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LITERATURA

PREVENTA

30 octubre 2019

Sagarra, Josep Maria de
Vida privada

30/10/2019
18,17 € sin IVA / 18,90 € con IVA /
Rústica con solapas /
14 x 22 cm / 344 págs.

Una letra de cambio impagada, detonante de un chantaje de
trágicas consecuencias urdido por un gigoló nihilista,
levantará los tejados de la alta sociedad barcelonesa de los años
treinta –la que todavía frecuentaba el Colón y la Maison
Dorée, jugaba a encanallarse en el Gambrinus o La Criolla y
asistía, con una mezcla de desdén y pánico, a los cambios
provocados por la Exposición Universal y el paso de la
dictadura a la República–, revelando un universo decadente de
aristócratas arruinados, entretenidas de oropel, parvenus
impresentables y asfixiante miseria moral.
En 1932, el irrepetible Josep Maria de Sagarra –el poeta más
popular de Cataluña, el traductor de Dante y de Shakespeare,
el dramaturgo más aplaudido y el periodista más leído de su
tiempo– se encerró durante dos meses en la biblioteca del
Ateneo para demostrar que la «Gran Novela Catalana» era
posible, y lo consiguió: Vida privada se convirtió en el mayor
éxito novelístico de la época; obtuvo el Premio Creixells de
aquel año, vendió más de cinco mil ejemplares... y ocasionó un
escándalo equiparable al de Plegarias atendidas de Truman
Capote, que le valdría a su autor, aristócrata de nacimiento, la
excomunión de todos aquellos que se reconocieron en las
páginas del libro.
Su pluma, cargada con la misma gasolina que gastaba Paul
Morand, perfumada con el volátil alcohol de monóculo de
Valery Larbaud, a caballo entre la evocación proustiana y la
crónica contrapuntística a la manera de Huxley, levantó acta
de las convulsiones de su tiempo y compuso la elegía de su
perdida patria espiritual: el ochocentismo, que por azares de la
historia perduraría en la sociedad barcelonesa hasta el fin de la
Gran Guerra, y cuya esencia cristaliza en el personaje más
emblemático del libro, Pilar de Romaní, condesa de Sallent,
cuya muerte cierra la historia y clausura una época.
Pese a su deslumbrante prosa y su gran altura literaria, Vida
privada fue calificada de «escandalosa e inmoral», y no fue
autorizada por la censura franquista (y con no pocos cortes)
hasta bien entrada la década de los sesenta, para ser
descubierta por una generación de novelistas (Juan Marsé,
Vázquez Montalbán, Terenci Moix, Eduardo Mendoza, Félix
de Azúa y un largo etcétera) que no dudó en reivindicarla
como lo que es: un clásico incontestable de la novelística
europea.