Revista SÍMBOLO Nº 99 web.pdf


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Presente y futuro

Masonería Siglo XXI
La población mundial ya supera los siete mil millones
de personas. Más de la mitad son mujeres. El mundo
vive una instancia de globalización que modifica los
estándares de vida, los modos de relacionamiento
individual y social, los métodos de producción, los
contenidos del aprendizaje.
Varios países, entre ellos la Argentina, han incorporado el matrimonio entre personas del mismo sexo a su
legislación positiva.
El “estado de bienestar” está en discusión y se han extendido los límites de la vida hasta por lo menos ochenta años de edad. En simultáneo,se registra un proceso
de individuación que limita la política de masas y dibuja
con mayor acento los perfiles de los seres humanos.
En consonancia, desaparecen las producciones masivas y
se marcha a lo que la industria denomina “series cortas”.



Las distancias físicas se han acortado en forma drástica, pese a algunas contradicciones
existe conciencia de la
vulnerabilidad de nuestro hábitat y el tema del Ambiente gana el centro de escena.
La investigación espacial ha favorecido el crecimiento cualitativo de la industria y hoy día diversos mecanismos inventados para esos
fines cuentan con versiones de aplicación civil y muchas veces doméstica.
Internet es un hecho global en sí mismo. A
su amparo, el mundo se ha puesto al alcance de una tecla y ha anulado las distancias.
La telefonía celular ha modificado el paradigma de las comunicaciones porque ahora
se llama a la personas como antes se llamaba a lugares genéricos.Los autos eléctricos
serán pronto una realidad de todos los días.
El petróleo y el gas tienen los años contados, el hidrógeno asoma como un elemento de reemplazo. La energía nuclear es tan
apta para la paz como para la guerra y ése
es un capítulo pendiente de esta transición.
Ocurre lo mismo con África donde no pasará
mucho tiempo hasta que ese vasto conglomerado de naciones reciba el apoyo imprescindible para su crecimiento.
Las razas conviven hoy en mayor armonía
que en el pasado, pero resta cierto recorrido
donde se esconden los extremismos religiosos.
Con avances y retrocesos como suele operar
la historia, la Humanidad ha puesto el punto final a la Segunda Guerra Mundial y sus
consecuencias. Cayó el muro de Berlín y se

modificó drásticamente el mapa geopolítico
mundial.
Un tiempo ha terminado, pero todavía no
llegamos al que debe sucederlo. Transitamos una suerte de “blackout” a la espera
de nuevas definiciones, tal vez de nuevos
prototipos.
Vivimos en una suerte de cambio permanente, más allá de las voluntades personales y de las aspiraciones y posibilidades
colectivas.
Nuestro mundo en poco y nada se parece
al de 1717 cuando comenzó la etapa especulativa de la masonería. El iluminismo de
hoy se da bajo condiciones muy diferentes.
Somos hombres libres y de buenas costumbres, pero deberíamos analizar cuáles son
las “buenas costumbres” del presente que
coincidan con aquellas que mencionaron
Anderson y Désaguliers.
La ruptura de nuestras propias ataduras es
la que abre el horizonte masónico, lo despeja, le proporciona amplitud, le da vuelo.
Es la nuestra una Orden iniciática. Esa primera ceremonia establece por sí sola el

programa de toda nuestra vida en la Institución. Ingresamos simbólicamente pobres, cargados de esperanzas y dispuestos
a aprender qué es la tolerancia y cómo se la
ejerce. Sólo sabemos que vamos a interactuar con otras personas y descubrimos que
cada uno de nuestros hermanos es un ser
único e irrepetible que lucha como nosotros
para que su progreso individual resulte de
utilidad para el conjunto.
Nos instalamos en un microcosmos, nos ordenamos a través de las formas de un ritual
y tratamos de buscar la belleza y la sencillez
en cada uno de nuestros actos en el templo
y fuera de él.
La masonería es, en definitiva, la misma
sociedad en la que vivimos. No discriminamos por religión, por ideología política ni por
raza. Nos juramentamos al acatamiento de
la Constitución Nacional y de las leyes dictadas en su consecuencia.
En un mundo en cambio permanente debemos desconfiar de las verdades inmutables
porque corremos el riesgo de perder el compás de los tiempos.

Hemos reemplazado el secretismo por la discreción, custodiamos y difundimos el laicismo, la Masonería Argentina no se presenta como
ejemplo, solo da a conocer su experiencia en medio de una realidad local e internacional signada por la confusión.Entiende que debe
plantarse a la vanguardia de la vida que es el mejor lugar para percibir los cambios, afrontarlos, y mantener el ciclo de la vida que
permite nuestra renovación permanente desde hace trescientos años.
¿Seremos capaces? ¿Podremos? Son los interrogantes de un tiempo signado por cambios muy intensos.
Buenos Aires, Septiembre 2017

Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones - SÍMBOLO

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