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“ELLA”
Un cuento sobre la muerte
Hoy me he levantado y después de 15 minutos al borde de mi cama contemplando el vacío me he
decidido a levantarme, camine a la cocina para preparar mi café como todas las mañanas. Al cruzar el
pequeño umbral entre mi habitación y la cocina, ahí estaba la muerte, sentada al pie de mi mesa
tapizada con colillas de cigarro y whiskey derramado. La mire y ella no volteo hacia mí.
-

¿Qué haces aquí? – Le pregunte, no me contestó.
¿Qué quieres? – No me contestó
¿Qué necesitas? – No me contestó

Me quede viéndola mientras ella inmóvil contemplaba las quemaduras de tabaco.
Al cabo de 3 minutos sin recibir respuesta, abrí el refrigerador y comencé a preparar mi café, calenté el
agua y le serví un té a mi invitada con media cucharada de azúcar y crema, por un lado.
No era la primera vez que me visitaba la muerte, ni la primera vez que la veía.
Nuestro primer encuentro ocurrió a mis 6 años.
Estoy sentado en la iglesia, al frente del altar, la gente camina a mi alrededor dando sus condolencias y
el pésame a mi padre, que con sus firmes y gruesas manos les da unas gracias vacías y mentirosas,
mientras aprieta los dientes y sus rojos ojos contienen las lágrimas. Mi madre está a la orilla de la banca,
inconsolable, partiéndose en mil pedazos y sus llantos perforan las orejas de los santos. No percibo
emoción alguna, no me muevo, de pronto un recuerdo cruza por mi mente, levanto la mirada y me
percato en donde me encuentro, ha muerto mi hermano.
No tengo clara la imagen de cómo o cuando fue, entre los recuerdos que vuelan por mi mente, aparece
un auto a toda velocidad, mis padres gritando, un escandaloso estruendo y un auto a la fuga. Todos
lloran y yo no lo entiendo, me siento igual que si contaran una broma y todos rieran, pero a mí no me
causa gracia, no lo entiendo.
Levanto el mentón y frente a mi esta ella, parada mirándome fijamente, con una oz en su mano
derecha, envuelta en un manto verde brillante y sus ojos vacíos en una infinita penumbra. Tengo frio,
puedo ver mi aliento, pero no siento miedo, de algún modo siento que debería, pero no es así, su silueta
casi podría describirse como bella. Solo en ese momento me percato que mi cara esta mojada, me
limpio las mejillas y entonces lo noto, estoy llorando, ¿Desde cuándo? Eh llorado tanto que ya ni siquiera
siento las lágrimas salir, y ni siquiera entiendo por qué lo hago; pero no puedo parar.
-

Hola – Le digo entre sollozos

Ella no contesta, pero su penetrante mirada carente de vida me dice lo que necesito, no viene a
lastimarme, así que no temo, una parte de mi está seguro de que se alegra, aunque ella no se mueve
para nada.
-

¿Viene a ver a alguien? ¿Necesita algo?