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Adolfo Ruspoli, Duque de Alcudia 1822-1914 & Rosalía Alvarez
de Toledo 1833-1865
Luis Ruspoli, Marqués de Boadilla del Monte 18281893 & Mathilde, Marchesa Martellini 1819-1855
Luis Ruspoli, Marqués de Boadilla del Monte 18281893 & Emilie Landi, Donna 1824-1894

Allí frecuentó una escuela de natación y de remo, fortificando su cuerpo. Su
semblante fue alto y delgado, porque había crecido de prisa y con el deporte había logrado una complexión atlética. Su nariz, etrusca típica de la familia, los ojos oscuros y
alegres, su pelo ondulado de color moreno cobrizo, le habían convertido en un hombre
muy guapo.
En 1855 se inscribió a la facultad de jurisprudencia en el Studium Urbis de Roma, donde cursó tres años de estudios y trabó amistades peligrosas. En aquellos años en
efecto toda la península estaba atravesada por movimientos irredentos: hombres de pensamiento, seguidos por numerosos patriotas, formaron dondequiera sectas secretas, que
se llamaron de los carbonari. En ellas se conspiraba contra los señores que gobernaban
los múltiples pequeños estados que dividían a Italia, originando manifestaciones y movimientos sediciosos.
También en Roma hubo un intento de crear la República romana, que fracasó
míseramente y fue ahogado en la sangre. Emanuele era el hijo de un patriota italiano
que luchaba contra Austria, aliada de la Iglesia, así que no le fue difícil introducirse en
el ambiente de los carbonari romanos. Hasta aquel momento, había demostrado su espíritu del resurgimiento solo una vez en el teatro Argentina, donde se representó una ópera lírica de Verdi, con la presencia del gran compositor. En efecto la muchedumbre había largamente aclamado y Verdi se había deliberadamente unido a las voces que decían “Viva Verdi”, astutamente haciendo alusión al hecho que las iniciales que formaban el nombre del compositor podían interpretarse así: “Viva Vittorio Emanuele Re
D’Italia”. Pero la situación se convirtió de repente en mucho más complicada, pues la
policía del gobierno pontificio tenía informadores en todas partes y sin dificultad había
localizado a Emanuele, junto con sus amigos Caffarelli, Pianciani, Savelli y otros como
miembros de una secta secreta de los carbonari. Por suerte la familia Ruspoli tenía también sus propios informadores ya que Juan, que ocupaba un alto cargo de la Iglesia, se
dio cuenta de estos indicios y en seguida avisó a Doña Carolina. Ella no se perdió de
ánimo y fue en seguida a visitar su amiga la duquesa de Gramont para pedir su ayuda.
El duque de Gramont era embajador de Francia ante la Sede Apostólica y tal vez
no hubiera autorizado una intervención, pero no fue informado, porque la duquesa estuvo en todo, proporcionando a Emanuele una librea de la embajada. Así disfrazado, con
una bolsa de táleros atada a la cintura, Emanuele montó a caballo y salió al galope de
los Estados de la Iglesia para reunirse con su padre en un lugar más allá del río Po. La
vida de Emanuele así tomó un cariz decidido: desde una infancia y una juventud mimada, porque había crecido en un tranquilo ambiente familiar, hasta de repente el comienzo de una serie apremiante de acontecimientos azarosos, atrevidos, heroicos, amorosos,
políticos tales de superar la capacidad de imaginación de un genial novelista.
Bartolomé, feliz y orgulloso de volver a ver a su hijo determinado a seguir sus
huellas, le exhortó a alistarse como simple artillero en el ejército piamontés y la sangre
de lejanos antepasados reapareció, pues Emanuele se convirtió en un combatiente audaz
y valiente. No luchó durante mucho tiempo como soldado raso, ya que se ganó la promoción a oficial en el campo de batalla por los méritos adquiridos.