34019681 El Vino a Dar Libertad a Los Cautivos .pdf
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Autor: oosanabria
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1
CapÃtulo 01
Aparece Rebecca ............................................................................................. 4
Capitulo 02
Aparece Elaine .............................................................................................. 16
Capitulo 03
Ingreso a la Hernandad .................................................................................. 20
Capitulo 04
Ascenso al poder ........................................................................................... 28
Capitulo 05
Vida como gran sacerdotisa ............................................................................ 36
Capitulo 06
La boda ........................................................................................................ 41
Capitulo 07
Disciplina en la Hermandad ............................................................................. 45
Capitulo 08
La misa negra y los sacrificios humanos ........................................................... 48
Capitulo 09
La encrucijada............................................................................................... 54
Capitulo 10
El encuentro ................................................................................................. 60
Capitulo 11
Comienza la guerra espiritual .......................................................................... 65
Capitulo 12
La batalla ..................................................................................................... 75
Capitulo 13
Entradas....................................................................................................... 99
Capitulo 14
El espiritu humano en la brecha y el mundo espiritual ...................................... 119
Capitulo 15
¿ Por que debemos pelear ? .......................................................................... 135
Capitulo 16
Como luchar ............................................................................................... 143
Capitulo 17
Destrucción de iglesias Cristianas .................................................................. 167
Capitulo 18
Enfermedades demoniacas ........................................................................... 177
Capitulo 19
Directamente a los que desean salir del ocultismo ........................................... 193
Capitulo 20
Definiciones ................................................................................................ 201
2
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O!!
Este puede ser uno de los libros más difÃciles que hayas leÃdo jamás. Satanás
NO QUIERE QUE LO LEAS!
Padre celestial, te pido que escudes y protejas al que lea este libro y le des un
claro entendimiento de lo que has querido que digamos. Te lo pido y agradezco
en el nombre de Jesucristo nuestro Señor. Amén.
El propósito de este libro es mostrar las muchas maneras en que Satanás y sus
demonios están activos en el mundo de hoy, y cómo usted puede luchar
eficazmente contra ellos, y cómo puede librarse de los lazos de Satanás.
Satanás hará cualquier cosa para impedir que usted lea esto. Le afligirá con
avasallador insomnio, confusión, interrupciones constantes y muchas otras
cosas. El MIEDO es una de las principales armas de Satanás. El se valdrá del
miedo para no dejarle leer este libro. Rechace el miedo directa y audiblemente
en el nombre de Jesucristo para vencerlo. Ore y pida protección si va a leer y
tratar de entender lo que este libro contiene.
Mi más profundo agradecimiento primero al Señor, y después a Elaine. No
hubiera sido posible escribir este libro sin la información que me dio ella, y la
fortaleza, dirección y aliento que me impartió el Señor.
Los nombres han sido cambiados para proteger a las personas mencionadas
aquÃ. Oramos fervientemente que el Señor Jesucristo le bendiga ricamente con
salvación y comprensión de las páginas que leerá.
«Y vino [Jesús] a Nazaret, donde habÃa sido criado; y entró, conforme a su
costumbre, el dÃa del sábado en la sinagoga, y se levantó a leer. Y fuere dado
el libro del profeta IsaÃas, y como abrió el libro, halló el lugar donde estaba
escrito:
El EspÃritu del Señor es sobre mÃ, por cuanto me ha ungido para dar buenas
nuevas a los pobres:
Me ha enviado para sanar a los quebrantados de corazón; para pregonar a los
cautivos libertad, y a los ciegos vista; para poner en libertad a los
quebrantados: Para predicar el año agradable del Señor.
Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y sentóse: y los ojos de todos en la
sinagoga estaban fijos en él. Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta
Escritura en vuestros oÃdos»,
Lucas 4:16-21
3
CapÃtulo 01
Aparece Rebecca
DESDE EL PRIMER momento que entró al edificio por aquella puerta, sintió que
aquel lugar tenÃa un algo diferente. Era como una oscuridad flotante, o algo
que no podÃa definir, pero que estaba allÃ. SabÃa que era algo que no habÃa
experimentado antes.
Rebecca es doctora. Llegaba al Memorial Hospital para comenzar su
entrenamiento en medicina interna. HabÃa terminado en la Escuela de Medicina
el mes anterior y por primera vez en sus treinta años de vida habÃa salido de
su casa. No podÃa imaginarse que las tragedias que presenciarÃa en aquel
hospital la cambiarÃan a ella y el curso de su vida. Aquella oscuridad que
percibÃa su espÃritu parecÃa acecharla... esperarla. En cualquier momento
atacarÃa, y lanzarÃa a Rebecca a una serie de acontecimientos que probarÃan
hasta lo sumo su consagración a su Señor y Salvador Jesucristo.
La primera prueba llegó pronto. Llevaba ya unos dos meses en el hospital
cuando una noche como a las 2 A.M. en que trabajaba en el Salón de
Emergencias, llevaron a un hombre de unos 30 años de edad. Rebecca se
estremeció de horror al ver aquel cuerpo magullado y mutilado. A pesar de que
tenÃa seis años de experiencia como enfermera de primera en salones de
emergencia en grandes hospitales del centro de la ciudad, nunca habÃa visto
nada igual. Mientras trabajaba desesperadamente junto con el personal de
emergencia para salvar la vida del paciente, su mente volaba. ¿Cómo era
posible? ¿Quién habÃa sido capaz de hacer algo semejante? A todas luces se
veÃa que habÃa sido torturado. TenÃa el cuerpo parcialmente despellejado,
múltiples quemaduras, puñaladas, azotes y, lo peor de todo, punzadas de
clavos que le atravesaban la palma de las manos. Estaba inconsciente y en una
profunda conmoción.
Después de que el paciente hubo recibido los primeros cuidados médicos, se
estabilizó por lo que lo transfirieron a la Unidad de Cuidado Intensivo, Rebecca
miró a los policÃas que lo habÃan traÃdo. No tenÃan mucho que contar excepto
que se trataba de un caso de secuestro. Al hallar el cuerpo pensaron que
estaba muerto. No quisieron decir más sobre el caso y se marcharon
rápidamente refunfuñando algo sobre el informe que tendrÃan que presentar.
Los demás de Emergencia continuaron en sus labores como si nada hubiera
sucedido. A nadie le parecÃa sorprender ni molestar la condición del paciente.
De nuevo Rebecca sintió la avasalladora sensación de oscuridad que ya habÃa
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percibido antes. Se sentÃa muy intrigada y preocupada, pero no tardó en
dejarse llevar de nuevo por la presión del trabajo. Nada de lo que habÃa vivido
hasta ese momento podÃa haberle sugerido siquiera la conmoción que le
producirÃa el testimonio de aquel hombre, que no era otra cosa que un joven
pastor. Tampoco sabÃa que el siguiente golpe lo recibirÃa uno de los pacientes a
quien ella más apreciaba.
Pero antes de seguir, veamos cómo el Señor habÃa preparado a Rebecca para
todo lo que tendrÃa que enfrentar.
HabÃa tenido el gran privilegio y bendición de nacer en el hogar de unos fieles
cristianos que oraban a diario por ella. HabÃa aceptado· a Jesús como Salvador
a muy temprana edad, pero no sabÃa nada de lo que era caminar con El. Se
habÃa criado en un estricto y estrecho grupo religioso que no le habÃa permitido
entablar amistad ni interactuar con personas de fuera del mismo. Pero,
extrañamente, siempre se habÃa sentido rechazada por el grupo hasta el punto
que nunca se sintió parte de él. HabÃa sufrido burlas y escarnio en la escuela y
dentro del grupo religioso. HabÃa crecido con una profunda sensación de
soledad. Además habÃa sido enfermiza, y la niñez la habÃa pasado entre la casa
y el hospital. Luego, al crecer, se descubrió que tenÃa una enfermedad
neuromuscular incurable y progresiva. Sus amantes padres le habÃan
proporcionado estabilidad en la vida y sus oraciones la rodeaban y protegÃan,
obviamente evitando que entrara en ese mundo de lo oculto que atrapa a
tantos jóvenes con antecedentes similares.
Durante el primer año en la Escuela de Medicina por fin llegó a entregarle al
Señor todos los aspectos de su vida, y situó a Jesús no solo como su Salvador
sino como el amo de su vida. Los cuatro años en la Universidad fueron duros
no solo por la enfermedad neuromuscular sino también por la falta de dinero.
Durante aquel tiempo Rebecca aprendió a confiar en el Señor, a caminar con él
dÃa a dÃa, a escucharle en lo profundo del alma, a seguir sus directrices, a
recibir su sustento cotidiano.
Antes de estudiar para médico habÃa sido enfermera registrada durante siete
años. Pero como resultado de la poderosa obra de Dios en su vida y de una
cadena de milagros, habÃa dejado la enfermerÃa para volver a la escuela y
estudiar para médico.
Cuando entró en el Memorial Hospital no sabÃa absolutamente nada de
satanismo ni sabÃa de la existencia de Elaine, una poderosa bruja que vivÃa
cerca de allÃ. Jamás pensó que su caminar con Cristo en aquel hospital iba a
causar tanta conmoción en el mundo espiritual que las fuerzas de las tinieblas
llegarÃan a encolerizarse de tal manera que buscarÃan su muerte. En efecto, se
vio envuelta en una lucha titánica cuando Elaine, una de las principales brujas
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de Estados Unidos, a la cabeza de otras brujas armadas de todo el poder y las
habilidades de la brujerÃa, trataron de matarla.
El año de internado es el primer año de entrenamiento que recibe un médico
que acaba de graduarse. Es con mucho el año de más intenso trabajo, y el
más aterrador. Para Rebecca en el Memorial no fue diferente que para los
demás, excepto que estaba constantemente consciente de que habÃa algo
extraño pero indefinible en cuanto a aquel hospital. Nadie parecÃa notarlo, ni
siquiera sus colegas cristianos. Desde el principio halló una asfixiante
atmósfera de odio, murmuración y lucha en el departamento y, sin duda, en
todo el hospital. Era un ambiente de extrema frialdad. Esto, además de las
enormes presiones fÃsicas y emocionales del año, lo usó el Señor para que ella
se acercara mucho más a El.
Desde el principio notó una inusitada resistencia al evangelio. Cada vez que
hablaba de Cristo se negaban redondamente a escuchar. Es más, en sus
primeros seis meses en el hospital, la administración mandó a retirar las
Biblias que los Gedeones habÃan colocado en los cuartos de enfermos y colocó
un aviso en cada estación de enfermerÃa en el que advertÃa que cualquier
empleado que fuera sorprendido «evangelizando» a los pacientes serÃa
despedido en el acto. Y a cualquier pastor que fuera al hospital se le impedÃa
visitar a quienes no fueran miembros de su iglesia; si las enfermeras lo
sorprendÃan «evangelizando» a otros pacientes tenÃan la obligación de ordenar
que los guardias lo sacaran del hospital y no lo dejaran entrar más. No se
permitÃa servicio de capellanÃa, lo cual es inusitado. Era como si se estuviera
haciendo un esfuerzo por impedir cualquier mención de cristianismo dentro del
edificio del hospital.
A Rebecca la asignaron primero a la Unidad de Cuidado Intensivo. De
inmediato se vio envuelta en un remolino de actividad. Trabajaba hasta 120
horas a la semana. Dado ese horario tan agotador, atribuÃa al cansancio el
constante empeoramiento de sus condiciones fÃsicas.
Entonces el Señor empezó a poner en su corazón que debÃa ir al hospital una
hora antes todas las mañanas para pasarla en oración por aquella institución y
aquella ciudad, para que el evangelio fuera proclamado y produjera fruto. Al
empezar a obedecer y orar todas las mañanas antes del trabajo, repetidas
veces se vio obligada Elian por el EspÃritu Santo a orar que el Señor frenara el
poder de las tinieblas en aquel lugar. A menudo se encontraba citando
Números 10:35 donde Moisés dijo:
«Levántate, Jehová, y sean disipados tus enemigos, y huyan de tu presencia
los que te aborrecen".
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No sabÃa por qué oraba de aquella manera, y a veces hasta sentÃa que era
extraño que lo hiciera, pero el EspÃritu Santo siempre la impulsaba a orar asÃ.
A medida que el Señor iba aumentando la carga que sentÃa por las almas de
aquel lugar empezó a orar diariamente que el Señor le permitiera ponerse en
la brecha del hospital y de la ciudad como en Ezequiel 22:30-31:
"y busqué de ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese al portillo
delante de mà por la tierra, para que yo no la destruyese; y no lo hallé. Por
tanto derramé sobre ellos mi ira; con el fuego de mi ira los consumÃ: torné el
camino de ellos sobre su cabeza, dice el Señor Jehová».
Rebecca no estaba segura de lo que aquello de ponerse «en la brecha» o «al
portillo» significaba, pero le pedÃa al Señor que la usara.
Durante sus primeros meses en el Memorial, Dios le enseñó una valiosa lección
de dependencia total en El para su trabajo médico. En una ocasión, ya tarde en
la noche, un paciente ingresó en la Unidad de Cuidado Coronario con un agudo
dolor en el pecho, presión alta y posible ataque al corazón. Rebecca debÃa
examinar y cuidar al paciente aquella noche. Este le dio una lista de las
medicinas que estaba tomando, entre las que habÃa una que era
particularmente buena para bajar la presión arterial y simultáneamente
disminuir el trabajo del corazón. Sin vacilar le dijo que estaba tomando cierta
dosis y Rebecca lo creyó. Entonces le dio la misma dosis para bajarle la presión
y aliviar el trabajo del corazón con la esperanza de prevenir un ataque. Lo que
no sabÃa ella era que aquella dosis era muy peligrosa a menos que el paciente
hubiera llegado gradualmente a acostumbrarse a ella.
Una hora más tarde, las enfermeras la llamaron para decirle que la presión del
paciente habÃa descendido mucho, que estaba en shock y que al parecer iba a
morir. Rebecca llamó a su superior, le explicó la situación y le preguntó qué
podÃa hacer para contrarrestar los efectos de la medicina que le habÃa dado. Su
jefe, con toda frialdad, le dijo que habÃa cometido un error estúpido y que no
habÃa nada que pudiera hacerse, excepto esperar a ver si el paciente vivÃa o
morÃa. No habÃa medicina que contrarrestara el efecto de la que le habÃa dado.
Y añadió que él mismo habÃa cometido un error semejante como interno y que
el paciente habÃa sufrido serios daños en el corazón como resultado del shock y
que casi habÃa muerto.
Muchos pensamientos se arremolinaban locamente en la cabeza de Rebecca
mientras caminaba a solas por los oscuros pasillos de la Unidad de Cuidado
Coronario (UCC) para ir a ver al paciente. SentÃa remordimientos, temor y
autorreproche. Un sudor frÃo le recorrÃa la espalda al pensar que con toda
probabilidad habÃa matado a una persona. De pronto el EspÃritu Santo le
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mostró el error de los pensamientos que la atormentaban. HabÃa estado
pensando: «Dios hizo un universo de orden en el que las causas y los efectos
se suceden en forma ordenada. Por culpa de aquel estúpido error aquel
hombre probablemente morirá. Como la medicina era absolutamente
irreversible, el efecto se producirÃa, por lo que no habÃa necesidad ni siquiera
de orar o esperar que Dios interrumpiera el orden universal por aquella
estupidez».
Con suavidad el EspÃritu Santo inundó todo su ser con el conocimiento cierto
de que ella era diferente. ¡Ella era hija del Rey! Por tanto, tenÃa un privilegio
especial que los demás médicos no tenÃan. TenÃa derecho a pedirle a Dios el
Padre, en el nombre de Jesús, que corrigiera su error. Esa era una de las
muchas cosas por las que Jesús habÃa muerto en la cruz.
Abruptamente dio media vuelta y corrió a la capilla y se echó sobre sus rodillas
delante del Señor. Le pidió fervientemente que corrigiera su error, ya que era
una hija del Rey afianzada en hebreos 4:16:
«Lleguémonos pues confiadamente al trono de la gracia para alcanzar
misericordia, y hallar gracia para el oportuno socorro».
Se levantó y regresó a la UCC. Al llegar encontró que la presión del paciente
habÃa vuelto a la normalidad, ¡y no tenÃa dolor! Un nuevo electrocardiograma
reveló que el corazón estaba trabajando perfectamente bien. Lo dieron de alta
dos dÃas después sin ningún daño en el corazón.
Aprendió también a seguir mejor la dirección del Señor a toda hora. Muchas
veces él le hablaba a su espÃritu en voz suave, y le señalaba errores antes de
cometerlos, o le recordaba algo que habÃa olvidado o pasado por alto o algo
que habÃa leÃdo o aprendido en el pasado. Aprendió a ayunar y a orar que el
Señor le revelara el diagnóstico en casos difÃciles. Aprendió a depender del
Señor para tener destreza en las manos, y a nunca hacerle nada a un paciente
sin primero orar que Jesucristo, el Gran Médico, pusiera Sus manos en las de
ella y le impartiera su destreza. En todos los años hasta ahora, el Señor se ha
mantenido fiel a ella y nunca ha tenido una complicación seria por culpa de
algo que hubiera hecho mal.
Como a los seis meses de su internado, tras apenas haber sido asignada de
nuevo a la Unidad de Cuidado Intensivo (UCn, el joven pastor que habÃa visto
en emergencia finalmente se recobró lo suficiente para poder hablar. Rebeca
habÃa estado bien al tanto de su estado, y constantemente habÃa orado por él.
El Señor frecuentemente la impulsaba a ir a su cuarto y conversarle. Un dÃa él
le contó lo que de veras le habÃa sucedido y que habÃa provocado su ingreso al
hospital.
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Roberto era pastor de una pequeña iglesia cristiana en aquella ciudad. HabÃa
estado trabajando con algunas personas que adoraban a Satanás. En un
pueblo cercano habÃa una comunidad satánica muy grande, y el satanismo
andaba rampante por aquel estado. Siguiendo la dirección del Señor, habÃa
estado ganando para Cristo a un buen número de aquellas personas. HabÃan
dejado de servir a Satanás y habÃan aceptado a Jesucristo como Señor y
Salvador. Los habÃa ayudado a echar fuera los demonios que ellos mismos
habÃan pedido que entraran en ellos para obtener poderes brujos. La noche en
que Rebecca lo vio llegar al hospital, habÃa sido secuestrado por los satanistas,
quienes lo habÃan llevado a una de sus reuniones. Lo pusieron en la plataforma
frente al grupo y lo torturaron. Estaban clavándolo en una cruz cuando uno de
los miembros gritó que alguien habÃa visto algo sospechoso y habÃa llamado a
la policÃa. (Los satanistas tenÃan un receptor de la policÃa a través; del cual se
imponÃan de todas las llamadas.) Roberto ~e desmayó cuando lo estaban
crucificando y no supo más hasta que despertó en el hospital.
Rebecca estaba sorprendida, pues nunca habÃa oÃdo de algo igual. ¿Explicaba
aquello la oscuridad espiritual que podÃa percibir en el hospital? Pronto sabrÃa
mucho más de eso.
Cuando comenzaba su segunda ronda en la Unidad de Cuidado Intensivo su
inquietud aumentó. Cada noche en que estaba de guardia, tenÃa bajo su
responsabilidad a todos los pacientes de las unidades de cuidado. Un dÃa
empezó a notar que a pesar de que trabajaba con sus pacientes en un
dedicado espÃritu de oración, se producÃan muertes aparentemente
inexplicables.
En la enfermedad, tanto corno en la muerte de algún paciente, normalmente
hay una ordenada y verificable secuencia de acontecimientos. Por ejemplo, si
alguien cae en shock (baja presión arterial!) por alguna hemorragia, una vez
que se detiene la hemorragia por cirugÃa u otro medio y la sangre que ha
perdido le es repuesta con transfusiones, la presión arterial no tiene por qué
bajar de repente, a menos que .vuelva a producirse una hemorragia u otra
complicación con una infección fuerte.
Sin embargo, muchos de los pacientes de Rebecca llegaban a un estado
estable y de pronto, sin ninguna razón aparente, se agravaban. El corazón les
dejaba de latir, dejaban de respirar o la presión les bajaba a cero. Muchos
morÃan a pesar de que se tornaban todas las medidas para salvarlos. Rebecca
estudiaba las autopsias de esos pacientes, y se sorprendÃa todavÃa más cuando
descubrÃa que la muerte habÃa sido producida por el problema con que
originalmente habÃan ingresado en el hospital.
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Otra cosa que le preocupaba era la frecuencia y la manera en que se producÃa
lo que los médicos llaman «sicosis de UCI aguda». Cuando un paciente pasa
por la tensión de soportar una seria enfermedad, lo colocan en UCI (Unidad de
Cuidado Intensivo) por varios dÃas, donde la luz está encendida las 24 horas,
los monitores están funcionando y no hay ventanas. Debido a esto, algunos
pacientes se desorientan y comienzan a tener alucinaciones, y ven cosas que
no son reales. Sin embargo, en aquel hospital, la incidencia de sicosis de DCI
era mucho mayor que en cualquiera de los demás hospitales donde Rebecca
habÃa trabajo como enfermera o como estudiante de medicina.
Por eso se sintió guiada por el Señor a hablar con los pacientes apenas
empezaban a «ver» cosas. Para su sorpresa, ¡casi todos le decÃan que veÃan
demonios en la habitación!
Muy preocupada, comenzó a hablar de la incidencia de muertes y casos de
sicosis en las conferencias matutinas con todos los internos y residentes.
Aparte de ella, nadie más parecÃa estar preocupado por el asunto. Hasta
dudaban de ella. Tras el tercer intento de tocar el tema la llamaron a la oficina
del director del programa de entrenamiento y le dijeron que no volviera sobre
el asunto, que no tenÃa suficiente experiencia para saber de lo que estaba
diciendo. Cuando les dijo que tenÃa diez años de experiencia como enfermera
además de la Escuela de Medicina, le dijeron que si seguÃa causando
problemas tendrÃan que eliminarla del programa de entrenamiento.
Sus oraciones matutinas cobraron mayo!' intensidad cuando trató de recibir
revelación de Dios en cuanto a lo que estaba pasando. La primera se produjo a
través de uno de sus propios pacientes.
Perla era una anciana de color del sur de Estados Unidos que habÃa estado bajo
el cuidado de Rebecca por seis meses. Se trataba de una cristiana vigorosa a la
que Rebecca habÃa llegado a conocer bien y a querer mucho. Una noche llegó
muy enferma al hospital y Rebecca la ingresó en la Unidad de Cuidado
Intensivo. A la siguiente mañana al dirigirse Rebecca a la UCI para hacer sus
rondas, las enfermeras le comunicaron que Perla tenÃa sicosis de UCI. Rebecca
se sorprendió porque sabÃa que la anciana era una cristiana fuerte, muy sufrida
y que no se asustaba fácilmente.
Al llegar al cuarto la encontró llorando. Cuando le preguntó por qué lloraba,
Perla le dijo que si no la sacaba de la UCI de inmediato, «aquella enfermera
nocturna la matarÃa». Entonces le contó que la enfermera del turno de la noche
habÃa ido a hablar con ella para decirle que no era necesario luchar por seguir
viviendo, que fácilmente reencarnarÃa a una siguiente vida; que llamarÃa al
«poder supremo» para que viniera y la escoltara a la próxima «bella vida».
Cuando la enfermera puso sus manos en las suyas y pronunció palabras que
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tenÃan la resonancia de un idioma extranjero, ella reconoció que se trataba de
un encantamiento. Dado su trasfondo cultural, ella sabÃa de vudú, magia negra
y demonios. Afirmó haber visto demonios en el cuarto. Le dijo a Rebecca que
estaba demasiado débil para seguir luchando y que sabÃa que si aquello se
volvÃa a repetir esa noche, morirÃa.
¡Rebecca quedó pasmada! ConocÃa a Perla lo suficiente para saber que no
estaba mintiendo, y que tampoco estaba de algún modo fuera de sÃ; pero la
enfermera a la que ella se referÃa era nada menos que la encargada de la DCI
en el turno de la noche. Era una señora mayor, agradable, atractiva y una
profesional excelente. Era bien organizada, entendida y procuraba que los
pacientes fueran bien atendidos. Era muy respetada por los médicos y las
demás enfermeras. Aunque siempre le habÃa parecido un tanto frÃa y retraÃda,
creÃa que era por las presiones del trabajo. Nunca le habÃa hallado ni siquiera
una falta en su trabajo.
SabÃa que no podÃa hablar con ninguno de sus colegas sobre el problema
porque iban a pensar que estaba loca. Tampoco podÃa acusar a la enfermera
porque no tenÃa pruebas. En aquel tiempo Rebecca no sabÃa mucho de brujas y
casi nada de demonios. Solo podÃa hacer una cosa: presentarle el problema al
Señor en oración. AsÃ, cada momento libre que tuvo ese dÃa 10 pasó de rodillas
en la capilla. (Siempre estaba sola en la capilla porque nadie la usaba.) Ya
tarde en el dÃa, el Señor le confirmó en su corazón que Perla estaba diciendo la
verdad. El Señor también le ordenó que pasara la noche junto a ella, ya que
ésta estaba demasiado enferma para que la sacaran de la DCI. Y podrÃa
hacerlo porque esa noche no tenÃa guardia.
Lo que sucedió habrÃa de transformar para siempre su vida. Sentada junto a la
cama de Perla, sin esperar que sucediera nada, sintió opresión demonÃaca
corno jamás la habÃa sentido. Helen, la encargada de la UCI, no fue al cuarto
de Perla aquella noche. Rebecca sintió que un tremendo poder invisible se
proyectaba contra ella. Sintió corno si una mano gigante tratara de aplastarla
contra una pequeña mancha de grasa en el piso, corno si una fuerza invisible
estuviera tratando de chuparle la vida. Trató de razonar cientÃficamente lo que
sentÃa, de convencerse de que solo era su imaginación, pero no le valió de
nada. Sintió que el cuerpo se le estaba debilitando tanto que apenas podÃa
permanecer sentada. Perla 10 sintió también. Se tornaron de la mano, y
Rebecca oró en voz baja que el Señor las protegiera con el escudo de la
preciosa sangre de Jesús. «Y lo han vencido [a Satanás] por la sangre del
Cordero, y por la palabra de su testimonio». Aquella noche hubo una lucha
tremenda, pero Perla sobrevivió y Rebecca la sacó de la UCI a la siguiente
mañana.
11
Las siguientes revelaciones llegaron pronto. Rebecca estaba dirigiendo un
estudio bÃblico esa semana con algunas de las enfermeras que habÃa llevado al
Señor. Una de ellas, Jean, se puso un dÃa a hablarle del satanismo con el que
habÃa estado relacionada antes de su conversión. Le dijo que Helen la habÃa
estado entrenando para médium y que estaba a punto de iniciarse en el grupo
cuando ella le habló del Señor. Como resultado, habÃa aceptado a Jesucristo
como Señor y Salvador y no habÃa querido saber más de Helen y las demás
satanistas. Por todo esto, Jean tenÃa mucho miedo de Helen y sus amigas.
Dijo que se habÃa enterado de que Helen consideraba una tarea especial cuidar
de los enfermos más graves de la UCI. Mientras lo hacÃa, conversaba con ellos
y les decÃa que no habÃa necesidad de que lucharan por seguir viviendo, ya que
pronto reencarnarÃan a la siguiente vida y no tendrÃan más sufrimientos.
Entonces, con su consentimiento o sin él, les imponÃa las manos e invocaba
espÃritus demonÃacos (a los que llamaba «poderes superiores») para que
fueran y condujeran a aquellos pacientes a la próxima vida. A menudo los
pacientes se agravaban y morÃan. Jean temÃa contarlo porque la jefe de las
enfermeras y los médicos tenÃan muy buen concepto de Helen, y sabÃa que no
le creerÃan. Es más, después de entregarse a Cristo, Jean se las arregló para
que la transfirieran a otro turno en que no tuviera que trabajar con Helen.
Habló de la comunidad ocultista que habÃa cerca de la ciudad y que era uno de
los mayores centros de distribución de literatura del ocultismo en los Estados
Unidos. Era, además, un inmenso campo de adiestramiento de brujas y tenÃa
incluso una iglesia satánica. Le confirmó todo lo que el joven pastor le habÃa
dicho y temÃa que a ella le sucediera lo mismo. Nadie en los alrededores
tomaba en serio a aquella comunidad, pero eso era precisamente lo que
Satanás querÃa.
Rebecca se enteró también por varias otras fuentes que otras enfermeras y
médicos del hospital estaban envueltos en el ocultismo y en culto y la
comunidad satánicos. Le presentó el asunto al Señor y recibió confirmación. Se
puso a estudiar la Biblia con fervor para aprender más de Satanás y los
demonios. Asà supo que la gente podÃa ser poseÃda por demonios y podÃan
utilizar poderes demonÃacos para hacer cualquier cosa. Fue en ese punto que
comenzó el estado de guerra activo contra Helen y los demás satanistas que
trabajaban en el hospital.
En sus perÃodos de oración matutinos comenzó a pedirle al Señor que atara los
poderes demonÃacos en aquel lugar y en las personas que ella sabÃa que
participaban. Todos los dÃas por la noche antes de salir del hospital, pasaba por
la UCI y otros pabellones, y quieta pero a viva voz imponÃa autoridad sobre los
espÃritus demonÃacos que estuvieran allà ya o que fueran a estar por aquellos
12
lugares durante el resto del dÃa y de la noche, y los ataba con el poder del
nombre de Jesucristo. Le pedÃa también al Señor que escudara de las fuerzas
demonÃacas a los pacientes.
Muchas noches en que estaba de guardia, la llamaban a la UCI, o a algunos de
los pabellones a atender a algún paciente que habÃa empeorado. A medida que
Dios le fue dando discernimiento en cuanto a qué problemas se debÃan a
interferencias demonÃacas fue aprendiendo a afianzarse en Lucas 10:19:
«He aquà yo os doy potestad de hollar sobre las serpientes y sobre los
escorpiones y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará»
y sobre Marcos 16:17:
"y estas señales seguirán a los que creyeren: En mi nombre echarán fuera
demonios».
Muchas veces tenÃa que pararse junto a la cama de un paciente y batallar en
oración silenciosa, imponiéndose a los demonios y ordenándoles salir de allÃ, e
invocando la protección del Señor Jesucristo sobre el paciente, mientras Helen
(u otra de las enfermeras que eran brujas) estaban al otro lado de la cama
dirigiendo todo el poder demonÃaco de que disponÃan contra ella y el paciente.
Por supuesto, empleaba todo sus conocimientos de medicina para tratar de
detener el mal curso de la enfermedad, pero pronto aprendió que ni todos sus
conocimientos servÃan si no los combinaba en la batalla espiritual con la
oración.
Como era de esperarse, a Helen, a Satanás y a las otras brujas no les gustaba
para nada las actividades de Rebecca. La batalla arreció. Rebecca trató de
poner al tanto de lo que sucedÃa a un par de compañeros de trabajo que eran
cristianos, pero no le creyeron. Le dijeron que estaba enferma y agotada, y
que se estaba imaginando cosas.
A medida que la batalla arreciaba, su enfermedad neuromuscular empeoró. Se
puso, entonces, bajo el cuidado de uno de los mejores médicos del hospital.
Pero a pesar de sus oraciones y el esfuerzo del médico, se dio cuenta que se
estaba muriendo. Por fin, en el último dÃa de su año de internado, se puso tan
mal que no pudo seguir trabajando. Consultó con varios de los especialistas
que la habÃan tratado quienes le dijeron que en su opinión no le quedaba
mucho de vida. Le preguntaron si querÃa que la ingresaran en aquel hospital o
preferÃa regresar a su pueblo. Optó por regresar. Salió de aquella ciudad y de
aquel hospital pensando que jamás volverÃa.
Se sentÃa agobiada y apesadumbrada por las tantas personas de aquel lugar
que estaban cautivas de los poderes de las tinieblas.
13
Los próximos treinta dÃas fueron dÃas de agonÃa. La enfermedad progresó al
extremo de estar tan débil que no podÃa caminar, y ni siquiera bajar sola de la
cama. Pero en todo tuvo una total y hermosa paz. Jesús estaba al timón, y eso
era lo que importaba. En sus noches de desvelo a causa del intenso dolor
disfrutaba la dulce comunión con el Señor y fervientemente esperaba que
pronto El se la llevarÃa.
Un dÃa, hacia el final de aquel largo mes, el pastor de su iglesia, el pastor Pat,
la fue a visitar. Como era un hombre de Dios, el pastor Pat no se conformaba
con la certeza de que Rebecca iba a morir, y presentó el caso ante el Señor en
oración. Fue a hablar con ella y le dijo que el Señor le habÃa revelado que su
voluntad no era que muriera. -Sé que esto puede sonar ridÃculo, pero creo que
el Señor me ha revelado que estás bajo el ataque de un poderoso grupo de
brujas. Tu enfermedad ha empeorado mucho por los poderes demonÃacos que
te están lanzando. ¿Es posible? ¿Has estado en contacto con algunas brujas?
¡Al instante Rebecca comprendió! ¿Cómo no habÃa relacionado su estado con la
batalla que habÃa estado librando contra los satanistas del hospital? Como
nunca le habÃa contado al pastor Pat sus experiencias, le refirió los
acontecimientos del año anterior.
Pat se paseó de un lado a otro muy preocupado. Luego se volvió y le dijo: -Yo
sé que no es la voluntad del Señor que tú mueras. No cabe duda que tu
enfermedad es causada por brujerÃa. Tenemos que orar y contener el poder de
esas brujas.
¡Y sà que oró! No solo el pastor, sino los ancianos y unos 200 miembros de su
iglesia ayunaron y oraron las 24 horas del dÃa toda una semana. Intercedieron
por Rebecca, y le pidieron al Señor que la escudara y quebrantará el poder de
las brujas que habÃa sido dirigido contra ella. Como a la semana, una noche en
que permanecÃa en su cama al borde de la inconsciencia, el Señor puso en su
mente algo que habÃa leÃdo en un libro de Watchman Nee: «A menos que un
cristiano entienda claramente que su trabajo ha terminado y que ya el Señor
no requiere que permanezca aquÃ, debe resistir a la muerte por todos los
medios. Si los sÃntomas de la muerte aparecen en su cuerpo antes de que su
labor haya terminado, definitivamente debe resistir a la muerte y sus
sÃntomas.
Aceptar simplemente - por el ambiente, la condición fÃsica y las emociones que nuestro tiempo ha llegado es un error de nuestra parte; mejor busquemos
una indicación definitiva del Señor. Como vivimos para El, debemos morir para
El. Cualquier llamada a partir que no proceda del Señor debe ser resistida.
14
Para vencer a la muerte, los creyentes deben de pasar de una actitud de
sumisión a una actitud de resistencia. A menos que nos despojemos de nuestra
pasividad no podremos derrotar a la muerte. Ella se burlará de nosotros y
finalmente se producirá un inoportuno fin. Muchos santos hoy dÃa confunden la
pasividad con la fe. Razonan que lo han puesto todo en las manos de Dios. Si
no tienen que morir, Ellos salvará; si tienen que morir, sin duda permitirá que
mueran: hágase la voluntad de Dios. Suena correcto, pero ¿es eso fe? No. Es
simplemente pasividad perezosa. Cuando no sabemos cuál es la voluntad de
Dios, es correcto decir: «No se haga mi voluntad sino la tuya» (Lucas 22:42).
Esto no quiere decir que no tengamos que orar especÃficamente, dejando que
nuestras peticiones sean conocidas de Dios. N o debemos someternos
pasivamente a la muerte, porque Dios nos ordena actuar en correlación con su
voluntad. A menos que sepamos definitivamente que Dios quiere que
muramos, no debemos permitir pasivamente que la muerte nos subyugue. Más
bien debemos cooperar. Activamente con la voluntad de Dios resistiéndola.
¿Por qué debemos adoptar una actitud as� La Biblia trata a la muerte como
nuestra enemiga (l Co. 15:26).»
A medida que el Señor traÃa a su memoria aquel pasaje, el EspÃritu Santo le
dijo que no era la voluntad del Padre que muriera, pues todavÃa tenÃa mucho
que hacer. DebÃa levantarse, resistir a Satanás, rechazar la enfermedad y la
muerte. Le costó un poco hacerlo, porque en lo más Ãntimo de su corazón no
querÃa vivir. No deseaba seguir luchando, sino ir al cielo con el Señor y
disfrutar la paz y el gozo que allà le esperaban. Pero la quieta y suave voz del
EspÃritu Santo fue insistente.
Al fin, con muchas lágrimas, se irguió sobre «la Roca», comenzó a reprender a
Satanás y a ordenarle en el nombre de Jesús que se fuera, que no iba a seguir
aceptando la enfermedad que habÃa enviado contra ella, y que no iba a aceptar
la muerte. Más tarde el Señor le reveló que la única razón por la que se habÃa
manifestado aquella noche para que se levantara y luchara contra la muerte,
habÃa sido la poderosa intercesión del pastor Pat y la gente de la iglesia.
La enfermedad le habÃa dañado tanto los músculos que tardó tres meses en
recuperarse. Pero el Señor la levantó y la sanó completamente. Asà que
regresó al Memorial Hospital para terminar sus últimos dos años de
entrenamiento, lista al fin para el encuentro que el Señor le habÃa estado
concertando con Elaine, la bruja principal que habÃa intentado matarla.
15
Capitulo 02
Aparece Elaine
El matrimonio de mis padres fue muy inestable. Mi padre era un borracho que
se creÃa un regalo de Dios para las mujeres. Maltrataba mucho a mi madre.
Cuando nacà se paró al pie de la cama y le estuvo gritando que era mejor que
yo me muriera hasta que mi madre le arrojó un vaso.
Mi nacimiento fue como cualquier otro, como el de los cientos que nacieron el
mismo dÃa en todo el mundo, excepto que yo nacà deformada. No tenÃa nariz,
ni labios, ni cielo de la boca. Era lo que llaman un severo caso de labio leporino
con paladar hendido. Mi madre quiso verme tan pronto nacÃ, y claro, para ella
yo era bella, aun con mis deformidades. Su primera pregunta fue:
-¿Pueden arreglárselos?
Pero la pobre estaba en la miseria. No tenÃa dinero ni manera de ganarlo. En
aquellos dÃas no habÃa programas de beneficencia estatal como hoy dÃa, pero
mi madre no era de las que se resignaba por ser pobre.
Sucedió que en el mismo hospital habÃa una enfermera llamada Helen. HabÃa
ayudado en mi nacimiento. Helen conocÃa las circunstancias en que vivÃa mi
madre, asà como la actitud de odio de mi padre. No era una enfermera
cualquiera, sino una poderosa bruja y miembro de lo que se habÃa convertido
en una de las más poderosas pero menos conocidas sectas en nuestro paÃs.
Esta secta se autodenomina La Hermandad y rinde adoración a Satanás. Helen
era, en aquel momento, lo que la secta llama «persona de contacto;>. Su
contacto con mi madre habrÃa de afectarme por el resto de mi vida, asà como
la vida de Rebecca.
Al otro dÃa de mi nacimiento Helen se acercó a mi madre con una proposición.
Si mi madre le permitÃa sacarme un poquito de sangre, ella y sus «amigas» le
proporcionarÃan la manera de obtener el dinero y la ayuda necesaria para
conseguir la mejor cirugÃa y los mejores servicios médicos. Mi madre no
entendÃa por qué Helen hacÃa todo aquello por algo al parecer tan
insignificante. Aparentemente no entendió el significado de lo que Helen le
explicaba. Pero, como no parecÃa haber otra fuente a dónde acudir en busca de
la ayuda que desesperadamente necesitaba, y como Helen le reiteraba que
jamás me harÃa daño, mi madre accedió a la proposición. Helen era una joven
atractiva que parecÃa de verdad interesada y sincera en su deseo de ayudarme
a mà y a mi madre.
16
Lo que no le explicó a mi madre fue que mi sangre constituÃa para ella una
«venta» bien importante. El frasquito con la sangre que me sacaron fue
entregado a una mujer llamada Grace. Grace pertenecÃa también a la secta
satánica. Era lo que llamaban gran sacerdotisa. La venta de mi sangre
otorgarÃa a Grace más poder, más actividad y una más alta posición en la
secta. Helen, también, obtendrÃa más poder con aquella transacción.
Helen me sacó la sangre y se la entregó a Grace.
Grace entonces bebió mi sangre durante una ceremonia que concedÃa a ella ya
Satanás posesión de mi persona, y me abrÃa como morada de muchos
demonios desde ese momento en adelante. Grace, por orden de Satanás,
envió a mà espÃritus que habrÃan de modelar y conformar mi vida, mi
personalidad y mi futuro.
Mi madre no era cristiana, ni tampoco sabÃa que lo que habÃa hecho me
convertÃa en persona marcada y observada por los satanistas, y que, más
tarde, resultarÃa en mi participación en el culto. Si lo hubiera sabido, nunca
hubiera dicho que sÃ, que podÃan sacarme aquella pequeña cantidad de sangre.
Tiempo después, ya como miembro de la secta, habrÃa de presenciar varias de
aquellas ventas y siempre me dolÃa pensar en las consecuencias en la vida del
recién nacido.
Satanás habÃa obtenido una valiosa prenda: una recién nacida en la que
demonios y espÃritus podrÃan hallar albergue y que habrÃa de crecer y ser
poderosa y ágil en la vida. A medida que fui teniendo conciencia de mà misma,
aun en mis más tempranos dÃas, sabÃa que algo extraordinario sucedÃa dentro
de mÃ, aunque no sabÃa lo que era.
Cuatro dÃas después de mi nacimiento, le dijeron a mi madre que me llevarÃan
a un enorme centro médico. Allà me sometieron a varias operaciones.
MuchÃsimas. Es más, fueron dieciséis años de cirugÃa plástica para construirme
un rostro. Tuve que pasar muchas horas de terapia de la voz y el oÃdo,
trabajos dentales, de todo. Era el comienzo de muchos años de dolor, soledad
y rechazo. Dolor, porque la cirugÃa plástica arde horriblemente durante los dÃas
de convalecencia después de la operación. Soledad, porque yo no era como los
demás niños. Rechazo, por la reacción que provocaba mi desfiguramiento.
TenÃa muy pocos amigos. Me volvà dura, peleadora. Aprendà a pelear y a pelear
bien para poder sentir algo de amor propio. TenÃa tantas interrupciones en mis
estudios a causa de las operaciones que me era muy difÃcil conservar las
amistades que adquirÃa.
Los niños de la escuela parecÃan divertirse empujándome, pellizcándome y
burlándose de mà hasta que ya yo no resistÃa más. Cambiaba de escuela con
17
tanta frecuencia que nunca fui a la misma escuela dos años seguidos. Mis
padres pensaban que era mejor no tener que enfrentarme al mismo grupo un
segundo año. Pero me volvÃa a encontrar con los mismos niños todas las
veces. Cada escuela era igual, la reacción era igual. Nada cambiaba cada
agonizante año.
Mi madre se volvió a casar poco después de mi nacimiento. Mis padres no iban
a la iglesia. A mà no me impedÃan ir, pero ellos no iban. Uno esperaba por el
otro. Como siempre sucede, uno se queda esperando si espera demasiado por
el otro y no da el primer paso.
Por fin me unÃ
en una iglesia
aceptó porque
para la música
a un grupo de jóvenes de una iglesia. Era un grupo muy activo
pentecostal. Yo TenÃa dieciséis años y el grupo de jóvenes me
podÃa cantar, y tocar la guitarra y los tambores. TenÃa talento
y el arte. Fui bastante feliz pero por poco tiempo.
A medida que crecÃa fui descubriendo que tenÃa poderes inexplicables y no
sabÃa qué hacer con ellos, ni qué era, ni de dónde procedÃan. Algunos me
decÃan que tenÃa «dones». Tengo una tÃa que está muy metida en la brujerÃa y
el espiritismo. A veces nos llevaba a su casa para mostrarnos algunos
«juegos» de magia. Yo siempre tuve una gran habilidad con la ouija, la baraja,
etc. Cuando alcancé la adolescencia descubrà que podÃa influir en los demás
para que hicieran mi voluntad. Y tenÃa también más fuerza fÃsica de lo normal.
Recuerdo que en mi primer año de la escuela superior se me acercó una
lesbiana que trató de entretenerse conmigo después de la clase de gimnasia.
Me entró una furia incontrolable y casi la ahogué en la taza del inodoro. Era
mucho más grande que yo, pero la hubiera matado si varios adultos no
intervienen.
Permanecà en la misma escuela durante todo el bachillerato. Mis compañeros
se burlaban de mÃ. No hay nada peor en esa edad que la injurien y se burlen
de una. Llegué al punto en que ya no pude aguantar más. Estando en el grado
12, caminaba por el pasillo cuando el principal futbolista gritó:
-¡Miren a la fea de labio leporino!
Solté los libros y corrà hacia él. Lo próximo que supe es que cinco maestros
trataban de quitármelo. Por poco lo mato a golpes. Le partà la nariz, la
mandÃbula y varios huesos de la cara. TenÃa una fuerza sobrenatural. Aquel
muchacho pesaba cerca de cien kilos y yo no más de cuarenta. No recibà ni un
arañazo en la lucha, ni siquiera en los puños.
Aquella fuerza me asustaba, pero a la vez me gustaba. Era la única manera de
conseguir un poco de paz. Nadie podÃa meterse conmigo. Ahora lo recuerdo
18
con dolor, pero en aquel tiempo parecÃa valer la pena. Pero toda esa paz,
pronto habrÃa de descubrir, iba a ser obliterada por una mentira de Satanás
que por largo tiempo lamentarÃa y todavÃa lamento. Le doy gracias a Cristo
porque él me amaba entonces, aunque no me daba cuenta. Me encantaba la
fuerza que tenÃa. No sabÃa de dónde procedÃa pero querÃa averiguarlo para
obtener más. Fue entonces que conocà a Sandy en el grupo de jóvenes de la
iglesia. AsistÃa a la misma escuela que yo. TenÃa diecisiete años lo mismo que
yo. Sandy era «reclutadora» de la secta satánica y me guió en la siguiente
etapa del plan de Satanás para mi vida.
19
Capitulo 03
Ingreso en La Hermandad
Sandy se hizo muy amiga mÃa, casi podrÃa decir que la única amiga que tenÃa.
La conocà en la iglesia en la reunión de jóvenes que mencioné. Yo no iba a la
iglesia para oÃr del Señor: iba para relacionarme con otros jóvenes. Sandy y yo
trabajábamos juntas en varios programas de jóvenes de la iglesia y en la
escuela andábamos juntas, estudiábamos juntas y salÃamos a tomar refrescos
juntas.
Era bonita. TenÃa mejor posición económica que yo, vestÃa muy bien y era muy
popular. No parecÃa importarle mucho lo que a mà se referÃa. Yo tenÃa la
impresión que se habÃa hecho amiga mÃa más por lástima que por cualquiera
otra cosa. Ignoraba que era reclutadora de La Hermandad. Poco después del
incidente con el futbolista, Sandy me dijo que habÃa notado que yo tenÃa
poderes que muy pocos tenÃan. Me dijo que sabÃa dónde podrÃa averiguar para
tener más de esos poderes.
-Escúchame - me dijo también -, sé que te sientes sola y deprimida, y creo
que tengo algo que te puede ayudar. La iglesia a que asistimos no se interesa
mucho en ti, y Dios tampoco se interesa por ti. Si se interesara, no hubiera
dejado que nacieras como naciste.
Entonces me ofreció la oportunidad de ir con ella a un «campamento de
jóvenes» patrocinado por el «grupo» al que ella y su familia pertenecÃan. Lo
llamaba «campamento de la iglesia». Estaba situado en un pueblecito a varios
kilómetros de allÃ. Se celebrarÃa en el verano. Como no iba a haber clases en
aquel tiempo y no tenÃa otra cosa que hacer, decidà ir.
Le dije a mis padres que iba a ir a un campamento de la iglesia (en realidad no
les importaba lo que yo hiciera). Me sentÃa temerosa y alborozada. Por fin
habÃa hallado una amiga y aquello resolverÃa el problema de mi soledad y las
preguntas sobre el extraño poder que habÃa en mÃ. Sandy me estuvo hablando
del campamento por varios dÃas antes de que fuéramos. Me lo describió como
el lugar ideal en que me aceptarÃan y me harÃan sentir que me querÃan y que
me necesitaban. Necesitaban mis poderes, me dijo, y éstos podrÃan ser
perfeccionados. PodrÃa convertirme en un personaje importante, y volverme
famosa, o rica, lo que yo quisiera. Mientras me hablaba sentÃa que aquel
extraño poder en mà se agitaba y crecÃa.
Lo que Sandy evitaba era mencionar la palabra «secta», o contarme la verdad
acerca del grupo. Me detendré aquà para decir en resumen lo que era el grupo.
20
Aquel grupo que en secreto se auto denomina La Hermandad está compuesto
de personas directamente dominadas por Satanás, a quien rinden culto. Es una
peligrosa secta que crece velozmente. Tiene dos grandes centros en los
Estados Unidos: el de la costa occidental, principalmente en la zona Los
Ãngeles-San Francisco, y otro en el medio oeste estadounidense donde vivÃa
yo. Están divididos en grupos locales o capÃtulos. Un capÃtulo puede tener
desde cinco o diez hasta varios miles de personas. Es la secta que Hal Lindsey
menciona en su libro Satanás vivo y activo en el planeta tierra.
Es una secta en extremo secreta. No se guarda registro de miembros. Hasta
los contratos con Satanás que firman con sangre los miembros son quemados
por los sumos sacerdotes y sacerdotisas. (Esto no lo saben los miembros de
bajo rango.) Infestan todos los niveles de la sociedad: pobres y ricos; los muy
cultos, la policÃa, funcionarios del gobierno, comerciantes, y hasta algunos que
se llaman ministros cristianos. La mayorÃa asiste a las iglesias cristianas locales
y se les considera «buenos ciudadanos» porque participan en las actividades
cÃvicas. Lo hacen para presentar una fachada. Viven vidas dobles y en eso son
expertos. Expertos en el engaño.
«Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se transfigura en ángel de luz.
Asà que no es mucho si también sus ministros se transfiguran como ministros
de justicia... »
2 Corintios 11:14-15
En sus reuniones utilizan nombres codificados.
Cuando se encuentran en la calle, a menudo no se conocen por su verdadero
nombre. Son sometidos a la rÃgida disciplina de Satanás y los demonios.
Ofrecen sacrificios humanos varias veces al año y de animales una vez al mes.
Los sacrificios humanos la mayorÃa de las veces son de recién nacidos: hijos de
miembros solteros de la secta atendidos por médicos y enfermeras de la secta.
Como la madre no va a un hospital, no queda constancia ni del nacimiento ni
de la muerte del bebé. Otros sacrificios son vÃctimas de secuestros, o
miembros de la secta que son disciplinados o se ofrecen voluntariamente
porque, supongo yo, ya no pueden vivir consigo mismos. Muchos de ellos son
asesinos de sangre frÃa, en extremo habilidosos.
Cada capÃtulo es dirigido por un gran sacerdote y una gran sacerdotisa. Estos
llegan a esa posición ganándose el favor de Satanás por medios diversos y por
haber ido obteniendo mayores poderes de brujerÃa. Hay muchas luchas
intestinas en el grupo. Dentro de la secta existe una élite de brujas llamada
Hermanas de la Luz o Las Iluminadas.
21
En los Estados Unidos hay varios grupos ocultistas que se auto titulan Los
Iluminados, aunque la mayorÃa no forma parte de La Hermandad. Hay un
grupo llamado Los Iluminados cuya mayorÃa de sus miembros son
descendientes directos de los druidas de la antigua Inglaterra. Son en extremo
poderosos y peligrosos y están conectados con La Hermandad. Realizan con
frecuencia sacrificios humanos.
Las Hermanas de la Luz vinieron de Europa a Estados Unidos en las
postrimerÃas del siglo XVIII. Datan de la Edad Media en Europa, pero
ciertamente tienen sus raÃces en los hechiceros de los antiguos Egipto y
Babilonia que tenÃan tanto poder que pudieron reproducir tres de las diez
plagas enviadas a Egipto en tiempo de Moisés (ver Éxodo 7). Aquellos
hechiceros eran increÃblemente poderosos. PodÃan producir enfermedades y
matar sin tocar fÃsicamente a la vÃctima hasta a miles de kilómetros de
distancia. Es obra de demonios, desde luego, pero esas personas han sido
inducidas a creer que dominan a los demonios cuando en realidad Satanás y
los demonios se están valiendo de ellos. Personas dominadas por los demonios
cometen atrocidades dentro de su secta. Tan dominados están que pierden
todo sentimiento de amor y compasión y se vuelven tan crueles que apenas
parecen humanos.
La rapidez con que crece La Hermandad es señal de que estamos en los
últimos tiempos y es cumplimiento directo de la profecÃa bÃblica.
Me inicié en la secta aquel verano en que asistà con Sandy al campamento de
verano. Me sentÃa muy emocionada al llegar. Cuando una se emociona pierde
bastante de lo que ve y escucha. Primero nos llevaron a los dormitorios y nos
hicieron sentir muy bien. HabÃa muchas cosas buenas en el campamento:
museos, bibliotecas, diferentes casas a donde uno podÃa ir a ver clarividentes,
hipnotizadores, lectores de la mano y de barajas, expertos en vudú, etc.
Algunas de aquellas personas vivÃan allà todo el año, y otras no. Era el lugar en
que la secta oficialmente se relacionaba con el público que no nos conocÃa.
Asistimos a muchas clases en las que nos enseñaron a ampliar y a usar mejor
nuestros «poderes». Sandy me llevó a la primera reunión con Las Hermanas
de la Luz. Mucho más tarde descubrà que me habÃan estado observando desde
mi niñez, desde el momento de la venta de mi sangre que habÃan realizado
Helen y Grace.
Sandy me llevó a una inmensa iglesia satánica del plantel como dos horas
antes de la reunión más importante de la noche. El sol se ponÃa ya y la iglesia
entera estaba oscura, excepto por trece velas en cÃrculo situadas en el piso al
frente de la iglesia que arrojaban fantasmagóricas sombras sobre las trece
figuras sentadas en el piso, una detrás de cada vela. Al acercarnos pude notar
22
que eran trece mujeres, todas vestidas iguales, en blancas túnicas largas con
capuchas puntiagudas en la cabeza. Estaban sentadas sobre las piernas
cruzadas sobre el bien pulido piso de madera, con la espalda erguida y los
brazos doblados sobre el pecho, contemplando en absoluta concentración la
vela que cada una tenÃa delante.
Las velas eran de más de medio metro de largo y siete centÃmetros de
diámetro. Eran de cera negra y se asentaban sobre una tira de papel re
cubierta de escritura de fino trazo. Las mujeres no llevaban joyas ni ornamento
de ningún tipo. No habÃa movimiento en ellas excepto el continuo y tenue
canto y tarareo en que elevaban sus oraciones a Satanás. Se sentÃa allà un
poder que me tuvo fascinada e impávida. Al sentarme y contemplarlas durante
las dos horas de ceremonia, sentà revolverse fuertemente el inexplicable poder
que dentro de mà habÃa.
Me sentà compelida a regresar la siguiente noche a ver la misma ceremonia.
SabÃa que eran Las Hermanas de la Luz porque Sandy me lo dijo. Los demás
miembros de la secta las llamaban «madres», y pocos sabÃan que se trataba
de aquella élite. Jamás revelaban a un varón su identidad ya que los varones
estaban excluidos del grupo. Sin embargo, son el poder y la fuerza principal de
la secta, y constituyen un secreto estrictamente guardado aun dentro de la
secta misma. No toleran debilidades en ninguna de sus miembros; las débiles
son destruidas. Hay muy pocas jóvenes entre ellas.
Después de la ceremonia de la segunda noche una de aquellas mujeres se me
acercó. Me dijo que habÃa notado mi interés y que ya sabÃa de mi
extraordinaria fuerza, que le gustarÃa que entrara en algún programa de
adiestramiento. Eran sencillas y agradables y me dijeron que podÃan
enseñarme a incrementar grandemente mis poderes como ningún otro grupo
podÃa hacerlo. Me tragué el anzuelo con cordel y plomada.
Primero me hablaron de la grandeza que alcanzarÃa, de cómo podÃa valerme
del poder que habÃa dentro de mà para obtener lo que necesitaba, y lo que
quisiera tener. Aquel poder procedÃa de Satanás, no de Dios. Fueron los
primeros en decirme aquello, y me dijeron también que Satanás es el único
dios verdadero. Me enseñaron a entonar sus cánticos y tarareos. Me dijeron
que si querÃa algo, solo tenÃa que encender mi vela y poner mis oraciones
debajo. N o solo peticiones a mi favor, por supuesto, pues no debÃa ser
egoÃsta. PodÃa orar por la mejorÃa de una persona o por su caÃda, no
importaba, siempre y cuando hubiera el nombre de otra persona en el papel
además del mÃo.
Por fin llegó el último dÃa. Yo ya estaba lista para el regreso. De pronto me vi
frente a la realidad de que la bondad de la gente del campamento no era más
23
que una fachada y que mi participación ya no era en juego, ni voluntaria.
Cuando me encontré con Sandy para el regreso me dijo que Las Hermanas de
la Luz le acababan de decir que a mà y a otras personas «bien dotadas» nos
estaban dando un entrenamiento especial. Me dijo que el gran sacerdote y la
gran sacerdotisa querÃan hablar conmigo en la iglesia antes de que me fuera.
Fui a la iglesia y entré junto con otros. En seguida unos guardas armados se
situaron frente al pequeño grupo a la entrada de la iglesia. El gran sacerdote
nos dijo entonces que habÃamos sido seleccionados para unirnos a La
Hermandad, lo cual significaba firmar con nuestra propia sangre un contrato
con Satanás en una reunión a la siguiente noche. Le pregunté qué decÃa el
contrato y se me dijo que yo estaba entregando a Satanás mi cuerpo, alma y
espÃritu a cambio de muchas «bendiciones». Se nos dijo que si no querÃamos
hacerlo emplearÃan cierta «persuasión» para hacernos cambiar de opinión. Les
dije que de ninguna manera iba yo a firmar un contrato asÃ. La gran
sacerdotisa me tomó aparte y me informó que no tenÃa alternativa. La miré
fijamente a los ojos y le dije:
-¡Vete al infierno, perra asquerosa! Creo que ustedes son horrendos, asà es
que no voy a firmar nada.
Inmediatamente un guarda de gran estatura que esgrimÃa una metralleta se
puso detrás de mÃ, me agarró el brazo por la muñeca y me lo dobló hacia atrás
y hacia arriba con tanta fuerza que sentà que se me partÃa. Me ordenó que me
arrodillara ante la gran sacerdotisa y le pidiera perdón por mi falta de respeto,
y que si no lo hacÃa, me iba a estar golpeando hasta que lo hiciera. Enfurecida
le grité:
¡Pues empieza ya, porque no me voy a arrodillar ante ninguna mujer!
Me lanzó un manotazo con toda su fuerza y me dio con el puño en la sien. No
supe más de mà hasta que desperté en una celda de metro y medio. Era una
celda totalmente vacÃa con un duro piso de madera. La puerta tenÃa una
ventana pequeña que daba a un pasillo desde el que me podÃan observar.
Estaba casi completamente oscuro. Estuve veinticuatro horas allÃ, veinticuatro
horas que me parecieron dÃas. No me dejaban dormir con unos altoparlantes a
todo dar. Me repetÃan que toda gloria, honor y honra habÃa que dársela a
Satanás. Que tenÃa que pedirle perdón a Satanás. Que Satanás era el dios del
universo. Me dijeron que tenÃan vigilada a mi familia, y que si no aceptaba sus
dictámenes y regulaciones y firmaba el contrato, los iban a torturar y a matar.
Durante todo aquel tiempo me privaron de agua y alimento.
La noche siguiente dos guardas me condujeron a otro cuarto donde me
esperaban dos de Las Hermanas de la Luz. Me ayudaron a bañarme, me
24
pusieron una túnica de satÃn blanca sobre el cuerpo desnudo. Estaba descalza.
La túnica llegaba al piso y me la amarraron a la cintura con un cordón blanco.
Me pusieron una capucha puntiaguda y mangas largas sueltas. N o tenÃa
ornamento de ningún tipo. Las mujeres me dijeron que no debÃa luchar más,
que no podÃa eludir mi destino. Me hablaron de las grandes «bendiciones» que
recibirÃa de «mi padre Satanás».
Me llevaron a la reunión en una camioneta cerrada para que no viera el lugar,
pero no era la iglesia satánica del campamento. Solo pude darle una mirada al
exterior del edificio cuando me arrastraban hacia adentro. No tenÃa ventanas y
estaba en un bosque. ParecÃa algo asà como el almacén de granos de una
granja, aunque estaba aislado, y habÃa algo de paja en el piso de madera
interior.
El edificio estaba débilmente iluminado por muchas velas mortecinas a lo largo
de las paredes. Las velas estaban en grupo de tres: una negra, una roja y una
blanca en cada grupo. HabÃa de doscientas a trescientas personas sentadas en
burdos bancos de madera de frente a la entrada del cuarto. En la entrada
habÃa una plataforma de madera rodeada de llameantes antorchas sobre
pilotes de metro y medio de alto. Al frente, en medio de la plataforma, habÃa
un altar de piedras sin labrar que parecÃa una montura de caballo. (Más tarde
me enterarÃa que de veras 10 era, para permitir una fácil movilización.) Las
piedras eran grises con muchas manchas oscuras, resultado de la sangre de
los muchos sacrificios de animales y seres humanos realizados en aquel altar.
A pesar de mi agotamiento y temor sentà un revuelo de emoción al percibir el
tremendo poder invisible en aquel cuarto y el correspondiente revuelo del
poder que habÃa en mÃ. Quemaban incienso, el que llenaba con su olor la
habitación. Creo que tenÃa cierto tipo de droga porque pronto me sentÃ
bastante mareada. El cuarto quedó en absoluto silencio mientras las figuras de
las túnicas y las capuchas puntiagudas miraban con expectación la plataforma
vacÃa. A alguna señal invisible comenzaron a tañer campanas de mano
mientras el gran sacerdote y la gran sacerdotisa salÃan silenciosamente al
escenario de entre las sombras. Usaban túnicas idénticas. Eran de un satÃn
negro, del mismo estilo que la mÃa, ribeteados de rojo la capucha, los bordes
delanteros y los bordes de las largas mangas. TenÃan un cordón dorado atado a
la cintura. Iban descalzos como los demás. Cada uno llevaba un cetro de un
metro de largo. El de la gran sacerdotisa era dorado. En la parte superior tenÃa
una cruz invertida con una serpiente que culebreaba de la manilla a la cruz. El
cetro del gran sacerdote! tenÃa el mismo diseño pero era de plata. Los llevaban
reverentemente en el pliegue del brazo. Su presencia era impresionante y por
primera vez tomé conciencia del tremendo poder que tenÃan, y los envidié.
25
HabÃa muchos guardias armados en aquella reunión, por dentro y por fuera del
edificio. Era la primera vez que presenciaba un culto de verdad. Los demás no
habÃan sido más que teatro y alarde.
Después de las palabras iniciales, dos guardas me condujeron frente al altar. A
mà y a los demás nos presentaron a la congregación como nuevos miembros
«ansiosos» de unirse al grupo. El gran sacerdote fijó su atención en mà y dijo:
-Hermanos y hermanas de Satanás, os presentamos a esta joven llamada
Hermana ValentÃa (mi nuevo nombre). Os la presentamos porque ha solicitado
ser una de nosotros, y ahora a nuestro señor y dios nuestro amo, señor del
universo, y también el destructor, Satanás, le decimos: «Esta joven, la
Hermana ValentÃa, la entregamos a ti para que obedezca tus órdenes y sea lo
que tú quieras que sea. Le hemos prometido tus bendiciones según nos has
indicado que prometamos».
Me entregaron entonces un cuchillo para que me cortara el dedo, pero no quise
hacerlo. Inmediatamente uno de los guardias me descargó un latigazo en la
espalda que me hizo retorcerme en agonÃa, pero yo estaba determinada a no
doblegarme ante ellos. Con un chasquido de la mano la gran sacerdotisa le
indicó al guardia que no me pegara más. En una voz que destilaba desdén le
dijo que habÃa maneras mucho más efectivas de mostrarme mi equivocación.
Observé asombrada como ella y el gran sacerdote se situaba n en los dos
extremos de una gran estrella de cinco puntas dibujada en el suelo del
escenario. La estrella estaba pintada dentro de un cÃrculo y en cada punta
habÃa una vela negra. Con un simple gesto, sin siquiera tocarlas, la gran
sacerdotisa encendió todas las velas a la vez. Entonces comenzó una
imprecación, y el gran sacerdote se unió a ella en la entonación del conjuro. La
gente se unÃa al cántico en cierto punto cuando el tintineo de las campanillas lo
indicaba.
De pronto la estrella se vio envuelta en un murmullo de humo y luz
enceguecedora. Al instante el cuarto se llenó de un mal olor como de azufre en
ebullición y un enorme demonio apareció en fÃsica manifestación en el centro
del cÃrculo, rodeado de llamas. Era inmenso, de casi tres metros de alto. Me
miró con ceño fruncido y amenazante mientras se mecÃa de atrás hacia
adelante. La gran sacerdotisa (Grace) se volvió a mà y me dijo que si no
obedecÃa y firmaba el contrato me entregarÃan al demonio para que me
torturara hasta la muerte. ¡Para mà fue suficiente! Jamás habÃa sentido tanto
miedo, pero a la vez codiciaba el poder que Grace, la gran sacerdotisa, habÃa
manifestado. Estaba determinada a volverme tan poderosa corno ella para
poder vengarme de todo lo que aquella gente me habÃa hecho.
26
Cuando indiqué mi disposición a firmar el contrato, dos mujeres se adelantaron
y me colocaron una túnica negra sobre la blanca. La túnica negra era de
algodón pero con el mismo diseño de la blanca. El negro indicaba que ya no
era una novicia. Tomé el cuchillo que me ofrecÃan y me herà bien el dedo.
Entonces hundà una plumilla en mi sangre y firmé el contrato por el que
entregaba mi cuerpo, alma y espÃritu a Satanás.
Inmediatamente después de firmar me sentà envuelta en una descarga de
energÃa desde la punta de la cabeza a la punta de los pies. Fue tan fuerte que
me derribó al piso. Mientras en el piso yo trataba de recuperarme me di cuenta
que Grace hacÃa otra imprecación. A duras penas me puse de pie solo para
descubrir que Grace habÃa llamado a otro demonio. Este se acercó a donde yo
estaba y me dijo que iba a morar en mÃ. Extendió la mano y rudamente me
agarró por lo hombros antes de que yo pudiera decir algo. Inmediatamente me
sentà morir, con un fuego abrasador que me recorrÃa el cuerpo y volvà a oler
azufre. En medio de mi agonÃa me desmayé y no volvà a saber de mà hasta que
sin miramiento alguno me introdujo en la camioneta de regreso al
campamento. Para ese entonces estaba yo tan agotada y mareada por la falta
de sueño, los golpes y la falta de agua y comida, que no comprendÃa a plenitud
el significado de lo que me estaba ocurriendo.
Me quedé en el campamento otra semana para que mis heridas y arañazos
más visibles sanaran. Cuando regresé a casa pensé y sentà que era una de las
personas más poderosas de la tierra. SabÃa que tenÃa poderes más allá de lo
que la mayorÃa podÃa imaginarse. Pensé que nada ni nadie podrÃan destruirme.
¡Cuán equivocada estaba!
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Capitulo 04
Ascenso al poder
Ya yo era miembro de La Hermandad, tenÃa un nombre nuevo y era lo que se
conoce como una bruja. Como un mes después de firmar yo el contrato con
Satanás tuve mi primera entrevista con la gran sacerdotisa local. El capÃtulo de
mi pueblo natal era bastante grande, como de mil personas. La gran
sacerdotisa me buscó y me dijo que querÃa verme en su casa. Me sorprendió
mucho que me llamara una persona de tan alto rango. A muy pocas
muchachas una gran sacerdotisa las llama para que vayan a verla, a menos
que vayan a ser castigadas, o que desee encomendarles algo en particular. Su
casa era una casa muy lujosa y fina y la gobernaba con mano de hierro. Me
dijo:
-Satanás te ha seleccionado para que recibas adiestramiento para que le sirvas
y seas gran sacerdotisa si llenas los requisitos.
Dentro de la secta satánica eso era el mayor honor.
Una tiene que tener un rango muy alto para que la escojan para ese tipo de
adiestramiento. La gran sacerdotisa era una anciana. HabÃa sido sacerdotisa
muchos años. Era muy bonita a pesar de su edad. TenÃa una personalidad
agradable, pero a la vez habÃa algo de frialdad en ella. SabÃa que yo iba a
tomar su lugar. Una gran sacerdotisa siempre es destruida cuando otra bruja
la sustituye. Recibe órdenes de Satanás o de uno de sus demonios para que
entrene a la bruja que ha de ocupar su lugar. No tiene otra alternativa que
obedecer.
Pensé que era extraño que me pidiera que estudiara para el cargo ya que yo
era tan joven y una miembro tan nueva. Lo que no sabÃa en ese entonces era
que los demonios que ya yo tenÃa eran más poderosos que los de ella y que
Satanás le habÃa ordenado que me enseñara exactamente lo que eran, cómo
valerme de ellos y cómo, a la postre, destruirla a ella misma.
En lo más Ãntimo yo no era, ni nunca seré, muy dada a la destrucción. Me
gustaba vivir y no deseaba dañar a aquella señora, pero sabÃa que si no lo
hacÃa, me matarÃa.
Recibà un intenso adiestramiento en muchas cosas durante los siguientes
veinte meses. Nos reunÃamos casi siempre en su casa o en otros lugares en
que pudiéramos apartarnos de los demás miembros de la secta, por lo menos
semanalmente.
28
Las clases que me daba eran principalmente sobre conjuros. Aprendà a
conjurar a los espÃritus para que me obedecieran. Me enseñó a proyectar y a
emplear aquel extraño poder que hacÃa tiempo sentÃa en mÃ. Me enseñó
protocolo y cómo dirigir los cultos como gran sacerdotisa.
Las Hermanas de la Luz también participaban en mi adiestramiento.
Principalmente fue por ellas que aprendà a aumentar mi poder con la velocidad
con que lo hice. En las clases que me dieron aprendà muchos secretos que
otras grandes sacerdotisas jamás aprenden. Me pidieron que me uniera a su
sociedad pero les dije que no. En lo Ãntimo siempre pensé que eran muy raras.
Se procuró que yo aprendiera también artes marciales. Ya sabÃa algo de karate
y judo, pero no sabÃa nada de kung-fu. Me pusieron en manos de un chino de
mediana edad que era experto en las tres. Era un abogado muy conocido en el
pueblo. Era bueno conmigo, pero un maestro terriblemente exigente. AprendÃ
mucho con él. El ha entrenado a muchas personas de la secta en aquella zona.
Pensaba que yo tenÃa mucho potencial y querÃa que participara en contiendas
públicas. Pero nunca quise hacerlo ni lo hice.
Aprender las artes marciales demandaba un entrenamiento riguroso y penoso.
Les pedà a ciertos demonios que entraran en mà para que me dieran las
habilidades que necesitaba. La mente y el cuerpo tienen que acostumbrarse a
moverse sincronizadamente. Yo podÃa saltar varios pies en el aire, caer parada,
saltar hacia adelante y destruir a cualquiera con mis pies, con mis manos o con
ambos. Me hice experta también en el uso de cuchillos, garrote, espadas,
pistolas, arcos y flechas, estrellas y muchos tipos de armas orientales que no
son muy conocidas en mi paÃs. No solo los altos miembros de la secta toman
estos cursos, sino también muchos miembros de baja categorÃa para que
puedan servir de guardias, asesinos, etc.
Me enseñaron mucho de Satanás, casi todo mentiras.
Me hablaron de su poder, de su amor por mÃ. Dios me habÃa rechazado.
Satanás me amaba y querÃa que fuera suya, y me habÃa elegido para ser su
gran sacerdotisa. Las Hermanas de la Luz me hablaron de la oportunidad de
convertirme en la Esposa de Satanás en aquella región.
En los Estados Unidos Satanás solo tiene cinco o diez Esposas al mismo
tiempo. Es una posición de honor y poder. Me decÃan que estaban seguras de
que yo tenÃa capacidad para alcanzar tan alto rango. Constantemente me
hablaban de los beneficios que obtendrÃa si lo lograba. Me hice el propósito de
ganar ese rango.
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El primer demonio que vi se manifestó a mà en forma fÃsica durante la
ceremonia de iniciación en que firmé el contrato. El segundo fue el primero que
yo misma conjuré para que apareciera. Mientras realizaba el encantamiento
requerido apareció en una nube de humo que tenÃa un fuerte olor a azufre. El
episodio en sà fue muy elaborado, muy teatral, pero muy real. Repito, tenÃa
forma corporal.
Era enorme, de unos 2.50 metros de altura. Su cuerpo parecÃa humano, pero
diferente. Era todo negro. Después llegamos a saber que aquella clase de
demonios se llaman Guerreros Negros. TenÃa ojos rojos y fieros, manos
enormes, y lo que parecÃa armadura era su piel. Estaba formada de gruesas
escamas negras, como el carapacho de una tortuga. Cada escama era de seis
pulgadas cuadradas. Supe que era un demonio poderoso porque lo habÃa
hecho aparecer para ver si podÃa hacerlo. Mientras me observaba en silencio le
dije que yo era «la escogida».
-Lo sé - me respondió -, y sé que me han enviado a protegerte y que nada ha
de dañarte mientras yo esté aquÃ, y siempre que sirvas al todopoderoso
Satanás, nuestro señor y nuestro dios.
Se llamaba Ri-Chan. Peleó muchas batallas a mi favor y, cuando fui
desobediente a Satanás, contra mÃ.
Desde entonces vi muchos demonios y con muchos conversé. A medida que
aumentaba mi capacidad de ver el mundo espiritual, podÃa conversar con los
demonios y verlos sin que tomaran forma corporal. Rara vez les pedÃa que
aparecieran en forma corporal, excepto cuando querÃa impresionar o asustar a
alguien de un rango inferior en la secta.
El siguiente demonio que invoqué fue Mann-Chan.
Fue durante una de las sesiones de adiestramiento en casa de la gran
sacerdotisa. Esta me dijo que habÃa llegado el momento en mi entrenamiento
en que debÃa aprender y realizar un encantamiento especial. N o me dijo el
porqué ni yo se lo pregunté. SabÃa que aquel era un dÃa importante por los
preparativos que se hicieron.
Primero, dibujé con tiza en el suelo un gran pentágono y luego un cÃrculo
alrededor. (El propósito del cÃrculo alrededor del pentágono es mantener a los
demonios dentro del cÃrculo hasta que se les dé permiso de salir.)
El cÃrculo protege a la bruja del demonio. En realidad, los demonios hacen casi
lo que se les antoja. Pronto aprendà a no invocar a un demonio más poderoso
que los demonios que me protegÃan. Cuidadosamente, coloqué una vela negra
en cada ángulo del pentágono. El gran sacerdote habÃa preparado el contenido
30
de una olla grande. La llenó de agua profanada: agua bendita tomada de una
iglesia católica en la que el gran sacerdote habÃa orinado. También habÃa
matado un perro cuya sangre habÃa recogido en un pomo especial que me
habÃa dado para que lo llevara a la casa de la gran sacerdotisa. Luego me dio
varias hierbas y polvos. Hicieron hervir bien el agua poco antes de que yo
comenzara la encantación.
Yo no preguntaba, sino que seguÃa al pie de la letra las instrucciones de la gran
sacerdotisa. Me senté en el piso, con la mirada fija en la vela negra en el
centro del pentágono y murmurando: «Oh gran Satán, creador y sustentador
del universo, te lo suplico, dame un demonio que sea guÃa y luz de mi vida,
que me dé sabidurÃa y conocimiento. Amado mÃo, amor mÃo, concédeme mi
deseo». En ese momento la gran sacerdotisa me mencionó el nombre de
Mann-Chan.
Yo entonces dije: «Ven, Mann-Chan, serás bien recibido en mi cuerpo. Te
mando que te levantes de tu escondite». Tomé los polvos y las hierbas y la
sangre y la arrojé en la gran olla hirviendo. Subió vapor e inmediatamente el
cuarto se llenó de mal olor. Entonces hundà un cáliz de oro profanado en la olla
y lo llené bien. Coloqué el cáliz cuidadosamente en la mesa y esperé ansiosa.
Como a los cinco minutos el lÃquido del cáliz se habÃa convertido totalmente en
polvo. Entonces tomé el cáliz y arrojé el polvo en la llama de la gran vela en el
medio del pentágono.
Inmediatamente hubo un ruido y una enorme llamarada. La vela desapareció
en una luz blanca enceguecedora. La luz perdió intensidad en unos segundos,
y pude ver lo que parecÃa la figura extraordinariamente bien parecida de un
joven. TenÃa un pelo negro como el carbón y penetrantes ojos negros que
irradiaban inteligencia. Me tiré de rodillas junto al pentágono. Con un trapo
borré la tiza para formar un sendero claro a través del pentágono.
El joven, que en verdad era el demonio Mann-Chan en forma fÃsica, salió del
pentágono por el sendero que yo habÃa trazado. En un inglés perfecto me
habló suavemente como con gran amor. Me dijo que iba a morar en mà y
prometió que nada podrÃa dañarme. Me dijo que me darÃa sabidurÃa y
conocimiento, que serÃa mi maestro y mi guÃa. Afirmó ser mi «redentor». Yo
asentÃ, muy impresionada por su bella apariencia. Entonces caminó hacia mÃ.
Pero, en el instante mismo en que entraba en mÃ, se transformó de humano en
el demonio que era. ¡Espantoso!
Estaba desnudo, y su cara habÃa cambiado la belleza en horrible crueldad. Sus
mechones de cabellos negros se volvieron de un café rojizo opaco, vulgar,
escaso y grueso como pelos de cerdo. Sus ojos eran increÃblemente negros y
de mirada perversa, su boca abierta exhibÃa unos largos y amarillentos
31
colmillos. Era de brazos muy largos con manos que terminaban en dedos
regordete s y uñas puntiagudas. Emitió una horrible y macabra risotada de
triunfo al entrar directamente en mi cuerpo. Yo chillé. Primero al vedo, luego
por el dolor que sentà cuando entraba en mÃ. Fue un dolor profundo,
espantoso, como jamás lo habÃa sentido. Sentà que mi cuerpo ardÃa. Me sentÃ
morir y en aquel preciso momento con todo mi corazón lo deseaba. Ri-Chan
dio un paso al frente al escuchar mi chillido, pensando que quizás estaba
recibiendo un ataque externo. Pero Mann-Chan le habló y le dijo que era él,
que no se preocupara. Mientras el dolor disminuÃa, Mann-Chan me dijo que
aquella era una pequeña demostración de lo que sentirÃa si me atrevÃa a
desobedecerlo y también para que yo supiera que habÃa venido a quedarse,
que nada ni nadie lo harÃa salir de mÃ.
Desde ese momento Mann-Chan fue el principal demonio en mi vida. Se
comunicaba conmigo poniendo pensamientos directamente en mi mente. Yo
me comunicaba con él hablando en voz alta o hablándole con mi cuerpo
espiritual. No lo sabÃa entonces, pero MannnChan no podÃa leer mis
pensamientos. Me dominaba y me mantenÃa con las puertas abiertas para que
Satanás y otros demonios pudieran entrar y salir a su antojo, y también
cuando yo quisiera. Se convirtió en el centro de mi vida. Yo dedicaba todo mi
tiempo y mis fuerzas a tratar de dominarlo, pero él tenÃa más control sobre mÃ
que yo sobre él. A veces me dejaba inconsciente y tomaba total control de mi
cuerpo, y lo usaba a su antojo, y frecuentemente hablaba con mi boca. Me
decÃa cuándo comer y dormir, regulaba mi eficiencia en el trabajo, mis buenas
relaciones con los demás, mi vida entera.
Con él aprendà a valerme de los demonios, a usarlos en contiendas
espirituales. Aprendà a valerme de ellos para fortalecer mi propio cuerpo
espiritual, a utilizarlos en ceremonias, o contra otras personas, brujas, iglesias
y hasta ministros del evangelio de Jesucristo. Me dio el don de hablar muchos
idiomas y de andar y hablar con gran autoridad y poder.
Pero Mann-Chan no era la luz que prometió ser, ni el ser de amor y belleza que
vi al principio. Era un ser malo, perverso, y roÃa mi alma y mi cuerpo, y
muchas veces me causó mucho sufrimiento y dolor porque yo no apoyaba ni
participaba en sacrificios humanos. La vida se me volvió una continua
pesadilla. Estaba viviendo una doble existencia. Es decir, era miembro de la
secta satánica y a la vez miembro de una iglesia cristiana muy grande donde
enseñaba y cantaba y participaba en todo tipo de actividades. Me sentÃa
siempre destrozada, sin un momento de libertad y completamente atrapada.
Por aquel entonces comencé a batallar con muchas brujas. Las peleas son de
muchas maneras. Lo más común es que la bruja más poderosa le arrebate los
32
demonios a la más débil; asà no solo se vuelve más fuerte sino que a menudo
todo termina en la destrucción de la más débil porque ésta queda sin poderes
para defenderse. Los demonios no conocen la lealtad. Siempre se inclinan a la
persona más fuerte. Todo el reino de Satanás se basa en el principio de la
competencia; es lo opuesto en el reino de Dios donde cada cual sirve al
prójimo.
Rara vez la pelea es en un plano fÃsico, aunque a menudo las brujas se valen
de los demonios para destruir el cuerpo fÃsico de la bruja más débil. Hubo una
bruja en particular que me atacó. Se llamaba Sara. Traté de explicarle que si
no me dejaba tranquila iba a tener que destruirla. No me creyó y por fin
entramos en pelea. Lo que vi fue sencillamente espantoso. Se fue debilitando
rápidamente al irle sacando lo demonios para que entraran en mÃ. Al principio
sus demonios contraatacaron y sentà que me elevaban y me lanzaban contra
las paredes, que me estrangulaban sin que yo viera mano fÃsica alguna. Pero
de pronto vio a MannnChan, Ri·-Chan y a muchos otros demonios avanzar
contra ella. Empezaron a destrozarle el cuerpo. Finalmente comprendió que yo
era de verdad la elegida, que yo serÃa la gran sacerdotisa y que habÃa perdido
la batalla.
Se retiró a tiempo para continuar COI1 vida y le doy gracias a Dios por ello.
Tuvo que pasar un buen tiempo en el hospital a causa de los daños sufridos en
la pelea. Años más tarde me dijo que fue durante aquella estadÃa en el hospital
que aceptó a Jesucristo como Señor y Salvador, y ahora vive plena y
totalmente entregada al Señor. Créanme, fue un hermoso cambio.
Mi primer encuentro con Satanás se produjo poco antes de la ceremonia en
que habrÃa de convertirme en gran sacerdotisa. Se acercó a mà en figura de
hombre y nos sentamos a conversar. Me dijo que yo iba a ser su gran
sacerdotisa, que yo significaba mucho para él. Me dijo que tenÃa que haber un
sacrificio; habÃa que derramar más sangre para mi «purificación» antes de que
pudiera convertirme en gran sacerdotisa suya. Detestaba aquello, pero me
sentà aliviada al saber que por lo menos iba a ser un sacrificio animal.
Lo que veÃa era un hombre, extraordinariamente bien parecido, muy
inteligente, brillante, esplendente. ParecÃa tenerme gran cariño y no parecÃa
constituir un peligro para mà en lo absoluto. Ni Mann-Chan ni RiiChan dieron
indicación de que hubiera algún peligro. Quedé muy impresionada con aquel
encuentro. QuerÃa que volviera, en lo más Ãntimo sentÃa necesidad de él. Por
primera vez en mi vida me sentà de veras amada. ¡Qué equivocada estaba!
Satanás me aborrecÃa. Solo querÃa aprovecharse de mà y planeaba destruirme
a la postre.
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Yo asistÃa muy regularmente a los cultos durante mis dos años de
entrenamiento. Las reuniones se celebraban en establos, iglesias, casas,
logias, diferentes lugares. En las ocasiones en que Satanás estaba presente,
me sentÃa atraÃda a él como la mariposa a la llama. El sabÃa muy bien que me
tenÃa atrapada.
Poco antes de convertirme en gran sacerdotisa presencié por primera vez un
sacrificio humano. Estábamos en un viejo establo con por lo menos mil
personas presentes. Una pequeña niña fue la vÃctima. Fue seleccionada porque
la madre consideraba un gran honor entregarla en sacrificio. La ley nunca sabe
de estos niños porque la mayorÃa son ilegÃtimos, nacidos en casa; la madre
nunca ve a nadie en cuanto a cuidado prenatal y no hay constancia alguna de
su nacimiento ni de su muerte.
Amarraron a la niña en un altar de piedra con la forma de una cruz invertida.
Jamás olvidaré sus horribles gritos cuando el gran sacerdote hundió .en su
pecho un afilado cuchillo para arrancarle en vida el corazón. Recogieron la
sangre y el gran sacerdote y la gran sacerdotisa la bebieron primero, y luego
los demás miembros que quisieron hacerlo. Muchos lo hicieron, no solo para
recibir demonios más fuertes, sino también porque creÃan que tales sacrificios
aumentaban la fertilidad y que los niños concebidos bajo tales circunstancias
eran fuertes e inteligentes y poderosos en el satanismo.
No pude salir de allÃ. Estaba atrapada entre la multitud. Me sentÃa horrorizada,
vacÃa, frÃa, desesperada. ¿Por qué Satán querÃa tales sacrificios? ¿No le
bastaba la sangre de Cristo? Se nos hablaba sin cesar de la derrota de Cristo
en la cruz y de que aquel habÃa sido el supremo sacrificio a Satanás. Pero ya
verÃa yo que el apetito de sangre y destrucción de Satanás es insaciable.
Mi última y final batalla con la gran sacerdotisa se produjo con la autorización
directa de Satanás. Ocurrió en una gran reunión en la iglesia donde habÃa
conocido a Las Hermanas de la Luz. Satanás estaba, allà y con un leve gesto
me concedió el permiso de enfrentarla. Luchamos. Ella era muy anciana y la
batalla fue breve, de apenas 20 minutos. No la maté. No podÃa hacerlo porque
yo respetaba mucho la vida. Se rindió pronto al ver que estaba demasiado
débil para seguir luchando. Al año siguiente se suicidó.
En seguida se celebró la ceremonia de instalación de la gran sacerdotisa. El
sacrificio cruento en aquella ocasión fue un perro. Me llevaron al frente del
cuarto o iglesia. HabÃa muchÃsimos presentes porque era una gran ceremonia y
Satanás mismo estaba presente. Me vistieron con una bata blanca con bordes
dorados y rojos. Me coronaron con una corona de oro puro. Firmé con mi
propia sangre otro contrato en el que me declaraba gran sacerdotisa de
Satanás. Nadie hizo el más leve ruido mientras yo firmaba aquel papel. Luego,
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a una señal de Satanás, el gran sacerdote se levantó a declarar que yo era la
nueva gran sacerdotisa. Proclamó que nadie de la secta, ni ningún demonio,
gran sacerdote, bruja o gran sacerdotisa de cualquier capÃtulo podÃa tocarme,
porque yo era «la escogida». La multitud cayó en éxtasis y gritaba, cantaba y
danzaba. Satanás mismo parecÃa regocijado. De nuevo tenÃa la forma de un
joven guapÃsimo. ParecÃa un personaje brillante y poderoso. VestÃa un traje
blanco brillante.
La congregación se postró ante mà y me alabó como gran reina, como reina de
Satanás, «señor dios todopoderoso», a cuyo lado estaba y estarÃa por siempre
para trasmitir a ellos todos sus deseos y mandatos. Me sentà como si por
primera vez en mi vida era bien aceptada. Me sentà llena de orgullo y
exaltación. Y me sentà muy poderosa, tanto que pensaba que nadie, ni Satanás
mismo, podÃa destruirme.
Me llevaron al altar de piedra, me desnudaron y Satanás me hizo el amor para
demostrar que yo era su gran sacerdotisa. La congregación se enardeció.
Muchos estaban drogados o borrachos y la reunión se convirtió en orgÃa
sexual. Entonces Satanás emitió la más horrenda risotada de triunfo que he
escuchado en mi vida. El cuerpo se me quedó frÃo, rÃgido. Recuerdo que sentÃ
remordimiento, pena, dolor. El frÃo y la vaciedad que sentà aquella noche jamás
los olvidaré.
«Y acaeció que, cuando comenzaron los hombres a multiplicar sobre la faz de
la tierra, y les nacieron hijas, viendo los hijos de Dios que las hijas de los
hombres eran hermosas, tomáronse mujeres, escogiendo entre todas... HabÃa
gigantes en la tierra en aquellos dÃas y también después que entraron los hijos
de Dios a las hijas de los hombres, y les engendraron hijos e hijas... ». Génesis
6:1, 2,4
35
Capitulo 05
Vida como gran sacerdotisa
Al asumir mis deberes como gran sacerdotisa de un inmenso e influyente
capÃtulo adquirà muchos privilegios y muchas dificultades. Entré en conflicto
con Satanás y muchos miembros de la secta pues habÃa muchas cosas que
rotundamente me negaba a hacer o en las que me negaba a participar.
Mi principal responsabilidad era trabajar con el gran sacerdote de la
organización para planear las reuniones mensuales de la secta. Nuestras
reuniones en tal sentido se celebraban en el mayor secreto y por lo general
tenÃan lugar un par de veces al mes. El gran sacerdote y yo nos reunÃamos con
las principales 13 brujas y los principales 13 brujos del capÃtulo. Nos reunÃamos
en enormes mansiones con una gran mesa donde pudiéramos sentarnos todos.
El gran sacerdote y yo nos sentábamos a la cabeza con las 13 brujas a un lado
y los 13 brujos al otro en orden de rango. Satanás siempre procuraba que
estuvieran presentes también algunos que consideráramos indeseables. Eran
conocidos hombres lobos que siempre parecÃan retraÃdos, vigilantes,
amenazadores. Estaban allà como humanos y no adoptaban otra apariencia a
menos que Satanás se los ordenara y entonces solo con propósitos
disciplinarios. Nosotros no los tocábamos ni les hablábamos. PertenecÃan
exclusivamente a Satanás, estaban vendidos totalmente a él y eran temidos y
rechazados por todos los de la secta. Eran primordialmente guardias y
disciplinadores que Satanás y sus demonios empleaban para que los demás los
obedeciéramos.
El concilio planeaba las reuniones y se encargaba de la administración del
capÃtulo. Satanás daba órdenes al gran sacerdote y a la gran sacerdotisa; las
daba directamente o a través de sus demonios Tratábamos de planear
reuniones dramáticas y emocionantes, siempre procurando que hubiera
abundancia de drogas y alcohol. Yo no compraba las drogas ni el alcohol, y
nunca tuve nada que ver con el tráfico de las mismas. Eso lo dejábamos a los
miembros de la secta que ya andaban en esas cosas. Y la verdad es que nunca
faltaban personas asÃ. Los miembros prominentes de la secta siempre se
cuidan de no mezclarse en nada que pueda buscarles problemas con la ley, y
jamás toman drogas ni bebidas en exceso. No quieren tener el cerebro
embotado porque siempre hay demasiadas personas que ambicionan llegar a
ocupar sus puestos.
También nos reunÃamos con los altos representantes de otros grupos ocultistas
de la zona. Hay muchos grupos satánicos que no son parte de La Hermandad y
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que ni siquiera saben de su existencia. Sin embargo, La Hermandad los
observa y controla cuidadosamente.
Uno de los deberes que siempre rechacé fue cualquier cosa que tuviera que ver
con sacrificios, de animales o humanos. Por esa causa en muchas ocasiones fui
severamente castigada por Satanás y los demonios. Los demás miembros del
culto no podÃan hacerme nada porque para ese entonces yo tenÃa bastante
poder, por lo que Satanás y los demonios se encargaban de castigarme.
Muchas veces recibà inimaginables torturas de parte de los demonios. SufrÃ
muchas enfermedades, incluyendo cáncer en cuatro ocasiones con todos los
horrores de la quimioterapia. Pero no cedÃ. Sencillamente, no podÃa quitarle la
vida a otra persona.
Jóvenes, escúchenme, por favor. Cualquier participación con el ocultismo es
una trampa. Satanás puede hacerles 10 que me hizo a mà y cosas peores. Oro
todos los dÃas que Dios de alguna manera muestre a los que están atrapados
que pueden liberarse. Satanás no es tu dueño ni aun cuando hayas firmado el
contrato. Ese contrato puede ser cubierto por la sangre de Jesucristo. Puedes
librarte de ese contrato si le pides a Jesús que venga a tu vida a perdonarte y
lavarte de todos tus pecados, a ser tu Señor, tu Salvador y tu amo. Satanás
está siempre procurando destruirte, pero Jesús quiere darte vida.
HabÃa algunas reuniones que yo disfrutaba. A veces nos reunÃamos nada más
que para conversar y jugar, para competir con nuestros poderes haciendo
cosas diversas como encender velas al otro lado de la habitación sin siquiera
tocarlas. También realicé numerosos viajes fuera de California para participar
en competencias y convenciones. Por lo general eso sà lo disfrutaba mucho.
Volaba en un jet privado desde un aeropuerto cercano al pueblo donde me
inicié en la secta. Nadie fuera de la secta, y muy pocos dentro de la misma,
conocen su ubicación. Está bien escondido y fuertemente vigilado. Por lo
general el gran sacerdote y algunas de las brujas y brujos de alto rango me
llevaban con ellos. Era siempre una gran ocasión. El propósito era intercambiar
ideas y competir a ver quién era más poderoso. Fue por medio de estas
competencias que ascendà hasta llegar a ser miembro del concejo nacional, al
cargo de Esposa regional de Satanás y, por último, a la posición de Esposa de
Satanás en los Estados Unidos.
Por lo general estábamos como una semana y las conferencias solÃan
celebrarse inmediatamente antes de un Sábado Negro cuando se celebraba la
Misa Negra (en la Semana Santa). Yo siempre encontraba una excusa para
regresar a casa antes de la Misa Negra. Ãbamos a un lugar especial en los
cerros de California justo en las afueras de Los Angeles. Hay allà una gran
mansión que fue construida especialmente para la secta. Supongo que tenÃa
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treinta o más habitaciones. TenÃa muchas ventanas de vitral con dibujos
ocultista s y sÃmbolos demonÃacos. El interior era lujosa y bellamente
amueblado. TenÃa un inmenso comedor con un salón de baile. Y, por supuesto,
tenÃa también piscina, canchas de tenis, campos de golf, etc. ParecÃa un
«country club» de millonarios. TenÃa tres subsuelos con enormes cajas de
seguridad que contenÃan bibliotecas de antiguos escritos e historias ocultistas.
ContenÃan también oro, plata y monedas de todos los paÃses del mundo. La
propiedad entera está oculta por bosques y fuertemente vigilada por aire y
tierra.
En mi último viaje participé en la más intensa competencia de mi vida. Para
ese entonces ya era yo la suprema Esposa del paÃs. Era una competencia
internacional. El que dirigÃa todo era un gran sacerdote diferente de los demás
que habÃan estado allÃ. Era un joven alto, moreno y muy guapo, pero habÃa
cierto aire en él que hacÃa que todos lo temieran y a todos disgustara. Participó
en la competencia y era obvio que no le importaba que alguien muriera si
fallaba en lo que tenÃa que hacer. TenÃa ojos subyugantes que enfriaban a
cualquiera hasta la médula. DirigÃa con mano de hierro y hasta yo hacÃa todo lo
posible por alejarme de él.
La competencia consistÃa en tareas cada vez más difÃciles, diseñadas para que
los contendientes hicieran gala de su poder. Recuerdo que, en cierto momento,
con un chasquido de dedos, tuve que convertir a un gato en conejo y luego
volverlo gato de nuevo. Los cambios fÃsicos en sà los realizaban los demonios y
resultaban en la inmediata muerte del animal. En el último dÃa yo era la única
contendiente que quedaba, pero el gran sacerdote me seguÃa acuciando. No
me quedó más remedio que acceder a sus deseos. El último incidente me
hubiera costado la vida si mis demonios no hubieran sido tan poderosos.
Yo tenÃa que pararme a no más de seis metros de un hombre con una pistola
magnum .357. Me pasé la mano por el frente de mi cuerpo para alertar a los
demonios y colocarlos como escudos. Inmediatamente el hombre disparó siete
ráfagas contra mÃ. No podÃa fallar. Demás está decir que los demonios
resultaron muy efectivos como escudo, ya que las balas cayeron a mis pies y
siguieron girando sobre sà mismas. Recibà muchas aclamaciones y honores por
ganar la competencia.
Me colocaron una corona de oro y mis compañeros de la secta se postraron
ante mà y me rindieron homenaje. Me trataron como a una reina durante el
resto de la estadÃa allÃ. Me traÃan la ropa más bella que yo podÃa pedir, me
bañaban, me peinaban y los sirvientes me atendÃan de pies a cabeza.
Celebraban fiestas y siempre me acompañaba un joven buen mozo que era
también mi guardaespaldas. Ãbamos a los restaurantes más exclusivos de Los
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Angeles. Mi acompañante probaba los alimentos antes de que yo los comiera
para aseguurarse de que no estuvieran envenenados. Nos Ãbamos de «surfing»
y a montar a caballo. A los miembros no se les permitÃa pelear entre ellos en
aquellos dÃas porque aquellos eran dÃas de alabar a Satanás. Me sentÃa muy
orgullosa, pero el Señor pronto habrÃa de humillarme.
Fue durante aquella última visita a California que ocurrió uno de los incidentes
que me encaminaron a aceptar a Cristo, y me hicieron comenzar a poner en
duda las afirmaciones de Satanás de que era más poderoso que Dios. El gran
sacerdote nos reunió a varios de nosotros y nos dijo que habÃa una familia en
el vecindario que estaba interfiriendo con Satanás. Estaban logrando que
muchos miembros de la secta se pasaran al enemigo, a Jesucristo, y estaban
siendo una molestia. Satanás habÃa ordenado que los mataran. El gran
sacerdote nos dijo que debÃamos ir todos en nuestros cuerpos espirituales
(proyección astral) y matarlos. Asà que nos sentamos en cÃrculo con las velas
frente a nosotros y conscientemente abandonamos nuestros cuerpos y salimos
en espÃritu hacia la casa a destruir a aquella gente. No me gustaba mucho el
plan, pero no tenÃa alternativa. Si desobedecÃa me mataban.
Para nuestra sorpresa, al llegar al lindero mismo de la propiedad de aquella
familia no pudimos seguir adelante. Toda el área estaba rodeada de enormes
ángeles. Estaban de pie uno junto al otro y tomados de la mano. VestÃan
largas túnicas blancas y estaban tan juntos que se tocaban los hombros. No
tenÃan ni armaduras ni armas. Nadie pudo pasar, por mucho que lo
intentamos. Cualquier proyectil que les lanzáramos rebotaba y no les hacÃa
daño. Al principio se rieron de nosotros y nos retaban a tratar de pasar. Los
demás miembros de la secta se ponÃan más y más furiosos a medida que
transcurrÃan los minutos. De pronto su apariencia cambió y su fiera mirada nos
hizo caer de espaldas al suelo. Fue una humillante experiencia, debo añadir.
Nunca olvidaré que mientras permanecÃa sentada en el suelo frente a ellos,
uno de los ángeles me miró a los ojos y me dijo en la voz más dulce que jamás
habÃa escuchado: «¿Por qué no aceptas a Cristo como tu Señor? Si sigues por
la senda en que andas, serás destruida. Satanás te odia, pero Jesús te amó
tanto que murió por ti. Piénsalo, por favor, y entrégale tu vida a Jesús». AllÃ
terminó la batalla para mÃ. No quise insistir en romper el cerco. Estaba
aturdida. Los demás continuaron intentándolo un rato más, pero nadie lo logró.
Dudo que la familia se haya siquiera enterado de la batalla que se libraba fuera
de su casa. ¡Estaban completamente protegidos! A aquel tipo de ángeles los
llamábamos «ángeles eslabonados». Absolutamente nadie puede pasar a
través de ellos. En lo más Ãntimo me sentà agradecida de no poder atravesar el
cerco, y de que los ángeles eslabonados me hubieran dado algo en qué pensar.
Pero a pesar de aquella experiencia pasaron dos años antes de que me rindiera
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a Jesucristo. TodavÃa codiciaba más poder, y no querÃa enfrentar la realidad de
que aquel poder me estaba destruyendo y condenándome a pasar la eternidad
en el infierno.
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Capitulo 06
La boda
Yo tenÃa muchos privilegios como gran sacerdotisa y me aproveché de ellos en
mi diario vivir, pero seguÃa teniendo sed de más poder. Pocos años después de
haberme hecho gran sacerdotisa alcancé la meta de convertirme en Esposa
regional de Satanás. Muchas sacerdotisas de mi rango se autodec1aran
esposas de Satanás, y en cierto sentido lo son, pero Satanás también tiene
unas cuantas mujeres selectas que se convierten en esposas suyas en una
manera más exclusiva. Solo cinco o diez, y por lo general solo cinco, existen en
los Estados Unidos en un momento dado. Tal posición es la más alta y
«honrosa» a la que una mujer puede ascender dentro del satanismo. Satanás
escoge una mujer de una inmensa región del paÃs. Esa mujer es considerada la
más poderosa, respetada y amada en la región. Todas estas mujeres forman
parte del consejo nacional que dirige el satanismo en este paÃs y tienen
también poder internacional dada la gran riqueza de los Estados Unidos.
Satanás mismo se me acercó y me dijo que me habÃa seleccionado para tan
grande honor. Se presentó a mà en forma de un hombre guapÃsimo, la imagen
misma del concepto que yo tenÃa del hombre «perfecto». Me dijo que me habÃa
seleccionado a mà porque me amaba más que a las demás, y que le gustaban y
respetaba mi valor y mis capacidades. Actuó de una manera muy amorosa y
romántica, y me habló del tiempo maravilloso que pasarÃamos juntos. Además,
me prometió darme poderes mucho mayores e innumerables privilegios.
Me sentà honrada y emocionada, emocionada mayormente porque esperaba
que al fin me amaran de veras. En mi opinión yo era la más poderosa y
honrada de todas las mujeres. Pensaba que Satanás me habÃa escogido por
mis cualidades y mi amor por él habÃa ido creciendo con el correr de los años.
En aquel tiempo no comprendÃa que Satanás se estaba aprovechando de mi
amor para sacar beneficios. Se valÃa de mà para que otras personas hicieran lo
que él querÃa y se valÃa de mi amor para mi propia destrucción. ¡SUS
declaraciones de amor eran mentiras!
La ceremonia se celebró en una gran ciudad cercana.
La secta alquiló una de las más grandes y hermosas iglesias presbiterianas de
la ciudad para la ocasión. Estoy segura de que los propietarios de la iglesia ni
se imaginaban para lo que la estábamos alquilando. Pedà permiso para no
trabajar los tres dÃas de un fin de semana. La ceremonia se efectuó un viernes
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en la noche, primera noche de luna llena. Me tenÃan bien protegida y me
complacÃan en todos mis deseos. ¡Me sentÃa tan emocionada y orgullosa!
Cuando mis acompañantes y yo nos acercábamos a la iglesia, por un instante
sentà como si una densa oscuridad se cerniera sobre la iglesia, pero deseché el
pensamiento y me puse a pensar en el amor y la admiración que sentÃa por
Satanás.
Me condujeron a un cuarto fuera del santuario y cuidadosamente me
prepararon y vistieron para la ocasión. En aquel tiempo tenÃa el cabello largo,
rubio y ondeado. Las mujeres me 10 adornaron con flores naturales
entrelazadas. Me vistieron con un traje blanco tipo túnica con trencilla s de oro
que se entrecruzaban en el pecho. TenÃa un manchón rojo sobre el corazón y
en el pubis. Llevaba una corona de oro puro en la cabeza. Portaba un ramo
confeccionado con hierbas, espinas y cerezas venenosas, todo atado con una
cinta negra.
Cuando me paré fuera del santuario y miré adentro, me sentà sorprendida y
honrada de ver que no solo habÃa allà muchas personas de los estados vecinos
y de California, sino también varios miembros antiguos de la secta en el
mundo oriental. Claro que era un gran honor. En el santuario resonaba una
música horripilante procedente del inmenso órgano de tubos. HabÃan llevado a
la iglesia el trono de oro de Satanás y lo habÃan situado al frente de la
plataforma. La señal de que debÃa comenzar la ceremonia fue la repentina
aparición de Satanás sobre el trono.
Otra vez se presentó como hombre, completamente vestido de blanco, con una
corona de oro con muchas joyas. La congregación en pleno se puso de pie y se
le rindió gran adoración. Entonces, a una señal suya, todas las cabezas se
volvieron y yo comencé a caminar por el pasillo. Iba escoltada por el gran
sacerdote, seguidos de Las Hermanas de la Luz. Cuando llegué al final del
pasillo me detuve ante el trono de Satanás, me postré ante él y le rendÃ
pleitesÃa. El me ordenó que me levantara. Asà lo hice, él entonces se levantó
del trono y descendió a situarse junto a mÃ. El gran sacerdote realizó la
ceremonia nupcial. La mayor parte de la ceremonia consiste en cantos,
canciones de alabanzas a Satanás. Las Hermanas de la Luz, formadas en
semicÃrculo detrás de nosotros, cantaban y tarareaban en voz baja durante la
ceremonia.
La ceremonia duró casi dos horas, tiempo que permanecà de pie. Volvà a firmar
un contrato con mi propia sangre. Luego me dieron a beber un lÃquido en un
cáliz dorado. No sé qué era el lÃquido, pero supongo que contenÃa algo de
droga, porque me sentà un tanto mareada después de beberlo. Lo cierto es que
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acabó con mi claridad mental. Me dijeron que habÃa que cumplir el contrato.
No habÃa manera alguna de romperlo. ¡Satanás no cree en el divorcio!
Satanás mismo no puso ninguna sangre, ni bebió poción alguna. Me dijo que
no podÃa hacerlo porque tenÃa que «mantenerse puro» para mÃ. Pero que yo sÃ
tenÃa que beberlo para purificarme para él. Estaba más bello que nunca. VestÃa
lo que parecÃa un frac blanco puro, decorado con oro. En aquella ocasión su
pelo era de un dorado reluciente y su piel lucÃa un bello bronceado. Sus ojos
eran oscuros y el amor que me manifestaba y las sonrisas que me lanzaba me
enloquecÃan. Pero yo querÃa creer que de veras me amaba, y que de veras era
mi esposo. Me trató con sumo respeto. Me acarició la mejilla, el pelo, los
brazos. Me dijo lo que a sus ojos yo era. Me dijo que era muy bella, muy
poderosa y alguien que podÃa llegar a ser lo que siempre habÃa querido tener:
la madre de su hijo, «el Cristo», el redentor del mundo. Y yo me creà todos sus
embustes.
Satanás me entregó una bella cinta dorada con una inscripción que decÃa: «He
aquà la esposa del PrÃncipe del mundo». Aunque Satanás nunca se mostró
hostil conmigo, sà lo era con los demás. Cualquiera que se acercara a tocarlo o
a arrodillarse ante él era pateado, o golpeado y alejado de allÃ.
Inmediatamente después de la ceremonia Las Hermanas de la Luz me llevaron
y me vistieron con un precioso vestido y una capa de terciopelo con ribetes de
oro puro. Nos condujeron entonces al aeropuerto en limosina y junto con
varios grandes sacerdotes y sacerdotisas abordamos un lujoso jet privado que
nos condujo hasta California. La cena de boda fue servida a bordo. Satanás no
comió pero probó varios de los carÃsimos vinos y champagnes que habÃa en el
avión. Habló muy poco. Cuando llegamos a la mansión en las montañas de
California, ya yo estaba bien mareada por las drogas que me habÃan dado. Nos
escoltaron con mucha pompa y ceremonia a una gran «suite». La recámara
matrimonial tenÃa una gran cama de oro. Después me alegré de que me
hubieran drogado pues cuando nos quedamos solos la hermosa apariencia de
Satanás se esfumó y el acto sexual fue brutal.
Al dÃa siguiente, Satanás ya se habÃa marchado cuando desperté. Las muchas
heridas recibidas en la noche me dolÃan bastante. Me alegré de que no
regresara aquel fin de semana. Volamos de regreso el domingo. Mientras
estuve allà me trataron como a una reina, me atendÃan de pies a cabeza y me
daban todo lo que pedÃa.
Obtuve muchas ventajas con mi nuevo rango. TenÃa poderes absolutos sobre
todas las brujas y los brujos y aun sobre el gran sacerdote. Era intocable.
Recibà más poder y nuevos demonios. Una bruja cometió la estupidez de
meterse conmigo. Con una simple mirada la incrusté en la pared. La incrusté
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literalmente, tanto que tuvieron que romper la mamposterÃa para sacarla.
Resultó con varios huesos rotos y otras heridas. Jamás volvió a atreverse a
hacerme daño, ni tampoco ningún otro ser humano.
Rápidamente alcancé la posición de primera esposa y con ello mis
responsabilidades también aumentaron. Pasé a ser uno de los representantes
de Satanás a nivel internacional. Viajé muchas veces fuera de California a
entrevistarme con funcionarios gubernamentales de los Estados Unidos asÃ
como con dignatarios de otros paÃses. Representantes de gobiernos
extranjeros nos visitaban en la mansión de California para solicitar dinero para
armas, etc. La mayorÃa sabÃa que estaban tratando con Satanás, algunos no.
Grandes sumas de dinero cambiaban de mano. Mann-Chan hablaba a través
mÃo en la mayorÃa de las ocasiones, y hablaba perfectamente en la lengua
nativa del interlocutor. Mann-Chan a la vez me traducÃa lo que aquellas
personas decÃan. Yo no podÃa hablar ni lo más mÃnimo en tantos diferentes
idiomas, pero Mann-Chan los conocÃa todos.
Viajé a numerosos paÃses. He estado en La Meca, en Israel, en Egipto, y
también en el Vaticano en Roma, adonde fui para entrevistarme con el Papa. El
propósito de mis viajes era coordinar los programas de Satanás con el de los
satanistas de otras tierras, asà como entrevistarme con diferentes funcionarios
gubernamentales para hablar de ayuda monetaria a esos paÃses. Algunos no
sabÃan que yo era satanista, sino que pensaban que estaba asociada con algún
tipo de organización sumamente rica. La gente que busca dinero no pregunta
mucho. El Papa sabÃa muy bien quién era yo. Trabajábamos de cerca con los
católicos (especialmente los jesuitas), asà como con los masones de alto rango.
Fue durante aquel tiempo que conocà a muchos de las más conocidas estrellas
de la música rack. Firmaban contratos con Satanás a cambio de fama y
fortuna. El cuidadoso plan para la evolución de la música rack en los Estados
Unidos fue concebido por Satanás y ejecutado al pie de la letra por sus siervos.
A pesar de mi alta posición y gran poder, vivÃa en un constante temor. No
tenÃa paz Y me sentÃa atada. Mi mayor preocupación era la increÃble malignidad
con que se actuaba dentro de la secta, los brutales castigos y, sobre todo, los
sacrificios humanos.
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Capitulo 07
Disciplina en La Hermandad
El sexo para las demás personas dentro de la secta era libre, fácil y podÃa
practicarse en todo momento. También se practicaba con niños. De hecho, un
alto porcentaje de los niños dentro de la secta era iniciado en la vida sexual a
muy temprana edad. Los miembros de la secta suelen aparearse con aquellos
que están en el mismo nivel de poder. Casi todas las ceremonias y reuniones
terminan con una orgÃa sexual. Por lo general, cada miembro tiene el derecho
de practicar el acto sexual si asà lo desea.
También habÃa actos sexuales con demonios. Eran demonios que podÃan ser
vistos, oÃdos y sentidos fÃsicamente. Esto ocurrÃa en reuniones y dÃas sagrados
en que se usaba droga en abundancia. Los demonios también realizaban el
acto sexual contra la voluntad de la otra persona. Asà la castigaban por no
hacer 10 que Satanás y los demonios ordenaban. A menudo obligaban a un
hombre a presenciar a más de un demonio llevar a cabo un acto sexual brutal
con su esposa. Era una forma muy efectiva de imponer disciplina.
El miedo es una táctica que se emplea más que cualquiera otra. Miedo a la
muerte, miedo a que torturen a la familia ante los ojos de uno. Tanto los
humanos como los demonios eran torturados. Muchas veces se obligaba a los
demonios a manifestarse fÃsicamente, y entonces eran torturados y
despedazados por demonios más fuertes en castigo por desobediencias
menores. El recuerdo de aquellos espantosos episodios quedaba grabado como
con fuego en la mente de los presentes. Se le decÃa al grupo que aquello era
una demostración de 10 que le podÃa pasar a quien se atreviera a desobedecer
a Satanás o a los demonios.
Durante muchas ceremonias, especialmente aquellas especiales en las que se
ofrecÃan sacrificios humanos, los demonios adoptaban formas humanas. A
veces es difÃcil distinguir quién es demonio y quién es humano. Sin embargo,
los ojos de los demonios son frÃos y muertos; su contacto es como de brasas
vivas y a la vez parecen no tener vida.
La tortura de seres queridos, especialmente. Niños, es también una táctica
favorita para obtener la más absoluta obediencia. Se obliga a los padres a
contemplar cómo sus hijos son asesinados a golpes, brutalmente violados o
desollados. Si el niño sobrevive, los padres no pueden llevarlo a un hospital
porque los meterÃan en la cárcel por abuso de menores. Jamás podrÃan probar
que ellos no han llevado a cabo las torturas del niño, porque siempre habrá
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satanistas que testifiquen haber visto a los padres cometer el abuso. Los
médicos de la secta tampoco los atienden a menos que los padres les paguen
exorbitantes sumas de dinero.
Otro método favorito de disciplina es el sacrificio.
Siempre hay un momento de escalofriante terror antes de cada sacrificio
humano en que cada miembro espera a ver quién va a ser sacrificado. Muchos
de los sacrificios son de personas que han sido desobedientes, o que han
tratado de salirse de la secta.
Los hombres lobos, los zombis, los vampiros y otros hombres animales
existen. He visto muchos. Este es un secreto que Satanás mantiene muy bien
guardado. Nadie controla a esos seres excepto Satanás y los demonios de más
alto rango. Se valen de ellos más que nada para castigar. Jamás olvidaré un
incidente en una reunión en que Satanás lanzó a un hombre lobo en
persecución de un hombre. El hombre saltaba y corrÃa mientras el hombre lobo
gruñÃa tras él. SabÃa que no podÃa escapar de aquel hombre animal. Entonces
se volvió, sacó una pistola Magnum .357 y la vació contra el hombre lobo. Este
ni se inmutó. Agarró al hombre y lo hizo trizas. Nadie se atrevió a moverse o a
hacer sonido alguno, por temor a que el hombre lobo se volviera contra ellos.
Tales criaturas son seres humanos poseÃdos por ciertos tipos de poderosos
demonios capaces de producir los cambios fÃsicos en el cuerpo humano.
Algunos de los escritos cristianos de la Edad Media acerca de hombres
animales son verÃdicos. Nunca he hallado nada escrito con más precisión que
los antiguos escritos satánicos que se guardan en las bóvedas de la mansión
satánica en los cerros de California. Los hombres-animales son muy temidos y
odiados dentro de la secta. Son individuos solitarios, vendidos en un 100% a
Satanás. Sospecho que durante la Gran Tribulación aumentarán en número y
Satanás los usará para aplicar castigos.
Otro método frecuente de disciplina es la enfermedad demonÃaca infligida.
También los accidentes, las pérdidas del trabajo, etc. La enfermedad
demonÃaca suele ser una de las favoritas porque pocos médicos pueden
diagnosticarla y la persona sufre una muerte dolorosa y lenta mientras los
médicos piensan que los sÃntomas son producto de su imaginación.
La mayorÃa de los hijos de los miembros de la secta son dedicados a Satanás,
a semejanza de la dedicación de niños en las iglesias cristianas. La ceremonia
incluye el «bautismo» del niño en la sangre de animales sacrificados. Estos
niños son personas poseÃdas por demonios desde el vientre de la madre. Esto
se repite generación tras generación a menos que los padres estén dispuestos
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a dejar que Jesucristo se convierta en Señor y Amo de sus vidas, y a dejar que
Su sangre los limpie de todo pecado.
La sangre de Cristo es tan poderosa, y su obra en la cruz tan completa, que
hasta los hombres lobos pueden salvarse si lo desean. Jesús puede levantar a
los muertos hoy dÃa de la misma manera que lo hizo cuando vivió en el mundo
en un cuerpo humano. La gente que está bajo el dominio de Satanás está
muerta. Alabo a Dios porque hoy dÃa soy completamente libre, pertenezco a
Jesús, a Él solamente, y no hay forma de que Satanás o uno de los suyos, no
importa lo que me hagan, impida que yo cuente lo que está sucediendo en el
reino de Satanás.
Lector, si eres miembro de La Hermandad, tú también puedes ser librado de
tus cadenas. No tienes que permanecer en el reino de maldad, oscuridad y
miedo de Satanás. Jesús puede libertarte y lo hará. Lo único que tienes que
hacer es pedirle que lave tus pecados en su sangre, y que sea tu Señor y tu
Amo. N o esperes más, el tiempo es muy corto. Jesús regresará pronto. No
quedan muchos dÃas. Prepárate mientras hay tiempo. ¿O te quedarás aquÃ
cuando Jesucristo se lleve a los suyos? ¡Entrégate a El ahora mismo!
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Capitulo 08
La misa negra y los sacrificios humanos
Los sacrificios humanos son un tema que pocos, si es que hay algunos, ex
miembros de la secta están dispuestos a comentar dadas las implicaciones
legales. Lo estoy haciendo solo a instancias del Señor. Son una realidad y una
práctica de La Hermandad. He pasado la mayor parte de mi vida en hospitales
y quirófanos por mi insistente negativa a doblegarme ante Satanás en esto.
Definitivamente nunca accedà a participar en sacrificios humanos.
Debido al extremadamente rápido aumento de mis poderes, en poco tiempo
alcancé una posición en la que podÃa determinar lo que hacÃa y lo que no hacÃa.
Esto es, en cuanto a los demás humanos. Yo era más poderosa que los demás
satanistas y no podÃan tocarme. Satanás y sus demonios sà podÃan. En muchas
ocasiones fui brutalmente castigada y torturada por demonios porque no quise
obedecer a Satanás en esto. Cuatro veces he tenido cáncer, con muchas
operaciones y todos los horrores de la quimioterapia. El cáncer me lo dio
Satanás mismo como castigo por no querer participar en los sacrificios
humanos. No dudo que me hubiera matado en poco tiempo si el Señor no
hubiera. Tenido misericordia y me hubiera librado de sus garras.
Las costumbres y ceremonias de los sacrificios humanos son un tanto
diferentes en algunos lugares. Además, en años recientes, especialmente en la
costa occidental de los Estados Unidos, una enorme cantidad de jóvenes están
participando en el satanismo a través de la música rock, los juegos en los que
hay fantasÃa ocultista y, por supuesto, a través del reclutamiento personal.
Estos grupos independientes usualmente andan con drogas, son muy
explÃcitos, descuidados y vocingleros en lo que hacen, y no están relacionados
directamente con La Hermandad. Muchos de ellos ni siquiera saben que La
Hermandad existe. Son tan descuidados que son sorprendidos en sus delitos
rituales de abuso infantil, sacrificios humanos, etc. Cuando dejé el satanismo,
habÃa entre los lÃderes de La Hermandad una creciente preocupación por el
descuido de aquella gente. Sin embargo, Satanás se está volviendo tan
atrevido que en realidad no le importa ni se preocupa por el número de
personas que van a parar a la cárcel por los delitos que cometen. Satanás sabe
que no le quedan muchos años, y por eso se mueve a toda velocidad para
lograr la mayor destrucción posible en la tierra.
Durante el año en los Estados Unidos hay ocho «dÃas santos» en que se
ofrecen sacrificios humanos. (Puede haber sacrificios humanos otros dÃas por
motivos diversos como castigos, ritos de fertilidad, etc.) Los grupos pequeños
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que no tienen facilidades para hacerlos suelen unirse en estas ocasiones a los
grupos grandes. Los "dÃas santos» son Navidad, Resurrección, Halloween,
Acción de Gracias, y lo más cerca posible de la primavera, el verano, el otoño y
el invierno. (Satanás quiere profanar las misericordiosamente ordenadas
estaciones.)
Desde que los druidas lo instituyeron en Inglaterra, el dÃa de «Halloween» ha
sido una festividad propicia para ofrecer sacrificios humanos a Satanás. Hoy
dÃa es igual. El repentino aumento de colocación de substancias dañinas y
objetos en las golosinas que se acostumbran a ofrecer a los niños ese dÃa no es
accidental. Es un esfuerzo muy bien planeado por los satanistas. Los niños
heridos o muertos por tales golosinas son sacrificios a Satanás.
El propósito de los sacrificios, tal como se enseña a los miembros de la secta,
es «purificarlos» para recibir las «bendiciones» de Satanás. Además, quien
bebe la sangre de la vÃctima o come de su carne obtiene nuevos demonios y
por lo tanto adquiere más poder. Beber sangre es un elemento importante en
toda actividad satánica. No es una mera coincidencia, sino que Satanás
siempre está tratando de profanar los principios de Dios.
«Y cualquier varón de la casa de Israel, o de los extranjeros que peregrina
entre ellos, que comiere alguna sangre, yo pondré mi rostro Contra la persona
que comiere sangre, y le cortaré de entre su pueblo. Porque la vida de la carne
en la sangre está... »
LevÃtico 17:10,11
Los sacrificios humanos, como todas las reuniones de la secta, nunca se
celebran dos veces en el mismo lugar. La mayorÃa de los miembros no se
entera del lugar en que ha de celebrarse la próxima reunión sino hasta una
pocas horas antes de que empiece. Los sacrificios siempre se ofrecen en
lugares escondidos y apartados. En las grandes ciudades esto a veces se
vuelve un problema, pero siempre se encuentra una bodega o un edificio
abandonado. La Hermandad raras veces realiza sacrificios humanos al aire
libre. A veces lo hace cuando se encuentra un lugar muy apartado o cenagoso.
Esto no es asà con los jóvenes atrapados en la droga. Ellos no toman ninguna
medida de seguridad, por eso La Hermandad se encarga de que la policÃa los
descubra y arreste, o simplemente los elimina para evitar problemas. La
Hermandad siempre procura que los declaren locos para que no se descubran
sus conexiones con el satanismo.
En La Hermandad hay comités encargados de preparar el equipo necesario y
organizar la limpieza al final. Los satanistas que son policÃas están siempre en
estos comités. Su tarea es prevenir la interferencia de la ley. El equipo, entre
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aquella
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estaba
porque
secta
sangre
satan
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