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APUNTES PARA UNA COMPRENSIÓN CRÍTICA DE ESTOS
TEXTOS.
No nos oponemos a desarrollar el pensamiento y la vida de tal o cual militante, pero esta vez,
para estos cuadernos, lo haremos de otra manera. No es querer ponernos a la moda de
rechazar todo lo pasado, siguiendo en el plan que nos ha preparado la publicidad capitalista,
sino todo lo contrario. Ver como importantes aportes son -con el tiempo- apartados u
olvidados, como si los años los desgastaran, como si les restaran su importancia, es
reconocer un síntoma del desprecio por nuestra historia como clase. Incluso en esto se ha
metido la dinámica mercantil del capitalismo y la modernidad: el repliegue de mercancías
antiguas ante la última novedad. Todos a tirar a la basura antiguos aparatos ante la
apabullante aparición de un nuevo producto estrella.
Es sorprendente como no sólo se utilizan los tiempos mercantiles, sino que esta ley literalmente dicta como
producir. Tal cual se tratase de una mercancía, estos mercenarios del pensamiento y la acción intentan “vender”
su ideología: desafilando la crítica para aparentar ser más agradables con este mundo, utilizando los conceptos y
clichés a la moda por más errados que estén, recayendo en los lugares comunes que siempre suelen ser las
consecuencias del capitalismo y no sus verdaderas causas, tal cual lo hacen los medios masivos de comunicación
o esa masa heterogénea, en el peor sentido de la palabra, llamada “opinión publica”, etc…
Podríamos ser mas amables al criticar este mundo… podríamos decir aquí, por ejemplo, que el problema es la
“sociedad de consumo” (y no la mercancía), o la falta de igualdad, o la corrupción, o una fase del capitalismo
(léase imperialismo) y no el capitalismo y el sistema de relaciones que impone la necesidad económica en sí, o
mas aún podríamos presentar de manera aislada, estática y a-histórica los problemas de cada aspecto particular
de la totalidad, cosa que reformistas de cualquier categoría aman hacer, escuchar y leer.
Sin embargo… ¿Qué habríamos logrado? Quizás más adeptos, más simpatía para con nosotros, y una cosa
segura: seguir dando vueltas en círculos chocándonos simpáticamente las cabezas para llegar a ningún lado.
Pero nosotros, el proletariado, quienes lo padecemos en carne propia, no necesitamos este plan. Poco cambia en
las relaciones capitalistas con el discurrir del tiempo, porque se mantiene lo esencial: la explotación de unas
personas por parte de otras. Por lo tanto, toda nuestra producción histórica es necesaria, útil, imprescindible. Hay
que retomarla y hacerla circular para que la acción de nuestra clase no sea estéril. Se debe, eso sí, criticarlas,
mejorarlas, profundizarlas, llevarlas más allá y más acá; eso es lo que nos permite el desarrollo histórico. La
relación con la práctica de estas ideas es lo que
mayormente nos permite superar estos textos, en
En el fondo, las palabras "No discutamos cuestiones
sus contradicciones, en sus fallas y en los que
teóricas" se reducen a: "No cuestionen nuestra teoría,
suponemos aciertos.
mejor ayúdennos a ejecutarla".
Y cuando hablamos de materiales históricos,
No ganamos nada evitando las "cuestiones de teoría":
hablamos tanto de los de hace 200 años, como los
por el contrario, si queremos ser "prácticos",
del año pasado. Las afirmaciones y negaciones
necesariamente, tenemos que empezar hoy mismo a
revolucionarias de un Bakunin, de un Marx, de un
exponer y discutir, bajo todos los aspectos, nuestro
Durruti, de un Debord y tantos otros provienen del
ideal de comunismo anarquista.
seno de la lucha, son fruto de ella, son una expresión
Si queremos ser prácticos, expongamos aquello que
del comunismo y la lucha anárquica, no son ni más ni
los reaccionarios de todo tipo han llamado siempre
menos revolucionarios que lo que les permite el
"utopías, teorías".
momento que los contiene.
Teoría y práctica deben ser una, si queremos vencer.
Separar esas afirmaciones y negaciones de la lucha
Piotr Kropotkin, extractos de “Palabras de un rebelde”.
proletaria, cuando esas afirmaciones son fruto y
expresión de la lucha, sólo puede hacerse desde la
separación socialdemócrata de la lucha en teoría y práctica que, lejos de ser un problema de terminología,
detrás esconde toda una concepción diferente de cómo luchar y como se entiende la revolución. Como si ésta
fuese obra de pensadores que introducen una idea en las masas desorientadas, esas masas que ponen el cuerpo
mientras otros ponen su mente, una separación curiosamente muy parecida a otra: la religiosa entre alma y
cuerpo. ¡Cuánta semejanza existe con la concepción de que el alma puede existir sin el cuerpo! Es decir que,
según estas personas auto-mutiladas, filósofos e historiadores, utópicos y filántropos, puede existir la anarquía
como bello ideal abstracto sin que haya personas que la lleven a cabo.
El esfuerzo de aquellos militantes revolucionarios que han redactado libros, panfletos y octavillas partiendo de la
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necesidad de su época es por demás de valorable, ya que contribuyen -en un sentido programático- en una
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Programa que comprendemos de manera tal que englobe objetivos y la manera de llevarlos a cabo, pero que de ninguna
manera puede ser reducido a un texto, o una plataforma o programa formal, ni a cien, sean cuales sean. El programa
revolucionario, no es otra cosa que el conjunto de consecuencias prácticas del antagonismo social y de su desarrollo hasta la
revolución proletaria mundial y la destrucción del Capital y su Estado. “Un paso adelante del movimiento real es más
importante que una docena de programas” afirmamos históricamente.

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