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- Nunca.
- ¿Por qué no? Algún día.
- Nunca.
- Pregúntale a Multivac.
- Pregúntale tú a Multivac. Te desafío. Te apuesto cinco dólares a que no es
posible.
Adell estaba lo suficientemente borracho como para intentarlo y lo suficientemente
sobrio como para traducir los símbolos y operaciones necesarias para formular la
pregunta que, en palabras, podría haber correspondido a esto: ¿Podrá la
humanidad algún día, sin el gasto neto de energía, devolver al Sol toda su
juventud aún después que haya muerto de viejo?
O tal vez podría reducirse a una pregunta más simple, como ésta: ¿Cómo puede
disminuirse masivamente la cantidad neta de entropía del universo?
Multivac enmudeció. Los lentos resplandores oscuros cesaron, los clicks distantes
de los transmisores terminaron.
Entonces, mientras los asustados técnicos sentían que ya no podían contener más
el aliento, el teletipo adjunto a la computadora cobró vida repentinamente.
Aparecieron cinco palabras impresas: DATOS INSUFICIENTES PARA
RESPUESTA ESCLARECEDORA.
- No hay apuesta -murmuró Lupov. Salieron apresuradamente.
A la mañana siguiente, los dos, con dolor de cabeza y la boca pastosa, habían
olvidado el incidente.
Jerrodd, Jerrodine y Jerrodette I y II observaban la imagen estrellada en el
visiplato mientras completaban el pasaje por el hiperespacio en un lapso fuera de
las dimensiones del tiempo. Inmediatamente, el uniforme de polvo de estrellas dio
paso al predominio de un único disco de mármol, brillante, centrado.
- Es X-23 - dijo Jerrodd con confianza. Sus manos delgadas se entrelazaron con
fuerza detrás de su espalda y los nudillos se pusieron blancos.
Las pequeñas Jerrodettes, niñas ambas, habían experimentado el pasaje por el
hiperespacio por primera vez en su vida. Contuvieron sus risas y se persiguieron
locamente alrededor de la madre, gritando:

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