Levanta el corazón de las profundidades a las que ha caído.pdf


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miraba para otro lado, lleno de vergüenza por sus palabras y,
más todavía, por mi gesto ridículo. Y dándome una vuelta
breve por la biblioteca, simulando atención hacia los detalles
de la pared, emprendía la retirada del lugar, perdiéndose a la
distancia el rumor que una vez era mi nombre y luego, pasos
mediante, un ruido casi imperceptible.
Entonces volvía al patio chico y empezaba la tercera parte del
sueño. Paseaba por el lugar en toda su extensión
preguntándome dónde se habían ido todas las personas, por
qué ese lugar estaba tan vacío. Me preguntaba si estaba ahí
para estudiar o para trabajar. O si acaso lo visitaba solamente.
Nada había cambiado y hasta la esquina más insignificante
permanecía igual a como cada cierto tiempo la recordaba en
mis momentos de mayor lucidez. O debilidad. Volvían como
aves patagónicas que se empeñan en dar la vuelta al mundo,
por placer, algunos recuerdos y deseaba tener la fuerza para
repetirlos. Y dominar el sueño. Pero todavía no entendía que
era tal.
La cuarta parte fue mi favorita. Dejaba el patio y me adentraba
en una oficina que nunca vi en el colegio, pero que asumía
como parte de este. Al reconocerla me enteraba que yo era un
trabajador, que seguía haciendo clases, como en mis mejores
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