fuese de ausencia.
Luego llegó el miedo.

28

El ruido frío

El ruido decía
que el latido hizo hieles
del transcurso de su tiempo,
por eso el último átomo no sería aliento
en las palmas de ninguna boca.
Hablaba, antes de cambiarse por vacío,
del ombligo alimentado por liana venenosa,
que rompió el cielo en tantos trozos,
que no pudo verse en adelante.
Enorme, bajó el frío por los huecos,
para que el oxígeno tomase forma de cristales
y no pudiese entrar
en los pulmones que no había.
Después de la infinita pena,
nada estaba hecho:
un improductivo cero se hizo dueño
de todos los lugares donde antes jugaron
cuatro o cinco niños
a soñar que siempre hacían soles.

29

Días

Desfiles de una corte sin banderas
en el último intento
por hacer un milagro con los clavos
que puedan desenterrar.

Desciende el nivel de oxígeno en la sangre,
algunos gases no quieren ser parte del renacimiento
y suben a memorias llenas de cadenas de minutos,
de perlas de minutos de memoria,
con la memoria de todas las savias de la selva,
de los animales de la selva,
de cadenas de nieve
llorando palomas
desde la cima de un indivisible
alejamiento universal.

30

Sonámbulo

Me bajas un tirante con la precisión de un símbolo.
Siento frío y crees que tus dedos han hecho el milagro;
que son ellos los que han cambiado el aspecto de mi piel
y mi temperatura por dentro.

Atento a tus fantasmas familiares,
te concentras en un vértice sin preguntarte por qué crece la sombra
que mira hacia el oeste.
Es sorprendente que la tarde se esfuerce por no morir,
que flechas quebradas
atraviesen los cristales sin importarles la explosión
de sus huesos imprecisos;
aunque sepa que ya baja, inercia verde,
el último desesperado loco redentor rayo suicida.
Es bonito que quiera quedarse aquí para siempre,
pero me parece una probalibilidad imposible.
Nunca te despertaría en momentos así:
eres un sonámbulo que baja,
despacio, mi otro tirante...

31

Manzano en flores

Tienen cuerpos que no pesan...
plumas en algas aéreas; nunca duermen,
porque hablan con la liebre de marzo,
siempre.
Enroscadas,
serpientes de veneno antiguo se reparten el trabajo
de sanar almas y materias:
marquesinas anunciando función nueva
en un teatro estepario.
La existencia no teme,
porque la vida es tan absurda como su contrario,
siempre.

El padre mueve la cabeza,
y caen copos de manzanas pequeñitas.

32

Lógica curva

Curva

lógica en los labios y pulmones educados para respirar sin víctimas.

Temores por falta de tiempo para organizarse,
sabores polvo de ángel sobre la mesa
y alacenas llenas de calma.
Protegía moscas por si la música llegara a formar parte
de una historia vieja en un libro mecánico;
a veces adornaba su cintura con manos grandes,
pero nunca pudo mirar a nadie pensando que el sol no cura
el infierno que somos
[juguetes de escenario bajo lágrimas ácidas:
un ejército de mitos
en defensa del corazón de la granada]

La lógica de su boca se alargaba en humo,
cigarrillo entre los dedos,
memoria de cenizas ante la belleza de las cosas,
decía.

"...las ideas curvas, los caminos curvos, porque el mundo es curvo..."
(Jesús Lizcano)

33

Y las velas se mueren de frío

Es una tierra castigada por vientos atroces,
nada escapa a su doliente furia:
ni sapos ni simientes laten más que unos instantes,
ni descansan las cimas
del estruendo milenario.
El santoral de lo deforme nunca supo
cómo bautizar tantos días miserables...
... los hombres son lentos,
parecen suspiros colgando de pulmones rotos.
Dicen que todo empezó por un miedo
que no se miraba en otros,
se le oía desde estratos en orden ascendente,
la cara oculta por las botas
(porque la guerra llega siempre,
astuta,
perfumada de uvas y de razones)
Desde entonces los niños
soportan demasiado peso
sobre su espalda desconocida.

34

...

(autopista que nunca acaba,
aunque parezca que existe;
alga enroscada entre pestañas,
el baile azul de una ballena a las siete de la tarde...)
Esperaría a que naciera otro mundo,
para nacer
[nacería antes de tiempo
sólo por cantar con ella Ball and Chain
en una calle excesiva,
los dedos llenos de verano,
escandalosamente verdaderas
frente a sobrios de Sillicon Valley trabajando
en cómo hacer de nosotras hermosos cadáveres]
Esperaría nueve veces nueve,
antes de asumir el punto de luz abierto
a mis sesos de gelatina;
llegar sabiendo

35

que nada tiene
compromiso ni causa.
Y contestar
"El jardín de las delicias",
cuando me preguntasen qué quiero ser.

36

Las palabras agotadas

El sonido metódico caía,
sistemático,
por el grifo roto en la garganta,
sin variar el ritmo.
Emocionalmente plano,
su lenguaje parecía una secuencia binaria
de sentidos que costaban unos céntimos de idea,
voz anémica por falta de hierro, por no ser
mineral enamorado
de su peso y su condena.
Después de una gota,
otra moría,
matando un segundo de libertad vigilada,
sin haberse puesto la diadema
que separa sus cabellos de los míos.
Salir del tiempo y del agravio, salir
de lo mismo y la miseria,
sedar con un beso de veneno la prisa de los instintos,
la naturalidad inocente de la química interna.
Como si todo fuese nada

37

Reino de lagartos

Hay momentos
en que piensan las manos
que una sombra no debe habitar bajo los cuerpos,
y esconden el resplandor para matarla.
Sus dedos se convierten en perlas negras de vacío constante,
allí hay ojeras de cristales sin pupilas,
cavernas que a los malditos no llaman bienaventurados.
Las palmas se hacen vasos llenos del agua de todas las gotas,
pero nadie puede ver en ellas su cara sin lámparas encendidas.
En ese pozo se suicidan los mitos y reinan los lagartos.

38

Tejados de humo

Se masturbaba con un dedo de Ginsberg
húmedo de vómito,
de ganas de subirse a las antenas
y gritar con lobos y esquinas solitarias.
Era el corazón el que movía sin prisa,
para pintar bucles rosados sobre manicomios sin color
[nubes de algodón de azúcar protegiendo al loco],
pues blanco es el trono de la virtud,
cuando caen del cielo triángulos como cuchillos.
Se acercaba el abismo
y marchaba de nuevo sobre música de eléctricos negros,
artistas en coser con hilo de madrugada
un ojo de encaje a las venas del frío.
El asfalto estaba a punto de abrirse,
los ángeles oían desde arriba: "eli eli lamma lamma sabacthani..."
Terminó llorando de éxtasis imperturbable.

39

1984

Entonces llegaron los ojos de vidrio,
por voluntad de la impotencia.
No tenía ganas, pero sonreí al encargado del empalamiento.
Me llevó, presa de su guerra.
A veces me daba pena;
otras veces me daba el asco que surge
de tanto olor a muerto.
No me dolía el cuerpo, pero silbaba una serpiente
sin saber que su lengua era inmortal e infinita.
Dentro de mi oído.
Silbaba siempre.

40

Interminable

El grifo
dibuja lluvia,
caída húmeda
con aroma frío a sucedáneo,
desfile sin laureles,
olas diminutas
mojando la cabeza
de algo que muerde desde lejos.
Plac...
no acaba.
Plac..
se queda el eco
hasta la siguiente
gota.

41

Don't be late

No sé si funciona el timbre,
decía una polilla, que aún era gusano,
a la piel de una serpiente sin cuerpo
de serpiente.
Esa duda rebotó sobre la cabeza de una idea en un tejado,
que estaba imaginando el instante infinito,
el que define una cuestión sin contemplaciones
especulativas.
Valiéndose de la mano, un onanista opina que su karma
es el peor de todos los antagónicos del alcohol,
una especie de alopecia insípida dentro de una boca
sin papilas que den la alarma antes de que ocurra
el siniestro organizado por proteínas con banda de Miss Transgénica,
desfilando sobre espigas de algún sembrado por alguien.
El gato dejó la sonrisa colgada del árbol, de cualquier manera,
y el conejo acabó concluyendo
que el reloj que no latía
había vuelto loco a todo el mundo.

42

Para saber...

... para no asumir la prohibición de apoyar mi cabeza sobre mi hombro.

Veintisiete signos, nueve sumas infinitas,
claves del silencio y su explosión
en el fruto de una circunstancia primordial perfectamente inacabada,
particular y regente de todas las promesas en blanco, lienzo envuelto
en un goteo insistente y cavernícola,
dibujos sobre paredes,
sin migas de pan hacia algún lugar remotamente cercano,
y una singular necesidad de traducir el viento y la piedra
al lenguaje de los átomos clarividentes.

43

Se saben cuerpo

Mis gatos se saben cuerpo.
Lo estiran hasta Samarkanda
o inventan el equilibrio y su lomo elástico
cabe en cualquier maleta pequeñísima.
Surgen de una sombra que no asusta.
Atentos y entregados a la zona del crepúsculo,
casi todo el día pesan menos que la fórmula
matemática de las manzanas.

44

Era media la luna

Era media la luna y cálido
el aliento de la noche;
lo supe porque acerqué la cara hasta su boca
y el ave renegó de su escondite.
Asomaban las antenas las venas en la oscuridad del vientre,
una armada de líneas verdes sin más objetivo
que seguir con vida.
Latía el subsuelo por millones de pisadas micronésimas,
se movía el planeta con nosotros dentro,
iba y volvía con la confianza de un dealer decente,
y aseguraba su vínculo con el tiempo,
de ninguna forma perdido.

45

La calle de piel morena

En esta sala color espera me apiado de un cuerpo que no es mío
ni de la gracia del diente de una planta, sino de la tierra,
piel candente que respira por una rama torcida.
Levanta la cabeza el largo cuerpo de un rayo de sol negro,
sonriendo desde un ojo en el calor de una tormenta de sapos,
agitando los hilos por los que saltan equilibristas;
come transparencias gelatinosas con el aroma amargo de una vida llena,
aunque nadie lo vea,
de extraños sistemas metafísicos.
Dice el destello del astro que en la memoria de las aves está escrito,
con huesos que querían ser diamantes,
el futuro de sus plumas, tan leves como visillos movidos
por la respiración de una estrecha calle de piel morena.
Después me elevo sobre la carne
que ha contenido durante tantos años mi movimiento.
No la echo de menos,
pesaba como lo hace una larga noche presa.

46

Matemático

-Es matemático el resplandor de tu sonrisa. Un relámpago volcánico,
una química perfecta. Con el poder de lo familiar desconocido,
abre puentes dimensiones a maremotos de plata.
Medidas que no caben en universos (decía).
Es elipse de Venus la abertura perfecta de los labios,
el transcurso ideado por la cima para no morir antes de tiempo.
Es de Venus esa claridad de amaneceres
(repitiéndolo dos veces, no quería olvidarlo),
color primario exacto independiente de cualquier sabiduría,
salvo la eternidad de una violeta.

-La bondad es fácil en alguna circunstancia (acercando la boca a su boca);
es fácil, a tu lado, acudir más allá de los poros que envuelven
tu forma de envolverme con el aire, después de morir, estrella recién nacida,
y antes de que vuelvas a tu forma (diciendo esto, subí los párpados).
Mirarte es bueno, sonrío sin darme cuenta.

47

Alas de mosca

Vamos en direcciones opuestas hasta encontrarnos,
de repente,
como si de la sorpresa de un trueno se tratara.
Átomos ciegos por la velocidad de su propio impulso,
pulgas que en cada salto rodean un año y seis días
de muchas horas.
En sentido contrario hasta que choquemos
-pese al espacio que nos asumecontra el incendio de la bombilla que más alumbra.
O a favor de lejanas evoluciones.
Volando sobre antenas,
fundimos nuestras alas de mosca
con la cera de un Ícaro superlativo,
el sueño de un niño invencible.

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