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ROBERTO GARCÍA DE MESA

conferencia, en efecto, su autor vuelve a señalar lo mismo: «En 1925 había
yo escrito Tic-tac, obra en la que había puesto todos mis entusiasmos
juveniles». Más adelante, será reproducido el fragmento completo dedicado
a Tic-tac. Con todo ello, se podría establecer un equilibrio entre ambas
puntualizaciones: que cerrara la obra en 1925, y que llevara a cabo algunos
retoques posteriores, que en las representaciones de 1930 le parecieron
importantes. Y probablemente, una opción más acertada y más real sería la
de admitir que la obra sufre variaciones, incluso, en años posteriores, hasta
su estreno de Madrid, en 1930.
A partir de 1925, la obra comenzaría a ser conocida en los círculos
más íntimos del dramaturgo. El autor se la leería a sus amigos y lucharía
porque fuera representada. Claudio habla sobre ello en el citado «Prólogo»:
He perdido la cuenta de las veces que Tic-tac estuvo a punto de estrenarse.
Cada verano, durante dos o tres, en mis vacaciones de Canarias, recibía una
carta cariñosa de Santiago Artigas, por ejemplo, prometiéndome el estreno
para la próxima temporada. Durante los inviernos venía yo a Madrid y me
dedicaba, con verdadera asiduidad, no solo a recordar su promesa al
excelente actor, sino a leer mi obra a cuantos quisieran escucharla. Según
fórmula establecida para estos casos en que no se piensa realmente en
estrenar, Artigas me había aconsejado que entregara la comedia allí donde
antes me abrieran las puertas, siempre en el supuesto poco favorable de que
él se viese en la imposibilidad de abrirme las suyas. [...] En este terco batallar
por el estreno no me encontraba solo. Tuve muchos amigos generosos que se
sumaron a mi combate particular. Salvador Dalí me hizo por entonces unos
bocetos, que aún conservo, para los decorados de la obra. Melchor Fernández
Almagro, Miguel Pérez Ferrero y Francisco Lucientes escribieron hablando
de Tic-tac antes de estrenarse. Fernández Almagro, crítico por aquellos años
de La voz, había escrito incluso en 1926 estas palabras, que nunca le
agradeceré bastante: «Yo no temo a hipotecar mi opinión si actúa sobre
materia cierta, y así digo que el drama Tic-tac, de Claudio de la Torre, que
todavía no ha traspasado la línea doméstica de la lectura confidencial, será el
gran acontecimiento de la temporada en que se estrene: temporada utópica.
Pero si algún día un empresario o director artístico cede milagrosamente a la
tentación de un buen pensamiento, con Tic-tac debe contar. Lanzo este
reclamo con cierto personal interés. Crítica negativa la de nuestros críticos...
suelen decir algunos. Pues bien, yo no le temo a las afirmaciones, llegado el
caso. Quede aquí este redondo testimonio –que por otra parte, no es el único–
de mi crítica positiva» [De la Torre, 1950: 6-7].

Anagnórisis

Número 10, diciembre de 2014
B-16254-2011 ISSN 2013-6986