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revista que citase a todos los demás artículos de los últimos dos años para subir como la espuma
el presunto prestigio de la misma de una forma completamente artificial, casi aberrante. Casos
como este ya se han dado. No obstante, no hace falta irse a tales excepciones, pues en el mismo
día a día, una revista puede decantarse por publicar un artículo en que obtenga un par de citas
para sí, rechazando otros que se basen en artículos de la competencia. Así de interesada es la
selección de artículos.
En esta misma línea, este método podría favorecer conductas nocivas para la ciencia, tales
como la eliminación de contenidos que se juzguen como poco rentables, y la subsiguiente
focalización en la ciencia capitalista. Esto es, existiría cierto peligro en cuanto a que las
secciones o artículos que reportan un mayor número de citas a una revista acaparasen todo el
contenido, dejando fuera del circuito editorial a aquellos temas o líneas de investigación que no
suscitasen tantas citas. El principal riesgo de esta práctica vendría dado por la falta de
coincidencia entre el contenido de calidad y el contenido más citado, lo que, salvando las
diferencias, viene a ser el mismo mecanismo por el que, en otros medios, el amarillismo triunfa
por encima de los programas culturales. Esta promoción o selección interesada puede
desembocar fácilmente en una especialización excesiva hacia aquello que genere más prestigio y
publicite más para la revista, y a una búsqueda de investigaciones no más verdaderas, sino más
provechosas y halagadoras hacia los editores por parte de los científicos.
La influencia del factor de impacto en el desarrollo de la comunidad científica no es cosa
baladí. Tanto instituciones como individuos son evaluados con esta referencia. Para muchas
selecciones de candidatos, en lugar de examinarse a fondo a cada científico, se relega la decisión
hacia una comparativa de logros evaluados según tan arbitrario factor.
La evaluación del mérito científico individual dependiendo de en qué revistas ha publicado
un sujeto en cuestión es una clasificación bastante tosca y defectuosa. Aún pasando por alto los
evidentes fallos del factor de impacto, éste se realiza para cada revista, no para cada artículo
individual. Es decir, es una media, y de las medias no puede deducirse la calidad un elemento en
concreto del conjunto, que bien podría ser de una calidad muy inferior o muy superior al resto de
artículos publicados por la misma revista.
Este sistema de prestigio y rentabilidad, de llegar a desarrollarse por completo, supondría un
atentado contra el sentido fundamental de la ciencia: la expansión imparcial de nuestro
conocimiento del mundo. Una especialización excesiva en cuanto a aquello que resulta
económicamente provechoso cortaría el progreso en algunas áreas de efectos benéficos, y con
total seguridad impulsaría nuevos inventos nocivos y más complicadas picarescas, como es el
caso de la industria armamentística o las obsolencencias programadas, respectivamente.
Volviendo a las repercusiones negativas del factor de impacto en la evaluación científica que
ya se dan en el presente, tenemos el cambio que producen en el comportamiento de los
científicos en sí. El mérito de un científico viene ahora dado no tanto por sus descubrimientos
efectivos, sino por lo mediáticos que son. Así pues, se fomenta un comportamiento en el
científico consistente en buscar publicar artículos en revistas, cuanto más populares mejor (cosa
que, por su parte, también puede contribuir a generar monopolios científicos, en cierta forma), en
lugar de dedicarse a su profesión propiamente, la experimentación. Aún más sangrante es el
hecho de que las revistas rechazan a la práctica totalidad de los candidatos, dependiendo del
presunto nivel de la publicación, quedándose con muy pocos, que han sido escogidos con el
tramposo método anteriormente expuesto en buena parte de los casos. Este rechazo sistemático
del trabajo de los científicos, no sólo es peligrosamente desmoralizador para aquellos con menos
experiencia editorial, sino que supone una pérdida efectiva de valioso tiempo de trabajo que
Eloy Granda del Valle – Filosofía de la Ciencia

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