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Villa Gesell, 2021

Mención del jurado en el Concurso de Arte “La cuarentena y el Covid-19”
Dirección de Promoción de las Artes. Municipalidad de Villa Gesell. Junio 2020.

Las ventanas desiertas
De vez en cuando la alegría
tira piedritas contra mi ventana
quiere avisarme que está ahí esperando…
Mario Benedetti

Esta historia transcurre en el tiempo de la cuarentena en Gesell. Del carillón del sol importa la
melodía de la luz, el calor es indiferente.
En el jardín, el pasto salvaje del campo, cortado prolijo, armoniza con los canteros de flores
que serpentean rodeando la casa, siguiendo el camino de lajas que lleva a los árboles, esa
barrera lineal, demasiado lineal, de pinos fundacionales, anchas columnas que marcan el límite
posterior del espacioso terreno.
El sol juega a las escondidas detrás de los pinos, parece quieto, como para que no lo descubran,
pero es imposible por la luz que se filtra entre las ramas.
No hay viento, nada se mueve, ni siquiera los pájaros entran en escena.
Si alguien mira por cualquiera de las dos ventanas del frente de la casa, que abren un generoso
vano para la luz, verán a una mujer y un hombre que se aprestan, esmerados, al ritual de
sentarse cada cual en un sillón.
Sin embargo, en el tiempo de la cuarentena, nadie observa por las ventanas.
Los dos sillones son similares, tapizados en una tela de color crudo, de amplios y redondeados
apoyabrazos. Cada uno está junto y paralelo a una ventana, enfrentados, para que sus
habitantes se puedan contemplar.
Al costado izquierdo del que morosa ocupa la mujer, en una mesita rectangular, de madera
oscura, cubierta por una blanca carpeta tejida en crochet, hay un libro, un pequeño atril donde
se sujetan hojas de dibujo, y una caja con carbonillas de distinto ancho, de las que se usan para
dibujar. Sobre la derecha la ventana y la luz que entra.
El sillón que está enfrente, el que reposado ocupa el hombre, es como una imagen espejada
del otro, a la derecha la mesita rectangular , la carpeta blanca, un libro, el atril y la caja de
carbonillas. A la izquierda la otra ventana y la luz que entra.
Comienza la tarde, han almorzado temprano, la vajilla reluce ya lavada. Bebieron un café,
infaltable cierre.
Ahora sujetan los libros y emprenden la lectura por la primera página, dando una señal de no
haberlos leído antes; casi seguro que es así porque en general la gente no lee dos veces una
novela policial.

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