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transgredía cualquier teoría planteada hasta entonces y que yo sólo puedo
poner sobre el papel: ¿tu mamá es bonita?
Sólo el afecto supera los limites de la razón y los sentidos, y llega hasta donde las proporciones universales y los condicionamientos culturales se
desvanecen, ese lugar puede estar entre las arrugas y formas obesas de una
madre, o en los colores de un muro o en unas palabras mal escribidas.
Yo, que no soy un especialista, doctora Magda, que no tengo la técnica,
ni los métodos, como Héctor su portero o Marina su niñera, he logrado entender lo que es vivir afuera del pensamiento, no en la instancia soberana del
saber y no lugar de Foucault, sino en los barrios de la periferia.
Intento encontrar la escala de mi oficio en proporciones menos áureas,
ajustadas a las dimensiones sociales y económicas de la actualidad y transformar el 50% de la ciudad que no hicimos ni planeamos los profesionales.
Hablo de una arquitectura más cercana a la literatura que de la filosofía.
Trato de ser sincero y auténtico en lo que hago, que es lo que me enseñaron las personas de estas veredas y barrios. Mentiría si dijera que mi teórico
de cabecera no es Bob Marley. Los ladrillos de Kenneth Frampton son excelentes para construir casas, pero los de adobe son más agradables de leer y
los entiende todo el mundo.
Estoy de acuerdo con Mies en que menos es más, pero no comparto la
resta de los adornos como una determinante de la ecuación, creo que el menos está más cerca de la libertad de rodearnos de lo que nos resulta valioso
que de descolgar el dibujo que nos hizo un hijo. Será tal vez por una falta
de devoción de lo material como el de los barrios marginales, y de un ideal
de desapego, que viene de la India, que de un minimalismo, esa moda que
genera más anhelos, proyectado para destacar un sofá de lujo, como se ha
ido malinterpretando la sobriedad de arquitecturas, como las de Tadao Ando,
inspirada en otras tradiciones afines.
Manifiesto mi admiración por Barragán, Lina Bo Bardi y Hassan Fathy,
que se han adentrado en las fibras de los tejidos de sus pueblos, rescatando
su esencia. Creo como Kazantzakis, que hacen falta más arquitectos vehementes como Hundertwasser, para desafiar a quienes aún intentan vendernos la idea de que lo moderno está en las formas novedosas, en las persianas, los espejitos y otras carísimas huevonadas, con las que intentan sacarnos el poco oro que nos queda. Creo que no quedan muchas formas para
explorar y que la demostración de esto es el deconstructivismo, basado en
las teorías de Derrida, que no puede sustentar ningún arquitecto con muros
sueltos y cubiertas reventadas, sino Ema, que es la absoluta contraparte. Por
eso su casa, a la que llaman tugurio, es la obra por excelencia del deconstructivismo, porque es el opuesto y la consecuencia, de todo lo que planteó
el estructuralismo -lo ilógico- que destruye -la lógica- (a menos que yo haya
mal interpretado las teorías de Derrida, algo aún más factible. Soy ante todo
un conocedor de las teorías filosóficas de E. Eneas Zeblintsky).
Lo moderno está determinado por los sucesos del siglo XX, por los avances técnicos, pero sobre todo por los conflictos, problemas, guerras, holocaustos, crímenes, violaciones, destrucción y enfermedades que demuestran
una enorme confusión a nivel mundial de la que no logramos escaparnos con
la violencia, el hambre y la inestabilidad social y económica en nuestro país.
La verdadera vanguardia está en la capacidad de interpretar estas situaciones y proponer un desarrollo que evite todo lo anterior y no en las elucubraciones del ego y en la satisfacción de las vanidades de quienes quieren
convertir la arquitectura en un producto más, como las tetas.
Debemos volver a usar el lápiz como Fernando o Sal mona y despertar sobre una planta no uno sino todos los sentidos, incluido el común. No
podemos caer en la ilusión de renderizar el futuro y pretender verlo en una
pantalla (con figuras humanas a las que se les programa el movimiento) hay
que salir a la calle, hablar con la gente, recurrir al poder de la razón y no al del
puesto, al mérito de la imaginación que se proyecta sobre cualquier cartón,
o papel. Superar los llenos y vacíos, los flujos y las zonas achuradas y salir
a la fragua como Yolanda y Germán para proponer como Dicken. Estudiar
nuestro legado como Silvia. Decir lo que Téllez como un Niño. Que no haya
disgustos por los premios sino discusiones sobre nuestros criterios. Partir de

58 . proyectodiseño

lo fundamental, comenzar por lo urgente, ponernos de acuerdo en lo más
necesario.
Creo más en un 'diseño colombiano', que en un 'diseño hecho en
Colombia' (como precisa Saldarriaga) reconozco que me gusta la Biq-Mac',
pero prefiero apoyar la tienda que recién puso Margarita en la esquina, el
pan es maravilloso.
Para eso doctora Concha, el único camino es el diálogo y la unión de
nuestros esfuerzos, permítame invitarla a una banca de un frente popular
para tomarnos un café, porque no existe una tarea fundamental de la arquitectura, sino una multiplicidad de labores que debemos adelantar con
unidad de criterios y con claridad acerca de nuestros valores.
No podemos evitar que haya tantos arquitectos saliendo de los garajes
(yo crecí en uno) porque no podemos garantizarle a todos el acceso a los cerros orientales, que hoy son todo menos públicos, y estaríamos contradiciendo el ideal de que todos lleguemos a educarnos -o el hecho- de que estos
espacios (antes reservados para los carros que están destinados a desaparecer de Bogotá) sean utilizados para otros fines menos académicos, como
guardar copas y radios, o hacer laboratorios de procesamiento o DRFE's.
Si dejamos de pelearnos por las señoras que quieren su casa en Mesa
de Yeguas y nos concentramos en dirigir con unas pocas cabezas muy calvas
y canosas (de las que yo no formo parte) todo este potencial a los espacios
donde verdaderamente se necesitan pelotones, de pronto logramos que el
plan Colombia sea una actividad extracurricular financiada por los gringos,
para reconocernos en la calle y no en la morgue.
Permítame decirle que la satisfacción más grande de mi trabajo ha sido
poder compartido con mis mejores amigos.
Yo, que dejé de cultivarme en otras materias, traté de ser artista pero no
pude, preferí ser todo menos mudo, pero un vago como Chaplin. Porque el
arte se convirtió en un escenario lleno de vicios y valores malinterpretados.
Por eso nunca he expuesto en una galería. No tengo el derecho de autodenominarme un artista para justificar mis irreverencias, mis estupideces, y
mi locura, por no dejar que estos letreros y estos muros se diluyeran en el
champagne del cóctel del galerista.
Prefiero escribir lo que pienso y confesar lo que siento -algo que no
hacen los que se dedican a la plástica- antes de que un curador me prescriba
la receta para la enfermedad que he sufrido todos estos años: un amor que
se me sale por los poros y que obtuve por contagio.
Soy realista, mis cuadros también, lo abstracto es la realidad de donde
vienen. Recurro a la imaginación y al sentido común, para acercarme a estos
lugares donde los niños nacen rodeados de las consecuencias.
Si pudiera escoger un lugar para colgar mis pinturas -o sólo una-Ia que
quise hacer desde que nací y que pude pintar cuando perdí el temor a salirme
de la raya, a colorear en un solo sentido y a no mezclar ciertos colores: un
muro grande y azul, con un zócalo amarillo torcido y descontinuado, con
un pequeño letrero en una esquina que le da nombre al cuadro, 'labo ropa
con platon', lo haría sobre los muros de la grieta de Doris Salceda, en lo más
profundo y lo más oscuro, (que es de donde viene mi obra) de ese arte que
no se puede llevar a la casa, que no está hecho para embellecer una pared o
para aumentar su capital.
Es una invitación a perder el estilo, a ampliar los ejes sobre los que opera
nuestro gusto hasta terrenos donde no existen las apariencias, a expandir
los horizontes de los saberes locales e incorporarlos fecunda mente dentro
de estos barrios donde se respira autenticidad, para descubrir el valor de las
cosas que se hacen con esfuerzo en su superficie; en la torta, los adornos
y el vestido de Natalie que le hizo su abuela Dora con la máquina de coser,
con la que saco adelante a los propios y los que adoptó, todos sus hijos. Me
confieso. Lo acepto. Me gusta (la quiero). Reconozco su belleza.
Reiterándole mi intención de invitarla a un café. pd

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