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EDITORIAL

EL GENERALÍSIMO FRANCO Y LA NOBLEZA ESPAÑOLA
La venganza política y la damnatio memoriae contra el vencedor de la última guerra civil,
el difunto Generalísimo Franco, iniciada
hace un decenio por la extrema izquierda
hispana (el sector guerracivilista del
Partido Socialista Obrero Español y el
comunista Partido Unidas Podemos,
coaligados con otras formaciones
separatistas), se refiere mucho últimamente a la supresión de los títulos nobiliarios creados por aquel
Jefe del Estado en favor de diversos
ciudadanos beneméritos. Y en este
punto hay que reconocer que aquellos agraciados fueron muy dignos de
recibir tal privilegio: todos patriotas, y
todos señalados por sus buenos servicios
a España y a los españoles.
Pero no quiero hoy recordarlos ni defenderlos: ya nos referimos a todos ellos por menor
en las páginas de los Cuadernos de Ayala, en los
números 41 (2010) y 76 (2018). Baste, pues.
Sí que quiero hacer una breve glosa de lo
muchísimo que debe la actual Nobleza histórica
española, conformada tan solo por los Grandes
de España y los Títulos del Reino –fantasías aparte, hoy por hoy no existe otra Nobleza legal en el
Reino de España-.
El Generalísimo Franco protegió siempre
a la Nobleza titulada, y la reconoció legalmente
hasta reponerla en el mismo rango legal que había
gozado hasta 1931. Especulo sobre los motivos
íntimos que el Caudillo de España tuvo para obrar
así: en primer lugar, porque él mismo pertenecía
a unas distinguidas familias de hidalgos, por sus
cuatro abuelos, nada menos –y hubiera podido
cruzarse sin dispensa alguna en cualquiera de
las Órdenes Militares-. En segundo lugar, porque
Franco agradecía que la Nobleza titulada, con
escasísimas excepciones, hubiese sido declaradamente partidaria del alzamiento de julio de 1936
contra el Gobierno golpista del Frente Popular: por
eso muchos de sus vástagos combatieron con las
armas en la mano, o sufrieron persecución y mar-

tirio en la democrática zona roja. Notemos que, de
haber triunfado su bando, seguramente los rojos
hubiesen liquidado a todos los nobles, sin
dejar uno.
Lo cierto es que el Generalísimo Franco permitió desde 1938
las reuniones y actividades de la
Diputación de la Grandeza, de las
Órdenes Militares y de las seis
Corporaciones nobiliarias oficialmente reconocidas hasta 1931 –y
también de las varias asociaciones
y cofradías paranobiliarias-. Y,
desde luego, toleró y permitió siempre el uso público de los títulos nobiliarios en todo el territorio nacional.
Y, ya a partir de la ley de 4 de mayo
de 1948 –un gran monumento jurídico, por cierto-,
devolvió a la vida oficial todos los títulos nobiliarios,
con el mismo nivel de reconocimiento y de protección legal, si no más, que habían tenido hasta
el golpe de estado republicano del 14 de abril de
1931. Incluso protegió penal y procesalmente la
posesión de Grandezas y Títulos, y restableció
el uso del pasaporte diplomático en favor de los
Grandes. Y aún hizo más: continuó la tradición
monárquica –España se constituyó como un reino
en 1947- de la concesión de nuevas mercedes.
Y, como Jefe del Estado legítimo –un verdadero
regente-, otorgó hasta cuarenta nuevos títulos
durante su mandato.
Por todos estos motivos, creemos que la
Nobleza histórica española debe al Generalísimo
Franco un tributo de gratitud, y está muy obligada
a defender y a hacer buena su memoria. Eso es
lo que me parece propio de los verdaderos caballeros: y así lo afirma uno que, a fuer de liberal,
no ha sido franquista jamás en vida del Caudillo,
y ni mucho menos va a serlo ahora. Sin perjuicio
de reconocer, como español y como intelectual
y académico, los grandes servicios a España de
aquel invicto general-.
El Dr. Vizconde de Ayala

NUESTRA PORTADA
Retrato de don Leopoldo de Pedro, Marqués de Benemejís de Sistallo, vistiendo el uniforme de la Orden Militar
de Montesa usado durante el reinado isabelino (litografía de Eusebio Zarza, publicada en la “Historia de las
Órdenes y Condecoraciones Españolas”, editada por José Gil Dorregaray en 1864; col. Vizconde de Ayala)

Cuadernos de Ayala 81 - ENE/2020 [2]

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