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Mundo Desconocido: El Necronomicon

absolutamente no-funcional, y a menudo presenta una confusión de estilos – arcos góticos, portales
renacentistas, pirámides aztecas, cúpulas morunas – que sugieren un escudriñamiento a fondo de todas
las ciudades que existieron o pudieron haber existido.
Algunas veces, esta inhabitable arquitectura e parece a aquellas ciudades de niebla y encajes dibujadas
por Paul Klee: "las murallas de Sarnath eran de ladrillo barnizado y calcedonia, teniendo cada una un
jardín amurallado y su pequeño lago de cristal" (The Doom That Came to Sarnath). Otras tienen la
sonoridad metafísica de las perspectivas de De Chirico, como Atlantis, la ciudad bajo el mar que aparece
en The Temple: "un amplio y elaborado conjunto de edificios en ruinas", la mayoría de mármol,
"impolutos e inviolados en la noche y en el silencio eternos de un abismo oceánico". Son ciudades para
ser vistas, no para ser habitadas.
Estas ciudades de sueño a menudo empiezan como bellas visiones trazadas en todas las hipérboles
"camp" de que disponía Lovecraft; pero el sueño pronto se hace desabrido; la paranoica complejidad de
las columnatas (que Marx Ernst habría llamado probablemente "falustradas"), los callejones, las rampas,
las torres, empiezan a destilar su propia oscuridad. La alucinación se transforma en delirio. Las terrazas
se desmoronan; los cimientos se hunden; percibimos el resto de la pesadilla a medida que vamos
presintiendo la inminencia de la catástrofe. Hay una oculta inquietud en los peristilos. Al final nos vemos
forzados a admitir cuán pocos, poquísimos sueños resultan, en realidad, completamente placenteros.
En estos paisajes, un sonido acompaña siempre la transformación del sueño en pavor: es el sonido de las
flautas. La neurastenia de Lovecraft, que le sensibilizaba a los sonidos, texturas y temperatura tanto
como al propio Roderick Usher, utiliza este aflautado sonido una y otra vez, como preludio de una crisis
de la imaginación que sacará a los informar es seres de sus cuevas o cambiará una tranquila mansión de
Nueva Inglaterra en un lugar de horror. Gilman, el estudiante de The Dreams in the Witch-House,
identifica el origen de este sonido como "el trono de Caos en el que suenan estúpidamente agudas
flautas".
El sonido de las flautas anuncia el acercamiento a la puerta del mundo interior de The Festival. En las
montañas de la Antártida, las mismas rocas emiten un agudo sonido producido por el viento que sopla a
través de ellas; son como un gran conjunto de zampoñas de piedra. "Rachas intermitentes del terrible
viento antártico barrían furiosamente las desviadas cimas con cadencias que algunas veces contenían
imprecisas sugerencias de un sonido musical salvaje y vagamente sensible; con notas que se extendían en
un amplio registro, y que por alguna subconsciente y mnemotécnica razón me parecían inquietantes y
terribles"(At the Mountains of Madness). Este sonido, ya sea producida por flautas, por el viento, o por
ranas. mugidoras, es siempre el preludio dei horror. Es inquietantemente parecido a la atroz, aguda, y
sostenida nota de violín del cuarteto de cuerda autobiográfico de Smetana, My Life, que ilustra el agudo
y agonizante sonido anunciador de la propia sordera del BU1'Ol'.
La. Antártida de Lovecraft es el mas terrible de todos sus paisajes. Este desolado reino de hielo y muerte,
el lugar de donde le llegaban "la niebla y la nieve" al viejo Marinero en, al mismo tiempo, una versión
realzada de la Antártida real; y una visión de la aborrecible meseta de Leng, el techo del mundo; y la
laberíntica ciudad de los Seres Mayores. Es una estructura sinfónica de paisaje. Según de Quincy, antes
de empezar The Rhyme of the Ancient Mariner, Coleridge planeó "un poema sobre el delirio,
confundiendo su propio escenario de sueños. con las cosas externas y entró en contacto con la imaginería
de las altas latitudes". Con un plan similar, Lovecraft aportó sus propios medios; tenía horror y alergia a
cualquier temperatura inferior a los veinte grados y, con frecuencia, hacia el final de su vida, por debajo
de los treinta grados.
Si bien en el convulsivo bosque hay un exceso de vida, en cambio no lo hay en absoluto en la tierra de la
niebla y de la nieve. Los espejismos de niebla del "gran continente desconocido y su secreto mundo de
helada muerte" transforman los icebergs en "almenas de inimaginables castillos cósmicos", lugares de
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