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Un carmonense que nació el 15 de diciembre de 1444 en lo que era la antigua y pequeña
plazuela llamada del Vino, desaparecida sobre el año de 1883, cuando Manuel Fernández López,
cuarto teniente alcalde, y sus contemporáneos solicitaron a este Ayuntamiento que se nombrara a la
calle de Santa Catalina como calle de Maese Rodrigo, en honor de varón tan eminente.
Nacido de Lope Fernández de Santaella y Leonor de Rueda, al parecer vecinos de la
collación de Santiago, y sus hermanos, Juan, Alfonso, Diego, Antonio y Luis de Santaella,
formaban una familia pobre, honrada y numerosa. Rodrigo fue bautizado al día siguiente de su
nacimiento en la Iglesia Prioral de Santa María de Carmona.
Poco sabemos de los primeros años de su vida, como cuenta en la biografía que le dedicó
Joaquín Hazañas y de la Rúa, "es de suponer que se deslizara en su patria con la tranquilidad que
los tiempos permitían: decimos esto, porque la vida en Carmona no pudo ser muy tranquila en
aquellos años, pues en 1445 los altercados entre los partidarios del Rey y los de los Infantes de
Aragón ensangrentaron varias veces las calles de la villa."
Rodrigo destaca ya en su etapa de bachiller de teología, en el Colegio Catedralicio de San
Miguel de Sevilla, y con tan sólo 23 años, consigue ser presentado para una de las tres becas
reservadas a la Catedral de Sevilla para estudiar en el famoso Colegio de San Clemente de los
Españoles en Bolonia.
Sabemos por sus propios escritos, el esfuerzo e inevitables penurias que en este tiempo
suponía para cualquier joven de Sevilla dedicarse a las letras: gracias a nuestro más importante
vecino, hoy nuestros chicos no tienen más que dirigirse a la capital, esa era su meta y su sueño.
Pasó así ocho años, alejado de su tierra y dedicado a lo que se convertiría en su gran legado,
los estudios. Se doctora en 1475 en Teología y Artes, adquiere un elegante latín, aprende la oratoria
antigua, el griego y hebreo; se apasiona con la literatura antigua, medieval y moderna, y se forma
sobre ciencias humanas, basadas en los nuevos métodos racionales del Renacimiento, lo cual, como
a muchos personajes de esta intensa época, lo convierte en adalid de la modernidad, en el recipiente
donde se va gestando una nueva era, dejando atrás la oscuridad de la Baja Edad Media, para abrir el
camino a la luz del humanismo.
No es algo baladí lo que aquí exponemos: estamos hablando de que Maese Rodrigo
representa en nuestra historia de España el comienzo de dicha teoría en la que el hombre era el
centro del universo, que asentarían ya las vidas y obras de Erasmo de Rótterdam, Tomás Moro o
Martín Lutero.
En 1475, se traslada a Roma, donde consigue beneficios y privilegios del papa Sixto IV,
quien lo declara su “familiar, camarero y continuo comensal” y ante cuya curia tiene el honor de
pronunciar una elegantísima oratio sobre la Pasión.
Otra razón de la grandeza cultural de nuestro vecino: Santaella está reconocido como uno de
los principales representantes de la oratoria sagrada del Renacimiento español: correcta, amplia y
elegante, distinguiéndose ya del período de la Escolástica.
La fama que este carmonense adquiere junto al papa Sixto IV, llega a oídos de los Reyes
Católicos, quienes le nombran visitador del Reino de España en Sicilia. Es allí donde escribe su
célebre Vocabularium Ecclesiasticum, su primera obra impresa y que serviría de guía a
generaciones de clérigos.