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UN LIBRO DE VERSOS
Moisés Gaviria

Soy un escritor.
Soy un mensajero del talento.
Un intérprete del hombre.
Una página de paisajes y una frase de amor.
Soy el horizonte de entendimientos,
lo subjetivo del consuelo.
La cansada agonía que nos regala un lamento.
Y la impureza, la más hermosa destreza.
Soy el ave que acaricia el prado
El valle de extensos nevados.
Y la injusticia, la más oculta rebeldía.
La página que describe el llanto
y el libro que idealiza lo parco.
Soy el Señor Darcy paseándose por la Mancha.
El corazón delator en uno de los círculos del infierno.
Soy el viejo y el mar, cazando a Moby-Dick.
Soy el espía que surgió del frío,
mientras presenciaba la segunda fundación.
Soy El amante de Lady Chatterley,
ideando su "Voyage au centre de la Terre".
Soy cien años de soledad, desde 1984.
Y soy Hamlet en las confesiones de una máscara.
El crimen y castigo de Edipo.
Soy las crónicas vampíricas retando a Drácula.
El Aleph amistándose con el Conde de Montecristo.
Y Sherlock Holmes sorprendido por el extraño caso de Dr. Jeckyll y Mr. Hyde.
Soy el gran Gatsby en una riña con el hombre de la arena.
El perfume que nace de el nombre de la rosa.
Dorian Gray y Fausto soñando una vorágine.
Y soy la ciudad de los perros sufriendo una metamorfosis.
Soy la insoportable levedad del ser lamentando la muerte de Artemio Cruz.
La náusea en el viaje de la Odisea.
El extranjero intrigado por las ciudades invisibles.

Y Las mil y unas noches de los hermanos Tanner.
Soy los miserables, maravillados por Lolita.
Mio Cid preocupado por el trópico de cáncer.
Ulises en un mundo feliz.
Y soy el ruido y la furia sobresaltados en el túnel.
Soy lo imposible.
La infracción de lo real.
Soy lo magnífico y cierto.
Y el ingeniero de sueños.
Soy un escritor.

Una de esas noches de brisa callada:

Me gustaría estar susurrándote todos los días
para encontrar en mis palabras una razón
que justifique cada destello que nace desde la ilusión.
Un reflejo que detallo en tus labios,
porque me encantaría estar ahí besándolos;
una curva de sonrisas,
unas mejillas de expresión redonda.
Quiero gustarlos,
pasar mi dedo índice por ellos;
guardar su silencio,
callar con caricias.
Me sacrifico a tu cuerpo;
cadera de secreto en nieve,
marco de un apetito en ropa interior.
Son piernas extensas,
antítesis de tu espalda:
amo el lienzo de tu curva;
ese centro de trazos que resaltan un misterio
de vino y hotel.
Me rindo a tu voz,
dulce carisma.
Me entretengo en horas;
su reloj se envuelve de humor y letras.
Eres palabra de historias ajenas;
discursos de sucesos de vida pasajera.
¡Cuánta verdad hay en tus frases!
Me dices "te quiero"
y te apetece amarme.
Me desnudo a tu voluntad, de torpeza.
Continúas latente, sumergida en prosa;
gustos de afán por alcanzar carreras:
Eres confusión entre semilla y frontera.

¡Cuánto gusto me dan tus logros!
Vivaces e inocentes,
todo a tu antojo.
¿Qué más que pedir tus ojos?
Mirarlos, atento,
esperando que tus párpados se inquieten.
Me gusta verlos cerrarse
ante un día nuevo,
que continúa pasando a merced
de tus deseos.
Y siguen añorando la noche paciente;
taciturna, sorda,
indiferente...
Una de esas noches de brisa callada,
te encontraré en casa
y probaré mi suerte.

Mujeres Destructivas:
A mí encantan las mujeres destructivas;
las que carecen de pudor para enamorar y olvidar.
Me gustan porque son traviesas: juegan a herirte.
Son maestras innatas del desamor; desquiciadas de ojos en sigilo.
Me gustan cuando asesinan con sus labios,
indican objetivos; se transforman en intuición.
No hay nada como una mujer destructiva;
de esas que aman como si fuese su vida.
Me gustarán, siempre, hasta que encuentre la mía.

Mujer

La perspicacia en su extrema amabilidad
hace de sus razones una ley fundamental del todo.
Son, como deben ser, las diplomáticas de la caballerosidad;
las que imponen, al hombre, su deleite y su temeridad.
Acompañantes del vivir;
sienten su impecable desdén de amores sin consuetud:
aquél que extiende sus maravillosos ánimos de ser y no ser
por ellas y para ellas.
Son magia, más que todo por su capacidad
innata para destruir los miedos del hombre,
motivándolo a la plenitud de sus sorpresas.
Son la guía, el apoyo, la razón: son el éxito y su desarrollo.
Son, entre palabras de gusto, los destellos de los ojos que siempre las necesitan.
Frenesí de alegrías.

Prefacio

Las etapas son una frontera de nuevas oportunidades.
Nos inducen a creer que hay éxito en pequeñas luces de goce,
pero no son más que sucesos;
pequeños gustos que, aunque parezcan incomprendidos, deben evitarse:
son distracciones que merecen sólo pizcas de gentileza.
Aquél que cae en una etapa, está negándose a sí mismo vivir otras más.
Se está alejando de la aventura trágica que significa vivir;
está sumergiéndose en un engaño que continuará resolviéndose entre excusas y plazos.
Estará condenado a repetirse,
a monopolizar su tiempo entre el despilfarro de talento y habilidad.
El éxito no se alcanza evitando distracciones.
Se alcanza disfrutando de cada una de ellas,
tomándolas, con sabiduría, el tiempo que sea necesario.

El Amor
El amor es el desenvolvimiento de nuestra felicidad,

limitado por su capacidad de entristecernos.
Es la esperanza que vive,
luego de cada desilusión,
y la decepción que nace
por la desesperanza.
Es la tierna voz del odio,
regulado por nuestros sentidos,
encaminado hacia nuestra voluntad de obrar,
de ser y de sufrir.
Es el tiempo de nuestras vidas,
la aventura de nuestros días
y la esencia de nuestra muerte.
Es egoísta con sus anhelos,
pero generoso con sus recelos.
Es nuestro más grande significado,
nuestra más perfecta cima,
nuestra realización y nuestro sentido.
Nuestro carisma en el olvido
y nuestra tristeza en el recuerdo.
Es lo que es,
porque el amor es un todo sin totalidad.

Sobre el Carente 
 
 
Carente de carencia me ando entre pasos con tenaz amargura,  
me inscribo entre las danzas de colores  
y me duermo reposado de ilusiones.  
 
Es así y será así cuando todo es lo que es verdad,  
somos entre todos un mundo personificado,  
latente de oportunidad y de agonía.  
 
Espacio de eterna multitud de perfecta perfección  
que atraviesa los horizontes ignorantes del hombre,  
espacio de felicidades interesantes  
que sonríen entre carcajadas con llantos de lágrimas.  
 
Lo incoherente se torna corriente  
y lo absurdo es lo único que sabemos ya.  
Ignorancias eternas entre un mundo humano,  
que trasciende todo conocimiento para sentirme vivo.  
 
Hasta el más genio fue estúpido una vez  
y el más tonto ingenió la mejor de las armas. 

 
El arte sin arte 
 
 
Eterno resplandor de almas vibratorias,  
que al escuchar música se entretejen  
pero al escuchar ruido se corrompen.  
 
Tengamos piedad de nosotros mismos,  
porque nos miramos al espejo  
solo para no ser vistos.  
 
Es simple lo que se quiere  
es tenue lo que se tiene.  
La paciencia se posee  
porque la virtud así lo manda. 
 
Nos movemos hoy,  
no por sonidos de tambores,  
sino por códigos vueltos música  
que nos hacen vivir la síntesis. 
 
Toda arte es significado de algo  
y el resultado del actual  
es un atrás con el propio hombre.  
 
Nos deshumanizamos tremendamente  
sin necesidad de pedirlo,  
somos esclavos  
pues de simple siempre hemos vivido.  
 
El futuro de nuestros ancestros  
solo ha servido para corrompernos,  
sabiendo que sus deseos  
fueron solo buenos.  
 
Tenemos en nuestras espaldas  
la carga de la lujuria  
y amamos ahora solo  
por tener la altura.  
 
Si analizas la eterna tempestad del mundo,  
te das cuenta que el problema es familiar.  
Se ha perdido la esperanza de la unión  
y ahora todos quieren privatizar.  
 
Estamos separando en vez de unir 

estamos haciendo paredes en nuestro porvenir. 
 
 
 
Lo que se opone a nuestro fin 
 
 
Ahora lo que importa  
es lo que el otro piensa,  
no con palabras  
sino con letras no impresas.  
 
Ya nadie habla español,  
creen que es absurdo,  
y se ufanan de escribir en otro idioma 
 sin conocer el suyo.  
 
Ya no vale las lluvias de ideas,  
porque no se entienden sin groserías.  
Porque ya todo hoy es grosero,  
desde el baile hasta el amor; nadie cree en los versos. 
 
Y se ocultan en lo bajo 
creen que el menosprecio al otro es lo alto 
y bailan entre todos  
con un deseo ajeno.  
 
Ya hemos perdido el amor y sin él  
¿qué hay opuesto al odio?  
Ya hemos perdido lo que se opone  
a nuestro propio fin. 
 
 

En el Andén
Las praderas dieron un escaso parpadeo; quizá su canción no fue más que un recuerdo.
Fue ayer, talvez un viernes; estábamos sin estar.
Se acordó de quitar sus ojos del diario; estaba apoyada en el andén.
Pero por más que pude, más de esfuerzo o entre carcajadas,
no noté interés alguno en su peculiar manera de llamar la atención.
Sus piernas curveaban esos deseos de la calle Montmartre
Se escondían en sus dedos; ¡eran ellos y eran inquietos!
Los movía; rozaba su pulgar y su índice, acariciaban la fibra.
Y si viesen su sonrisa haciéndolo... ¡Qué sonrisa!
Pasó la página, curiosa; buscaba un título con el mover de sus pestañas rizadas de negro.
Renegó con sus labios alguna noticia; quizás de un conocido o de un anónimo que pretendía
conocer.
Dejó el diario en el suelo, sin complicaciones
Y se puso de pie, rozando sus dedos con su cabello.
Me miró, me dijo "adiós" entre un murmuro y una burla.
Me notó; lo notó. Supo que con su voz iba a ser mi voz.

En Receso de Quererla
No crea que la he olvidado.
Reviso sus fotografías a diario
para hallar una razón en sus ojos de papel.
Sólo estoy en receso de quererla;
nada más.
Y de este espacio
encontraré su olvido, en mi olvido.
No crea que la he dejado.
Encuentro sus labios en cada palabra
Sueño con su voz, cansada de escuchar sonrisas.
Sólo estoy en la penumbra de su piel
nada más.
Y de esta perspectiva
encontraré su suerte, en mi olvido.

Raquel
Como el destino regala vida desde la inocencia,
algo pasó en la rutina que no volvió a ser como antes.
El libro perdió todo interés ante los ojos de una mujer,
que habían contratado para atender las mesas.
Su mirada era alivio;
ni siquiera el olor del café en las mañanas cansadas
lograba regalarme tal consuelo.
Su nombre, Raquel, me hizo estremecer
cuando sus labios se pronunciaron.
Lo siguiente fue un "¿Cómo estás?"
seguido de una leve conversación sobre el clima;
me volví absorto a su voz.
Ahora sólo existían sus manos,
que saboreaban el paño
con el que limpiaba la recepción,
entre sudor del ruido de aquél viejo abanico.
Ya de nada sirvió la noche,
ése prólogo de una nueva mañana
de trigo en pan.

Mientras se viva en silencio.

El silencio es la medicina para la culpa,
la más grata bienvenida para la reflexión.
Es el gusto del inocente
y es la sensatez del objetivo.
Las canciones se enemistan
los consuelos son susurros
la magia perdió su sentido
ahora el hombre es silencio.
Ya no hay encuentro en su figura,
no hay gusto ni ternura;
todo es pobre en contexto,
mientras el mundo guarda silencio.
Aunque la reflexión es su base,
y los ríos se acaben,
nada cambiará su esencia
mientras se viva en silencio.

Ahora todo es por ella.

Es un imposible de colores,
todos acompañados de una bondad
que se refleja en ojos que no conoció,
pero que aún así reconoce.
Es que mirarla es una ilusión
que sobrepasa los ingenios del pasado,
los encharcan de un descanso junto al río;
junto aquella flor, de alegría entre pétalos.
Es un camino que, en toda mente,
se envuelve dentro de los hilos que entretejen corazones
llenos de caricias; almas distantes
que aún así no pueden estar más de acuerdo.
Es una meta, lucha de antaño,
que bonifica las sensaciones más propensas a celebrarse,
porque sus obstáculos no son más
que destellos mentales.
Es cariño, sin ambiciones o estratagemas,
es quererla mientras me envuelvo de esperanza;
la más pura, la más sonriente:
es un cariño que nace por saber que ella me hace sonreír.
Es una pieza que encuadra
en cada una de las más grandes inocencias.
Un imposible que me hace encaminar hacia un camino ciego,
pero que late a gritos por poder ver.
Un futuro que amanece jovial,
que desvela a cada duda
y que acaricia los deseos
de encontrarla en mis sueños.
Es tiempo dado en plata,

de ése que se acostumbra a los pasados,
viviendo un presente que añora alcanzar el mañana;
llantos de reloj que titilan todas las noches desde que la conocí.
Ahora todo es vida,
naciendo entre pulgadas
para vivir en prisas.
Todo se ha vuelto alegría,
más que recuerdos.
Todo es gracias a conocerla,
a vivirla... a tenerla.
Todo ahora es por ella.

En el instante

Sus ojos son la conclusión de su rostro pálido;
de labios rosa y mejillas rellenas de sonrisas.
Son la única verdad, que sobresale de la lejanía.
Nunca cuidan mirarme,
pero yo siento que están observándome;
brillando con la ilusión
que se esconde entre su carisma.
Es increíble que su presencia trascienda
más allá de una imagen;
destinando mi cuidado
a acariciar su lejanía.
Si todo eso es vívido
próspero en mi mente,
la frontera de las posibilidades
sobrepasará cualquier recuerdo
Nacerá con un haz de luz
cuando bese sus labios,
en el instante que tome sus manos
y que le haga el amor.

Un vacío de placer

El marco de nuestra novela serán tus ojos.
¡Cómo más podría darle gusto a ello!
Letras sobre tu piel,
razones para leerte entre un cordel de deseos sin medida.
Besos, latentes de oraciones,
que auguran un final de poesía.
Quiero tenerte, sin duda,
bajo la carátula sobria de mis brazos.
Endulzarte con una rima, cuán inquieta
y luego... bueno... luego quiero trazar con pluma sobre tus mejillas.
Arroparte de literatura,
mientras escucho leer,
entre párrafos,
un vacío de placer.

Los colores del gorrión
Describirte es mi anhelo.
Embellezco cada parte de tu vida
con mis canciones;
susurros de un ayer de contradicciones.
Pero, aunque mi esencia confabula
para desenvolverse a tu antojo,
no eres más que una ilusión de otoño;
hojas caídas como la esperanza de tenerte.
Ya no hay bondad en tus labios.
No hay vida, ni creencias ocultas.
Ya no hay más que desbordantes canciones de antaño
que vibran como alas de mariposa en la luz del desierto.
Te volviste eso: un imposible.
Un incierto que se traduce
en los colores de las alas del gorrión:
un destino profundamente castaño.

Y si acaso

Y si acaso te amo,
más allá de la realidad,
formaré tu mundo
entre los espejos que quiero ver
y que siempre me negaré a conocer.
Y si acaso te olvido,
más allá del adiós,
formaré mi mundo
entre la ilusión que quiero recordar
y que nunca quise conocer.

Una nueva época
Tomarla de las manos
era algo mágico, único, irremediable.
No quería dejar de imaginar
cada una de las cosas
que podían desarrollarse con sus ojos.
Era todo lo que alguna vez había deseado
y, además, deseaba glorificar sus labios
con besos que fuesen robados;
morderlos hasta el punto
de despertar pasión.
No le importaba mostrarse en público,
evidenciar sus intenciones.
Ella quería amarlo donde fuese,
en cualquier lugar,
porque su amor no tenía más que destellos
de una nueva época de hermosas ilusiones.

Sin olvido

Un millar de desconcierto
le daba augurio a la inevitable realidad
de tenerla frente a mí
sin poder si quiera mirarla.
Era, como todas las tardes,
una mujer de vestido a talle de cintura,
escapándose con insensatez
con sus recuerdos de una levedad tentada.
Su piel, trasparente,
concursaba su belleza
contra sus labios pronunciados;
los mantenía ajenos a toda posibilidad de besos sin amor.
Era ella una realidad
que no me permitía recorrer,
y no deseaba hacerlo.
Temía desenvolverme en su intuición salvaje
y prefería optar por desearla desde lejos.
Y así siempre lo hice, sin el valor de hablar,
porque mi cuidado
fue más propenso de atención que su propia voz,
corrupta por la daga de desamores sin olvido.

Era Esperanza

Su figura era esperanza.
No de esos reproches
en los que el hombre desfallece
por la idea de una vaga ilusión.
Tampoco era mi deseo desenvolverme en ella.
El único objetivo resultaba ser el más inocente:
amaba su figura porque ello era su totalidad;
toda su carisma, su inocencia.
Su risa traviesa y su delicado frenesí de vanidad,
se concentraban en su complejidad.
Su figura era un misterio y, por ende,
era esperanza.

La Ilusión de Quererte

Me cansé de seguirte,
de llamarte para rogar
que tu atención se centre en mí.
Me cansé de saludarte,
de esperar tu recado.
De sacrificar mi tiempo a tu recuerdo
mientras tu recuerdo no sacrifica tiempo.
He decidido continuar como sigue el camino,
sin prisas en encontrarte.
He decidido tomar un atajo, un lamento,
que se aleje de mi afán por conocerte.
Sólo bastó un día,
una noche en ferias y literatura,
para rendirme a tu capricho.
Pero ahora sólo va a bastar un "no", razonable,
para olvidarme de aquello que algunas vez presencié en ti.
Todo esto, porque me cansé de creer que eres diferente;
un engaño atento a la ilusión de quererte.

Si hubiesen llegado a tiempo

Ahora en sus ojos,
encontré un par de guiones.
Quizá de palabras que no quiso decir
para evitar ensuciar
el desarrollo de nuestra historia de amor.
Esa serie de infortunios que habían logrado evitar
la continuidad de nuestros destinos,
de manera sorprendente,
los fortalecían.
El deseo de conocernos,
siendo impropio del viento gélido,
era mucho más fuerte que el deseo de no conocernos.
Era algo en el aire,
algún mensaje que se filtraba
entre las hojas de la primavera.
La única barrera pareció derrumbarse:
ya no habían fronteras
o ciudades que anunciaban lejanía,
tampoco se interponía entre ellos ninguna despedida.
Todo estaba propicio para hacerlos conocerse,
pero faltaba una razón más: la muerte.
Y ese descuido fue el que los separó,
al fin.
Murieron, ambos.
Pero no fue porque fallecieron,
sino que el tiempo los hizo rehacer su vida
frente a otro amor, otra conquista.

Si hubiesen llegado a tiempo,
no hubiesen muerto.

Que sea un lienzo

¿Cuánto he luchado por su mirada?
Por mantenerla despierta,
aún en los sueños de adiós.
¿Cuánto me he entrometido en su vida?
Casi soy de ella,
sin descuidar que soy su desconocido;
su mejor anónimo.
Si ríe, resulta que también río;
y no de esas risas torpes, ajenas.
Mi sonrisa es alegría,
de verla; con otro, pero verla.
Y aunque ni siquiera tengo ya cuidado de su ánimo,
sigo enmendando sus estados:
me hago propio a ellos,
los amo porque son de ella.
Sin ser hilarante,
resulta despistada...
es que tiene unos ojos oscuros
que me encantan.
¡Qué rostro pálido!
Sólo quisiera llenarlo de rojo en besos,
de mordiscos y mejillas sonrojadas.
Eso me gusta: que sea un lienzo.

Volver a Nacer

Pensé que me mirabas:
ojos juguetones, de reserva;
de ésos que guardas
desde la discreción.
Te acercaste
y tu rostro se moldeó entre la luna
y tu vestido; de belleza negra,
se enfrentó a tu silueta esbelta.
Sonreíste, me diste la mano y la tomé.
"Mucho gusto" pensé,
pero sólo fueron nuestros ojos
quienes se saludaron.
Nos quedamos atentos
hasta que me regalaste una risa tierna.
Soy "Jazmín", me dijo,
y su voz se marcó en mi piel.
Me estremeció,
me hizo volver a nacer.

Desconocida

Sentí la la insistencia
Apretada, casi indefensa
Estaba, allí, en el olvido
Sin lugar a aquél que llegó.
Se tornó inquieta
Viviendo sola, cuán traviesa
Se estremeció al escucharme
Y se acercó, hasta besarme.
No pudo contenerme
Fue otra, al verme
Se devastó, en burla
Se inquietó, taciturna.
Ahora no quiere llegar
Se ha ido, sin lugar
Se acobardó frente a mis sueños
Se rehusó a estar en ellos.
Conoció, lo finalizó
Frente al rostro que nunca vio
Ahora no es más que mentira
Naciendo de aquella desconocida.

Quizás
Se me ocurrió, quizás,
encontrarte el sábado;
cuando el reloj estuviese anunciando
la mitad de la tarde.
Verte, conocerte,
hacerme fiel a tus ojos.
Se me ocurrió, quizás.
seguirte mientras te escapabas
en una feria de libros,
junto al jardín.
Talvez saludarte
como un desconocido,
ignorando que he escuchado
historias desde tu voz.
Se me ocurrió, quizás,
soltar aquello que nos unió
construir nuestra propia historia;
sin agonías de una mente cansada de mentiras.

Entre la soledad

Y si te destruyo en carmesí.
Talvez, no sé,
intentar plantar en ti una dulce despedida.
Destruirte en versos;
con estas palabras.
Quizás allá, en esa tranquilidad,
me atreva a volverte a escribir.
Aunque eres distante,
todavía pienso en ese exquisito lienzo;
lleno de fervor.
Aquellos labios, indecisos,
regalándome tu súplica caprichosa:
“tráeme, distráeme hacia ti.”
Sigues inquietándome,
llenándome de ser para ser;
entendiéndome y desentendiéndome
entre la soledad.

Si alguna vez
Todavía creo que está de más pensar en ti.
Sin vivir, sin morir, sin soñar.
No hay más, nada más, que se oponga
y, aún así, sólo pienso en ti.
Sin grandezas de amor,
sin especulaciones;
simplemente pienso en ti,
te anhelo.
Más allá de tu cuidado
o más allá de tus sonrisas,
sólo, implacable,
pienso en ti.
Y sin dudar,
sin ni siquiera tener condiciones,
no sé ni sabré si tú,
alguna vez, pensaste en mí.

Volver a ser
Hoy me desperté pensando en usted;
así de simple.
¿Tuvo usted la cordialidad de pensar en mí?
¿O sólo se apresuró a vivir?
De tanto afán va a olvidar cómo es querer
y, de tanto olvido, no sabrá luego vivir.
Por eso mismo desperté sólo pensando,
porque uno sólo recuerda lo que no quiere olvidar.
¿Qué pasaría si dejo de pensar en usted en las mañanas?
¿Qué pasará si la destruyo de mi memoria?
Usted entonces ya no será más:
justamente porque con cada mañana,
con cada olvido,
yo estoy aprendiendo a volver a ser.


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