EXHORTACIÓN APOSTÓLICA FAMILIARIS CONSORTIO.pdf


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puede dar ocasión a los esposos para otros servicios importantes a la vida de la
persona humana, como por ejemplo la adopción, la diversas formas de obras
educativas, la ayuda a otras familias, a los niños pobres o minusválidos.
La familia, comunión de personas
15. En el matrimonio y en la familia se constituye un conjunto de relaciones
interpersonales —relación conyugal, paternidad-maternidad, filiación,
fraternidad— mediante las cuales toda persona humana queda introducida en la
«familia humana» y en la «familia de Dios», que es la Iglesia.
El matrimonio y la familia cristiana edifican la Iglesia; en efecto, dentro de la
familia la persona humana no sólo es engendrada y progresivamente
introducida, mediante la educación, en la comunidad humana, sino que mediante
la regeneración por el bautismo y la educación en la fe, es introducida también
en la familia de Dios, que es la Iglesia.
La familia humana, disgregada por el pecado, queda reconstituida en su unidad
por la fuerza redentora de la muerte y resurrección de Cristo​[37]​. El matrimonio
cristiano, partícipe de la eficacia salvífica de este acontecimiento, constituye el
lugar natural dentro del cual se lleva a cabo la inserción de la persona humana
en la gran familia de la Iglesia.
El mandato de crecer y multiplicarse, dado al principio al hombre y a la mujer,
alcanza de este modo su verdad y realización plenas.
La Iglesia encuentra así en la familia, nacida del sacramento, su cuna y el lugar
donde puede actuar la propia inserción en las generaciones humanas, y éstas, a
su vez, en la Iglesia.
Matrimonio y virginidad
16. La virginidad y el celibato por el Reino de Dios no sólo no contradicen la
dignidad del matrimonio, sino que la presuponen y la confirman. El matrimonio y
la virginidad son dos modos de expresar y de vivir el único Misterio de la Alianza
de Dios con su pueblo. Cuando no se estima el matrimonio, no puede existir
tampoco la virginidad consagrada; cuando la sexualidad humana no se considera
un gran valor donado por el Creador, pierde significado la renuncia por el Reino
de los cielos.
En efecto, dice acertadamente San Juan Crisóstomo: «Quien condena el
matrimonio, priva también la virginidad de su gloria; en cambio, quien lo alaba,
hace la virginidad más admirable y luminosa. Lo que aparece un bien solamente
en comparación con un mal, no es un gran bien; pero lo que es mejor aún que
bienes por todos considerados tales, es ciertamente un bien en grado
superlativo»​[38]​.
En la virginidad el hombre está a la espera, incluso corporalmente, de las bodas
escatológicas de Cristo con la Iglesia, dándose totalmente a la Iglesia con la
esperanza de que Cristo se dé a ésta en la plena verdad de la vida eterna. La
persona virgen anticipa así en su carne el mundo nuevo de la resurrección
futura​[39]​.
En virtud de este testimonio, la virginidad mantiene viva en la Iglesia la
conciencia del misterio del matrimonio y lo defiende de toda reducción y
empobrecimiento.