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Cantores que reflexionan

pias limitaciones, vale decir, con su propio desconocimiento. Otro
suceso relevante, en este sentido, fue el galardón entregado por el
Estado en 2010 a Domingo Pontigo, poeta popular de Melipilla y
figura paradigmática en su campo, bajo la categoría de “tesoro humano vivo”; por medio de esta distinción se quiso poner de relieve
el valor patrimonial de su arte, pero resulta claro que en tal premio
subyacen los conceptos de precariedad y de supervivencia.
Tal y como lo hicieron sus predecesores en la década de 1950, hoy
los poetas populares defienden la vigencia de su oficio, del modo
en que legítimamente pueden hacerlo: cultivándolo y exponiéndolo a través de presentaciones públicas, encuentros, publicaciones y
medios de comunicación tales como la radio e Internet. La difusión
de sus composiciones, sin embargo, debe hacer frente a la idea generalizada, y promovida en muchos sentidos por los estudios académicos, de que se trata de una manifestación vinculada al pasado,
vale decir, a contextos culturales superados. La aparición de algunos
seudo cultores en la televisión, sobre todo en las décadas de 1980 y
1990, logró instalar en el público la idea de que un poeta popular es
básicamente un improvisador de cuartetas humorísticas, una especie de bufón vestido de campesino, siempre dispuesto a derrochar
su ingenio con rimas pícaras e intrascendentes. Si bien es cierto que
el humor está presente en la poesía popular, este cumple una función que excede, aunque no excluye, la diversión del auditorio.
Un poeta popular no es solo alguien capaz de rimar e improvisar;
es, en realidad, alguien que tiene la habilidad y el talento para actualizar recursos formales nada de simples, desde una posición en la
que el pasado está sometido al análisis del presente y sus transformaciones, para, de ese modo, proyectarse hacia el futuro. Recordemos que, formalmente, la poesía popular es una denominación que
acoge a una serie de formas y no se limita en absoluto al empleo de
la cuarteta utilizada por los versificadores promovidos por la televisión. Entre esas formas, la más empleada en nuestro país actualmente es la glosa, compuesta por una cuarteta inicial, más cuatro
décimas que glosan la cuarteta y una décima de despedida. Además de esta forma, se cultivan también los brindis, las redondillas
y los ovillejos, entre otras. Debido a que la glosa es largamente la
estructura más empleada, desde sus orígenes en el siglo XIX hasta el

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