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Autor: Gildardo Feliciano Fuentes Acevedo

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“ELLA”
Un cuento sobre la muerte
Hoy me he levantado y después de 15 minutos al borde de mi cama contemplando el vacío me he
decidido a levantarme, camine a la cocina para preparar mi café como todas las mañanas. Al cruzar el
pequeño umbral entre mi habitación y la cocina, ahí estaba la muerte, sentada al pie de mi mesa
tapizada con colillas de cigarro y whiskey derramado. La mire y ella no volteo hacia mí.
-

¿Qué haces aquí? – Le pregunte, no me contestó.
¿Qué quieres? – No me contestó
¿Qué necesitas? – No me contestó

Me quede viéndola mientras ella inmóvil contemplaba las quemaduras de tabaco.
Al cabo de 3 minutos sin recibir respuesta, abrí el refrigerador y comencé a preparar mi café, calenté el
agua y le serví un té a mi invitada con media cucharada de azúcar y crema, por un lado.
No era la primera vez que me visitaba la muerte, ni la primera vez que la veía.
Nuestro primer encuentro ocurrió a mis 6 años.
Estoy sentado en la iglesia, al frente del altar, la gente camina a mi alrededor dando sus condolencias y
el pésame a mi padre, que con sus firmes y gruesas manos les da unas gracias vacías y mentirosas,
mientras aprieta los dientes y sus rojos ojos contienen las lágrimas. Mi madre está a la orilla de la banca,
inconsolable, partiéndose en mil pedazos y sus llantos perforan las orejas de los santos. No percibo
emoción alguna, no me muevo, de pronto un recuerdo cruza por mi mente, levanto la mirada y me
percato en donde me encuentro, ha muerto mi hermano.
No tengo clara la imagen de cómo o cuando fue, entre los recuerdos que vuelan por mi mente, aparece
un auto a toda velocidad, mis padres gritando, un escandaloso estruendo y un auto a la fuga. Todos
lloran y yo no lo entiendo, me siento igual que si contaran una broma y todos rieran, pero a mí no me
causa gracia, no lo entiendo.
Levanto el mentón y frente a mi esta ella, parada mirándome fijamente, con una oz en su mano
derecha, envuelta en un manto verde brillante y sus ojos vacíos en una infinita penumbra. Tengo frio,
puedo ver mi aliento, pero no siento miedo, de algún modo siento que debería, pero no es así, su silueta
casi podría describirse como bella. Solo en ese momento me percato que mi cara esta mojada, me
limpio las mejillas y entonces lo noto, estoy llorando, ¿Desde cuándo? Eh llorado tanto que ya ni siquiera
siento las lágrimas salir, y ni siquiera entiendo por qué lo hago; pero no puedo parar.
-

Hola – Le digo entre sollozos

Ella no contesta, pero su penetrante mirada carente de vida me dice lo que necesito, no viene a
lastimarme, así que no temo, una parte de mi está seguro de que se alegra, aunque ella no se mueve
para nada.
-

¿Viene a ver a alguien? ¿Necesita algo?

Las lágrimas en mi cara no dejan de correr, pero ella no se inmuta.
Levanta con su mano izquierda su hábito y puedo ver como debajo de este, existe solo una oscuridad
absoluta. Es de esta oscuridad de donde sale un niño de baja estatura de ojos claros y cabello negro,
pálido como si estuviera frio desde hace semanas.
-

¡NO! ¡NO! ¡NO! – Comienzo a gritarle y me vuelvo loco desde mi asiento, incapaz de levantarme

Es mi hermano, parado a lado de ella, está en sus manos y no logro distinguir si es una muestra de burla
o de aprecio hacia mí, por mostrarme por una última vez a mi hermano o para mostrarme que no hay
nada que pueda hacer para salvarlo ahora. Hace un movimiento con su mano izquierda y deja a mi
hermano en su mundo de tinieblas una vez más donde ya no puedo volver a verlo. Y en su brusquedad
entiendo la manera en que me manda callar, así que me tranquilizo y trato de respirar, en un parpadeo
la oscuridad a mi alrededor desaparece y vuelvo a la escena del velorio con todos mis parientes a mi
alrededor, dejo de llorar, y me prometo no volver a llorar desde entonces.
Ese fue el primer encuentro cercano con ella, tan cerca que podría haberla tocado, pero su imponencia
frente a mí no me dejó mover ni un musculo, llegó a mí y muy en el fondo la sentí como una amiga.
Años después volvió para confirmar mis sospechas.
Estoy siendo atacado por unos abusivos en la escuela secundaria, tres mastodontes del doble de mi
tamaño, golpeándome sin yo poder defenderme, crecí sin amigos, apático y para muchos, como ellos,
soy irritante, cuando uno de ellos ríe con fuerza mientras los otros dos me sostienen para que me
golpee, deseo con todas mis fuerzas que muera, en verdad lo deseo, que algo le pase y acabe su patética
e innecesaria existencia. Cierro los ojos por un momento y cuando los abro ahí está de nuevo,
mirándome fijamente, y a nuestro alrededor una oscuridad completa, la veo, me mira como si me
estuviera analizando, pero no me dice nada. En un parpadeo más la luz vuelve a mi alrededor y solo veo
a los dos brabucones ya no sosteniéndome sino arrodillados enfrente a mí, a lado del cuerpo de su
amigo, llorando y gritándole que se levante. Lo veo por un momento, no se va a levantar, y talvez tiene
algo que ver con toda la sangre que sale de su cabeza; se a resbalado con las piedras mojadas y su
cabeza a golpeada la más filosa de ellas, se abrió como una sandía sin esfuerzo. Sé que no ha sido mi
culpa, pero de alguna manera me siento responsable, yo lo eh deseado y se ha vuelto realidad, ella me
ha escuchado y cumplió mis demandas, sin chistar y sin decir que es lo que quiere a cambio.
Días después en el funeral del niño todos lloran lágrimas de hipocresía, nadie lo extraña, a nadie le
importa, es realmente un alivio que quieren disfrazar de lamentos por educación, porque así estamos
hechos, debemos festejar la vida y lamentar la muerte, aun cuando admitimos dentro de nosotros que
cierta gente no merece vivir y deseamos que otros mueran.
No eh vuelto a pedirle favores, me eh enterado que puedes llamarle mediante un altar y ella cumple tus
deseos, pero eh comprobado que es una falsedad, una triquiñuela echa por los vendedores artesanales,
ella es un ente muy ocupado como para preocuparse por atender las banalidades humanas, por simple
adoración. Aun así, talvez no sea a mí a quien escucha, talvez es ella misma quien decide llevarse las
vidas mortales, por mera diversión; debería cuidarme, pero su presencia no me produce miedo, nunca lo
ha hecho.

Eh cumplido 21 años y me eh conseguido una novia hermosa, eh dejado de pensar en la muerte como
una amiga o una compañera, ni siquiera una constante en mi vida. Aun cuando la vi llevarse a mi
hermano y a aquel niño inútil en mis días de secundaria, aun cuando me sentía con el poder de invocarla
cuando a mí me placiera, no le hable a nadie de ello, no porque me importara que me vieran como un
loco, que es precisamente lo que hubiera pasado, sino porque no le vi importancia, reprimí y guarde
esos recuerdos en lo más recóndito de mi memoria.
Todo hasta el día del accidente.
Estoy con mi chica paseando por las calles de la ciudad, tomados de la mano, tan enamorados como
cualquier joven de 21 años puede estarlo. Me sonríe y bromeamos, es perfecta y pareciera que nuestra
relación es la mejor que puede existir.
Todo pasa por un momento, un sentimiento de deja vu me golpea, me siento igual que en el accidente
donde murió mi hermano, confundido, golpeado, aturdido, gente gritando y no puedo moverme, mi
novia, solo quiero saber dónde está mi novia. Los gritos de la gente me hacen imposible concentrarme y
solo quiero que se callen, ¡RUEGO QUE SE CALLEN!
La oscuridad ha vuelto. Parada frente a mi esta ella, del mismo modo que siempre, observándome, el
frio quema mis huesos y en mi desesperación no encuentro manera de tranquilizarme, no estoy
tranquilo, ha llegado mi hora, viene por mí.
Pienso en todas las veces que vi morir algo o alguien frente a mis ojos y como siempre me aferre a la
idea de que nada ni nadie es eterno y, aun así, en este momento no me quiero ir, no aun, alzo la mirada
para suplicarle que me permita quedarme un poco más, que necesito más tiempo para apreciar la vida
tal como es. Cuando sucede. Ahí está ella y al momento de alzar mi mirada se me hiela la sangre y me
quedo shock, parada a su lado, bajo el manto verde vivaz, rodeada de oscuridad, azul y tiesa con los ojos
incoloros, esta mi novia, muerta, sin vida, como mi hermano, como las mascotas que perdí, como me
imaginé al gordo insignificante de la secundaria.
-

¡NO! – Le grito

Se repite la escena de mis 6 años, su imponencia no me permite moverme y noto como se burla una vez
más de mí, pero no soy aquel débil y llorón niño de hace quince años, junto todas mis fuerzas y voy
contra todo pronóstico o instinto que da mi mente, la empujo con una mano, la rechazo, tomo en mis
brazos a mi novia antes de que caiga al suelo y volteo hacia el ente, su expresión no ha cambiado, pero
en la inexistencia de sus ojos veo furia y rabia. Siento como mi aliento se desvanece, me falta el aire y mi
corazón se acelera, no quiero estar aquí, me aferro fuertemente a mi novia y solo le pido que despierte.
Una vez más abro mis ojos y estoy en el suelo, rodeado de gente, por sus miradas pareciera que vieron
un fantasma, yo los veo con confusión y después bajo la mirada a mi novia en mis brazos, ella despierta
poco a poco y me acaricia la mejilla. Era yo quien iba a morir, mi novia me empujo fuera del camino de
un camión y este la golpeo en mi lugar; prefirió morir antes de llevar mi sangre en sus manos. La abrazo
con fuerza, y desde ese día prometo que no habrá nadie ni nada que me aparte de ella, hemos burlado a
la muerte, y bajo el sol de verano le juro amor eterno, que no habrá nada en el mundo que me separe
de ella.
Hoy tengo 27 años, mi dieta consiste en cigarrillos rojos sin filtro y un vaso de whiskey cada hora si
puedo, hasta que el alcohol me noquea. Eh dejado mi trabajo y me dedicado a viajar por el mundo, en

eso gaste mi último año, conocí y me sorprendí, pero no me enamore, volví derrotado a mi apartamento
y me eh estado matando a vicios el último mes. La muy puta me dejo. Conoció a alguien más alegre, más
feliz, con más tiempo para ella, no le basto lo que yo le di, ni mis promesas de amor eterno ni aquella
tarde de verano, me dijo que ya no era feliz y aunque le roge que se quedara, cuando se fue, no me
dolió, aun no me duele. Fue ahí cuando decide renunciar al trabajo que había conseguido solo para
cumplir sus lujos y me fui en un viaje de un año alrededor del mundo, tratando de encontrar algo que
me llenara, que le diera sentido a mi vida, pero no lo encontré, así que me encerré desde entonces,
tratando de encontrar a la única amiga que eh conocido en verdad.
Cada una hora un whiskey, cada quince minutos otro cigarrillo, me eh dedicado a morir, a matarme
lentamente pues no tengo el valor de hacerlo de golpe.
-

Llegas tarde – Le digo mientras rio y sorbo un trago de café

Ella se queda ahí, inmóvil. Bajo mi taza de café y le platico de mi vida, de mis viajes, de mi corazón roto,
ya no sé si me escucha, si le importa o si solo me espera a que termine, paciente. Un sentimiento cálido
de nostalgia recorre mis mejillas, estoy llorando, desde hace 21 años al fin me permito llorar y me siento
como un niño otra vez, me rio de todo lo que me perdí tantos años. No tengo miedo ni
arrepentimientos, no estoy con un extraño estoy recibiendo a una vieja amiga.
Desde la calle se observa un apartamento vacío, viejo, pareciera que nadie ha vivido ahí en años. Una
cama vacía, una taza de café frio, una mesa marcada en mil balazos de ceniza y una taza de té vacía con
crema, por un lado.

FIN


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